El día 13 de octubre abrió sus puertas en la Torre MAPFRE, en Barcelona, el Hall Social, una zona expositiva única destinada a dar voz a los proyectos sociales más singulares con los que colabora Fundación MAPFRE. En esta primera ocasión, nos adentramos en las calles de Filipinas para conocer la dura realidad que viven allí muchos niños y compartir las historias de esperanza que nos ofrece la Fundación Kalipay.
TEXTO: JUAN FRYBORT IMÁGENES: DAVID CAMPOS
Dentro de la Torre MAPFRE hay un espacio en el que se siente, en el que el objetivo es la toma de conciencia individual, en el que se transmiten emociones y se comparten vivencias; un lugar pensado para dar a conocer la actividad social de Fundación MAPFRE y de las pequeñas entidades sociales y para servir de punto de encuentro para todas aquellas personas interesadas en la acción social y en la solidaridad.
La primera de nuestras exposiciones sociales, desde el día 13 de octubre da voz a la Fundación Kalipay, una organización con la que Fundación MAPFRE colabora desde el año 2015, que desde el año 2007 ofrece refugio a los niños de la isla de Negros, una de las zonas con mayor índice de pobreza infantil dentro de Filipinas, un país que ya de por sí está azotado por la miseria.
La República de Filipinas sufre una elevada tasa de explotación laboral infantil. Muchos menores son abandonados en las calles, tienen problemas de nutrición, graves carencias educativas o sufren violencia sexual. Según UNICEF, de los 1,6 millones de niños y niñas que viven en las calles, 600.000 son obligados a prostituirse y alrededor de 28 son arrestados diariamente por algún delito. Un 60 % de los casos de violencia sexual sucede en el ámbito del hogar.
En este contexto, Fundación Kalipay se ha convertido en un lugar en el que estos niños intentan rehacerse de las heridas de la miseria y la vida en las calles, en el que por fin pueden sentirse protegidos.
Su programa de rescate no consiste solamente en acoger menores y cubrir sus necesidades materiales hasta que alcancen la edad adulta y educarles hasta la universidad. Se trata de ofrecerles también un hogar donde sanar las cicatrices emocionales del maltrato y la pobreza. El trabajo de Kalipay se asienta sobre cuatro grandes principios: «Ningún niño debería estar en la calle, ningún niño debe pasar hambre, a ningún niño se le debe negar educación y ningún niño debe ser sometido a la violencia».

De la calle a un hogar
La exposición está planteada para que el visitante sienta, que perciba la dureza de la vida en la calle, para que intuya los sentimientos de abandono, miedo e impotencia que sufren los niños, y para que se reconforte con la seguridad que alivia a estos menores al llegar a Kalipay, al vivir bajo techo, al recibir cuidados y cariño. Al avanzar en el recorrido el visitante se conmueve con las historias esperanzadoras de Ginno, Bubbles, Anna y Joey y de otros muchos niños y jóvenes que hoy tienen un hogar en el que poder crecer, desarrollarse y soñar con su futuro.
La muestra se divide en dos zonas diferenciadas. En la primera sección el visitante se adentra en las calles de un pueblo o ciudad de Filipinas. A través de fotografías que muestran la realidad de miles de niños, se percibe el maltrato, la explotación, el abuso y la violencia que sufren estos menores, abandonados en la soledad infinita, como refleja la escultura hiperrealista de un niño durmiendo a la intemperie.
En la segunda parte de la exposición se llega al refugio de Kalipay. En esta sección, en la que se ha reproducido un aula, el visitante puede sentarse en los pupitres, ponerse bajo techo, sentirse en un hogar, tal y como se sienten los niños que la Fundación acoge. Un documental audiovisual muestra la historia de la Fundación y un conjunto de piezas fotográficas hace una narración visual de las historias de sus protagonistas.
Los dibujos de los niños, los verdaderos protagonistas, cuelgan del techo, una cubierta a dos aguas que recrea la calidez del hogar que es Kalipay para ellos. Libros, juguetes y otros objetos ayudan a recrear la sensación de seguridad y tranquilidad que sienten los niños que viven en este refugio.
Los dibujos de los niños, los verdaderos protagonistas, cuelgan del techo, una cubierta a dos aguas que recrea la calidez del hogar que es Kalipay para ellos.
Ginno, Bubbles, Anna y Joey
La exposición también nos presenta a algunos de los protagonistas de Kalipay que nos cuentan sus experiencias reales, sus planes de futuro y sus sueños. Ginno y Bubbles, hoy casados, con un hijo recién nacido y muchas oportunidades para ser felices, Anna, que estudia para poder ayudar a su madre, y Joey, inteligente y autodidacta, que estudia antropología en la universidad, tienen un nexo común: todos ellos nacieron en una situación de pobreza extrema, en familias desestructuradas o sin la posibilidad de atenderles, y sin futuro. Su llegada a Kalipay cambió sus vidas.
Anna Balcels, fundadora y presidenta de la fundación nos explica cómo lo consiguen.
«En Kalipay les damos un techo y comida, pero también algo muy importante que es mucho amor y cariño. Les aseguramos que nadie más les hará daño, que les vamos a proteger», afirma.
Los niños rescatados también reciben algo muy importante y que muchos de ellos no han tenido nunca: educación. «Nos aseguramos de que todos los que puedan lleguen a la universidad. Ya tenemos a seis que se han graduado, y eso sí que es un triunfo», declara con orgullo la fundadora de Kalipay. Todas las actividades que se organizan están dirigidas a que los menores experimenten lo que es la vida en familia, y tengan cubiertas sus necesidades físicas, mentales, emocionales y sociales.
Esta muestra quiere dar a conocer la tarea que realiza la Fundación Kalipay, pero también acercar a los visitantes a la realidad que viven muchos niños en Filipinas, conmoverles, hacerles pensar y, si es posible, hacerles partícipes de este proyecto. Los paneles en la sala muestran los objetivos de la Fundación Kalipay y animan a los visitantes a contribuir, a realizar una donación para rescatar a los niños de la miseria, la violencia y el abuso sexual. Porque este hall social quiere emocionar, pero también compartir con todo el que se acerque la misión de mejorar este mundo.
