Una manera de entender la economía más comprometida, sostenible y solidaria, el tercer sector, se está abriendo camino entre los sectores público y privado. Esta economía social se analizó en el Foro Demos, donde Fundación MAPFRE participó para difundir una nueva manera de invertir, a través de las Inversiones Socialmente Responsables. Pero además, pudimos tomar nota de la opinión de algunas de las mujeres que participaron en este encuentro entre fundaciones y ciudadanía. Todas coinciden en una sola palabra para definir el futuro que le espera al tercer sector y a la sociedad civil, esa palabra es OPTIMISMO.

TEXTO: CRISTINA BISBAL IMÁGENES: LAURA MARTÍNEZ LOMBARDÍA

OPTIMISMO. Es la sensación general entre quienes asistieron al foro Demos, celebrado el pasado mes de noviembre en Madrid. Y no hablamos de optimismo de perfil bajo. Ni optimismo en las formas o las apariencias. Sino en su más amplio sentido. De optimismo a lo grande. Con mayúsculas. Quienes allí estuvieron se declararon optimistas y declararon que el futuro, a pesar de los muchos malos augurios, va a ir a mejor.

Y va a ser así por la implicación de ciudadanos, colectivos y empresas. La fuerza de la sociedad civil es reivindicada por quienes trabajan por y para los demás. Es el caso de Rosalía Arteaga, ex presidenta de Ecuador y CEO de la Fundación Fidal. «Los diferentes grupos que conforman la sociedad civil a través de ONGs y otras instituciones tienen un papel importantísimo que cumplir. En primer lugar, a menudo son los que dan la voz de alerta ante determinadas situaciones. En segundo lugar llegan a dónde no llega el Estado. Y en tercero, están tratando temas variadísimos. Y eso les da una fuerza fundamental». Esta mujer de mundo para quien la educación de calidad es esencial para el futuro, entiende que vivimos un momento de esperanza («¡América Latina es un continente para la esperanza!») con muchos cambios, «un mundo de incertidumbre» que se ha hecho muy pequeño gracias a la globalización.

Precisamente esa es otra de las circunstancias que marcarán a la sociedad civil, según Arteaga: «Vivimos en un mundo global en el que hay que introducir cada vez más el respeto a la diferencia. Yo soy yo y mis circunstancias, como decía Ortega y Gasset. Quiero que me respeten, pero al mismo tiempo tengo que respetar.

Con tanta globalización, precisamente lo local ayuda a preservar la propia identidad. Desde esa visión cultural y antropológica de la identidad local podríamos encontrar aquello con lo que contribuir a vivir ese mundo de futuro». Cierto es que todo no puede ser bueno. Sería demasiado ingenuo pensar así. Y uno de los escollos que encuentra la ex presidenta de Ecuador pasa por la política internacional y las relaciones entre los distintos pueblos: «Las asociaciones que nacieron con el objetivo del multilateralismo están en una crisis profunda. Tras la II Guerra Mundial, con la antigua Sociedad de Naciones, cuando se ha querido castigar a un país se ha tomado la decisión sin tener en cuenta las decisiones de otros. En ese sentido hay una crisis total. Quienes somos optimistas pensamos que habrá soluciones. Yo creo en la ciencia y la tecnología como posibles respuestas. Los seres humanos estamos marcados por los hábitos, difíciles de cambiar. La ciencia y la tecnología son claves para conseguir esos cambios de hábitos más que la propia concienciación de los seres humanos».

Precisamente la globalización y la internacionalización presentan a menudo ventajas. Una de ellas es la existencia de la Agencia Europea de Derechos Fundamentales, institución que trabaja con más de 700 organizaciones entre oficinas de asociación civil, ONGs, asociaciones jurídicas, religiosas… Blanca Tapia es su Manager de Proyectos de Comunicación. Y parte de su trabajo es mantener contacto periódicamente con una amplia gama de organizaciones de este tipo. De esa comunicación han establecido cuáles son los principales problemas a los que se enfrentan. Y el modo de atenuarlos en el futuro. Uno de los ámbitos en los que la agencia va a trabajar próximamente pasa por mejorar el marco regulador. Tapia: «No podemos luchar contra las leyes de los países. Hay que encontrar la clave para respetar el derecho nacional». Es decir, que la legislación que se establezca tenga como fin «garantizar que no imponga requisitos desproporcionados a las organizaciones de la sociedad civil y no tenga un impacto discriminatorio en las mismas, reduciendo así el espacio de la sociedad civil. Al hacerlo, deben respetar plenamente la legislación aplicable de la UE y de los tr atados internacionales pertinentes».

«Creo que estamos viviendo un tsunami social de generosidad. Personas que movilizan a personas para que les apoyen con aportaciones económicas o en especias»

El otro gran problema de la organizaciones de la sociedad civil es —no podía ser de otra forma—la financiación. Dice Tapia: «Hay que procurar que las labores de burocracia para financiaciones sea más sencilla». Uno de los documentos de la Agencia continúa: «En aras de la libre circulación de capitales, las organizaciones de la sociedad civil deben tener libertad para solicitar, recibir y utilizar la financiación no solo de organismos públicos en su propio país, sino también de donantes institucionales o individuales, de autoridades públicas y fundaciones de otros Estados o de organizaciones, organismos u organismos internacionales».

