Del 30 de septiembre de 2021 al 16 de enero de 2022 se podrá disfrutar en el Centro de Fotografía KBr Fundación MAPFRE (Barcelona) de la exposición Paolo Gasparini, Campo de imágenes. El artista italiano es el fotógrafo que mejor ha retratado las tensiones y contradicciones culturales del continente sudamericano. Sus imágenes transmiten la dura realidad social que ha enfrentado una región cuya autenticidad cultural es incuestionable y en donde pasado y tradición local dialogan con una torpe modernidad impuesta. Gasparini crea una obra con un lenguaje visual propio que parece manifestar siempre una crítica a la sociedad de consumo, al tiempo que revela una cierta obsesión por el modo que tiene el marketing y la publicidad de seducirnos.
TEXTO: ÁREA DE CULTURA DE FUNDACIÓN MAPFRE IMÁGENES: © PAOLO GASPARINI
Sus obras permiten comprender no solo las diferencias entre Europa y el continente latinoamericano, sino las diversidades que ofrece este último, desde México hasta el sur de los Andes. Como señala la comisaria de la muestra, María Wills: «Las fotografías de Gasparini reflexionan sobre los efectos de décadas de migraciones políticas en los siglos xx y xxi: de europeos a América, como causa de la Segunda Guerra Mundial, de cubanos a España y Estados Unidos, de ecuatorianos a España y, más recientemente, del éxodo masivo de venezolanos a Colombia. Generaciones y generaciones marcadas por exilios voluntarios y forzados no pueden sino hacernos pensar sobre la ambivalencia de la identidad».
Como italiano de nacimiento, pero venezolano en esencia, el autor ha tratado de eliminar con su trabajo visiones etnocéntricas y los estereotipos que históricamente han definido Latinoamérica, casi siempre en función del otro, a lo que han contribuido los distintos populismos y nacionalismos que ha sufrido el continente.
El fotógrafo nace en Gorizia, Italia, en 1934. Con el fin de evadir el servicio militar se traslada a Caracas en 1954, con un bagaje cultural que incluye un gran conocimiento del neorrealismo italiano. En Venezuela se encuentra ya parte de su familia, que había emigrado de forma voluntaria, y, en concreto, su hermano Graziano, entonces ya un reputado arquitecto que le regaló su primera cámara a los diecisiete años. Inicia entonces una intensa actividad como fotógrafo de construcciones arquitectónicas, al tiempo que captura imágenes de los arrabales de la capital. Pronto comienza a trabajar para proyectos de la Unesco, en paralelo a su obra más personal, que desarrolla en Venezuela y Cuba. Fruto de este trabajo, se publica en México el libro Para verte mejor, América Latina (1972), considerado como uno de los fotolibros más emblemáticos de la historia. En 1979 es el primer artista de América Latina presente en Les Rencontres Internationales de la Photographie de Arlés y, en 1984, con una nueva exposición en Arlés, recibe la medalla de plata de Les Rencontres. En 1993 obtiene el Premio Nacional de Fotografía de Venezuela y dos años después representa a su país en la Bienal de Venecia.

En las dos últimas décadas ha viajado intensamente por Europa y América Latina completando series sobre temas abiertos anteriormente y ha realizado numerosas exposiciones en torno a sus fotografías y sobre sus libros, unos veinte publicados hasta la fecha.
El recorrido expositivo está dividido en dieciséis secciones que recogen algunos de los proyectos más relevantes del artista a lo largo de más de seis décadas de trabajo, y hace hincapié en sus fotolibros, que el artista reconoce como un medio de expresión equiparable, en importancia, a sus fotografías.
Andata e ritorno (1953-2016)
Andata e ritorno es, además de la primera sección de la muestra, el título del fotolibro de Paolo Gasparini editado en Caracas por La Cueva Casa Editorial en 2019. Alude, de forma metafórica, al modo de trabajar del autor, que rompe la temporalidad, pues revisa sus series en el tiempo y crea relatos en los que América Latina dialoga con otras latitudes y muestra cómo la sociedad de consumo golpea de forma global.
La publicación trata de Gorizia y Caracas, que es como decir Italia y Venezuela o del primer y tercer mundo. Está compuesto por setenta fotografías impresas a sangre que conectan realidades de dos mundos en apariencia opuestos al tiempo que matizan sus diferencias.
Rostros de Venezuela y Bobare (1956-1960)
Entre 1955-1960 Gasparini viaja por Venezuela, primero con su hermano Graziano, luego junto a su esposa, la técnica de laboratorio Franca Donda, con quien cruza hasta la frontera de Colombia, atraviesa las serranías de los Andes y recorre las tierras del estado Lara. Documenta el modo de vida de los campesinos en el medio rural y la comunidad indígena wayú. Publica Bobare en 1959, «el pueblo más pobre, más abandonado y más miserable del estado Lara», según sus propias palabras, bajo la influencia de uno de sus maestros indiscutibles, Paul Strand, a quien conoció en Francia en 1956.
