TEXTO: RAMÓN OLIVER IMÁGENES: DANIEL SANTAMARÍA

La Agencia Española de Medicamentos acaba de emitir la autorización para el uso hospitalario de NC1, el primer medicamento de terapia avanzada para el tratamiento de lesiones medulares. Este revolucionario fármaco, que ha logrado ya mejoras significativas en 30 pacientes con lesiones medulares incompletas, ha sido desarrollado por un equipo médico de Hospital Universitario Puerta de Hierro de Madrid. NC1 es el resultado de 25 años de investigación en un proyecto dirigido por el doctor Jesús Vaquero que ha contado con la financiación y el apoyo institucional de Fundación MAPFRE.

«Cuando llega el de la bata blanca y te dice que no vas a volver a caminar, se te cae el mundo encima. En un segundo, te cambia la vida». Es el crudo relato de Andrés Herrera. Hace doce años sufrió una lesión medular en un accidente de tráfico que le condenaba a pasar el resto de su vida en una silla de ruedas. Sólo tenía 27 años. Hasta que en 2011 se abrió una puerta a la esperanza para Andrés y un grupo de pacientes en su misma situación. Un equipo médico del Hospital Universitario Puerta de Hierro de Madrid, encabezado por el neurocirujano Jesús Vaquero, les ofreció la posibilidad de participar en un proyecto de investigación basado en el uso de células madre para el tratamiento y regeneración de lesiones medulares.

El resultado de ese proyecto es NC1, el primer fármaco de terapia avanzada para el tratamiento de lesiones medulares traumáticas. El medicamento ya ha recibido la autorización la Agencia Española de Medicamentos para su uso hospitalario tras 25 años de arduos trabajos de investigación en los que han participado numerosos equipos de profesionales del hospital Puerta de Hierro. Un largo proceso que ha pasado por diversas etapas, desde los primeros estudios in vitro, trabajos con células madre o test preclínicos en animales, hasta que en 2013 comenzaron los primeros ensayos clínicos con pacientes humanos. La Agencia Española de Medicamentos ha autorizado tratar a una treintena de pacientes durante el primer año, cifra que los responsables médicos del Hospital Puerta de Hierro confían en que pueda ampliarse paulatinamente hasta llegar a 100 pacientes anuales.

Un tratamiento sin precedentes

NC1 es un fármaco totalmente personalizado y de uso exclusivamente hospitalario. Para su diseño se parte de células madre autólogas del propio paciente, ya que las investigaciones realizadas han demostrado que son más eficaces y aplicables a este tipo de dolencias. El proceso da comienzo con la extracción quirúrgica de células madre mesenquimales del paciente. Estas células son trasladadas en un recipiente hermético directamente del quirófano a una sala de producción celular («la sala blanca»), dotada de unas condiciones ambientales especiales que reducen el riesgo de contaminación durante los trabajos. Allí son tratadas y sometidas a un cultivo por espacio de varias semanas. Una vez completado este proceso, se prepara el medicamento que es administrado al paciente en altas concentraciones, bien en la zona exacta en la que sufre la lesión medular, bien en el líquido cefalorraquídeo. Para el paciente esto es el comienzo. Después, aun le aguardan largas sesiones de rehabilitación para reactivar los músculos dormidos.

Una puerta a la esperanza
para los lesionados
medulares

Mejora en la calidad de vida

Los experimentos clínicos con NC1 han demostrado mejoras significativas en los pacientes en cuatro aspectos principales: control de esfínteres, mejora de la función motora y de las alteraciones en la marcha, incremento de la sensibilidad y reducción del dolor neuropático (dolor generado en el sistema nervioso). Todos estos efectos repercuten muy positivamente en la calidad de vida de los lesionados medulares. «La gente nos ve y piensa, pobres, no pueden andar. Pero hay otros problemas relacionados con las lesiones medulares que no son tan obvios pero que dificultan mucho nuestro día a día», recuerda Andrés Herrera.

Uno de esos aspectos más desconocidos es el control de los esfínteres. Los problemas de incontinencia se convierten en una constante que afecta también psicológicamente a quienes los padecen, llegando a provocar que algunas de estas personas no quieran salir a la calle o renuncien a sus relaciones sociales por miedo a sufrir un episodio en público. «Yo he tenido que llegar a pedirle a un amigo que me ayudara a limpiarme, y eso es muy duro», recuerda Herrera. La terapia de regeneración celular ha conseguido que cerca del 80% de los pacientes experimenten mejoras significativas en el control de los esfínteres. La mejora de la sensibilidad es otra tónica común en la mayoría de los participantes en los ensayos clínicos. Todos ellos, en mayor o menor medida, han logrado avances en este aspecto. Y es que, recuerdan los responsables de este proyecto, poder sentir una caricia de un ser querido tras años de no poder hacerlo significa un mundo para estas personas.