EL DINERO. El gran problema del Tercer Sector: conseguir financiación teniendo siempre presente la transparencia y la independencia. Ahí es donde entran en juego personas como Silvia Bueso, experta en comunicación y Fundraising. Ella es una optimista convencida, capaz de transmitir esa sensación a sus interlocutores: «Creo que estamos viviendo un tsunami social de generosidad. Personas que movilizan a personas para que les apoyen con aportaciones económicas o en especias.

Y este movimiento lo vamos a ver cada vez más. Y en todos los ámbitos: social, cultural, educativo, sanitario, de investigación… Sí, la idea es acabar con las diferencias y las desigualdades. Las personas tienen que entender que se pueden cambiar cosas». ¡Y tanto que están cambiando!

La buena noticia es que almas generosas y con corazón ayudan a arrastrar más almas generosas. Son algo así como startups sociales que se dedican a ayudar a otros. Por eso, al tercer sector le veo todo el futuro y más.

El contexto es de bajadas de ayudas por parte del Estado en ámbitos sociales. Y donde no llega el Estado llegan estos proyectos liderados por personas waw con proyectos waw y liderazgo waw que trabajan para conseguir un mundo mejor». Ahí entra su trabajo de pedir o, como dice ella, ser «pedilóloga». Claro que para pedir, primero hay que dar y saber comunicar. Si se consigue, y parece que se va por buen camino, «fundaciones y otras asociaciones van a ser la parte social y generosa de la sociedad». Uno de los motivos del optimismo de Bueso tiene que ver con el hecho de que las empresas están interesadas en que sus marcas creen «conversaciones solidarias».

Sonia Mulero, directora de la Fundación Banco Sabadell, está de acuerdo con Silvia en este punto y en algunos más. «Veo que el tercer sector tiene un gran futuro. Y lo tiene por la gente joven. Para ellos, la implicación social de las empresas es muy importante. Por otro lado, para las empresas es interesante que sus trabajadores tengan o hayan tenido implicación en voluntariado, algo que no había sucedido hasta ahora. Hasta tal punto es así que a menudo se pide que se especifique en los CV si se ha hecho trabajo de voluntariado». Y aún hay más, porque Mulero también ha comprobado gracias a su propio trabajo, que «poner el talento de las empresas al servicio del tercer sector es interesante». En Banco Sabadell, por ejemplo, están tratando de que los trabajadores encuentren en el voluntariado un incentivo laboral. Y lo están consiguiendo.

«Vivimos en un mundo global en el que hay que introducir cada vez más el respeto a la diferencia. Yo soy yo y mis circunstancias, como decía Ortega y Gasset. Quiero que me respeten, pero al mismo tiempo tengo que respetar»

Pero la comunicación es a menudo un escollo. Otro de los puntos en los que están de acuerdo Bueso y Mulero. Dice esta última: «Se ha de explicar muy bien a quién te financia, cuál es tu proyecto, mostrar la propuesta de valor diferencial que presentas, pero también el impacto de lo que haces: ser creativo para vender propuestas de valor». Y continúa: «Para mí las claves del futuro del Tercer Sector son trabajar propuestas sostenibles en cuanto a economía y recursos y buscar nuevas fórmulas para trabajar en red. Y ser capaz de capacitar el talento interno. El impacto ha de ser social; la gestión, empresarial».

En este sentido también la filantropía familiar puede jugar un papel importante. La fundación Rockefeller es un ejemplo. Lo explica Donzelina Barroso, Directora de Filantropía Global en Rockefeller Philanthropy Advisors. «Van ya por la séptima generación de la familia implicada en la filantropía. Ahora cuentan con la ventaja de que los consumidores jóvenes están más concienciados en los temas relacionados con la sociedad civil y les interesa saber cómo funcionan las empresas también en este sentido. El éxito de la empresa es devolver a la sociedad lo que ésta les ha dado».

A tenor de todo lo que se escuchó en Demos, «todo mundo futuro será mejor». Palabra de Rosalía Arteaga.

Fundación MAPFRE en el Foro Demos con las ISR

Apostamos por la innovación social y por una nueva conciencia a la hora de consumir y de invertir. Mercedes Sanz, directora del Área de Seguro y Previsión Social de Fundación MAPFRE también estuvo presente en el Foro Demos dando difusión a las ISR, las Inversiones Socialmente Responsables. «La Inversión sostenible le interesa y afecta a todas aquellas personas que quieren apoyar proyectos que aspiran a transformar la sociedad, desde a un gran inversor hasta a quien solo tiene una pequeña cuenta de ahorro en un banco o ha contratado un plan de pensiones» afirma. Para esta experta, la importancia de las «ISR» radica en que «convierten la actividad de inversión en una forma de mejorar el mundo más allá de la mera rentabilidad».