Un millón y medio de menores viven en las calles de Filipinas. Muchos de ellos mendigando, sin hogar, sin amor y sin futuro. Fundación MAPFRE contribuye a
financiar dos casas que la Fundación Kalipay Negrense mantiene en la isla de Negros, una de las más pobres del archipiélago, en las que conviven un centenar de niños rescatados de la miseria.
TEXTO: CANDELA LÓPEZ FOTOS: FUNDACIÓN KALIPAY NEGRENSE
En 2007 un trabajador social encontró a la pequeña Lisa en una chabola colgando boca abajo, llorando de dolor, después de que su tío la golpeara salvajemente. Tenía 5 años, estaba desnutrida y sucia. Su tío le dio una paliza porque volvió a casa con poco dinero después de mendigar todo el día por las calles. Su padre la había abandonado y su madre era drogadicta y prostituta. Pero todo cambió para ella ese día: aquel hombre la llevó a un hogar donde cuidaron de ella, le dieron una educación y, sobre todo, le dieron cariño. Lisa es ahora una persona nueva: cuando fue rescatada no permitía que nadie la abrazara, pero el amor que recibió en esa casa la transformó en una niña cariñosa.
Una historia parecida es la de David. Cuando tenía 12 años, en 2012, fue encontrado pidiendo comida en la calle. Su familia era muy pobre y uno de sus hermanos había muerto de desnutrición severa. Su padre, consumido por la miseria, maltrataba a veces a su mujer y a sus hijos. David era entonces un niño sin futuro, receloso y evasivo ante los abrazos, pero de pronto su suerte también cambió: fue acogido en el mismo hogar que Lisa y ahora sonríe sin miedo. Y tiene un nuevo sueño: convertirse en marino.
Lisa y David son dos de los 400 niños que la Fundación Kalipay Negrense ha rescatado desde 2007 en la región occidental de la isla de Negros, una de las zonas con mayor índice de pobreza infantil dentro de Filipinas, un país que ya de por sí está azotado por la miseria. Según Unicef, alrededor de 23,7 millones de ciudadanos de este país (una cuarta parte de la población) viven por debajo del umbral de la pobreza y seis millones de niños sufren desnutrición.
Pero la pobreza nunca viene sola: siempre está acompañada de violencia, abusos, explotación. Según UNICEF, de los 1,6 millones que viven en las calles, 600.000 son obligados a prostituirse y alrededor de 28 son arrestados diariamente por algún delito. Por eso, el programa de rescate de Kalipay no consiste solamente en acoger menores y cubrir sus necesidades materiales hasta que alcancen la edad adulta. Se trata de ofrecerles también un hogar donde sanar las cicatrices emocionales del maltrato y la pobreza. Una nueva vida. Explica Anna Balcells, fundadora y presidenta de Kalipay, que «la terapia es importante para que los niños puedan superar su pasado, tener vidas normales y evitar que ellos mismos abusen en el futuro. Necesitamos romper la cadena del dolor».
Un verdadero hogar
Para conseguir este objetivo Kalipay gestiona dos casas de acogida en el entorno de la ciudad de Bacolod, la más poblada de Negros Occidental, donde los menores rescatados viven en un verdadero hogar: se alimentan, reciben ropa y medicinas, pero también educación y terapia.
La llamada Haven Home (Casa Refugio) se encuentra en la ciudad de Bacolod y en este momento acoge a 20 menores: 6 bebés, 6 niños pequeños y 8 adolescentes. A la otra la llaman Recovered Treasures Home (Tesoros Recuperados), está en la ciudad de Bago y alberga actualmente a 76 niños. Hay una escuela dentro de sus instalaciones y maestros que les dan clase de lunes a viernes. Cada casa cuenta con un administrador, trabajadores sociales, psicólogos residentes, cocineros y conductores. Pero lo más importante es que también viven con ellos hombres y mujeres que ejercen como padres y madres de familia. De esta forma los niños sienten que están en un verdadero hogar, reciben amor y cuentan con personas de referencia en las que pueden confiar.
