Las situaciones de acoso y discriminación en las redes sociales pueden afectar a nuestra salud mental, sobre todo en el caso de jóvenes y adolescentes. Aprender a combatirlas y a protegerse son las primeras lecciones que los menores, usuarios particularmente vulnerables, pueden practicar.
TEXTO: ÁNGEL MARTOS
Stranger Things es la serie del momento con el estreno de su cuarta temporada. Acumula cientos de millones de visionados en Netfilx y lidera la conversación global en redes sociales. La historia de un grupo de jóvenes y adolescentes de los años 80, la última década antes de internet y los móviles, es, sin embargo, una metáfora oscura de nuestra relación contemporánea con la tecnología. Sus personajes, chicas y chicos analógicos que quedan para andar en bicicleta, viven en la despreocupación por los likes pero atravesados por un miedo que viene de otra dimensión: El Otro Lado, un mundo instalado en el horror y que desea devorar sus almas. En Stranger Things , la entrega a la nostalgia wikipédica, con referencias al cine, la televisión y la música de ese tiempo (de los Goonie y Pesadilla en Elm Street a Twilight Zone y Cindy Lauper), esconde una definición angustiosa del presente de algunas personas cuya salud mental se ve amenazada por ese Otro Lado que es Internet.
La pandemia por coronavirus ha puesto sobre la mesa como nunca antes en España la atención sobre la salud mental. Sobre todo, cuando la realidad, obligada por el confinamiento, se ha vuelto cada vez más virtual para todos nosotros. Esa ventana al mundo que es internet y las redes sociales, que nos abren la posibilidad del teletrabajo y las relaciones más allá de nuestra ubicación metafísica en Google Maps, deja pasar también otros jinetes malencarados, como el odio, la discriminación y los distintos tipos de acoso. El sufijo ciber no los convierte en menos tangibles; muy al contrario, para quien los sufre a través de esa extensión de uno mismo que es el móvil, se vuelven dolorosamente omnipresentes.
Esta realidad es especialmente angustiosa para jóvenes y adolescentes, en esa etapa de transición en la que empezamos a tomar decisiones de forma autónoma sin haber dejado de ser todavía profundamente vulnerables. Según un estudio publicado en la revista médica The Lancet, la aparición de trastornos mentales se produce antes de los 14 años en un 50 % de los casos, y en un 75 % antes de los 24.
Para hablar de estos trastornos, nadie mejor que quién los ha sufrido. Una de esas jóvenes fue Jen Herranz, comunicadora y creadora multimedia especializada en videojuegos y tecnología. Con casi 53 mil seguidores en su cuenta de Twitter, @jenherranz, desde sus 30 años actuales recuerda su adolescencia como víctima de bullying, su depresión y los intentos de suicidio. Con ese conocimiento de causa, virtual y digital, hace una recomendación clara y directa para cuidar de la salud mental y huir del odio en las redes: «Coge el móvil y mételo en un cajón». Y es que, en su experiencia, «todo acoso es horrible y te va a perseguir, pero el de redes sociales lo tienes en el móvil y te lo llevas contigo hasta el baño, lo miras antes de dormir, cuando estás viendo una serie en el sofá… Se siente mucho más íntimo y cercano». Para luchar contra él, recomienda establecer todo tipo de filtros, limitar las notificaciones y el acceso ajeno a nuestros perfiles. También anima a las chicas y chicos «a que tengan una vida fuera de internet y a que hagan cosas que les aporten de verdad y les den una red de apoyo», sobre todo en un país en el que tener asistencia psicológica de calidad «es un privilegio».

Las plataformas también tienen mucho que decir. Twitter es una de las redes sociales de referencia, también cuando hablamos de acoso y odio. Camino Rojo, directora de Políticas Públicas y Filantropía de Twitter, afirma que «el comportamiento abusivo desalienta a las personas a expresarse, con lo que disminuye el valor de la conversación pública global… Nuestras reglas existen para garantizar que todas las personas puedan participar de forma libre y segura». Unas normas que cada vez son más efectivas a la hora de elevar barreras contra todo lo que puede dañarnos como usuarios. «Es innegable que la tecnología es un progreso, pero también tenemos que saber cómo utilizarlas», defiende Rojo, «y plataformas como la nuestra debemos desarrollar el uso de productos, políticas, tecnologías, para complementar todo ese esfuerzo educativo».
