Cirugía en Turkana

TEXTO: RAMÓN OLIVER IMÁGENES: ALBERTO CARRASCO

Carmen Hernández es la directora de este precioso proyecto nacido en 2004 (ella se incorporó en 2007) de la mano de cuatro cirujanos del Ramón y Cajal a los que un grupo de oftalmólogas del mismo hospital convencieron para hacer un viaje a ese lugar remoto al norte de Kenia llamado Turkana. Desde entonces los implicados han ido aumentando de manera sorprendente. Tanto que en el último viaje que hicieron, hace apenas unos meses, se embarcaron un total de 21 voluntarios. Carmen, por supuesto, era una de ellos: «Somos el sistema sanitario de un pueblo, Turkana que no tiene otra manera de acceder a la salud».

Ella es cirujana general en el hospital Clínico San Carlos y en el Hospital Ruber internacional. Su especialidad, la obesidad. «Mi vida se mueve entre gordos y flacos. Aquí trato de enfermos que mueren por exceso de comida. Allí trato de enfermos que mueren por falta de comida». En ambos lugares le mueve el entusiasmo por aquel lugar que le cambió la vida. Un entusiasmo que contagia y provoca emoción.

Cuéntenos cómo es el proceso de los viajes que realizan a Turkana. Creo que van una vez al año a operar, ¿no es así?
En efecto. Vamos un amplio equipo durante dos o tres semanas, entre los meses de enero y febrero. Pero en África hay que trabajar de una manera diferente a lo que se haría aquí. Nuestros pacientes no pueden acceder al hospital no solo porque no puedan pagarlo, sino porque está a varios kilómetros. Meses antes de llegar, nuestro equipo local (enfermeras y clinical officers), va por la zona buscando casos quirúrgicos. Poco antes de llegar nosotros trasladan en camiones al hospital hasta a 700 personas. Nosotros les vemos en la consulta, operamos a los que lo necesitan y se les lleva de vuelta a sus hogares. Es carísimo pero es muy efectivo.

¡Y una paliza de trabajo!
Sí. Llegamos a hacer 25 cirugías al día, 12 horas de trabajo. Además hacemos sesiones en directo de telemedicina con Madrid. Hemos incorporado tecnologías de la información y hacemos diagnósticos de alta calidad porque el radiólogo que tenemos en Madrid, que es un experto, nos ayuda. Hemos mejorado muchísimo la calidad asistencial y la calidad de nuestros diagnósticos.

¿Cómo se seleccionan los casos?
Lo hace el equipo de allí. Pero es fácil. Ellos saben el perfil que tratamos. Enfermar también depende del sitio en el que vives. Las patologías allí son bastante sencillas: la gente no se muere de cáncer, no viven tanto como para eso. El cáncer es una enfermedad del progreso. Allí se mueren de diarreas, de malaria, de traumatismos, de quemaduras, de consecuencias de los partos. El único problema es que allí el paciente es un ser muy frágil. La cirugía debe ser delicada porque cualquier agresión o sangrado puede suponerle al paciente la muerte. Eso es lo que nos diferencia, que es una cirugía muy sencilla en un paciente muy complicado.

A nivel personal, ¿qué es lo que ha hecho que se involucre tanto en este proyecto?
Creo que todos en la vida buscamos ser felices y cada uno lo consigue a su manera. A mí me gusta explorar el mundo de los demás, descubrir y sorprenderme. La verdad es que yo tengo poca capacidad para la sorpresa pero las reacciones de los pacientes de allí, con esas historias lo consiguen. Pero en realidad estoy tan implicada porque me hace tremendamente feliz.

¿Como se financian?
La mayor parte de nuestra financiación es privada. Donantes eventos, conciertos, exposiciones… Nos damos a conocer a través de la redes sociales y de las campañas que hacemos. En efecto si no te conocen no existes y si no existes nadie te financia.

Habéis crecido mucho desde que comenzasteis…
Sí, mucho, pero muy despacio, que es como hay que hacerlo. Y hemos ido aprendiendo al mismo tiempo. Por eso creo que hemos corregido los errores y potenciado los aciertos. También hemos ido consiguiendo implicar a más médicos. Era necesario con tantos pacientes, las patologías eran muy diversas, y no podíamos solo llevar cirujanos generales. Llevamos traumatólogos, cirujanos maxilofaciales que se encargan de las bocas de los niños, los labios leporinos; ginecólogos y cirujanos generales.

¿Cuáles son las principales dificultades que se encuentran allí?
Por un lado, las que decidió la naturaleza de Turkana: el aislamiento, la sequía, el cambio climático, las temperaturas extremas, la falta de carreteras… Por otro, las características propias de la zona: la pobreza, las enfermedades endémicas, la condición femenina, la falta de educación, la falta de futuro, y sobre todo, el cortoplacismo. La pobreza deriva en cortoplacismo. El que no tiene qué comer hoy no se plantea otra cosa. Mañana da igual. Por eso no tienen miedo, por eso sonríen, por eso son tan felices.

¿Cómo ve el futuro de Cirugía en Turkana?
Queremos seguir yendo muy despacio. Fomentando la investigación; ver cómo podemos trabajar en enfermedades muy prevalentes allí para intentar paliarlas, buscar soluciones. No solo ir a hacer tratamientos, sino prevenir. Y nos gustaría también crear escuelas, un núcleo estable de alumnos y de gente joven que crea en esto. Darnos cuenta de las similitudes por encima de las diferencias. Esa es la filosofía. Y eso trasciende a la medicina. Cada uno debemos buscar y encontrar nuestra Turkana. Turkana es una excusa para pensar en los demás, no es un lugar, es algo más