Picasso-Picabia. La pintura en cuestión

TEXTO: ÁREA DE CULTURA DE FUNDACIÓN MAPFRE

Fundación MAPFRE presenta en su sala de exposiciones de Barcelona (Casa Garriga i Nogués), del 11 de octubre de 2018 al 13 de enero de 2019, Picasso-Picabia. La pintura en cuestión, una muestra dedicada a estos dos personajes fundamentales en la historia del arte, a los que nunca se les había asociado de esta forma.

La muestra pretende hacer un recorrido por la historia del arte desde la aparición del cubismo hacia 1910, continuando con Dadá en 1915 —del que Picabia es sin duda uno de sus protagonistas—, sin olvidar los años 1925-1928, cuando ambos artistas comparten el gusto por lo que hemos querido denominar «clasicismo monstruoso». Finaliza con una selección de sus últimos lienzos: si Picasso vuelve incansablemente a la figura humana hasta su muerte en 1973, Picabia, cuya carrera se detiene en 1953, reduce el acto de pintar a sutiles monocromos salpicados por puntos.

Compuesta por más de 150 piezas (pinturas y artes gráficas) y documentos de archivo (revistas, cartas y fotografías), el diálogo que se establece entre las obras de Picasso y Picabia mostrará los vínculos reales o imaginados entre ellos. Los dos artistas de origen español, a los que se relacionó en sus comienzos por el parecido de sus apellidos —lo que provocó una confusión en la prensa cuando aún eran poco conocidos—, compartieron, ante todo, el deseo de desafiar las convenciones pictóricas que la historiografía del arte había establecido, y tanto para uno como para el otro, «asesinar la pintura», fue el camino que tomaron para rejuvenecerla.

Cubismos (1907-1915)

Durante la década de 1910, Picasso y Picabia no mantuvieron una relación estrecha. Aunque en 1904 expusieron en la misma galería, se movían en ámbitos muy distintos y sus trayectorias se cruzaron poco en los años de innovaciones plásticas radicales del período cubista entre 1907 y 1914. En 1906, mientras el lenguaje de Picasso se liberaba de la representación naturalista y del viejo yugo de la mímesis, Picabia todavía pintaba paisajes del natural inspirados en los maestros del impresionismo, que poco a poco iría sustituyendo por el uso de postales para después adaptarlas en el taller.

En el verano de 1908, Picasso pintó paisajes con volúmenes simplificados y geométricos y una paleta reducida a tonos ocres, verdes y a veces de un rojo intenso, como en Paysage, coucher de soleil [Paisaje, puesta de sol]. La Jeune fille [Muchacha] de Picabia, de 1912, con aspecto español es una obra de estilo todavía «primitivo» que adopta la visión cercana y la construcción en facetas de una de las obras de Picasso del otoño de 1908, Tête d’homme [Cabeza de hombre]. Sin embargo, no será hasta el año siguiente cuando Picabia se aventure por nuevos derroteros modernos e invente un léxico liberado de la ortodoxia cubista.

Hacia el objeto

A finales de 1912, el artista malagueño hace sus primeros ensamblajes y sus papiers collés, siguiendo los pasos de Georges Braque. Su obra Bouteille et violon sur une table [Botella y violín en una mesa], de finales de 1912, incluye un recorte de periódico en forma de botella, cuya lectura forma parte de esta nueva visión en la que el objeto real está llamado a desempeñar una función cada vez más importante.

Durante los años 1912-1915 Picabia y Picasso aprenden de un modo distinto la «lección del objeto». En el caso de Picabia, sin embargo, la reflexión sobre una forma readymade tiene lugar, sin duda, a través del título que da a sus obras. El pintor subvierte la palabra con locuciones sacadas del diccionario.

