Pedagogos y docentes son cada vez más críticos con el sistema tradicional de enseñanza, es decir, las clases magistrales en las que el profesor es el protagonista. En la sociedad de Internet y la inmediatez informativa, los alumnos necesitan otras herramientas, otras metodologías. Por suerte, algunas se aplican ya.
TEXTO: CRISTINA BISBAL FOTOS: MÁXIMO GARCÍA
9.00 h de la mañana: el profesor entra en clase. Los alumnos se callan y escuchan durante cerca de 60 minutos lo que el docente les cuenta. Algunas veces toman apuntes. Otras, subrayan el libro. A menudo no se enteran de lo que dice el profesor porque lo encuentran aburrido y alejado de su realidad, así que aprovechan el paso de una mosca para distraerse o incluso tratan de sacar el móvil disimuladamente para mandar un WhatsApp o echar un vistazo a su Instagram. Al rato suena una sirena: la clase ha terminado. Los alumnos cierran libros y cuadernos y el profesor se va. Es lo que se llama una clase magistral. Lo que han hecho toda la vida los profesores para enseñar, y los estudiantes para aprender. Pero, ¿sigue siendo un sistema válido en pleno siglo XXI? Son muchos los profesionales y expertos que piensan que ha quedado obsoleto.
Lo piensa, por ejemplo, Richard Gerver, un profesor que en 2002 convirtió el desangelado colegio que dirigía a las afueras de Nottingham, en un ejemplo de innovación que atrajo a intrigados colegas de 50 países. Sus teorías pueden leerse en libros como Creating tomorrow’s schools today (Creando las escuelas del mañana hoy, 2010). «El sistema actual solo aprecia lo académico, y necesitamos crear una experiencia educativa más amplia que ayude a los jóvenes a encontrar aquello que les interesa y a descubrir su propio talento. Para que eso sea posible, hay que aumentar la cantidad de experiencias que los niños tienen a lo largo de su trayectoria educativa. Eso se consigue proporcionando oportunidades para que dichas experiencias surjan en la escuela, dando a todas el mismo valor».
Algo no va bien. Lo indica cada año el informe Pisa, la prueba internacional más reconocida del mundo, en la que los alumnos españoles suspenden casi de manera sistemática. Pero sobre todo lo dicen los datos de fracaso escolar. Según la Encuesta de Población Activa (EPA) de España, referida a 2015, un 19,97% de los jóvenes que ahora tienen entre 18 y 24 años dejó de estudiar al acabar la ESO. Una de las razones de este fracaso tiene que ver con la falta de motivación del alumno. Luis Cacho, musicólogo y presidente de la Fundación Promete opina: «Tenemos que implicar al alumno en su propio aprendizaje para duplicar las tasas de éxito escolar».
De estos datos se deduce que el sistema educativo necesita un cambio estructural importante. ¿Por qué ahora más que nunca? Porque, como dice Gerver, el alumno de ahora no se parece a los alumnos que nosotros fuimos y de adultos no se parecerán a los adultos que somos ahora. Todo un reto para los profesores que han de enfrentarse a ellos cada día en el aula, que han de buscar nuevas herramientas y nuevas fórmulas para sus nuevos alumnos. Es lo que se llama innovación educativa.
Este nuevo sistema puede pasar por la búsqueda de la personalización y la introducción de diferencias en el aula; por la utilización del juego como método pedagógico; el uso responsable de las TIC (Tecnologías de la Información y la Comunicación) y el flipped learning o aprendizaje al revés. Son algunos de los nuevos métodos que se están empleando ya en algunas escuelas españolas. Y de los que hablan los cuatro ponentes de las Jornadas de Innovación Educativa organizadas por Fundación MAPFRE y la Organización de Estados Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OEI), enmarcadas dentro del proyecto Educa tu Mundo de Fundación MAPFRE cuyo objetivo es promover la educación en valores, difundir la cultura, fomentar hábitos saludables y difundir la educación financiera y aseguradora.
En busca de la escuela igualitaria
Fernando Trujillo Sáez. Doctor en filología inglesa y profesor de la Universidad de Granada.
¿Por qué es necesaria la innovación educativa?
Estamos ante nuevos contenidos para gente nueva y en cierta medida ante un para qué. Vivimos en un mundo de continuos cambios (tecnológico, económico y hasta legislativo) muy acelerado y la escuela vive siempre en un tiempo lento. Estamos en un momento de una gran incertidumbre en el que el futuro menos probable es aquel en el que nada cambia.
