Tomoko Yoneda. Historia y Memoria

La exposición Tomoko Yoneda que Fundación MAPFRE presenta en sus salas de Recoletos de Madrid entre el 11 de febrero y el 9 de mayo de 2021 ofrece, por primera vez en España, un extenso recorrido por la obra de esta artista japonesa a través de 112 imágenes y pone el acento en algunos de sus últimos trabajos como Diálogo con Albert Camus, Correspondencia-carta a un amigo o Cristales. Junto a a algunas de sus imágenes más conocidas, se presenta una nueva serie sobre la Guerra Civil y la figura de Federico García Lorca como resultado de un encargo específico de Fundación MAPFRE realizado para esta muestra.

TEXTO: ÁREA DE CULTURA DE FUNDACIÓN MAPFRE
IMÁGENES: © TOMOKO YONEDA, CORTESÍA DE LA ARTISTA Y SHUGOARTS

Tomoko Yoneda nació en la ciudad de Akashi en 1965, estudió fotografía en Chicago y más tarde en Londres, donde vive actualmente. Desde muy joven quiso ser periodista, pero pronto pudo apreciar que a través de las imágenes era capaz de comunicar mucho más que a través de las palabras. Sus obras suelen hacer referencia a hechos históricos, especialmente de la historia contemporánea. Paisajes e interiores que muestran lugares asociados con conflictos armados y, en particular, relacionados con las dos guerras mundiales, la segunda guerra sino-japonesa y la Guerra Fría. Pues tal y como ella misma señala, a propósito de uno de sus proyectos más conocidos, «Escenario» (2000-actualidad), «La historia no sólo se manifiesta en monumentos y edificios tangibles a la vista, sino que también está presente de forma impasible en lo intangible […] es algo que está vivo entre nosotros. En todos los lugares como en el cielo azul, en los mares azules, en los árboles y campos, o en las ciudades, parece quedarse en la quietud, grabado y estratificado en el paisaje original de la tierra donde nacimos, desconectado de nuestro pensamiento».

Entre 2009 y 2015 la artista también abordó una serie de trabajos que se centran de modo más concreto en Japón —La isla de Sajalín, Gimusa, Casa japonesa, Cúmulos y ZDC—, y por lo tanto en la búsqueda de una identidad propia a la par que una común, la de su nación. Como mujer japonesa que ha vivido buena parte de su vida en el extranjero, su situación le ha permitido, gracias a la distancia, situarse en la posición del «otro» para ahondar en sus raíces y en la historia de su propio país. Inspirada quizá por la lectura de los textos del premio Nobel Kenzaburo¯ O-e, quien ha mantenido una constante conciencia crítica en sus escritos, con la premisa de encontrar un nuevo humanismo que haga frente a la amenaza de la tecnocracia y que contribuya a la reconciliación y sanación del hombre, Yoneda ha abordado estos trabajos que analizan el legado del imperio japonés y la «japonesidad». O-e demandaba la revaluación de la historia reciente de Japón, la relación con sus vecinos cercanos y lo que él llamaba el sistema imperial, al que se oponía. El imperialismo continúa siendo hoy en día un tema controvertido para los japoneses. En el seno del país, en las casas e incluso en los colegios, resulta complicado hablar, a pesar del paso de los años, de las atrocidades cometidas por el ejército imperial en sus colonias del este asiático, quizá con la esperanza de que lo que no se habla es como si no hubiera tenido lugar.

De la serie Escenario
Playa. Lugar donde se produjo el desembarco de Normandía, Playa de Sword, Francia, 2002
Copia cromogénica

Para realizar La isla de Sajalín, título que toma de la obra homónima del escritor Antón Chéjov, Yoneda trabajó prácticamente como una antropóloga y, a través del paisaje, buscó la huella de los habitantes del lugar. Disputada desde 1855 por Rusia y Japón, tras la guerra ruso-japonesa de 1905, la isla quedó dividida en dos por el paralelo 50 y, finalmente, con la derrota de Japón en la Segunda Guerra Mundial, se convirtió en territorio de la Unión Soviética. A lo largo de su historia, Sajalín ha albergado una colonia penitenciaria soviética y distintas fábricas de producción de pasta de papel japonesa. En sus imágenes la artista registra el lugar donde desembarcaban las tropas japonesas durante la guerra ruso-japonesa, el campo de prisioneros de la localidad o la carretera que atraviesa la isla, que definía la frontera entre los dos países. Las fotografías también recogen los buques de guerra japoneses varados tras haber sido abandonados al finalizar la Segunda Guerra Mundial, sin olvidar que los fondos de este mar albergan restos más recientes: de submarinos y de aviones derribados con sus pasajeros a bordo.