Clasicismo y maquinismo

En 1915 Picasso retomó el género del retrato, un poco relegado en provecho de unas figuras genéricas que resumían bien la impersonalidad buscada por el cubismo que practicó junto con Georges Braque alrededor de 1910- 1914. En esta época retrató a muchos de sus amigos como André Bretón, Erick Satie y Max Jacob, entre otros. En éste último combinaba la referencia a Ingres por el dibujo virtuoso y el ilusionismo espacial.

En este mismo año Picabia viajó por segunda vez a Nueva York, donde, en contacto con el fotógrafo Alfred Stieglitz y sus allegados, profesó un nuevo credo simbolista y mecánico basado en la analogía entre el hombre y la máquina. En esta línea realiza los retratos de Guillaume Apollinaire y el ácido crítico del cubismo Louis Vauxcelles, que fueron representados como máquinas entre 1917 y 1919. Se puede decir, por tanto, que la connivencia entre dibujo y fotografía que se observa en estos años, sobre todo en la obra de Picabia, cristalizó alrededor de un modesto pastiche.

Dadá: vida y muerte de la pintura

El objeto, trivial y descalificado, es en 1915 la clave de los retratos mecánicos de Picabia, en los que suprime toda idea de parecido. En febrero de 1916, en plena Guerra Mundial diversos artistas se juntan en Zúrich con el nombre de «dadá». Dadá, que cuaja en Colonia, Hannover, Berlín y Nueva York y más tarde se implanta en París en los primeros días de 1920, saca partido del inmenso poder de provocación de Picabia.

Aunque Picasso observa con bastante desconfianza los alardes del movimiento en la capital, al parecer acude con frecuencia a sus manifestaciones. En 1920 Picasso alterna entre un cubismo sintético y el clasicismo escultural de los cuadros que pinta en Fontainebleau, pero sin perder nunca de vista la transgresión de sus propios medios de expresión, de modo que en los años 1920 hay dos obras, una de Picabia y otra de Picasso, que poseen el mismo carácter subversivo. El primero realiza el sobrio Danse de Saint-Guy (Tabac- Rat) [El baile de San Vito (Tabaco- Rata)], que consta de un simple marco con unos cordeles tensados y tres papelitos donde solo se lee «Danse de Saint Guy», «Tabac-Rat» y «Francis Picabia», que acentúan absurdamente el vacío del cuadro. En 1926 la Guitare [Guitarra] de Picasso, en cambio, mantiene la presencia del objeto y el lienzo, pero la extrema pobreza de sus medios —la tela basta, la cuerda, los clavos y las escarpias— obedece a su deseo, expresado en cierta ocasión, de «clavar cuchillas de afeitar en las esquinas del cuadro para que uno se corte los dedos al levantarlo»

«Españolas» e hispanidades

Después de 1904, fecha en la que Picasso se estableció definitivamente en París, España reapareció con frecuencia en su obra. En 1905 pintó el retrato de la bella italiana Benedetta Bianco, La señora Canals, tocada con una mantilla. En 1917 el artista retrató a la bailarina francomarroquí Fatma, una obra en la que combinaba la técnica puntillista —recuperando la inspiración decorativa de 1914— con la línea del dibujo clásico del non finito de la tradición ingresca, seguida por el pintor desde 1905.

Cuando en 1920 Picabia expuso retratos de «Españolas» en la galería parisiense La Cible, recuperó un tema que había abordado desde principios de siglo. En la obra del artista, la referencia a España estuvo presente de forma constante, ya fuera en pinturas o en sus escritos poéticos. En 1923, en una retrospectiva de la Galerie Danthon, 40 de los 123 cuadros expuestos tenían tema español. Algunas «Españolas» remitían directamente a Ingres y otras más tardías, como esta Espagnole à la guitare [Española tocando la guitarra], estaban tomadas de modelos de postales.

Decoración: abstracción y opticalidad

Después de la Primera Guerra Mundial, Picasso persiste en el profundo eclecticismo estilístico que caracteriza su arte desde sus comienzos, haciendo coexistir el cubismo y el clasicismo. Sin renunciar a la representación humana en su pintura, se adueña del objeto con un planteamiento casi serial. A partir de 1918, explota los contrastes de textura introduciendo elementos extraños, como la arena en Pipe, verre et masque [Pipa, copa y máscara].

