Retorno a la belleza

Felice Casorati. Ritratto di Renato Gualino 1923-1924. Istituto Matteucci, Viareggio © Felice Casorati, VEGAP, Madrid, 2017Carlo Carrà. Composizione TA (Natura morta metafisica), 1916-1918. Mart, Museo di Arte Moderna e Contemporanea di Trento e Rovereto. Colección VAF-Stiftung. INV. MART 970, VAF 0718 © Carlo Carrà, VEGAP, Madrid, 2017Giorgio de Chirico. Piazza d’Italia (Souvenir d’Italie) 1924-1925. Mart, Museo di Arte Moderna e Contemporanea di Trento e Rovereto. Colección L. F. inv. MART 2173 © Giorgio de Chirico, VEGAP, Madrid, 2017Mario Sironi. L’architetto, 1922-1923. Colección particular © Mario Sironi, VEGAP, Madrid, 2017Giorgio Morandi. Natura morta, 1929. Mart, Museo di Arte Moderna e Contemporanea di Trento e Rovereto. Colección L. F. INV. MART 218 © Giorgio Morandi, VEGAP, Madrid, 2017Felice Casorati. Concerto, 1924. RAI. Direzione Generale, Turín. INV. 00160033 © Felice Casorati, VEGAP, Madrid, 2017Pompeo Borra. Riposo 1933. Mart, Museo di Arte Moderna e Contemporanea di Trento e Rovereto, Colección VAF-Stiftung MART 8769, VAF 2111Mario Sironi. Paesaggio urbano, 1920. Colección particular, Suiza © Mario Sironi, VEGAP, Madrid, 2017Carlo Carrà Varallo vecchio, 1924. Národní Galerie, Praga. INV. O 3328 © Carlo Carrà, VEGAP, Madrid, 2017Achille Funi. Natura morta, 1921. Cortesía de Studio d’Arte Nicoletta Colombo, MilánMassimo Campigli. Donne con la chitarra, 1927. Pinacoteca di Brera, Milán. INV. Reg. Cron. 6934 © Massimo Campigli, VEGAP, Madrid, 2017Antonio Donghi. Donne per le scale, 1929. Banca Monte dei Paschi di SienaPiero Marussig. Venere addormentata (Nudo), 1924. Colección particular

 

Tras la Gran Guerra surgió en casi toda Europa una vuelta al orden, a la seguridad y a la serenidad que proporciona la belleza y el clasicismo. Artistas italianos como Giorgio y Andrea de Chirico y Gino Severini, entre otros, volvieron su mirada a la tradición clásica y renacentista como modelo para reconquistar un lugar y un tiempo dominados por los valores del esplendor, la perfección y la armonía. Son más de un centenar las obras de la exposición Retorno a la Belleza. Obras Maestras del Arte Italiano de Entreguerras que pueden verse hasta el 4 de junio en Madrid.

 

Con la exposición Retorno a la Belleza. Obras Maestras del Arte Italiano de Entreguerras, Fundación MAPFRE desea completar el ciclo sobre un período de la historia del arte italiano que inició en 2013 con Macchiaioli. Realismo Impresionista en Italia y que tuvo su continuación el pasado año en la muestra Del Divisionismo al Futurismo. El Arte Italiano hacia la Modernidad. En esta ocasión hemos avanzado en el tiempo y nos hemos centrado en aquellos artistas italianos, que en las primeras décadas del siglo XX, volvieron su mirada a la tradición clásica y renacentista como modelo para reconquistar un lugar y un tiempo dominados por los valores de la belleza y la armonía.

Pintura metafísica, Novecento y «realismo mágico» son las corrientes fundamentales desde las que evoluciona y se configura el arte italiano, pero también el arte de otros pintores que, en Europa y América, volvieron su mirada al pasado, pero con un lenguaje moderno. Tras la Gran Guerra, y haciendo responsable a la vanguardia más radical del desorden histórico, moral y cultural, se propuso en casi toda Europa una «vuelta al orden», un retorno a la tradición, la seguridad y serenidad que proporciona la belleza y el clasicismo.

