María Florencia Rodríguez Estévez trabaja desde hace 14 años en MAPFRE ARGENTINA y desde 2008 participa del Programa de Voluntariado de la compañía, siendo una de las pioneras en su lugar de trabajo. Esta actividad se convirtió, para
ella, en una manera de ver la vida.
TEXTO Y FOTOS: MARÍA FLORENCIA RODRÍGUEZ ESTÉVEZ
«Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas puede cambiar el mundo» Eduardo Galeano
Cuando uno es voluntario, cuando lo siente profundamente, cuando asume ese compromiso desde el amor, sin duda se convierte en una manera de vivir, es espontáneo ese acto de ayudar. Desde mis comienzos como voluntaria en MAPFRE descubrí que esto es un ida y vuelta y eso es lo que lo convierte en mágico, porque uno se retroalimenta tanto que, de a poco vas cambiando tu vida. Cada acción, por pequeña que nos parezca, genera un cambio en el otro y en nosotros mismos.
He transitado diferentes actividades, diferentes grupos de compañeros, a lo largo del tiempo se han sumado familiares, amigos… y mirando para atrás veo un camino recorrido del que cosecho historias increíbles que han marcado significativamente mi vida.
Una de las acciones más inolvidables fue haber construido una casa para una familia de muy bajos recursos económicos. Fueron jornadas de intenso trabajo. Tuvimos que poner el cuerpo, la mente y el alma, palpamos la pobreza, la sentimos, nos pusimos en el lugar del otro y comprendimos las situaciones desde adentro. Fue una experiencia muy fuerte, después de la cual uno se replantea muchas cosas de su vida, de las cosas que uno tiene, de cuánto podemos cambiar la vida de otro si nos lo proponemos, si aunamos esfuerzos. Fue muy conmovedor y motivador dejarle un techo a una familia. Hoy después de cinco años de aquella experiencia la sigo recordando con la misma emoción.
Otros de los hitos en mi trayecto como voluntaria fue haber conocido el Hogar San José, donde residen abuelos sin hogar, muchos sin familia y donde hace ya ocho años asistimos incansablemente para compartir diferentes actividades. Realizamos tareas de jardinería, actividades lúdicas, pero sobre todas las cosas se comparte tiempo, charlas, historias, momentos de alegría. Este vínculo me demuestra que cuando uno hace las cosas desde un lugar genuino se forma un lazo de amor mutuo imposible de cortar. En este hogar hemos vivido tantas historias, he visto crecer a hijos de compañeros que a lo largo del tiempo fueron transitando también este camino del voluntariado.
Hoy, después de tantos años, el Hogar San José es nuestro hogar, una sensación difícil de explicar con palabras pero que los que vamos hace años compartimos, una sensación hermosa que siempre nos invita a volver.
Cada acción, por pequeña que parezca, genera un cambio en el otro y también en nosotros mismos
Y para destacar, a finales de 2017 he participado en la organización de Carrera Diferente, la primera competición para chicos con discapacidad. Fue un gran desafío, algo nuevo para los voluntarios de MAPFRE en Argentina, y una experiencia que
sin dudas queremos volver a vivir. Nos hemos sumado a la realización de la idea de un grupo de atletas apasionados, que pusieron la mirada en el otro y pensaron en la posibilidad de brindar un espacio a niños con diferentes discapacidades físicas, motrices e intelectuales para que vivan la experiencia del deporte. Fue maravilloso ver reunidos a los niños con sus familias, voluntarios, deportistas, «payamédicos»… participando de una fiesta inolvidable y ver a todos llegar a la meta. ¡Estas son las cosas que reafirman mi vocación de voluntaria cada día!
Hoy, después de todos estos años como voluntaria dentro de MAPFRE, puedo decir que hice amigos, formé lazos muy valiosos que sin duda me acompañaran toda la vida y elijo seguir transitando este camino. ¡Ojalá seamos muchos más!