Después de 1921 y de su ruptura con dadá, Picabia inaugura un período centrado en profundizar sobre la noción de lo decorativo. Esta incursión le hace volver a la abstracción, que se materializa en 1922 en una exposición en las Galeries Dalmau, en Barcelona. Aquí Picabia muestra su última producción de obras de inspiración mecánica, sin que el artista tenga inconveniente en añadir retratos de «Españolas» a la acuarela, aunando, como acostumbra, los polos estilísticos más divergentes.

Monstruos y metamorfosis. El surrealismo infiel

Después de dadá, Picabia retomó los géneros tradicionales de la pintura para subvertirlos en mayor medida si cabe. La falsificación y el artificio están presentes en la obra de Picabia desde sus comienzos. Pero estos dos rasgos fundamentales de su arte cobraron un cariz inédito en 1924. Caravansérail, su única novela, escrita ese año, parece anticipar los motivos de su última serie de cuadros bautizada con el nombre genérico «Monstruos», inaugurando un estilo nuevo y radicalmente distinto de los anteriores. En esta época realiza obras como Femme à l’ombrelle [Mujer con sombrilla] y Les Amoureaux (après la pluie) [Los enamorados (después de la lluvia)], ésta última basada en postales donde aparecían modelos representando falsos enamorados.

Les Amoureux [Los enamorados],

Por entonces, Picasso y Picabia veraneaban regularmente con sus familias en la región y tuvieron un trato de vecinos. Durante este decenio en la obra de Picasso se aprecia una temática común a los enamorados «monstruos» de Picabia y una misma preocupación por la circulación y el carácter intercambiable de los signos plásticos, totalmente al margen del naciente surrealismo (del que ambos se apartan).

Libertad o reacción. Los años 1930 y 1940

A mediados de los años 1930, Picabia pinta sin descanso a la vez que organiza galas y fiestas en Cannes. En estas fechas alterna el lenguaje figurativo y la abstracción, como en Habia II, en el que superpone rasgos femeninos y formas curvilíneas pintadas con manchas de colores.

En la misma época, muchos de los retratos que hace Picasso de las mujeres que le rodean dan buena muestra del teatro íntimo que siempre acompañó su arte. En 1935 el pintor se separa de su mujer Olga Khokhlova y empieza una nueva vida con su amante Marie- Thérèse Walter. Este mismo año, Dora Maar entra en su vida y pasa a ser el tema de muchos lienzos. En el cuadro, la vida de la modelo se transmite incluso al objeto: a cada una le corresponden ciertos colores, muebles o sombreros característicos. Consciente de su efecto serial, explica que las ha «apresado en esa ausencia de gesto y en la repetición del motivo porque trato de captar el movimiento de la carne y la sangre a través del tiempo».

Finales de partida

El 30 de noviembre de 1953 muere en París Francis Picabia. El punto final que pone a su producción es literal, pues cuatro años antes de su muerte el artista había empezado una nueva serie de pinturas denominadas «Puntos». En estas composiciones abstractas, a menudo de modesto tamaño, ya no hay dibujo ni composición. Estos cuadros de materia granulosa y color saturado serían casi unos monocromos «logrados» de no ser, precisamente, por esos puntos que salpican el espacio pictórico.

Varios años antes de la muerte de Picasso el 8 de abril de 1973, la figura humana sigue siendo el asunto protagonista de su obra: niños o viejos, mujeres u hombres, son «motivos» que remiten a una forma de autorretrato críptico. Las obras realizadas hacia 1970-1972, con un léxico formal renovado, son meditaciones sin grandilocuencia, dotadas de un sentido profundo de lo burlesco, sobre la vida y su finitud. Los trazos con los que compone muestran mujeres con dedos como bolillos y pechos como dianas, como en Femme assise [Mujer sentada].