Los siniestros de tráfico y sus trágicas consecuencias siguen golpeando a Latinoamérica con demasiada fuerza. Fundación MAPFRE desarrolla iniciativas en el ámbito de la educación vial en 17 países de la región, donde cada día fallecen 50 menores como resultado del tráfico. El objetivo: sentar las bases para una movilidad sana, segura y sostenible.
TEXTO: DAVID LOSA IMÁGENES: ISTOCK
Niños y niñas responsables crearán un futuro más seguro. Parece evidente, pero este axioma no siempre se toma en serio. Un ejemplo es la educación vial, piedra angular en la lucha contra los siniestros de tráfico y sus trágicas consecuencias. La realidad indica que queda todavía mucho por hacer.
En Latinoamérica, donde Fundación MAPFRE desarrolla un programa educativo en este ámbito con repercusión en 17 países, las estadísticas delatan aún demasiadas conductas irresponsables. Muchas de ellas son causantes de que cada día mueran 50 niños en las carreteras de la región. Un drama global que en esta parte del planeta cobra una dimensión especialmente trágica: la tasa de mortalidad por siniestros de tráfico entre 5 y 14 años es casi el doble que el promedio mundial (según datos del Institute for Health Metrics and Evaluation de 2017). Si ampliamos la horquilla de edad, los incidentes viales son claramente la principal causa de mortalidad entre personas de 5 a 29 años de edad (OMS). Todo esto, en una región con una población muy joven, con una media de edad inferior a los 30 años en la mayoría de los países.
No es solo cuestión de edad
Hay más dimensiones reveladoras. Las mayoría de los niños y jóvenes que sufren incidentes de tráfico forman también parte del grupo de usuarios más vulnerables de las vías: peatones, ciclistas y motociclistas. Incluso habría que destacar un tercer factor que condiciona fuertemente la seguridad vial en Latinoamérica: la pobreza. Cuanto más pobre es el país o la región, más mortalidad infantil se da en sus calles y carreteras.
Las condiciones económicas tienen relación directa, por ejemplo, con el estado de las infraestructuras viales y las señalizaciones, así como con la planificación del tráfico o la antigüedad y calidad del parque automovilístico (los sistemas de seguridad pasiva y activa de los vehículos son mínimos o inexistentes). Aun así, ninguna de las causas anteriores es tan decisiva como el «factor humano», presente en el 90% de los accidentes. La buena noticia es que ahí es precisamente donde mejor puede actuar la educación vial.
El 70% de los niños que han participado en alguna actividad de educación vial utiliza siempre el cinturón de seguridad.
Pero, ¿qué es exactamente el factor humano? Según la Dirección General de Tráfico de España, hay tres tipos de errores humanos: los previos al siniestro (ejecución de una maniobra, identificación de una señal, no percepción de otros vehículos…); los «agentes directos diversos» (cansancio, estrés, drogas, alcohol, móvil…); y los «inhibidores de la prudencia» (velocidad, sobreestimación de capacidades…). A esto habría que sumar otras actitudes irresponsables derivadas de la ignorancia o la infravaloración de las normas como el no uso de cinturón de seguridad o los sistemas de retención infantil, la sobreocupación de vehículos, etc.
Comportamientos reversibles
Para tener una idea más cercana del contexto geográfico, y según datos proporcionados por las instituciones públicas nacionales y recogidos por OISEVI (Observatorio Iberoamericano de Seguridad Vial), el uso del cinturón de seguridad en los asientos delanteros se encuentra hoy por debajo del 40% en países como México o Ecuador. En este último país, el uso del ese mismo sistema en los asientos traseros es del 3%. Algo similar sucede con los sistemas de retención infantil, cuyo uso no supera en la mayoría de los países el 30%, con casos extremos como el de Paraguay, donde solo el 1% utiliza sillitas para niños.
Un reciente estudio de Fundación MAPFRE en varios países de Latinoamérica sobre comportamientos y educación vial revela que el 70% de los niños que han participado en alguna actividad de educación vial utiliza siempre el cinturón de seguridad. Por su parte, más de la mitad de los que nunca lo utiliza tampoco ha recibido ningún tipo de instrucción en la materia. Una muestra incontestable de que la educación vial genera comportamientos responsables.
Si la educación vial es la luz, la oscuridad viene determinada, a menudo, por las legislaciones nacionales y la falta de interés en la materia de los diferentes gobiernos. Un informe de Fundación MAPFRE, realizado en colaboración con la Federación Iberoamericana de Víctimas Contra la Violencia Vial sobre los marcos normativos de la educación vial en 14 países latinoamericanos (también se incluye España), advierte de que solo Ecuador, en su Ley Orgánica de Educación Intercultural, contempla un número de horas específico (4 horas semanales en 1º de bachillerato) y una evaluación formal para estas enseñanzas. En cuanto al resto de países, la mayoría de ellos trata la educación vial en otro tipo de normativas (especialmente en sus Leyes de Tránsito nacionales), aunque esas menciones no suelen llegar a articularse posteriormente en instrucciones concretas.
Circular en la oscuridad
Como consecuencia de la deficiente implicación gubernamental, más del 40% de los 11.000 estudiantes de primaria y secundaria que participaron en una encuesta realizada por Fundación MAPFRE en 12 países de la zona declararon no haber oído hablar jamás de «educación vial». La cifra supera el 50% en Honduras, Colombia y Puerto Rico. Esto contrasta con el interés de los pequeños: entre los menores que sí han oído hablar de educación vial, el 64% muestra sentimientos positivos de interés, entusiasmo o asombro, una cifra que aumenta cuando los menores ya han participado en este tipo de actividades educativas.
