El ciberacoso, el sexting y el grooming son términos que están empezando a resultar demasiado familiares entre adolescentes, padres y educadores de todo el mundo, que ven cómo las nuevas tecnologías también tienen su lado malo. Para acabar con él, hacen falta información, precaución y denuncias.
TEXTO: CRISTINA BISBAL IMÁGENES : THINKSTOCK
Los datos del centro de investigación norteamericano Ciberbullying Research Center de 2016 son sobrecogedores: el 33,8% de los estudiantes adolescentes de entre 12 y 17 años han sido víctima de acoso por Internet en Estados Unidos. En Europa parece que los datos —según el informe UE Net Children Go Mobile Report— aún no son tan escalofriantes, situándose en torno al 12% aunque aumentan cada año.
Las estadísticas pueden ser un poco confusas y contradictorias dependiendo de la fuente de información, pero un portavoz de la Unidad Central de Participación Ciudadana, Plan Director para la Convivencia y Mejora de la Seguridad en los Centros Educativos y sus Entornos, de la Policía Nacional de España, asegura que «debemos valorar que los datos tienen detrás a niños reales que pueden estar sufriendo situaciones muy complicadas». No es un tema que se deba tomar a la ligera si tenemos en cuenta que numerosos estudios vinculan distintas formas de cyberbullying con resultados negativos en la salud mental de quien lo padece, como la depresión, la autolesión, y los instintos suicidas. Además de otros efectos como el mal rendimiento académico, comportamiento violento, dificultades con los compañeros, prácticas sexuales de riesgo y consumo de drogas.
Curiosamente, y a pesar de la gravedad de las consecuencias de estas prácticas, los jóvenes no son todo lo conscientes que deberían. En el Plan Director comentan: «A menudo, los menores no se dan cuenta de los riesgos que corren realizando ciertas acciones a través de las redes sociales». Se sienten invulnerables ante el peligro porque consideran que saben más que los adultos que les advierten de los posibles riesgos.
Solo cuando viven o son testigos de hechos cercanos, entienden que pueden tener consecuencias negativas, no solo para su imagen digital, sino también para su vida real.
En parte, el ciberacoso se convierte en algo tan grave porque los distintos tipos de acosos se interrelacionan entre ellos, como explican desde la policía. «En ocasiones las circunstancias hacen que alguno de ellos ocasionen otros. Así por ejemplo, el sexting (compartir electrónicamente material sexualmente explícito), que es una situación aceptada y promovida por el propio menor, puede ser la puerta de entrada para un caso de grooming (engaño por parte de un adulto para conseguir concesiones sexuales de un menor) o de ciberacoso; del mismo modo, tras sufrir ciberacoso, que es cuando más vulnerable se encuentra el menor, un pederasta o pedófilo, podría acercarse ofreciéndole su apoyo, dando lugar a una situación de grooming». Una bola de nieve que se retroalimenta a sí misma.
Todos estos tipos de acoso no son nuevos. Ya en 2012, el Consejo de Europa lanzó la iniciativa Jóvenes contra el Odio Online para combatir el racismo y la discriminación en el ciberespacio, pues muchos de los casos de acoso se deben a raza u orientación sexual. Pero es cierto que este problema se ha ido agravando con los años, a medida que se ha generalizado el uso de dispositivos móviles con acceso a Internet, y ha bajado la edad en que los niños los utilizan. Un estudio de la OMS de 2016 —que sitúa nuestro país en séptimo lugar en cyberbullying— sostiene que la tendencia al acoso escolar se reduce con la edad. Entre los chicos, el momento de máxima incidencia son los 11 años y entre las chicas entre los 11 y los 13 años; y en ambos casos decae a los 15 años.
Aunque con excepciones. El sexting, por ejemplo, es más habitual entre adolescentes de más edad, según un meta-análisis del pasado febrero en la revista JAMA Pediatrics, publicación de la American Medical Association. Esta misma publicación alerta de «la entrada de preadolescentes de entre 10 y 12 años en las prácticas de sexting». Se trata de una edad en que los niños son tremendamente vulnerables.
