Vicente del Bosque
TEXTO: CRISTINA BISBAL IMÁGENES: JESÚS ANTÓN
Cuando se investiga sobre la personalidad de Vicente del Bosque, hay un rasgo de su carácter que surge de manera instantánea: su humildad. Tras un buen rato de charla, una rueda de prensa, un discurso y dos mañanas cerca de él, eso es exactamente lo que destaca de su comportamiento. Le entrevistamos con motivo de la entrega de nuestro Premio a Toda una Vida Profesional José Manuel Martínez Martínez.
La humildad de Vicente del Bosque se percibe inmediatamente, cuando le quita importancia a lo que hace, a lo que ha hecho, y cuando reparte el mérito con quienes le rodean, ya sea su familia o los jugadores del banquillo con quienes ha compartido el vestuario. Lo hace no solo con sus palabras, sino también con su forma de hablar, siempre en primera persona del plural: Nunca he. Siempre hemos.
Y ese hemos no se refiere a poca cosa, como él parece asegurar. Este salmantino nacido en 1950 se hizo, como jugador del Real Madrid, con cinco Ligas y cuatro Copas. Como entrenador del mismo equipo, con una Copa Intercontinental; dos Ligas de Campeones y dos Campeonatos de Liga. Pero si por algo se le quiere es por haber llevado a la Selección española a lo más alto consiguiendo el Mundial 2010 y la Eurocopa 2012.
Haciendo gala de su gran humanidad, además, es colaborador en diversas organizaciones como la Federación Española de Enfermedades Raras (FEDER); ALMA, la red social de La Caixa; Save the Children; y, sobre todo, la Fundación Síndrome de Down, de la que es Patrono de Honor y con la que mantiene una estrecha relación gracias a su hijo Álvaro, que nació con trisomía 21.
Por todo esto, Fundación MAPFRE le ha otorgado el Premio a Toda una Vida Profesional José Manuel Martínez Martínez. En concreto, «por su destacable e intachable trayectoria, caracterizada por haber trasmitido valores tan importantes como la humildad, la generosidad y la capacidad de esfuerzo, tanto en el terreno de juego como al conjunto de la sociedad».
Esta usted involucrado en un buen número de causas: enfermedades raras; infancia; síndrome de down… De todas ellas, ¿con cuál está más implicado?
Con la que de verdad estoy volcado es con la Fundación Síndrome de Down de Madrid, de la que soy patrono. Y es así por motivos obvios. Mi hijo ha estado allí prácticamente desde que nació, hace 28 años. Con las demás causas y asociaciones, digamos que colaboro modestamente. En realidad tampoco hago tanto… De hecho, me da apuro que parezca que paso todo el tiempo dedicado a labores solidarias. Me pongo colorado, la verdad (sonríe).
Entiendo lo que dice, pero en efecto su participación está ahí.
Creo que es bueno que demos visibilidad a aquellas causas que apenas aparecen en la sociedad. Y es importante que se les dé una imagen de normalidad. Porque al fin y al cabo, estos chicos pueden hacer muchas cosas. Nosotros tomamos la decisión, creo que clave, de incorporar a Álvaro al mundo escolar en un colegio de integración. Y después, tratar de incorporarle en el mundo laboral, donde se encuentra ahora.
Desde que su hijo Álvaro nació han cambiado mucho las cosas respecto a los niños con este síndrome, ¿no es cierto? Muchísimo no ha cambiado. Pero es cierto que se ha avanzado. Ahora se mira a estos chicos con absoluta normalidad.
A ello han contribuido gestos como el suyo al subir a Álvaro al autobús cuando ganamos la Copa del Mundo…
Para nosotros fue un gesto espontáneo, no lo sopesamos. Pero luego nos hemos dado cuenta de que fue relevante por el eco que tuvo en todo el mundo. Yo siempre cuento que nos hemos hecho tres preguntas: ¿Por qué nos ha tocado a nosotros?; la siguiente: ¿por qué no nos iba a tocar a nosotros? Y la última: ¿qué haríamos sin Álvaro? En realidad, pocas familias pueden decir que no tienen nada. Es más, potencialmente todos somos discapacitados.
En ese amor por los niños, quizás haya influido que ya es abuelo.
Así es la edad. Uno va cumpliendo años y quemando etapas. Ahora nos ha tocado la de abuelo. Pero en realidad no cambia la percepción de la vida más allá de que se cumplen años y, por suerte, no sabemos dónde está el kilómetro final. Mientras, hay que disfrutar de toda la familia todo lo que se pueda, como es natural.
