La campaña Slow Down, a la que se ha unido Fundación MAPFRE, insiste en que el hecho de respetar o no los límites de velocidad en zonas con usuarios vulnerables puede marcar la vida de una persona, de una víctima de accidente. Ana Novella Reig, presidenta de Stop Accidentes lo sabe por experiencia propia.
TEXTO: ISABEL PRESTEL
Dos datos fundamentales para entender la importancia de la campaña de Naciones Unidas, Slow Down: en un accidente de tráfico, la gravedad de las heridas depende principalmente de la velocidad del vehículo; siete de cada diez personas no respeta los límites de velocidad en zonas con usuarios vulnerables. Es difícil entender hasta qué punto estas dos afirmaciones pueden marcar la vida de una persona, de una víctima de accidente. Salvo que se cuente en primera persona. Ana Novella Reig, lo hace.
Y aún se emociona cuando lo cuenta, a pesar de que han transcurrido casi 16 años desde entonces. «Fue el 27 de octubre de 2001, un sábado por la mañana. Mi marido se llevó a los niños (Jorge, de 9; Pablo, de 5) a dar un paseo por el centro de la ciudad de Valencia, donde vivimos. Cuando se dirigían a casa, se paró en un semáforo, esperando a que se pusiera verde. De repente, oyó un chirrido de ruedas y vio un coche que a toda velocidad se acercaba a ellos saltándose los semáforos en rojo. Él le dio un empujón al mayor para apartarlo del peligro; pero al pequeño solo le dio tiempo a cogerle de la mano. El coche se subió a la acera, arrolló a Pablo, le arrancó de la mano de su padre y le mató en el acto». En el vehículo iban dos chavales sin carnet; al volante, un menor de edad. Pero eso no era lo peor. «Iban a más de 95 km/h por una vía de dos carriles», relata la presidenta y delegada en la Comunidad Valenciana de Stop Accidentes, organización sin ánimo de lucro que conoció un tiempo después de perder a su hijo pequeño. «En cuanto contacté con ellos me di cuenta de que su causa era mi causa. Y decidí implicarme como voluntaria».
Esa causa no es otra que tratar de concienciar a la ciudadanía de que la mayoría de los accidentes se podrían evitar. «La sociedad tiene asumido que hay una serie de muertes al año por accidentes de tráfico; que son cosas que pasan. Pero no debemos conformarnos…» Y uno de los mejores sistemas para hacerlo es tan sencillo como respetar los límites de velocidad.
En un accidente de tráfico, la gravedad de las heridas depende principalmente de la velocidad del vehículo
Moderar la velocidad salva vidas
De ahí Save Lives #SlowDown, el nombre de la campaña de Naciones Unidas (ONU) coordinada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y secundada por Fundación MAPFRE con una intensa campaña en redes sociales para la que contó con la colaboración de sus empleados en todo el mundo. Porque, como se dice en la web de Naciones Unidas, www.unroadsafetyweek.org: «La velocidad excesiva es uno de los principales factores de riesgo. Cuanto mayor sea la velocidad, mayor será el riesgo de sufrir un accidente y mayor será la gravedad de las consecuencias del mismo. La velocidad excesiva también afecta al resto de usuarios de la vía pública, como los peatones o los ciclistas. Reducir la velocidad significa aumentar la seguridad».
Ana Novella Reig lo sabe por experiencia propia, pero también por lo que ven en la asociación: «En cerca de un 90% de los accidentes de tráfico, el exceso de velocidad está presente. Aunque haya alcohol o drogas, también hay exceso de velocidad, precisamente por la euforia que esas sustancias provocan en los conductores. En otros casos, las causas están relacionadas con las distracciones del conductor. Pero una distracción a velocidad controlada o con exceso de velocidad, puede marcar la diferencia entre vivir o morir». Así de categórico.
Detrás de esta conclusión está la física: «Cuanto menor sea la velocidad, menor energía cinética o de movimiento soportará tanto el vehículo como el conductor o los pasajeros. Por lo tanto, en caso de colisión con otro vehículo o con un objeto estático, como un árbol o un muro, se liberará menos energía. Parte de esa energía liberada será absorbida por los objetos implicados en la colisión y parte por el cuerpo humano, causando traumatismos. El cuerpo humano es vulnerable y solo es capaz de soportar una determinada cantidad de energía sin sufrir traumatismos graves», aseguran los de la ONU. Pero además hay que tener en cuenta que cuanto menor sea la velocidad, menos distancia se recorre mientras se toman decisiones o se actúa para evitar una posible colisión: distancia de reacción. Del mismo modo, cuando se viaja a menor velocidad, el vehículo necesitará menos tiempo para detenerse al frenar: distancia de frenado. Por otro lado, a más velocidad, menor visibilidad lateral.
«La sociedad tiene asumido que hay una serie de muertes al año por accidentes de tráfico; que son cosas que pasan. Pero no debemos conformarnos…»
Respetar las normas es respetar a los demás
Todos esto cobra especial importancia cuando hablamos de zonas transitadas por usuarios vulnerables donde el límite de velocidad es, por lo general, más reducido que en el resto de vías urbanas, debido a la fragilidad de sus viandantes, en especial niños y ancianos. Sin embargo, un estudio presentado por Fundación MAPFRE el pasado mayo asegura que los vehículos que circulan por estas vías respetan en muy pocas ocasiones los límites máximos de velocidad establecidos. Y que cuando el límite máximo de velocidad es menor, el grado en el que se excede es mayor.
Novella Reig opina que una de las principales razones de esta falta de respeto a las normas es esta: «Nos creemos inmunes, nunca pensamos que nos vaya a pasar nada a nosotros, porque conducimos bien. Pero quizás el otro no conduzca igual de bien; o tal vez tengamos una distracción». Por eso en Stop Accidentes insisten en que «las normas están puestas por algo. No cuesta tanto ir a 80 si es lo que te marca. La diferencia de tiempo de viaje es muy corta y lo que importa es llegar». Y añade: «Respetar las normas es respetar a los demás».
Lo dice desde la perspectiva de quien ha sufrido una situación realmente dramática: «Mi hijo no estuvo enfermo ni cruzó mal, ni estaba donde no debía. A mi hijo le mataron. Con el tiempo aprendes a vivir con esa nueva situación que ha cambiado tu vida: la que tenías salta por los aires. Se puede aprender a vivir de nuevo. Pero superarlo, no lo superas jamás».