Este primer fotolibro de Gasparini está ordenado tomando como referencia la estructura de Un paese (1955), del propio Strand. Un reportaje de denuncia basado en retratos individuales y familiares, de espacios interiores y fachadas de casas, así como de textos que describen la historia del pueblo, contada por sus habitantes. La publicación resume la súplica de los pobladores al presidente de la República Rómulo Betancourt para que atienda a un pueblo que malvive en un lugar desértico. En Venezuela Bobare inaugura el tema del ensayo fotográfico que visibiliza la pobreza. En 1961 expuso Rostros de Venezuela: 50 fotografías de Paolo Gasparini en el Museo de Bellas Artes de Caracas.
Entre 1961 y 1965 el autor viaja con Franca a La Habana, invitado por el arquitecto Ricardo Porro y el escritor Alejo Carpentier. Recorren la ciudad y realiza fotografías de la arquitectura colonial y el estilo barroco habaneros, de donde surge la serie «La Habana, la ciudad de las columnas» (1961-1963). Allí también comienza a representar escenas callejeras, concentraciones populares, el carnaval y se interesa por el proyecto de escuela de artes plásticas de la ciudad.

Comparte el entusiasmo revolucionario y colabora con el suplemento literario Lunes de Revolución. Trabaja en el Consejo Nacional de Cultura y por encargo de la Unesco documenta el ambicioso proyecto de la campaña de alfabetización cubana (1964- 1965). Por estos años, con el ánimo de difundir la Revolución, el cine y la fotografía viven un momento de esplendor. Gasparini colabora con cineastas como Armand Gatti o Agnès Varda, de los que extrae algunos recursos expresivos y técnicos, como el uso de fundidos, los barridos de imagen y la inclusión de cuadros con texto en el relato, con los cuales ordena buena parte de su praxis fotográfica, en especial los audiovisuales, a partir de 1980.
A lo largo de su carrera Gasparini regresa a Cuba en varias ocasiones, su experiencia queda evidenciada en esta reflexión: «[…] la Revolución cubana, en cierto momento significó la utopía, la alternativa, la posibilidad de creación del hombre nuevo y se fotografió en ese sentido. Hoy ha tomado un rumbo que no es el que habíamos pensado. Y eso nos crea una gran decepción, amargura y falta de credibilidad».
Estudio Caracas (1967-1970) y Karakarakas, democracia y poder (1967-1970)
En su producción, Gasparini articula en los encuadres situaciones contradictorias, registra imágenes dentro de imágenes. En ocasiones las monta en el laboratorio y las superpone. Utiliza el montaje y la edición como sistema para producir ideas, y sus narraciones tratan de motivar a la acción y golpear conciencias.
Entre 1968 y 1970 se une al equipo editorial de la revista Rocinante, publicada por intelectuales de la izquierda venezolana comprometida con las causas revolucionarias del mundo. La revista surge en un momento en el que la lucha armada ha sido derrotada en el país y algunos de los que antes salían a las calles para protestar empiezan a trabajar en instituciones del Estado y en la universidad. La mayoría de los números están ilustrados por Gasparini y en ellos se satiriza a políticos, escritores o compañías petroleras. Implicado con la izquierda venezolana, sus fotografías también ilustran libros de contenido revolucionario, sobre la lucha de clases, denuncias de torturas en el país, así como temas de guerrilla, capitalismo y subdesarrollo en América Latina.
Retromundo (1974-1985)
«[…] salí de Europa con un baúl repleto de imágenes americanas. En una segunda etapa, regreso al primer mundo cargado con las imágenes de la realidad latinoamericana. Así surge Retromundo, un fotolibro que no confronta realidades, pretende más bien ser evidencia de lo que pasa en ambos continentes», explica Gasparini a propósito de este proyecto.
Retromundo (1986) es un fotolibro en el que, ayudado por la palabra poética, el autor establece un diálogo entre el primer y el tercer mundo. El primero está representado con imágenes de anuncios publicitarios, eslóganes, paseantes en ciudades europeas y americanas que se reflejan y multiplican en las superficies translúcidas de los escaparates. En la representación del tercer mundo no hay reflejos en espejos o cristales, sino que reproduce escenas callejeras, miseria y pobreza, aspectos que son habituales en los países latinoamericanos. Así, oponiendo imágenes como si de un díptico se tratara, Gasparini confirma un modo de hacer que es frecuente en su producción. La creación de un discurso que cobra sentido en relación a su contrario.