Mucha cautela

La llegada de este fármaco constituye, sin duda, una excelente noticia para los afectados por esta patología y sus familias. Sin embargo, los artífices de este importante avance médico insisten en que no hay que esperar resultados milagrosos ni alimentar falsas expectativas. El tratamiento tiene un alcance limitado y, además, no es aplicable para todos los casos. Solo aquellos pacientes que presenten lesiones medulares incompletas por daño vertebral a nivel dorsal o lumbar son susceptibles de mejorar gracias a esta terapia. «En una médula totalmente seccionada no puede funcionar», aclara el doctor Jesús Vaquero. «Tiene que haber un mínimo de conservación anatómica de la médula del paciente sobre la cual podamos situar las células, de manera que estas activen determinados circuitos que no están funcionando pero que siguen estando presentes anatómicamente», añade.

Los experimentos clínicos con NC1 han demostrado mejoras significativas en los pacientes en cuatro aspectos principales: control de esfínteres, mejora de la función motora y de las alteraciones en la marcha, incremento de la sensibilidad y reducción del dolor neuropático.

Estas limitaciones hacen que la elección cuidadosa de aquellos pacientes susceptibles de beneficiarse de este tratamiento sea muy importante. Un comité de selección multidisciplinar, formado por profesionales sanitarios, es el encargado de analizar uno por uno los casos, aplicando un escrupuloso protocolo de criterios médicos. «Hay que analizar minuciosamente el tipo de lesión de que se trata. También es fundamental realizar un estudio genético de ese paciente, porque puede suceder que exista alguna alteración cromosómica en sus células que más tarde provoque problemas durante la expansión celular», advierte el neurocirujano jefe del Puerta de Hierro.

NC1 es un tratamiento totalmente personalizado, que se adecua a cada tipo y grado de lesión, y que ha de ser administrado en un entorno hospitalario y bajo condiciones de seguridad y aislamiento clínicos. No cabe hablar, por tanto, de un medicamento susceptible de ser fabricado industrialmente y destinado al mercado. «Se trata, al fin y al cabo, de un medicamento vivo», recuerda el doctor Vaquero, y como tal, su éxito depende de «cuidar exquisitamente la producción de las células». Pese a todas las limitaciones y dificultades, este avance no deja de ser un extraordinario éxito en la investigación médica con células madre y un motivo de esperanza para quienes sufren esta patología. Sobre su eficacia, el doctor Jesús Vaquero recuerda que con esta terapia «no podemos curar las lesiones medulares, pero sí mejorar la calidad de vida de quienes las padecen».

Colaboración público-privada

Este hito de la investigación médica ha sido posible gracias a la fructífera colaboración entre entidades públicas como el Hospital Universitario Puerta de Hierro o la Consejería de Sanidad de la Comunidad de Madrid, y entidades privadas como la Fundación MAPFRE y la Fundación Rafael del Pino, cuyo apoyo y financiación han permitido que NC1 sea una realidad. «Cuando en 1997 apostamos firmemente por este proyecto, los objetivos que perseguía parecían ciencia ficción. Hoy este tratamiento abre una puerta a la esperanza para las miles de personas que sufren lesiones medulares, y supone un salto cualitativo impresionante en el tratamiento de este tipo de patologías», destaca Ignacio Baeza, vicepresidente de la Fundación MAPFRE.

Fundación MAPFRE participa cada año en iniciativas de las que se benefician 25 millones de personas en todo el mundo. La prevención de los accidentes de tráfico es, lógicamente, uno de los campos de actuación en los que es más activa. Sin embargo, el compromiso de Fundación MAPFRE va más allá de la prevención y alcanza a quienes ya han sido víctimas de un accidente. Así lo evidencia, recuerda Ignacio Baeza, su implicación en más de un centenar de proyectos de investigación que, como este, tienen como objetivo «ofrecer segundas oportunidades a las víctimas».

Doctor Jesús Vaquero
Jefe de neurocirugía del Hospital Universitario Puerta de Hierro.

«Los pacientes nos dan lecciones de vida cada día»

Jesús Vaquero

¿Cuál es su mayor motivo de satisfacción de este proyecto?
Haber logrado mejorar la calidad de vida de los pacientes con daño medular. Hemos pasado de una visión pesimista en la que el paciente parapléjico no tiene ninguna posibilidad de mejorar, a una en la que muchas de las secuelas neurológicas pueden ser reversibles con las nuevas técnicas de terapia celular.