Con la tradición volvió también el oficio, y los géneros, que parecían definitivamente abandonados, ocuparon su lugar: retrato, paisaje urbano e industrial, naturaleza muerta, desnudo… pero también motivos de claro valor simbólico y alegórico —como la maternidad, la infancia o las edades de la vida—, se interpretaron con un lenguaje inspirado en la tradición pero desarrollado en clave moderna. Se presentan así más de un centenar de obras representativas tanto de los autores clave de la pintura metafísica: Giorgio de Chirico y su hermano, Alberto Savinio, Carlo Carrà, De Pisis o Giorgio Morandi, como de los artistas del grupo Novecento —Mario Sironi, Leonardo Dudreville, Achile Funi, Anselmo Bucci, Ubaldo Oppi, Piero Marusig y Gian Emiliano Malerba— y de aquellos que no dudaron en caminar hacia lo que conocemos como realismo mágico, cuyos frutos se unen en parte a la Nueva Objetividad alemana, entre los que destacan Felice Casorati, Antonio Donghi, Ubaldo Oppi y Cagnacio di San Pietro. A estas obras se unen piezas de artistas que no se adscriben ni a uno ni a otro movimiento, pero que se mueven en el ámbito de esta poética: Pompeo Borra, Massimo Campigli, Gisberto Ceracchini o Marino Marini son algunos de ellos.

PINTURA METAFÍSICA

Giorgio de Chirico
Piazza d’Italia (Souvenir d’Italie), 1924-1925
Mart, Museo di Arte Moderna e Contemporanea di Trento e Rovereto. Colección L. F. inv. MART 2173
© Giorgio de Chirico, VEGAP, Madrid, 2017

Pulcritud, sencillez y huida de la oscuridad marcan la pauta de estilo de estos artistas

Padre de la pintura metafísica y defensor de un arte evocador de la gran tradición antigua y renacentista, el arte de Giorgio de Chirico anticipa, ya desde 1910, el sentimiento de nostalgia por lo antiguo que va a impregnar toda la pintura europea durante los años veinte y treinta del siglo xx. Tras estudiar en Munich y visitar París, entre 1915 y 1918, Chirico se instala en Ferrara, donde vive su hermano Alberto Savinio. Esta ciudad y su atmósfera marcan definitivamente el camino hacia el que se dirige el arte italiano. Entre 1918 y 1919, Giorgio de Chirico pinta su Malinconia ermetica, 1918-1919, que se relaciona con algunos de los bodegones de Morandi, en los que el boloñés introduce también la idea del cuadro dentro del cuadro. La etapa de la pintura metafísica llegará a su término en los años veinte, cuando sus protagonistas se ven atraídos por un clasicismo moderno y un regreso al oficio que los lleva a inspirarse en la pintura de los grandes maestros como Giotto, Paolo Uccello, Piero della Francesca y Masaccio. Muchos otros artistas seguirán los pasos de la metafísica y de este modo, en el retrato que Pompeo Borra hace de su amigo Achille Funi de medio busto se aprecia cómo el pintor evoca a Giorgio de Chirico por medio de la arquitectura y la estatua del fondo.

Y es que estos artistas realizan un clasicismo moderno a partir de la contemplación de los viejos maestros: pulcritud, linealidad y acabado en el dibujo, sencillez en las composiciones y la huida de todo aquello que pueda resultar oscuro o apasionado son algunos de los principios que les mueven. Así, con un ojo puesto en el cubismo y otro en los primitivos, crearán un arte que se basa en el mundo de las ideas frente al mundo de los sentimientos y las sensaciones.

Mario Sironi L’architetto [El arquitecto], 1922-1923 Colección particular © Mario Sironi, VEGAP, Madrid, 2017

NOVECENTO

En 1922 nace el grupo de pintores en torno a Margherita Sarfatti conocido bajo el nombre de Novecento, compuesto por Mario Sironi, Achille Funi, Leonardo Dudreville, Anselmo Bucci, Ubaldo Oppi, Piero Marussig y Gian Emilio Malerba. Lombardos de residencia, inauguran su primera exposición el 26 de marzo de 1923 en la galería de Lino Pesaro de la Via Manzoni de Milán, pero no son reconocidos oficialmente como grupo hasta que exponen, de forma colectiva, en la Bienal de Venecia un año después. Sironi presenta cuatro cuadros con figuras, entre ellos el Architetto, 1922-1923 y Nudo con fruttiera (Venere), ca. 1923. En la primera, el capitel corintio, la vasija, el compás, las formas rotundas, nos remiten, de forma simbólica, a un pasado lejano y eterno.

