TEXTO: CRISTINA BISBAL IMÁGENES: ISTOCK
Un estudio publicado por Fundación MAPFRE analiza los motivos por los que las jóvenes dejan de hacer deporte en torno a los 15 años. Uno de sus autores, Fernando del Villar Álvarez nos explica algunas de esas razones y da las claves para hacerles frente.
«La inactividad física se considera el cuarto factor de riesgo en lo que respecta a la mortalidad mundial y el principal problema de salud pública del siglo XXI». Así de contundente se muestran Antonio Luque y Fernando del Villar Álvarez, autores del informe recientemente publicado por Fundación MAPFRE, Mujer Joven y Actividad Física. En efecto, nadie cuestiona el efecto positivo que tiene la práctica regular de ejercicio físico sobre la salud y, en concreto, para la prevención y tratamiento de enfermedades no transmisibles como el cáncer, los problemas cardíacos, la diabetes o el EPOC, entre otros. A pesar de ello, los últimos datos a nivel mundial en prevalencia de inactividad física son muy llamativos. Y más aún entre adolescentes: el 80% de la población entre 11 y 17 años no cumple con las recomendaciones internacionales mínimas relativas a la actividad física para la salud.
En España el panorama es muy similar. Tiene uno de los índices de inactividad más altos de la Unión Europea. Y se aprecia una bajada especialmente significativa en el rango de edad entre los 15 y los 24 años, el periodo con mayor prevalencia de comportamiento sedentario. Es decir, los jóvenes dejan de hacer ejercicio en la etapa que va de la adolescencia a la edad adulta. Y más aún si son chicas: «Investigaciones recientes demuestran una clara asociación entre el género y los niveles de actividad física, siendo los hombres los que resultan ser físicamente más activos que las mujeres y los que obtienen un mayor grado de cumplimiento de las recomendaciones de práctica deportiva», se indica en la Introducción del informe, cuyo objetivo es conocer las motivaciones y barreras percibidas en la mujer joven en los hábitos de práctica físico-deportiva.

¿Deporte o estudios?
Fernando del Villar Álvarez es miembro del Centro de Estudios del Deporte de la Universidad Rey Juan Carlos, y uno de los autores del informe: «La edad más preocupante de abandono de la práctica deportiva en las chicas está en torno a los 16 años, cuando llegan al bachillerato y acaban la enseñanza obligatoria. Y se debe a la apreciación que tienen tanto las chicas como sus familias de que el ámbito académico es más duro que hasta ese momento, lo que les lleva a decidir dejar el deporte.» Es decir, la creencia de que deporte y estudio son incompatibles. Esta es la principal razón, pero no la única. Parece que la oferta que se les hace de deporte a esas edades no cubre los intereses de las chicas. Continúa del Villar Álvarez: «Cuando llegan a Bachillerato la oferta es básicamente competitiva y la chica que está compitiendo se mantiene, pero la que no compite no encuentra una alternativa, un lugar donde poder hacer el tipo de deporte que hasta ese momento estaba realizando.» Se refiere a las sesiones de Educación Física de los colegios e institutos, más lúdicas y menos competitivas.
El estudio hace referencia a una tercera razón, que está relacionada con el carácter propio de las mujeres, «más sociales, capaces de encontrar mayor satisfacción cuando se comparan con un igual y pueden compartir el rendimiento, los retos, los objetivos.» Y es que las chicas se ven más motivadas a hacer ejercicio si van con amigas, si lo practican en compañía. «Los chicos, en cambio, no necesitan ir con amigos a practicar deporte. Aunque sus compañeros lo dejen, ellos siguen haciéndolo por voluntad», asegura el profesor de la Rey Juan Carlos. Continúa: «En los deportes de equipo, el chico se junta para ganar y la chica se junta par a compartir y tener una vivencia social». Una curiosidad: «Si en un grupo de deportistas chicos, en el entrenamiento previo hay un conflicto entre dos de ellos, al llegar el partido se les olvida porque quieren ganar. Las chicas, sin embargo, tienen un tipo de enfrentamiento personal y eso repercute en que cuando llega el partido no se pasen el balón».
