TEXTO: GABRIELA DE NICOLÁS IMÁGENES: CEDIDAS POR LOS VOLUNTARIOS
Durante la pandemia, los voluntarios de Fundación MAPFRE, conscientes de la situación crítica que estaban atravesando muchas personas en nuestro entorno, han organizado acciones para estar al lado de los más vulnerables ante la covid-19. El acompañamiento y la recogida y distribución de alimentos han sido dos de las labores más repetidas durante estos meses. Gracias a ellas muchos ciudadanos en situación desfavorecida o de exclusión social han conseguido vivir un poco mejor. En esta sección, dedicada a aquellas personas que de forma altruista dedican su tiempo y recursos a los demás, queremos hacerles un pequeño homenaje.
Durante el tiempo que ha durado el confinamiento provocado por la covid-19 muchas han sido las personas que por su situación social y/o económica han necesitado más ayuda que nunca. Y ha sido durante ese periodo cuando los voluntarios de Fundación MAPFRE han hecho todo lo posible por conseguir que tuvieran una vida un poco mejor.
El Programa VOLUNTARIOS es una iniciativa de la fundación a través de la cual se quiere mejorar las condiciones de vida de las personas y colectivos más desfavorecidos. Según las cifras del año 2019, este programa se nutre nada menos que de 11.300 voluntarios en 28 países en los que está presente la entidad. Cinco de los protagonistas nos han contado cómo ha sido la experiencia de ayudar a los demás en plena pandemia.
Para todos ellos ha sido una experiencia muy gratificante que les ha resultado de gran ayuda para sobrellevar un momento tan difícil. Lo expresa de este modo Francisco García López, responsable de Emisión y Suscripción de Riesgos de los ramos de personas de una de las direcciones territoriales de MAPFRE en España. «En una época en la que salir a la calle daba miedo y generaba inseguridad, colocarte el chaleco de voluntario y la mascarilla, contribuye a que tú mismo te olvides de la pandemia y pierdas esa inseguridad. Creo que eso sucede al ayudar a personas que probablemente tengan tus mismos miedos, pero con problemas mucho mayores que los tuyos». Problemas como la soledad.
Para todos los voluntarios ha sido una experiencia muy gratificante que les ha resultado de gran ayuda para sobrellevar un momento tan difícil
Precisamente para aliviarla se creó el programa Una voz amiga, cuyo objetivo fue que los voluntarios se relacionaran con ancianos que pasaban en solitario el estado de alarma. Eso es lo que hizo Francisco Irena, director de Administración de Negocio en México. «En este marco, me fueron asignados dos distinguidas y honorables señoras, Guadalupe y María Luisa, con quienes durante seis semanas, he sostenido calurosas y fraternales conversaciones semanales». A lo largo de este tiempo, voluntario y usuarias han entablado una intensa amistad de la que los tres han salido beneficiados. «La relación con ellas fue evolucionando hasta que se tornaron en una voz que complementaban mi salida emocional con experiencias de otra generación y otro tiempo, de un México que no viví y que desde ese punto de vista me brindaba otra lectura, razonable y por supuesto legítima, que sin ellas no hubiera existido. A ambas les agradezco que hayan compartido lo que ese pasado y esa historia, su historia, me trajo ante lo que es la pandemia de este siglo», asegura agradecido Francisco.
También se muestra entusiasmado con la experiencia Pablo Brandi, técnico de Recursos Humanos en MAPFRE Uruguay. Ha hecho una triple labor de voluntariado de las que destaca la entrega de «2.000 canastas con alimentos no perecederos a personas que se encontraban en un contexto social y económico crítico». Para conseguir todas esas cestas con comida, se recurrió a la generosidad de los voluntarios y la connivencia de la entidad: cada colaborador de MAPFRE Seguros y Uruguay Asistencia y también delegados y corredores donaron voluntariamente la cantidad de ellas que quisieron o pudieron; y la empresa puso el doble. Pero lo más emocionante fue la entrega: «Bajo una lluvia incesante realizamos un pasamanos con voluntarios y personal de la fundación. Fue un trabajo duro y con mucha responsabilidad. Se trabajó en equipo con una coordinación en la que se ganaba eficiencia minuto tras minuto. Las palabras de aliento, los cambios de roles, la ayuda continua y el brindis posterior marcaron una jornada de voluntariado llena de pasión, satisfacción y orgullo».