Con todos estos datos se hace evidente que los esfuerzos educativos son cada vez más necesarios para tratar de prevenir estos casos. La Policía opina que hay dos líneas «diferenciadas pero intrínsecamente relacionadas» sobre las que hay que intensificar los trabajos. Por un lado, trabajar la empatía para evitar la comisión de delitos por parte de los menores: «Habitualmente, los menores no son conscientes de que sus juegos o bromas pueden suponer un daño real para los demás. Resaltarlo y hacerles comprender cómo se siente la otra persona es fundamental para intentar evitar que las agresiones de cualquier tipo se repitan». Por otro lado, tratar de que los chicos aumenten la desconfianza racional para que no se conviertan en víctimas, porque «nunca pueden estar seguros al cien por cien de que conocen a la persona con la que se están relacionando», aclaran. «No se trata de prohibirles que mantengan relaciones a través de las redes sociales, sino de hacerles entender que es conveniente que desconfíen cuando les soliciten datos o imágenes comprometidas», concluyen.
El 33,8% de los estudiantes adolescentes de entre 12 y 17 años han sido víctima de acoso por Internet en Estados Unidos
Para conseguir estos dos objetivos, la Unidad Central de Participación Ciudadana de la Policía Nacional española centra sus esfuerzos en la prevención. Y lo hacen a través de la concienciación, la información y el asesoramiento, tanto de los jóvenes, como de los padres y del resto de la comunidad educativa. De hecho, de las charlas impartidas por los Delegados de Participación Ciudadana, la temática de Riesgos en Internet se ha convertido en la más demandada por las comunidades educativas: 14.200 en toda España el curso pasado. Y aunque los resultados son difíciles de cuantificar, reflejan la realidad del temor de padres, profesores y alumnos.
Los problemas relacionados con Internet van más allá de lo que pueden hacer los demás. No se puede dejar de lado otro asunto de gravedad: la tecnoadicción de los adolescentes. La Universidad Autónoma de Barcelona publicó en 2016 un estudio sobre este tema cifrando en el 13,6 % de los encuestados un uso problemático de Internet. Y un 6,2 % en el caso de videojuegos. Se estima que en estos dos años las cifras hayan aumentado. Tanto es así que la OMS acaba de reconocer en su reciente revisión de la Clasificación Internacional por Enfermedades (CIE 11) la adicción a los videojuegos como enfermedad mental. «Los profesionales de la salud deben reconocer que los trastornos del juego pueden tener consecuencias graves para la salud», ha asegurado a la revista New Scientist Vladimir Poznyak, responsable del Departamento de Salud Mental y Abuso de Sustancias de la OMS. En este sentido, Antonio Guzmán, director del Área de Salud de Fundación MAPFRE, añade que «la OMS lleva tiempo advirtiendo de que una cuarta parte de la población sufre algún problema de adicción a las nuevas tecnologías». No es fácil de controlarlo. Ni tan siquiera saber cuándo se es adicto al móvil. Pero parece claro que este será uno de los retos del futuro.
Más vale prevenir…
El proyecto de Fundación MAPFRE y Policía Nacional ofrece estas recomendaciones a adolescentes que usan Internet:
• Accede a información adecuada para tu edad.
• Piensa antes de hacer click.
• Usa contraseñas seguras, secretas y complicadas.
• Protege tu identidad.
• Configura la privacidad de tus redes sociales.
• Comprueba y verifica la información.
• Tapa la webcam para proteger tu intimidad.
• Denuncia el ciberacoso.
• No dejes que el móvil controle tu vida.
• No compartas imágenes o vídeos comprometidos.
• No te fíes de desconocidos.
• No todo está en la red: hay mucha vida ahí fuera.
Fundación MAPFRE, por una red bajo control
Controla tu Red es el nombre del proyecto que de manera conjunta llevan a cabo Policía Nacional y Fundación MAPFRE, y su objetivo es afrontar los riesgos asociados al uso de Internet y la prevención del acoso escolar. «La idea principal es la de promover el uso responsable de la tecnología entre los menores de edad, pero también entre padres y profesores, debido al incremento en los delitos que se producen a través de Internet», aseguran desde el Plan Director para la Convivencia y Mejora de la Seguridad de la Policía Nacional. Con este objetivo se han creado varias guías y folletos que recogen pautas de seguridad encaminadas a prevenir que los jóvenes se conviertan en víctimas de determinados delitos, a que aprendan a proteger su privacidad y a que comprendan la necesidad de denunciar los casos de acoso escolar y ciberacoso de los que sean testigos. El material se adapta a los distintos tramos de edad de primaria, para menores de 3º y 4º por un lado, y para los de 5º y 6º por el otro.