Tras más de dos décadas de experiencia trabajando en el ámbito de la educación vial en un total de 23 países (Latinoamérica o España, por supuesto, pero también en Estados Unidos, Turquía, Portugal, Alemania, Filipinas o Malta) y después de haber impartido esta enseñanza a casi tres millones de niños y más de 100.000 profesores, Fundación MAPFRE sigue apostando firmemente por un programa educativo global enfocado en tres frentes: formación de formadores; actividades presenciales en colegios y otros lugares y adaptación de materiales didácticos a la realidad de los diferentes países. Todo ello dirigido a tres ámbitos de actuación: escuela, barrio y familia. Siempre, con la innovación como principal motor para desarrollar sus actividades.

Innovar para una educación más efectiva
Un ejemplo es la creación de numerosos parques infantiles de tráfico en varios países (Colombia, Panamá…), desde que en 1997 se inaugurara el primero en España. Es una forma divertida y cercana de aprender educación vial fuera de las aulas, en la que se prioriza la movilidad de peatones y ciclistas. En este sentido, hay que destacar uno de los proyectos estrella de Fundación MAPFRE en este terreno de los últimos años: la Caravana de Educación Vial, una iniciativa que comenzó a realizarse en España y Portugal con tal éxito que pronto cruzó el charco para llegar a Brasil, Puerto Rico o México. Esta experiencia consiste en una sesión teórica con materiales audiovisuales y consejos básicos sobre conducción y otra parte práctica con karts eléctricos bajo supervisión de monitores especializados. Todo ello, en una gran pista montada para la ocasión con calles, señales y semáforos donde los alumnos disfrutan mientras aprenden a circular y, sobre todo, a tener actitudes responsables cualquiera que sea su rol en el tráfico. La innovación también ha impulsado el desarrollo de actividades y juegos virtuales, cuyos 50.000 participantes hasta el momento demuestran la efectividad de gamificar una enseñanza vital.
La apuesta es utilizar las TIC como herramienta de educación vial (dentro o fuera del aula) mediante la creación de materiales adaptados a cada franja de edad y entorno geográfico (juegos, apps, actividades, cuentos…). Aprender a cruzar la calle o a utilizar el casco para montar en bicicleta mientras juegas puede ser mucho más efectivo que una simple charla. E incluso el programa ha ido más allá en materia tecnológica con la elaboración de materiales que llevan incorporados realidad aumentada o con la adaptación de los materiales didácticos para que puedan ser utilizados por niños con discapacidades auditivas, en colaboración con la Confederación Estatal de Personas Sordas (CNSE). En un horizonte muy cercano espera ya la realidad virtual, otra tecnología con infinitas posibilidades que Fundación MAPFRE incorporará a este programa educativo en todos los países donde actúa.
Andando al cole
Según la encuesta realizada por la Fundación Mapfre a 11.000 niños latinoamericanos de primaria y secundaria, la mayor parte de ellos, un 37,6%, se desplaza caminando cada día a su centro escolar. En otras preguntas de la misma encuesta, la mitad de los consultados no responde correctamente cuando se le pregunta cómo cruzar la calle, el 60% de los que se desplazan caminando deben caminar algún tramo por la calzada y algo más de la mitad de todos los estudiantes afirma haber sentido miedo de ser atropellado en sus trayectos al colegio, señalando imprudencias de los vehículos como principal preocupación.
En España, Fundación MAPFRE participa en la iniciativa «Ahora vamos andando al cole», puesta en marcha por Stop Accidentes y A.N.C.A.S (Asociación de Niños Caminantes por un Ambiente Sostenible y Seguro). El proyecto se realiza en estos momentos, y gracias al apoyo de Fundación MAPFRE, en seis comunidades autónomas y contempla la realización de talleres con niños de 3º a 6º de primaria en los que se les enseña a ser peatones seguros y responsables, fomentando valores como la tolerancia, el respeto y la convivencia. Además, todos los niños que forman parte en los talleres pueden participar en un concurso de dibujo en el que pueden ganar un viaje para toda la clase y diverso material educativo y deportivo.
Un frente común
Reconociendo que su labor no tiene la función de sustituir al papel de los gobiernos, Fundación MAPFRE ha buscado apoyos en todos los países en los que desarrolla su labor educativa a través de asociaciones, generalmente de víctimas, de modo que ellos exponen a los alumnos sus experiencias para concienciarlos sobre las consecuencias de tener un comportamiento inadecuado frente al tráfico.
Por ejemplo, en España Fundación MAPFRE desarrolla iniciativas con Stop Accidentes o Aesleme, en Latinoamérica también cuenta con un buen número de asociaciones colaboradoras, alineadas para lograr el objetivo de reducir las víctimas del tráfico. Estas son solo algunas de ellas: Conduciendo a conciencia y Compromiso Vial (Argentina); Vida Urgente (Brasil); Fundación Emilia Silva Figueroa (Chile); Youth for road safety (internacional); Fundación Cavat-Nicole Paredes (Ecuador); Apasit (Guatemala); Víctimas de la Violencia Vial AC. (México); Fundación Gonzalo Rodríguez (Uruguay); Asotransito (Venezuela); Fundación Mónica Licona (Panamá).