Este año se celebra el 25 aniversario de la construcción de Torre MAPFRE, una de las construcciones más innovadoras de Europa en su momento.
En todas las imágenes del skyline de Barcelona destacan sobremanera dos torres vecinas que se asoman majestuosas al mar desde los límites costeros de la ciudad: una es el hotel Arts y la otra es la emblemática Torre MAPFRE.
La Torre, que este verano cumple 25 años de vida, fue una apuesta estratégica de MAPFRE para aumentar su presencia en Cataluña, concursando primero por el solar y construyendo después, en una esquina estratégica de la futura Villa Olímpica, el segundo edificio más alto de España —entonces el primero era la Torre Picasso de Madrid, de 155 metros—. En aquel momento ya se intuía el gran cambio urbanístico de la ciudad de Barcelona para abrirse al mar recuperando los espacios de ocio y los entornos de modernidad que hoy constituyen su cara más litoral.
La construcción fue diseñada por dos jóvenes arquitectos, Íñigo Ortiz Díez de Tortosa y Enrique León García, que elaboraron un proyecto sencillo pero muy vanguardista, anticipando algunas de las soluciones arquitectónicas que hoy son un estándar para este tipo de edificios pero que, en su momento, constituyeron una auténtica revolución.
La construcción fue diseñada por dos jóvenes arquitectos, Íñigo Ortiz Díez de Tortosa y Enrique León García, que elaboraron un proyecto sencillo pero muy vanguardista
Actualmente los conceptos de sostenibilidad y ahorro energético son esenciales en los proyectos de arquitectura, pero hace 25 años eran unas palabras, no diríamos desconocidas pero sí muy inusuales en ambientes profesionales y en un entorno en el cual la calidad de construcción en España no estaba tan desarrollada como en otros países de referencia.
El 25 aniversario de la Torre reunió en Madrid a los directivos de MAPFRE que estuvieron más involucrados en el proyecto junto a los arquitectos que lo diseñaron. De izquierda a derecha, Fernando Carvajal, Fausto Rodríguez del Coso, Enrique León García e Íñigo Ortiz Díez de Tortosa.
Desde el primer momento, los arquitectos vieron la oportunidad de aportar al proyecto una serie de innovaciones que garantizasen la rapidez de la construcción, el ahorro energético, incluyendo las últimas tendencias en arquitectura, materiales y procedimientos constructivos. Muchos de ellos serán utilizados por primera vez en España y algunos de ellos en Europa. Para empezar, se cimentó a base de pilotes de gran diámetro y profundidades superiores a los 25 metros, y se construyeron dos sótanos por debajo del nivel del mar mediante muros de contención de hormigón, una ampliación de espacio para incorporar plazas de garaje que supuso una complejidad añadida al proyecto debido a la proximidad a la costa. Los ascensores, de doble cabina para garantizar la movilidad, fueron los primeros en Europa de este tipo, y los más rápidos en su época. Para la fachada, de diseño innovador, la inclinación del vidrio no solo permite evitar deslumbramientos y reflejos, sino que aporta importantes ahorros en mantenimiento.
La torre cuenta con un helipuerto totalmente homologado para helicópteros y un sistema de generación de energía descentralizado que también fue innovador en su momento. Todos estos aspectos, y algunos otros de menor importancia hicieron que la Torre MAPFRE y su sensibilidad ante la sostenibilidad y la innovación fueran utilizadas como caso de estudio en universidades y foros internacionales. Incluso últimamente se ha realizado un estudio en Italia en el que la Torre MAPFRE se muestra como ejemplo de arquitectura de fácil desmontaje y reciclado debido a su alto nivel de prefabricación y simplicidad, con pocos materiales tanto en estructura como en fachadas e instalaciones. Lo que fue una de las construcciones más innovadoras de Europa en su momento, volverá a serlo en los próximos años gracias a la profunda renovación de la Torre que se está llevando a cabo para modernizarla y situarla en el top ten de este tipo de edificios de oficinas en altura de la Unión Europea. Al margen de su explotación comercial, lo cierto es que la Torre MAPFRE es y seguirá siendo un icono de Barcelona que forma parte de todas la imágenes de esta ciudad que se proyectan en cualquier lugar del mundo.
Un símbolo de la Barcelona post olímpica
Las Olimpiadas de 1992 cambiaron la fisionomía de Barcelona. No solo se aprovechó para mejorar infraestructuras y rehabilitar algunos barrios, sino que además, se abrió la ciudad al mar; se construyó el Puerto Olímpico y se habilitó el acceso a varias playas. La Torre MAPFRE es uno de los emblemas de la remodelación urbanística que sufrió la ciudad en 1992. Visible desde toda la ciudad, es el rascacielos más alto de Cataluña, junto con su vecina del Hotel Arts que tiene una altura idéntica. Ambas se enfrentan junto al mar, entre las playas de Nova Icària y la Barceloneta, y dominan el Port Olímpic. El conjunto formado por las dos torres se completa con el Peix d’or (una escultura en forma de pez) que Frank Gehry instaló con motivo de las olimpiadas y que se ha convertido en un símbolo de la ciudad. Con 40 plantas y 152 metros de altura, la Torre MAPFRE forma ya parte de la silueta de Barcelona. Puede verse desde distintos puntos de la ciudad y su innovadora arquitectura, con un cambio de inclinación alternado en la fachada, crea un efecto de espejo gigantesco en el que se refleja la vida de la ciudad.