Los cuatro pilares
El trabajo de Kalipay se asienta sobre cuatro grandes principios: «Ningún niño debería estar en la calle, ningún niño debe pasar hambre, a ningún niño se le debe negar educación y ningún niño debe ser sometido a la violencia».
Siguiendo estas máximas, la organización elaboró un programa de atención residencial para los menores que sufrieran o tuvieran riesgo de vivir alguna de estas situaciones: niños abandonados, desnutridos, huérfanos, obligados a trabajar, víctimas de abusos sexuales y físicos o del tráfico de personas. «El primer bebé que rescaté estaba viviendo en la calle, tenía los pies quemados y solo había tomado café, nunca había tomado leche. Tenía menos de un año, unos ocho meses. Aquel bebé me cambió la vida. Me di cuenta de que teníamos que hacer algo para salvar a esos niños», declara Anna.
Desde hace tres años Fundación MAPFRE financia el programa residencial de Kalipay. «Este apoyo ha sido muy importante para nosotros, llegó en un momento malo, quizá habríamos tenido que cerrar si no fuera por Fundación MAPFRE», asegura Balcells en una entrevista grabada en vídeo y que puede verse en la edición digital de esta revista.
Amor y educación
«En Kalipay les damos un techo y comida, pero también algo muy importante que es mucho amor y cariño. Les aseguramos que nadie más les hará daño, que les vamos a proteger», recuerda. Los niños rescatados también reciben algo muy importante y que muchos de ellos no han tenido nunca: educación. «Nos aseguramos de que todos los que puedan lleguen a la universidad. Ya tenemos a seis que se han graduado, y eso sí que es un triunfo», declara con orgullo la fundadora de Kalipay.
«¿Qué le hace a usted feliz? Para alguno, la felicidad es ser dueño de una casa de ensueño, tener un automóvil o viajar. Otros encuentran la felicidad en cosas
simples, como pasar tiempo con la familia, comer un plato favorito o recibir un texto reconfortante de un amigo (…) Pero ¿sabe que hay niños cuya idea de felicidad puede romperle el corazón?», pregunta Balcells en una carta que puede leerse en la página web de Kalipay. «Pregunté a algunos niños qué les hacía felices y estas fueron algunas de sus sorprendentes respuestas: no ser golpeado por un día; no ser visto por la persona que les molesta; ser tratado como un niño normal en su propia familia. Con esto, quieren decir que quieren que se les alimente y, de vez en cuando, recibir algo de amor y afecto».
Kalipay, en idioma local ilongo, significa felicidad.
Por el bienestar de la comunidad
Filipinas es un país formado por más de 7.000 islas, pero la mayor parte de su población se concentra en solo 11 de ellas. En la última década la economía del archipiélago se ha duplicado, con unos índices de crecimiento de 6% o 7% anual. Paradójicamente, eso no ha repercutido en la mejora de la calidad de vida de la mayoría de la población del país, pues una cuarta parte de la cual sigue por debajo del umbral de la pobreza. Actualmente el 26,3% de los filipinos viven con menos de 174 euros al mes. Desde su fundación, a lo largo de los años, Kalipay ha ampliado su ámbito de acción y trabaja no solo con niños desfavorecidos, sino también con las familias que lo necesitan. Desarrolla proyectos y actividades de alcance comunitario, potenciando los valores familiares para mejorar el bienestar de todos sus miembros y de la comunidad en general.
Datos
Nombre de proyecto: Programa de cuidado residencial Fundación Kalipay Negrense 2018.
Localidad: Bacolod.
Colectivo al que va dirigido: Menores de 18 años y colectivos de discapacitados.
Número de beneficiarios financiados por Fundación MAPFRE: 95.
Número total de beneficiarios del proyecto: 104.
Líneas de actuación: Nutrición, salud, educación, acogida residencial y servicios sociales.
Cantidad aportada por Fundación MAPFRE: 30.000 euros.
Web: www.kalipaynegrensefoundation.org