«No se puede conservar lo que no se conoce». Este es el lema del programa Yo conozco mi fauna, que desarrolla la organización ambiental AVAFES Canarias con el apoyo de Fundación MAPFRE Guanarteme. Se trata de enseñar a escolares y colectivos de personas con discapacidad a conocer las costumbres de los animales silvestres de su entorno, pues solo así se sentirán impulsados a quererlos y cuidarlos.
TEXTO: RAQUEL VIDALES FOTOS: AVAFES CANARIAS

 

«Hola. Me llamo Víctor. Os voy a decir una cosa muy importante sobre las tortugas. Las tortugas no comen algas, sino medusas porque su aparato digestivo está preparado para digerirlas. Pero si tiramos vasos de plástico al agua, las tortugas pueden confundirse, pensar que son medusas y tragárselos. Y entonces pueden morir». Víctor, que cuenta esto en un vídeo promocional, es uno de los más de 6.000 niños canarios que en los últimos diez años se han convertido en vigilantes verdes tras asistir a los talleres de educación ambiental que regularmente organiza la asociación AVAFES Canarias para escolares y colectivos de personas con discapacidad. ¿Y qué significa ser vigilante verde? Básicamente, ser guardián de la naturaleza, atender a los animales en peligro, explicar a los demás lo que se debe o no se debe hacer para ayudar a conservar el entorno natural.

En 2008 un grupo de estudiantes de veterinaria empezaron a darle vueltas a la necesidad de hacer llegar a la sociedad las realidades que se viven todos los días en un hospital de fauna silvestre: animales heridos o en estado crítico por la acumulación de basura en el mar, la dispersión de sustancias tóxicas por la naturaleza, los atropellos, la contaminación lumínica… Pero se dieron cuenta de que para que los ciudadanos se sensibilizaran con estos problemas debían primero crear un vínculo entre ellos y los animales: verlos de cerca, tocarlos, sentirlos, ponerles nombre incluso. Y de esta forma empezaron a trabajar siguiendo una máxima: «No se puede conservar lo que no se conoce».

Así nació ya hace una década Yo conozco mi fauna, un programa de cursos que se desarrolla en hospitales de fauna y espacios naturales para que los niños canarios aprendan las costumbres de las diferentes especies de animales silvestres que viven en las islas: qué come una tortuga, que necesitan el pinzón azul o el guirre (aves en peligro de extinción) para sobrevivir, qué hacer si uno se encuentra con un animal herido… Una vez asimilado todo esto, a través de juegos y vídeos, los asistentes se convierten en vigilantes verdes, lo que significa que se comprometen a cuidar y hacer que los demás cuiden la naturaleza.

Y lo asumen de buena gana, como una misión de verdad importante, pues han visto con sus propios ojos las fatales consecuencias que puede tener un simple descuido. Pero poco a poco, tras la experiencia de los primeros años, los organizadores de AVAFES notaron que faltaba algo. «Nos dimos cuenta de que a los talleres a veces asistían personas con necesidades especiales (discapacidad intelectual, física, enfermedad mental) pero que nuestras actividades no estaban adaptadas. Veíamos que podían disfrutar de estas actividades tanto o más que el resto, pues el contacto sensorial con la naturaleza es muy beneficioso en general, así que nos planteamos un nuevo objetivo: organizar cursos específicos para estos colectivos», explica el biólogo Federico González Moreo, coordinador del proyecto.

En 2013, con el apoyo y la aportación económica de Fundación MAPFRE Guanarteme, se desarrollaron los primeros talleres para personas con discapacidad y en riesgo de exclusión. Desde entonces decenas de usuarios de asociaciones canarias dedicadas a estos colectivos han incorporado a sus vidas la filosofía de los vigilantes verdes. Incluso dos de ellos, Wendy García y Juan Carlos Álamo, se han convertido en protagonistas de uno de los vídeos que los monitores utilizan como herramienta de enseñanza en los cursos. Wendy es Violeta y Juan Carlos interpreta a Leoncio: los dos vigilantes verdes que van mostrando las peculiaridades de las especies autóctonas y los peligros a los que les exponen los propios humanos.