¿Cree usted que su implicación en causas solidarias le ha hecho mejor entrenador?
Seguramente haya influido. Soy bastante tolerante. Y no nos ha ido mal. Tolerante pero exigente. Sé que hay jefes distintos en ese sentido, pero a nosotros nunca nos ha gustado estar muy encima, ser muy controlador. Y con los equipos que he tenido, creo que no nos ha ido mal. Por otro lado, el fútbol es una actividad en la que tiene mucho eco todo lo que sucede, peroal final, las relaciones personales que se producen en un vestuario son lo más importante para que los equipos ganen.
Pero llevar a veintitantos chicos en un vestuario no es fácil.
No, pero hemos tenido suerte y hemos dado con jugadores bastante maduros en casi todos los casos. Y si alguno no lo ha sido, no nos ha afectado demasiado. Yo siempre tengo palabras de afecto hacia los jugadores que hemos tenido.
Quizás por esa capacidad de ver siempre lo bueno de todos, usted es de los pocos personajes públicos que le caen bien a todo el mundo…. ¿Cómo lo hace?
Hombre, no creo que a todo el mundo. Aunque claro, prefiero que sea así a tener que hacerme el simpático para conseguirlo —ríe con discreción—. Pero no me cabe duda de que a mucha gente le parezco seco o soso. En fin, cada uno es como es…
En el fútbol además creo que es más difícil ser una figura querida…
Por eso te digo, en estos últimos ocho años que hemos estado de seleccionador, hemos tenido de todo. Hemos ganado y hemos perdido, pero al fin y al cabo, es un asunto de educación. En deporte se gana y se pierde. Y ojalá consiguiéramos que los chicos admitiesen la derrota cuando se produce. Hay que prepararse para ganar, por supuesto, pero hay que saber que en deporte unas veces se gana y otras se pierde.
«Siempre he intentado que mi trayectoria fuera ligada a cumplir con ese mínimo compromiso social, exigible a toda persona»
Vamos, que no sabemos perder…
Creo que admitir la derrota debe ser parte de la enseñanza que debemos darle a los más jóvenes. También es muy difícil saber ganar. Tenemos un ejemplo en el último Mundial. Ya antes de ir, el público aseguraba que íbamos a ser los campeones del mundo. Y el que no lo dice parece que no es patriota. Y eso es de una gran prepotencia. Tanto que no es bueno… Porque lo contrario, parece que es un fracaso. Y no es así.
Hace ya dos años que se ha retirado de los campos de juego. ¿Cómo vive el fútbol en la actualidad?
En realidad, con las mismas rutinas que antes. La mayor diferencia es que cuando ahora acaba un partido, no tengo que pensar inmediatamente en el siguiente. Pero sigo interesándome y viendo partidos como antes. Me gusta estar al tanto de la actualidad, de las demás ligas, etc.
¿Encajaría ahora como entrenador de algún equipo?
Es que no me lo planteo. Yo ya tomé una decisión…. Cuando me retiré de futbolista, a los 33 años, sucedió lo mismo y no me arrepentí. Ahora igual. Muchos me dijeron que debí retirarme tras el mundial, pero entonces no hubiera estado en la siguiente Eurocopa. En el recorrido de la vida hay cosas buenas y cosas menos buenas y sabemos cómo es el deporte. Yo no me arrepiento de nada de lo que nos ha sucedido. Y además, como tengo muchos compromisos que atiendo, yo no me aburro. Y la verdad es que no tengo nostalgia del pasado…
De todos sus títulos y premios conseguidos por usted, ¿qué le ha reportado más satisfacciones?
Todo lo que ha venido del fútbol. Pero también todo lo que ha venido de asuntos sociales. En realidad todo esto lo ha conseguido el fútbol; si no hubiéramos ganado, no se hubiera producido tanto agasajo… Pero seamos sinceros, todo esto se ha focalizado en mí porque el entrenador tiene más tiempo libre que los jugadores y porque es más fácil trasladarme a mí que hacerlo con todo el equipo. O darme un título o un premio a mí que a todos los jugadores. Pero nosotros somos un grupo de gente. No soy solo yo. Pero sí, todo ello lo llevo con orgullo.
Por ejemplo este premio de Fundación MAPFRE.
En efecto. Es una responsabilidad y un impulso que me permiten celebrar no solo la carrera deportiva, por lo que más se me conoce, sino algunas acciones sociales a favor de los que más lo necesitan. Siempre he intentado que mi trayectoria fuera ligada a cumplir con ese mínimo compromiso social, exigible a toda persona.