Han sido muchos años de investigación ¿Ha habido momentos de duda por el camino?
Por supuesto, el camino no ha sido fácil, pero la dificultad se ha superado siempre gracias al apoyo de los propios pacientes, que en todo momento nos han mostrado una lección de superación de su discapacidad y de lucha por seguir adelante. Ellos siempre nos dan una lección de vida.

¿Qué es lo más difícil en este tipo de proyectos?
La complejidad de los modelos animales que se deben realizar para poder trasladar estos estudios a la clínica humana. Mantener animales con lesión medular durante meses, para ver qué se puede lograr, es una fase necesaria antes de llegar al paciente. Estos animales deben ser sometidos a cuidados y a tratamientos de rehabilitación que exigen unos esfuerzos mantenidos por parte de los propios investigadores.

¿Este descubrimiento abre nuevos caminos para el tratamiento de este tipo de lesiones?
Yo diría que consolida la utilidad de la terapia celular para la discapacidad secundaria a la lesión medular, lo que es importante, porque cada vez se van perfilando más las mejores opciones terapéuticas capaces de abrir nuevas vías de optimismo. Aunque se necesita prudencia y evitar sensacionalismos. Lo importante es que las mejores opciones se van conociendo.

Andrés Herrera

Andrés Herrera
Paciente (39 años, Madrid)

«Nunca olvidaré el primer día que volví a sentir las agujetas»

¿Cómo supo de este proyecto?
Una conocida de mi madre leyó sobre el proyecto en una revista médica y se lo comentó. Nos interesó tanto que quisimos entrar en contacto con el equipo del Dr. Vaquero. Le enviamos un e-mail hablándole de nuestro caso y así fue como empezó todo.

¿Cuánto tempo pasó hasta que notó los primeros efectos del tratamiento?
Los primeros cambios fueron rapidísimos. Mi lesión es parcial, por lo que yo ya tenía sensibilidad, pero lo que no sentía era el cansancio. Al poco de recibir la primera inyección, noté algo extraño: ¡eran agujetas! A los tres meses, cuando me pusieron la segunda inyección me noté un fuerte golpe en la planta de los pies y se lo comenté al doctor Vaquero. Él puso cara de sorpresa y dijo: «¿Ya, tan pronto?»

¿Qué cambios ha experimentado en su vida?
Ahora tengo una mayor autonomía de mi silla de ruedas. Yo sigo siendo muy activo, y aunque obviamente hay situaciones en las que me falta equilibrio y sigo necesitando la silla, en general durante casi todo el día me desenvuelvo bien con la ayuda de las muletas. El mundo se ve muy diferente cuando estás de pie que cuando estás sentado en la silla.

David Serrano

David Serrano
Paciente (Madrid, 46 años)

«Puedo hacer cosas que antes no hacía»

Cómo empezó todo?
Yo sufrí un accidente de tráfico en 2002. Fue un compañero, que también estaba en el programa, quien me habló por primera vez de esta posibilidad. Esto fue en 2011. Después llegaron muchas pruebas psicológicas, de potencia, de esfuerzo… para tratar de determinar si era viable aplicar el tratamiento a mi caso. Cuestiones burocráticas retrasaron un poco más el proceso, hasta que en 2013 empecé el tratamiento.

¿Qué mejorías ha experimentado?
Ahora tengo mucho más equilibrio que antes de la terapia, y puedo hacer cosas que antes no hacía. ¡Incluso he sido capaz de subirme a una bicicleta! Y no a una bicicleta adaptada, a una bicicleta corriente. Pero aunque las mejorías en la movilidad o en el equilibrio son muy positivas, en realidad, no son lo más importante para mi. Al fin y al cabo, yo ya era autónomo en mi silla de ruedas.

¿Cuál es ese aspecto más importante?
El principal progreso es, sin duda, el control de esfínteres. En mi caso era un verdadero calvario que me ocasionaba, además, numerosos problemas médicos. Yo he llegado a sufrir seis infecciones de orina en un solo año, algunas de ellas tan severas que tuve que ser ingresado. Eso hacía que mis riñones sufrieran y me obligaba a tomar constantemente antibióticos cada vez más potentes.

¿Se han cumplido sus expectativas?
Mi ensayo clínico fue de los primeros y ha ido muy bien. El problema cuando tienes una lesión medular es que siempre hay mucha gente que te crea muchas expectativas y te promete cosas que luego no suceden. Pero con el doctor Vaquero nunca fue así. Él fue muy sincero desde el principio. Me dijo claramente que no me iba a curar, pero que sí estaba seguro de que mi vida iba a mejorar. Y así ha sido. Además, su trato humano y el de su equipo ha sido excepcional. Estaban pendientes de todo.