«Los que somos conocidos debemos aprovecharlo para dar visibilidad a los problemas de los demás» 

Carmen Posadas, la escritora uruguaya de 63 años, nos recibe en su casa, en pleno centro de Madrid. Está feliz. Disfruta de la vida todo lo que puede. Reconoce que el destino le ha brindado una «prórroga», que le permite caminar sin prisas y dar las explicaciones justas. Esa «segunda juventud», como ella denomina, también le permite acercase más y mejor a las personas que lo necesitan, a los olvidados del mundo. «La felicidad debe venir porque estamos mejorando, porque hacemos cosas productivas», afirma.

TEXTO: NURIA DEL OLMO                 FOTO: DOLORES POSADAS

 

Nuestra revista La Fundación quiere destacar la labor social, silenciosa, y en muchos casos desconocida, que llevan a cabo muchos profesionales. ¿Por qué cree que es importante comprometerse con los más desfavorecidos? ¿Qué la empujó?

Siempre he pensado que cualquier persona que tenga una proyección pública tiene el deber de utilizarla para dar visibilidad a aquellos que no la tienen. Yo me lo he planteado, no porque sea buena persona sino porque creo que es mi obligación. Trato de ayudar en todo lo que puedo y colaboro con todos los que me lo piden, sacando tiempo de donde sea. Descubres que el hecho de dar produce una enorme felicidad. Y realmente cuesta tan poco, ¿por qué privarse?

¿De qué forma colabora con Acción contra el Hambre. ¿Por qué eligió esta asociación?

Como miembro del patronato de esta asociación, viajo con ellos al menos una vez al año conocer de cerca la realidad de muchas personas. Hemos estado ya en la franja de Gaza, un lugar que está viviendo una situación terrible, y en Georgia, para averiguar cómo estaban evolucionando los países de las ex repúblicas soviéticas. En marzo del año pasado, el país elegido fue Perú, donde dicha entidad desarrolla más de 1.400 iniciativas. El objetivo de este viaje solidario fue ver, de primera mano, cómo evolucionan sus proyectos que no solo están ayudando a combatir la malnutrición sino que, además, proporcionan puestos de trabajo a las madres de familia. ¿Cómo fue la experiencia? Fue muy interesante. Perú es un país que ha crecido mucho en los últimos años, pero donde las desigualdades aumentan cada día. Se ha logrado erradicar la desnutrición aguda pero a cambio ha surgido un enemigo invisible e implacable llamado anemia crónica. A diferencia de otras ONG, que han intentado incorporar suplementos alimenticios en la dieta de los niños, algo en contra de la cultura de estas personas, el proyecto de Acción contra el Hambre dio con la solución. Se pensó que la mejor manera de añadir hierro a una dieta defectuosa era desenterrando las viejas recetas de los incas, en concreto el charqui y la sangrecita, que es simplemente la sangre de los animales, la misma que en España usamos para hacer morcillas. De este modo se ha logrado erradicar esta enfermedad, que hasta hace poco afectaba a cuatro de cada diez menores de 3 años.

«El proverbio Dale un pez a un hombre, y comerá hoy. Enséñale a pescar y comerá el resto de su vida lo resume todo»

¿Cómo cree que podemos ayudar a que estos países reduzcan sus niveles de pobreza y desigualdad?

El proverbio «Dale un pez a un hombre, y comerá hoy. Enséñale a pescar y comerá el resto de su vida» lo resume todo. Creo que la educación es la clave del desarrollo.

¿En qué consiste su participación en la iniciativa «Vidas en progreso» de Paz y Desarrollo?

Es un magnífico proyecto de una pequeña ONG, con la que me encantó colaborar, que nos dio a mí y a otras cuatro escritoras, Almudena Grandes, Mara Torres, Rosa María Calaf y Ángeles Caso, la oportunidad de presentar un libro de relatos breves que narraban la historia, con final feliz, de cinco mujeres del Tercer Mundo, personas líderes y referentes en su lucha por alcanzar la justicia de género y el reconocimiento social en países con gran discriminación.

¿Qué es lo que le produce mayor felicidad en estos momentos de su vida, lo que más ilusión le hace?

En primer lugar está mi familia. Somos muy tribu. Luego, estoy yo, y el momento que atravieso, que es una especie de tregua que la vida me está dando, una etapa que agradezco y disfruto, después de tantos años en los que te obligas (como todas las mujeres) a ser la mejor en tu trabajo, la mejor amiga, la mejor madre y esposa. Pensamos mucho en los demás pero muy poco en nosotras mismas. A partir de los 50 años la vida te da una segunda juventud y la sensación de libertad es otra.