«Los ayuntamientos deberían focalizar propuestas para ese sector que no compite pero le gusta hacer actividad física. Están los centros privados, pero se orientan más al adulto que tiene poder adquisitivo, no a las adolescentes»
Mitos que deben ser desmontados
Algunos de estos motivos no son sino mitos que pueden —y deben— ser desmontados. Empecemos por el principal, la falta de tiempo: está demostrado que los buenos resultados académicos y el deporte no son incompatibles. «Si se hace práctica física por la mañana y a continuación hay que dedicarle cinco horas al estudio, esas cinco horas van a tener más rendimiento porque los cambios metabólicos de aumento de la circulación sanguínea o aumento de la función metabólica hacen que esa persona tenga mayor bienestar mental, pero también mayor capacidad de concentración, de atención y capacidad ejecutiva. Por eso conviene incorporar 60 minutos de actividad física al menos tres días en semana para mejorar los rendimientos académicos» (Antonio Guzmán, director del Área de Promoción de la Salud de Fundación MAPFRE).
La otra cara de la práctica deportiva tendría que ver con aquello de que cuanto más ocupado se está, más cunde el tiempo. Fernando del Villar lo explica así: «Las chicas que hacen deporte están más organizadas, son más disciplinadas, cuando tienen que estudiar distribuyen mejor el tiempo». Y eso es algo de lo que no solo hay que concienciar a las propias féminas. También a sus familias para que las animen a continuar con el deporte. Es más, está comprobado que las niñas que competían en alguna práctica deportiva a edad temprana, no lo dejan porque «cuando esa chica tiene que organizar su agenda académica percibe que es compatible con el deporte. Si empieza más tarde abandona antes porque tiene menos consolidado ese elemento de práctica y menos conciencia de que les viene bien hacer ejercicio». La que ha sido deportista durante la infancia es deportista durante la adolescencia y durante la etapa adulta, aunque tenga que cambiar los niveles de intensidad.
Para superar los otros escollos, el autor del estudio tiene propuestas concretas. Para empezar, la oferta que se debe ofrecer a las jóvenes: «Los ayuntamientos deberían focalizar propuestas para ese sector que no compite pero le gusta hacer actividad física. Están los centros privados, pero se orientan más al adulto que tiene poder adquisitivo, no a las adolescentes». Se refiere a actividades que tengan más que ver con movimiento y ritmo, menos intensa en cuanto a la exigencia de competición y más lúdica y cooperativa.
Respecto al carácter femenino, la manera de buscar el enganche pasa por captar a más de una. «Es necesario que la oferta no vaya dirigida a una chica en concreto sino a un colectivo. Si enganchas a tres amigas, las tres se comprometerán a ir y se animarán la una a la otra. En el momento en que una se desenganche, lo dejarán las tres». En ese sentido, Villar Álvarez habla de fomentar el deporte en equipo desde la infancia y durante la adolescencia, porque se motivan si van juntas.
Sería también importante que percibieran el deporte como componente esencial para la salud, aunque aquí nos topamos con que «el joven por definición no percibe que tiene problemas de salud, aunque sí le interesa su bienestar. En ese sentido perciben que se encuentran mejor cuando hacen deporte, más descansados, pero también más tranquilos emocionalmente». Por otro lado, sí encuentran razones estéticas en la práctica deportiva. En ese sentido ha cambiado la percepción de las mujeres por parte del varón. «Antes una chica deportista era masculina. Ahora, también se la encuentra atractiva. Pero entre las chicas aún no es un factor de liderazgo social. Ellas no lo valoran tanto».

¿Y qué pasa con ellos?
Mientras ellas dejan de hacer deporte en el paso de la educación secundaria al Bachillerato, ellos, no. Fernando del Villar Álvarez asegura que hay un primer componente diferenciador en el hecho de que los chicos tienen una tendencia mayor al movimiento. Pero hay un segundo, que tiene que ver con que las chicas comienzan antes con la adolescencia: «Con este cambio, el metabolismo se ralentiza y tienen menor necesidad de moverse. Por otro lado, el deporte en los varones se percibe como algo positivo, de modo que tienen mayor refuerzo social si son mas fuertes, más ágiles o más resistentes». Para colmo, al existir más deportistas de élite masculinos, las familias les apoyan más que a ellas. Por eso, ellos suelen caer en la inacción algo más tarde, en el paso a la Universidad. «Es ese momento en el que toman más consciencia del esfuerzo académico que deben hacer. Las chicas, al madurar antes, se topan con esa disyuntiva aproximadamente dos años antes que ellos.