«Gimusa» es el nombre con el que se conoce al edificio que desde 1961 servía como lugar de interrogatorio de la Agencia Central de Inteligencia Surcoreana en Seúl. Estaba cerrado por muros, con ventanales de vidrio impreso y cortinas donde la conexión con el espacio exterior era prácticamente inexistente. Paredes desnudas que fueron testigo de encarcelamientos y torturas que escapan a la razón. Casa japonesa se centra también en la arquitectura para hablar del poder. En este caso se trata de viviendas construidas en Taipéi durante la ocupación japonesa entre 1895 y 1945. En la misma línea de alusión se mueve ZDC, siglas de Zona Desmilitarizada de Corea, un espacio que se extiende cuatro kilómetros al norte y al sur de la frontera militar, que divide la península coreana con numerosas minas terrestres enterradas y en la que no se permite el acceso a los civiles. Un lugar que se ha convertido en un ecosistema en el que crecen plantas y flores, pero que recuerda también, a través de los alambres de espino y los muros de hormigón, que Corea se encuentra actualmente en guerra.

No hay que olvidar, a pesar de lo que narran, que las imágenes de la artista resultan, por lo general, estéticamente «bellas», casi siempre apacibles y dotadas de un cierto halo de nostalgia. La mirada distante y aséptica de la fotógrafa hacia el motivo representado permite al espectador una interpretación libre, en función de sus propios recuerdos y de su historia, aspecto que ella considera fundamental. Su obra está compuesta por estratos de significado que se van manifestando a medida que desarrolla su trabajo. Las imágenes de una serie se relacionan con las de la siguiente y no pueden ser entendidas como entidades separadas, sino como una investigación lineal en la que se plantean las mismas cuestiones relacionadas con el pasado y en la mayor parte de las ocasiones, con la reparación del daño. Se puede decir que el siglo xx estuvo marcado por las heridas de un daño hasta el momento insospechado y muchos creadores e intelectuales han dedicado su obra y trabajo a pensar cómo hacer para reparar ese dolor, para paliarlo, para evitarlo. Yoneda es una de esas autoras que realiza un tipo de arte «comprometido» y moral, que escarba en la memoria de los individuos para hacerles recordar el pasado y llama la atención sobre hechos que ocurrieron y que no deberían volver a ocurrir.

De la serie Después del deshielo
Baño de barro, Hajdúszoboszló, Hungría, 2004
Copia cromogénica

En este proceso, se sirve también de los títulos, que suelen estar acompañados de una pequeña leyenda. A través de su lectura, cada una de las fotografías cobra mayor sentido y aquellas que podrían ser pintorescas imágenes de paisajes, parques, ríos o lugares de una ciudad se convierten en espacios para la reflexión: la imagen de dos amantes en una piscina de una ciudad húngara de la serie Después de derretirse la nieve, 2004, es en realidad el discurrir de la vida de un país recientemente integrado en la Unión Europea y con una larga historia de ocupación a sus espaldas. Un cielo azul surcado por un avión —B-52 americano volviendo de un bombardeo en Irak, Fairford, Inglaterra, 2003— es la imagen de un bombardero B-52, aquellos que durante la guerra de Irak salían de la base de la Real Fuerza Aérea de Fairford, en Cotswold, Inglaterra, para atacar Bagdag. Estos, a su vez, recuerdan a la artista las historias sobre los ataques aéreos durante la Segunda Guerra Mundial que le contaban sus padres cuando era pequeña. Cada uno de los lugares que fotografía se convierte en espacios marcados por la guerra y la tragedia.

El trabajo de Yoneda genera siempre multitud de preguntas, a pesar de los títulos ya citados o las lecturas de los textos que escribe a propósito de sus series. Frente a las fotografías que estamos acostumbrados a contemplar en los periódicos, en la televisión o en las redes sociales, que suelen tratar frontalmente los aspectos más abyectos de las guerras, los desastres naturales o las pandemias, estas composiciones resultan equilibradas y estudiadas. En ellas, la autora aborda la tragedia y el mal desde un punto de vista tangencial, casi por alusión, lo que le aleja de la fotografía documental en la que, en ocasiones, la crítica la ha encasillado.

De la serie Correspondencia. Carta a un amigo
Un vistazo al mar, Tipasa, Argelia, 2017
Copia al platino-paladio