 

EL RETRATO

Durante los años veinte del siglo pasado el interés por la realidad objetiva de los artistas italianos se tradujo, entre otros aspectos, en una «vuelta al oficio», lo que implicó también un retorno a los géneros tradicionales de la pintura y de entre todos, el retrato y la naturaleza muerta se convirtieron en protagonistas. Con respecto al retrato, De Chirico señalaba: «Esta costumbre de presentar los retratos cerca de puertas y ventanas fue un sentimiento profundo entre los antiguos, sentimiento que los modernos […] aún no han entendido bien», señalaba De Chirico en 1921. Ritratto di fanciulla (Testa di fanciulla), de 1921, es una de estas obras inspirada en la pintura del Cinquecento, heredera de las pinturas de Durero, Miguel Ángel o Rafael.

Otro artista que se acerca a la lección de los primitivos es Felice Casorati, quien no solo se centra en la esencia de las formas y en la geometría, sino sobre todo en el sentimiento de estupor que impregna retratos como el de Antonio Veronesi y el más conocido, el de su esposa Teresa Madinelli, 1918-1919. También Antonio Donghi, Ubaldo Oppi o Piero Marussig se unen a este gusto por el retrato en clave clásica, pero es la herencia etrusca de Massimo Campigli la que más destaca en esta mirada moderna al pasado. Le due sorelle, de 1929, que puede verse en la exposición, por citar un ejemplo, reproduce incluso, a nivel técnico, el tratamiento de la materia, seca y opaca como la de un fresco. También el bodegón se convierte en un ejercicio para el pintor que desea concentrar su atención en la naturaleza de las cosas y centrar su trabajo en la representación, transmitiendo la apariencia de los objetos. Tal es el caso de Morandi, que hace de la naturaleza muerta el eje de toda su pintura. Las botellas, los candelabros, el molinillo de café de Natura Morta (1929), resultan casi un pretexto para hablar del lenguaje pictórico, de un mundo de pintura silenciosa, en permanente espera.

Giorgio Morandi Natura morta [Bodegón], 1929 Mart, Museo di Arte Moderna e Contemporanea di Trento e Rovereto. Colección L. F. INV. MART 218 © Giorgio Morandi, VEGAP, Madrid, 2017

PAISAJES

Tras su breve paso por el futurismo, Mario Sironi se instaló definitivamente en Milán, y hacia 1910 realizó una serie de paisajes, de vistas de la periferia, en los que la geometría, muy marcada y los colores ocres y grises, expresan una implacable soledad. Las calles de las ciudades, los edificios, los peatones, los puentes, la naturaleza, el retrato, el desnudo y el bodegón son temas recurrentes de la nueva figuración, en una especie de alegoría de lo real que termina produciendo en nosotros un sentimiento de inquietud y, en muchas ocasiones, de melancolía, en este caso, no por lo que se ha perdido, sino por lo que parece que no va a poder ser

INTERÉS POR EL DESNUDO

Tanto la pintura italiana como la europea, e incluso la norteamericana de los años veinte y treinta, encontraron en el tema del desnudo uno de sus motivos más queridos. El desnudo les permitía por un lado, ejercitar esa búsqueda de la belleza tan anhelada, y por otra, profundizar en esa mirada renovada hacia el ser humano que caracterizará toda la poética de la «vuelta al orden». Pensemos en el norteamericano Edward Hopper. En Italia el ejemplo más claro de este interés por el desnudo es quizá Felice Casorati, que realiza una serie de pinturas donde el desnudo femenino es objeto de una relectura personal de citas del pasado. En Concerto, de 1924, una de sus obras más conocidas, la tensión entre el tiempo presente confiere a la pintura casi una dimensión mágica.

Felice Casorati Concerto [Concierto], 1924 RAI. Direzione Generale, Turín. INV. 00160033 © Felice Casorati, VEGAP, Madrid, 2017

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