Series «Acá, este cielo que vemos», 1971-1992; «Brasilia, dos en uno», 1972-1973 y 2013; «São Paulo, la muerte del aura», 1997, 2013 y 2015; «Maracaibo, La Guajira y petróleo», 1970-2017; «La calle», 1969-1999; y «El faquir de la Torre Capriles, Plaza Venezuela, Caracas», 1970
En 1978 Gasparini participa en los Coloquios de Fotografía realizados en México, y posteriormente en Cuba en 1984. Estos encuentros fueron el foro de discusión más importante en aquel periodo. En las charlas se trataron temas como el papel que debía asumir el fotógrafo con relación al contexto en el que trabajaba, así como la necesidad de crear un proyecto visual que mostrara las contradicciones que puede producir la coexistencia de la pobreza y la riqueza, pero sin caer en el dramatismo o en el exotismo.
En este sentido, el trabajo de Gasparini es profundamente respetuoso y muestra los aspectos más duros de la sociedad, la vida de los mineros y los campesinos andinos en series como «Acá, este cielo que vemos», pero a través de imágenes dotadas de una gran dignidad, como las de las madres con sombreros encintados que amarran a sus hijos con mantas artesanales tras largas jornadas de trabajo en Perú.
Tras su experiencia como fotógrafo de arquitectura en Caracas, en 1970 la Unesco le contrató, junto al crítico de arte Damián Bayón, para fotografiar las edificaciones precolombinas, coloniales y contemporáneas del continente, con el fin de publicarlas junto a las investigaciones de Bayón (Panorámica de la arquitectura latinoamericana). A raíz de este encargo, el autor pudo fotografiar los proyectos urbanísticos edificados desde México hasta la pampa argentina y desde Brasilia hasta Machu Picchu. Además, tal y como el propio Gasparini señala: «me empeño en fotografiar la vida de los marginados, de los que nada poseen, y las grandes diferencias que conviven al lado y alrededor de esas grandes edificaciones». Estas contradicciones y los efectos injustos de la poscolonización se pueden contemplar en series como «Brasilia, dos en uno» (1972-1973 y 2013); «São Paulo, la muerte del aura» (1997-2015); «Maracaibo, La Guajira y petróleo» (1970-2017) o «La calle» (1970-1999). Fotografías que reflejan un proyecto visual sólido que, como apunta Sagrario Berti, «está lejos de victimizar y, por lo contrario, refleja un entorno hostil, pero bello en su poderosa capacidad de resistir», y apoya la idea de que la fotografía debe ser un vehículo para denunciar las injusticias sociales, uno de los objetivos éticos de los Coloquios mencionados más arriba.
Una de sus series más reconocidas es la basada en la Plaza Venezuela de Caracas, coronada por la Torre Capriles, de 60.000 metros cuadrados y una fachada moderna, diseñada por el artista Jesús Rafael Soto. Este elemento, que transforma el espacio público en arte, se convierte en metáfora de la caída de la utopía del progreso. Un habitante de la calle que ha colocado su cama en medio del paso de los que caminan es en realidad el protagonista, y no la torre o su fachada.

México-El Suplicante (1971-2015)
Desde 1971, han sido tan frecuentes los viajes de Gasparini a México, que su capital se ha convertido casi en su tercera residencia. Tras recibir el Premio Nacional de Fotografía en Venezuela en 1993, fue invitado como investigador por la Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Iztapalapa, en el programa Cultura Urbana de la Ciudad de México. Desde entonces ha recorrido la gran metrópolis en varias ocasiones y ha fotografiado sus calles y sus habitantes. Con el paso del tiempo, estas estancias han dado fruto en Letanías del polvo (2009), un audiovisual en formato CD que acompaña al fotolibro El suplicante (2010). Con textos de Juan Villoro y el propio Gasparini, esta publicación relata una historia que se inicia con la revolución zapatista y se extiende al líder del grupo armado indigenista, el subcomandante Marcos. Los textos de Villoro se encuentran separados de las fotos, no las ilustran; los del fotógrafo sí, y figuran en la introducción y al final, como nota explicativa de su trabajo.
En la secuencia es frecuente encontrar imágenes de cristos crucificados, grafitis, carteles pegados en las paredes con el retrato de una víctima, enmascarados de lucha libre y «zapatistas», así como puestos de vendedores ambulantes, parias o cruces y ceremonias cristianas.
El ángel de la historia (1963-2018)
El ángel de la historia es un mural de doce metros compuesto por 63 fotografías tomadas en diferentes países que conforman una panorámica del trabajo de Gasparini. El título hace una referencia concreta al filósofo Walter Benjamin y su idea sobre la historia, que al igual que un ángel, mira al pasado en ruinas para reflexionar y comprender el entorno y denunciar la inexistencia de futuro y progreso.
