Desde el 7 de septiembre de 2017 al 8 de enero de 2018 Fundación MAPFRE presenta en su Sala Bárbara de Braganza, en Madrid, la mayor retrospectiva realizada hasta la fecha de la obra del fotógrafo americano Nícholas Nixon, quien ocupa un lugar destacado y singular en la historia de la fotografía de las últimas décadas.
TEXTO: VICTORIA DEL VAL
IMÁGENES: © NICHOLAS NIXON. CORTESÍA FRAENKEL GALLERY, SAN FRANCISCO
Centrado sobre todo en el retrato, y con un claro interés por las posibilidades descriptivas de la cámara, la obra de Nicholas Nixon (Detroit, Míchigan, 1947) revela una tensión entre lo visible, el contenido (de una extraordinaria claridad y habilidad compositiva), y lo invisible, los pensamientos e inquietudes que afloran en sus imágenes.
Su trabajo en series explora mundos singulares con una notable preocupación social que nos descubre aspectos inadvertidos de la realidad que pertenecen a la experiencia privada del artista, pero que por su cotidianidad podemos compartir, de ahí que despierten fácilmente en nosotros el eco de recuerdos y emociones. La lentitud, los largos periodos, la ausencia de elementos dramáticos definen una obra que se despliega a lo largo de casi cinco décadas de dedicación continuada. Nixon emplea una técnica sencilla, casi obsoleta, pero impecable, con el uso de cámaras de gran formato que imponen la cercanía y la cooperación de los retratados para mostrar los mundos próximos en los que fija su atención: los ancianos, los enfermos, la intimidad de las parejas o la familia.
Esta es la mayor retrospectiva de su obra realizada hasta la fecha con más de doscientas fotografías.

View of Battery Plaza, New York City Vista de Battery Plaza, Nueva York 1975
La primera cámara que tuvo Nicholas Nixon fue una Leica, siguiendo el modelo de Cartier-Bresson, cuya obra es de las primeras que le impactan. Pero muy pronto empieza a explorar las posibilidades de las cámaras de mayor formato, con una de 4 x 5 pulgadas. Con ella toma las imágenes que abren esta exposición: vistas de los alrededores de la ciudad de Albuquerque, unos espacios nuevos en la frontera entre la ciudad y el desierto, un trabajo de sorprendente madurez para un joven estudiante de fotografía.
Algunos elementos que encontraremos en su primera serie importante, las Vistas de ciudades, ya aparecen en estas fotografías: la claridad, la definición, la visión desde un punto elevado. Coincidiendo con su traslado a Boston, Nixon da un paso más, pues ya se ha decidido por el uso de la cámara de gran formato, de 8 x 10 pulgadas, su principal herramienta a partir de ahora. Con ella, el negativo es tan grande que no requiere ampliación y el resultado son imágenes de una nitidez extraordinaria.
Las vistas de Boston y Nueva York forman parte de la primera serie desarrollada por Nixon entre los años 1974 y 1975. Estas fotografías formaron parte de una de las exposiciones más influyentes de la historia de la fotografía que organizó en 1975 la George Eastman House, New Topographics: Photographs of a Man-altered Landscape.
A partir de 1977 Nixon se centra principalmente en el retrato, género que encaja con sus intereses y valores personales que se trasladan a su trabajo diario. Recorre con su cámara los márgenes del río Charles, cerca de Boston, y más tarde otros barrios pobres del sur, de Florida o Kentucky. Las fotografías se sitúan en la ribera del río, en las playas y sobre todo en los porches de las casas, espacios de transición entre lo público y lo privado. Un proyecto que le llevará hasta 1982, mientras afina cada vez más su habilidad para el uso de la cámara de gran formato, como si se tratara de una cámara manual ligera que pasara desapercibida. Las imágenes no pierden nunca su frescura a pesar de lo complejo y largo del proceso, y las composiciones se complican conforme va avanzando la serie.
Hacia 1984 se produce un nuevo giro en la obra de Nixon. Empieza a fijarse en un tema que se acabará convirtiendo en la nueva serie que le ocupará también durante el año siguiente y al tema que ha vuelto recientemente: los ancianos alojados en residencias que visitaba como voluntario.

F.K., Boston 1984
Este trabajo le ocupará varios años, aunque el tema tratado será recurrente a lo largo de varias décadas por su trabajo como voluntario en centros de mayores y hospitales. Ahora existe una relación nueva entre el fotógrafo y los retratados, a los que conoce personalmente. La experiencia directa y el interés por las personas al final de sus vidas están presentes de aquí en adelante. También hay un cambio notable en la manera de abordar el tema, un acercamiento físico; toma primeros planos, a veces detalles de manos o de rostros extenuados que atesoran toda una vida.
El siguiente proyecto que aborda Nixon, tiene una evidente continuidad con la serie anterior. Se trata de People with AIDS (1988), que más tarde tomó forma de libro. En él, recoge la secuencia de quince vidas afectadas por el sida, así como cartas y conversaciones transcritas por Bebe, su mujer. Algunos artistas e intelectuales, que veían cómo morían amigos y conocidos, tuvieron un papel activo en dar visibilidad a la enfermedad y en tratarla como tal, por encima de significados morales o sociales. Nixon no es un activista, pero en este proyecto se implicó de una manera muy clara para ofrecer una crónica honesta y real de estas vidas al adentrarse en su privacidad, para comprender el sufrimiento de los enfermos y sus seres cercanos.
Nixon comenzó a fotografiar a su mujer desde que se conocieron en los años setenta, a su hijo Sam desde su nacimiento en 1983, y dos años más tarde a su hija Clementine. Nixon se recrea en la intimidad, la proximidad de su cámara sugiere algo táctil, como si les acariciara con su cámara. Las fotografías de sus hijos se extienden hasta la edad adulta; Bebe, en cambio, ha sido un tema permanente, donde toma forma visual la intensidad de su relación. Sus retratos transmiten pasión, que se hace aún más evidente con los años. Esta colección de imágenes se convierte en un diario de su vida en común, pues Nixon trabaja de manera continua y Bebe está siempre ahí, presta a una colaboración gracias a la cual existen algunos de los retratos más intensos de la fotografía contemporánea, tanto como los de Rebecca Strand o Georgia O’Keeffe un siglo atrás.