También en España se han realizado este tipo de repartos. En varios de ellos ha trabajado como voluntario Francisco García López. Uno de ellos a través de AMFREMAR, comedor social de la zona Este de Málaga. Otro, con la asociación Altamar. Para él estas labores han sido gratificantes, pero complejas de afrontar: «Es muy frustrante saber que hay gente que vive a unos minutos de ti y que no tienen para comer, vestirse o dormir de forma decente. Te hace sentir impotente que haya gente que te necesita y a la que tú puedes ayudar y, sin embargo, tienes que estar en tu casa confinado». Pero la falta de alimentos no lo es todo, por lo que Francisco también se ha ocupado de otro proyecto: «El envío de cartas manuscritas cruzadas entre hijos de empleados de MAPFRE y niños en riesgo de exclusión social. Me he encargado de la preparación y la coordinación de la acción. Actualmente se sigue realizando y, aunque en principio se trataba de una carta de un niño a otro y su respuesta, algunos ya se han enviado dos o tres», comenta satisfecho este voluntario para quien «cualquier actividad de voluntariado te crea un nivel de satisfacción personal muy elevado. Te sientes una persona diferente, más humano y útil», a pesar de la impotencia de no poder hacer más.
Es el mismo sentimiento que ha tenido Mar Morant, que trabaja en uno de los departamentos de seguros de Salud de MAPFRE. «Sobre todo al principio estuve colaborando en reparto y confección de equipos de protección a sanitarios». Pero para ella es emocionante «recibir tanta gratitud de personas, a las que tú tienes tanto que agradecer… Eso te libera un poco de la impotencia que sientes en estas situaciones». La impotencia que produce pensar «que puedes hacer mucho más, estar viendo a gente exhausta de tanto trabajar, sin horas suficientes para hacer todo lo que les gustaría, y que no dudan en seguir trabajando. Ese ejemplo me hacía pensar que lo que hacemos cada uno, por poco que sea, tiene importancia. Que todo ha servido para algo».
Vanesa Murciano Sepúlveda casi (con anterioridad y en una ocasión puntual ayudó a limpiar las playas de su Valencia natal) se ha estrenado en la pandemia como voluntaria. Esta técnico de MAPFRE Salud y Vida, le ha dedicado unas dos horas semanales a su labor como voluntaria durante la pandemia. Y seguro que repite experiencia porque «poder ayudar a otros me ha resultado una experiencia muy gratificante. Te hace sentir algo muy especial. Además, la familia que me han asignado ha sido muy agradable. Me han agradecido cada conexión que he realizado con ellos. Así que me he sentido alguien superespecial», afirma emocionada.

Orgullosos de nuestros voluntarios
Ante la pandemia, los voluntarios de Fundación MAPFRE han respondido con toda su fuerza. Más de 1.000 voluntarios han participado en 65 actividades dirigidas a apoyar a bancos de alimentos, a personas mayores y ancianos, a niños ingresados en hospitales y a sus familiares, a niños y jóvenes en riesgo de exclusión social y a personas con discapacidad. También han enseñado el uso de nuevas tecnologías para que nadie se quede atrás. Este programa nació para canalizar el espíritu solidario de personas que ponen a disposición de los demás su tiempo y su energía, que involucran a sus familias en la tarea y que creen que la generosidad es imprescindible para que este mundo sea un lugar mejor. Desde aquí agradecemos su esfuerzo.