Los vigilantes verdes se comprometen a cuidar y hacer que los demás cuiden la naturaleza

El trabajo de AVAFES y la Fundación con estos colectivos está logrando resultados que van más allá de la educación ambiental. «Por un lado, claro está, los que participan en los talleres se sensibilizan con la necesidad de cuidar la naturaleza. Pero por otra parte para ellos esto es también una actividad integradora que produce muchas satisfacciones pues no solo organizamos cursos, sino también excursiones, limpiezas de playas… Algunos incluso están haciendo prácticas para convertirse en ayudantes de los monitores ambientales, lo que a su vez, aparte de encaminarles hacia un empleo, les da visibilidad y normaliza su presencia en los colegios», subraya González Moreo.

«El mar está sucio y los peces se están muriendo porque la gente tira basura al mar», dice un alumno en un vídeo de AVAFES. «Y se acabó para nosotros también. ¿Dónde vamos a bañarnos?», insiste otro. Porque ellos ya están concienciados y saben que lo que se conoce y disfruta invita a ser conservado.

 

El plástico, la gran amenaza

Uno de los mayores enemigos de la naturaleza y quizá una de las cosas que más teme un vigilante verde es el plástico. Más de ocho millones de toneladas de plástico llegan a los océanos cada año, cifra que equivale a verter un camión de basura de plástico cada minuto, según un reciente estudio publicado por el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Unep, por sus siglas en inglés).

Se calcula que el plástico mata cada año a un millón de aves marinas y a más de 100.000 mamíferos marinos y tortugas. Mueren al ingerirlo, por intoxicación, asfixia o atrapamiento. Lo peor es que una botella de plástico, por ejemplo, puede tener una vida de 450 años y durante ese periodo puede matar una y otra vez a diferentes animales.

Todas las especies de tortugas marinas, por ejemplo, comen fragmentos de plástico. También engullen bolsas, que confunden con medusas, una de sus presas habituales. A menudo esto les conduce a una muerte agónica. Lo mismo ocurre con animales filtrantes, como los mejillones. Incluso los seres microscópicos que componen el plancton marino comen microplásticos. Los plásticos en el mar, además de su propia toxicidad, atraen y acumulan los tóxicos presentes en el agua de mar.

Las playas, limpias

El programa Yo conozco mi fauna no se limita a la organización de cursos de educación ambiental para niños y colectivos de discapacitados. Desde sus inicios los talleres se han complementado con actividades puntuales como excursiones para observar fauna, jornadas de liberación de fauna silvestre y sesiones de limpieza de playas canarias.

Cristian, José e Israel, tres jóvenes usuarios de Actrade (Asociación Canaria de Personas con Trastornos Generalizados del Desarrollo), fueron los encargados de liberar en 2013 a dos tortugas bobas que habían pasado varios meses de rehabilitación en el Centro de Recuperación de Fauna Silvestre de Tafira. En su día los dos quelonios se quedaron enredados en redes y basura y eso les provocó daños en las aletas, lo que hizo que los veterinarios decidieran sacarlos durante una temporada de su espacio natural para curarlos.

Una vez restablecidas, AVAFES se encargó de organizar una jornada para devolver a las tortugas a su entorno y aprovecharon para organizar una jornada de liberación con asociaciones dedicadas al autismo en el Día Mundial del Autismo, con el doble objetivo de ser una actividad lúdica de concienciación ambiental y de visibilización e integración para personas con este trastorno.

Otra actividad que se desarrolla dentro del programa Yo conozco mi fauna es la limpieza de playas. Periódicamente voluntarios de AVAFES realizan convocatorias que no solo sirven para recoger basura, sino también para motivar y concienciar a la sociedad de la necesidad de cuidar el entorno natural. Bolsas de plástico, anzuelos y trozos de rafia son especialmente peligrosos para las especies silvestres que viven en las aguas canarias.

En la última jornada, que se desarrolló en la playa del Cabrón en octubre del año pasado, participaron 30 personas de las asociaciones para la inclusión social y laboral de las personas con distintas discapacidades ADEPSI y APADI. La actividad comenzó con una charla de sensibilización y terminó con el reparto de ceniceros entre las personas que se encontraban en la playa y la liberación de pollos de pardela recuperados en el Centro de Recuperación de Tafira. En algunas ocasiones los plásticos recogidos en las sesiones de limpieza de las playas han sido utilizados posteriormente como material de talleres artísticos y reciclaje.