J.A., E.A., Dorchester, Massachusetts 2001
A partir del año 2000 Nixon no trabaja con series cerradas, sino que vuelve una y otra vez sobre sus principales obsesiones. En su serie Parejas no prepara las escenas, sino que participa de ellas, y cuando ha creado un clima de confianza, la fotografía surge sola, él solo tiene que disparar. Torsos, brazos, bocas, formas casi abstractas que hablan de la intensidad tanto física como emocional que hay en una relación. El desnudo en fotografía nunca ha sido fácil, pues se ha asociado más con el sexo que con el retrato; de ahí el valor de estas fotografías que transmiten intimidad, pasión, gozo, imágenes cotidianas de cómo compartimos nuestras vidas. En la primera década de este siglo Nixon vuelve a subir a las azoteas de Boston en una nueva versión de las vistas de los años setenta. Es un fotógrafo de largo recorrido, su carrera se adentra ya en la quinta década no habiendo dejado nunca de investigar y de experimentar.
Esa atracción intensa que siente hacia sus proyectos sobre los que vuelve a lo largo de los años, le lleva a plantear una mirada diferente hacia la ciudad, cuyas formas son un elemento definitorio: la extraordinaria confusión visual que crean las rondas de circunvalación de las ciudades, la confrontación entre la ciudad antigua y la nueva, que se mezclan como en un jardín exótico donde las plantas autóctonas sobreviven entre las foráneas. Vistas lejanas, vistas próximas le sirven también de excusa para seguir experimentando con un formato aún mayor de cámara, la de 11 x 14 pulgadas, que permite ver mucho más de lo que percibe el ojo a simple vista.
La obra de Nixon ha ido madurando hacia temas más íntimos, más personales, que exploran los contenidos de su obra anterior, donde la atracción por la abstracción y la síntesis se vuelven principales. En la última década Nixon se ha centrado en el retrato: primeros planos, a veces solo el rostro, desnudos sobre todo. En ellos se elimina lo superfluo para enfocar mejor el personaje. Su concentración en el rostro tiene que ver con la confianza en la expresión individual, en el poder del sujeto y en el papel que desempeña en su propia representación, incluida la complicada relación de uno mismo con su cuerpo. Nixon facilita la imprescindible interacción entre fotógrafo y modelo para romper esa barrera. Como resultado se nos muestra una amplia diversidad de motivos: recién nacidos, niños, enfermos hospitalizados, ancianos que nos muestran la fragilidad y la misteriosa capacidad de resistencia del ser humano.
La serie Las Hermanas Brown es, sin duda, la obra más conocida de Nicholas Nixon; la componen los retratos de su mujer Beverly Brown (Bebe) y de sus tres hermanas, tomados cada año desde 1975. Desde este sencillo punto de partida, Nixon ha creado una de las investigaciones sobre el retrato y el tiempo más convincentes de la fotografía contemporánea.
- The Brown Sisters, 2016 Fundación MAPFRE collections FM002498
- The Brown Sisters, 1995 Fundación MAPFRE collections FM000361
- The Brown Sisters, 1975 Fundación MAPFRE collections FM000341
Estas fotografías tienen cierto aire de álbum familiar que nos retrotrae a momentos y emociones pasadas. Pero lo que desconcierta y fascina de esta serie, a medio camino entre la objetividad documental y la intimidad emocional, es el cambio, el ritmo dentro de la reiteración. Cada fotografía va tomando cuerpo y sentido al unirse a las demás, y es dentro de la serie donde adquiere toda su fuerza.
Esta serie fue la primera adquisición que inició la colección de fotografía de la Fundación MAPFRE en 2009. Forma igualmente parte de las importantes colecciones como el MoMA de Nueva York, el Museum of Fine Arts de Houston, la National Gallery of Art de Washington, o la Fundación A de Bruselas. Cierra la exposición un pequeño grupo de fotografías, de entre las últimas que ha realizado Nicholas Nixon. Son menos significativas en cuanto al tema pero grandes en cuanto a su contenido.
La mirada de Nixon se detiene en las escaleras de su casa, donde hay unas hojas esparcidas como constelaciones, en las cortinas mecidas por el aire, en la mirada de un personaje en un cuadro que siempre estuvo ahí, en la última luz de la tarde que genera un juego de sombras en el porche. La luz, siempre presente en su obra, y la casa, ese paraíso interior, mínimo y real. Estas fotografías no tienen ninguna función relevante, simplemente buscan el puro placer, la magia renovada de la fotografía que evoca momentos que nunca se repetirán.