Prevenir y denunciar es la receta de la Unidad Central de Participación Ciudadana de la Policía Nacional. Las acciones de prevención que realizan tienen como objetivo no solo informar y formar para que alguien pueda esquivar ser víctima del odio: «Lo hacemos también para evitar que alguien se convierta en agresor», destaca Ana Riveiro Calviño, representante de este cuerpo, quién, además, afirma que los delitos de odio son aquellos motivados por prejuicios y cometidos contra una o varias personas por poseer o presentar características, ya sean reales o percibidas, que determinan la pertenencia a un grupo social. Racismo, xenofobia, aporofobia, homofobia, edadismo, discriminación por ideología, religión, enfermedad, discapacidad, género o pertenencia a una etnia gitana, antisemitismo… Son muchas las excusas del odio en redes sociales y cada vez más las herramientas para combatirlo, incluido el Código Penal. Y ante una posible situación de acoso vivida por un joven o adolescente, la policía recomienda seguir cuatro pasos: contarlo, a ser posible a un adulto de su confianza; bloquear la cuenta desde la que llega el ataque; si se pertenece a algún colectivo objeto de delitos de odio, tomar pruebas (como pantallazos) de los perfiles de redes sociales donde se produce, y, por último, denunciar, porque «si nosotros no conocemos esa realidad, no podemos hacer nada por evitarla».
Desde el mundo de la psicología también se alzan las voces de alerta. «El grado en el que están apareciendo conductas absolutamente vejatorias contra la dignidad de las personas utilizando las tecnologías es de asustar» afirma José Antonio Luengo, decanopresidente del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid. Ante este diagnóstico, defiende una acción combinada en la que los centros educativos, pero no solo, puedan tener un papel importante de prevención y apoyo a las víctimas.

Porque en su opinión, no basta con poner barreras a la tecnología: «Aunque bloquees, sabes que está ocurriendo, que cada día estás en el precipicio, y aparece el tránsito por el desierto, esa transición en la que te encuentras solo o sola en la vida, con padres que te quieren y que quisieran ayudarte, pero que no saben realmente qué te está pasando», describe. Una situación de desequilibrio empujada por el hostigamiento, la vejación o la humillación en redes sociales que nos hace sentir mal durante cada vez más tiempo y de forma cada vez más intensa. Es cuando aparecen los trastornos mentales en los adolescentes, que Luengo resumía en tres: los de ansiedad generalizada, los del estado de ánimo y el distímico. «El que más nos preocupa es el estrés post traumático, el que más se asocia a las situaciones relacionadas en general con el trauma, con el golpe, con el shock tremendo de que han horadado tu dignidad como persona», señala el psicólogo. «No tengo claro que haya motivos para ser optimistas».
Pasan stranger things (cosas extrañas) en las redes sociales. Pero ninguna de ellas es fruto de monstruos fantásticos, poderes esotéricos o científicos doblegando las leyes de la naturaleza. Todo es fruto de las personas y el tipo de relaciones que deciden establecer en los entornos digitales. Aprender a cuidarse y protegerse es una de las primeras lecciones que nuestros adolescentes y jóvenes pueden practicar. También que odiar y discriminar tiene consecuencias, en ocasiones de carácter penal.
Para Alicia Rodríguez, del Área de Promoción de la Salud de Fundación MAPFRE, cuando hablamos del comportamiento abusivo o el discurso de odio en redes es necesario diferenciar tres niveles:
- Aquello que es ilegal y está sujeto a la ley (discurso de odio ilegal).
- El discurso que no es ilegal pero que está sujeto a políticas internas de moderación de contenido cuyo objetivo es preservar la salud de la conversación pública y prevenir y evitar daños en el mundo offline (cuya aplicación no siempre tiene un elemento punitivo).
- El discurso que es potencialmente ofensivo pero que pertenece al ámbito de la libertad de expresión y es fundamental respetar.
Es necesario educar en una ciudadanía digital responsable que sepa cómo interactuar (y cómo no) con otras personas en el entorno online, cómo usar las herramientas para no ver el contenido no deseado y que la experiencia online sea lo más enriquecedora y saludable posible.
II Jornada de salud digital: Salud mental frente al odio en redes sociales
¿Cómo influyen las nuevas tecnologías en su salud mental? ¿Qué herramientas necesitan los nativos digitales para manejarse en la vida virtual? ¿Cuál debe ser el papel de los padres, la escuela y el resto de la sociedad? Para hablar de todo ello, Fundación MAPFRE y Pantallas Amigas organizaron una jornada en la que se analizó cómo los mensajes cargados de hostilidad y resentimiento que se difunden a través de internet pueden afectar al bienestar de las personas y qué podemos hacer para promover una conversación saludable en redes y plataformas sociales.
La jornada contó con la participación de Camino Rojo, directora de Políticas Públicas y Filantropía de Twitter España, Ana Riveiro Calviño, de la Unidad Central de Participación Ciudadana de la Policía Nacional y el decano-presidente del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, José Antonio Luengo. Además, en el encuentro participó la comunicadora y creadora multimedia especializada en videojuegos y tecnología, Jen Herranz, quién compartió su experiencia como víctima de bullying. «Es imprescindible que todas y todos hagamos uso de consejos y herramientas para mejorar nuestra conducta en Internet y seamos conscientes y responsables ya que lo que vertimos en las redes llega a personas reales que están al otro lado de la pantalla», afirmó.