El estudiante de ahora poco tiene que ver con el de hace unos años. ¿Es la falta de motivación una de las diferencias?
En la mochila del estudiante del siglo XXI, la motivación no está incluida. Nuestros chicos y chicas viven en un mundo con alta saturación de estímulos (videojuegos, mundos virtuales…), todo esto hace que hoy en día la motivación se tenga que «cocrear» en el aula.
¿Cuáles son los retos de la escuela en el siglo XXI?
Debe garantizar el éxito para todos los estudiantes en todos los lugares. Independientemente del barrio, región o país en el que se viva. Solo cuando se garantiza el éxito para todos estamos creando una sociedad igualitaria, democrática, libre. Una educación que no aspira al éxito de todos va a crear una sociedad, como mínimo, a dos velocidades, por lo tanto, no será justa. Hay que reducir la distancia entre los chicos y chicas que obtienen buenos resultados y los que obtienen malos resultados. No podemos estar satisfechos con las tasas de fracaso escolar. Además, hemos de enseñar en el presente posicionados para el futuro, un futuro que tal vez no viviremos. Y hay que conseguir que nuestros chicos hagan el camino con valentía, autonomía y competencias para vivir ese futuro.
«Una educación que no aspira al éxito de todos va a crear una sociedad, como mínimo, a dos velocidades y, por lo tanto, no será justa»
Una de las claves que reclamas como fundamental son las tutorías…
Es una palabra que se ha cargado de vejez, que genera una especie de cansancio inmediato. Pero el aprendizaje es una actividad individual que se juega en grupo, y la tutoría es el recurso de calidad para que esa tarea se desarrolle de manera eficaz. La tutoría es la clave para la educación inclusiva. Es el sistema de ver al estudiante como persona. Porque ayuda a obtener información de la familia, del alumno, de sus padres, de cómo vive esa familia y qué le preocupa.
Y la tecnología, ¿qué papel juega en todo esto?
La tecnología tiene un impacto en nuestra manera de aprender y hoy el ciudadano no solo tiene que retener datos (que sigue siendo importante) también tiene que ser capaz de explorar, observar, experimentar. Es un aprendizaje en realidad más complejo que el que nosotros tuvimos. Y en este sentido, el aprendizaje basado en proyectos (ABP) sigue ofreciendo recursos y propuestas de reflexión para el docente, con una base tecnológica y una clara orientación social.
¿Qué ofrece el ABP a los chicos?
Básicamente consiste en tres pasos. Vamos a proponer a nuestros estudiantes un desafío (porque nuestros estudiantes viven en continuos desafíos: en videojuegos, en redes sociales…) para buscar información de calidad, útil y fiable. A continuación hemos de acompañar a nuestros estudiantes a procesar esa información y a sacar conclusiones con valor científico, aceptables. Y a partir de ahí, crear artefactos, a menudo tecnológicos como libros electrónicos, presentaciones, cómics…
¿Y cómo se evalúa?
La nueva evaluación tiene que ser una herramienta para caminar hacia el éxito y por eso hemos de buscar una evaluación alternativa. Un proyecto educativo con mucho fracaso escolar, no es un buen proyecto educativo. Porque hay que ir más allá de las aulas, que miremos el entorno social y que pidamos que el entorno social nos acompañe en el proceso de cambio. Y tener en cuenta las circunstancias del chico cuando llega a su casa.
Las TIC como herramienta de innovación.
Tamara Díaz Fouz . Doctora en educación y licenciada en psicología.
Como experta en innovación educativa, ¿son las TIC absolutamente necesarias para educar hoy en día?
Las tecnologías son una herramienta, son un instrumento más que debe estar al servicio de la pedagogía. Por lo tanto no son imprescindibles. Hay propuestas en el ámbito de la educación tremendamente innovadoras que no utilizan ningún tipo de tecnología y responden a procesos de cambios y mejora. Innovar en educación es mucho más que incorporar tecnología.
¿Por qué la innovación en la educación es ahora más necesaria que hace 10 años?
Siempre ha sido importante, entendiendo la innovación como un proceso de cambio y mejora que busca producir transformaciones. En la medida en que tenemos un contexto diferente en cuanto a las tecnologías se refiere, con cambios vertiginosos que se producen a gran velocidad, sí debemos ser capaces de responder a mayor velocidad. Nuestros alumnos están en un contexto que requiere que respondamos a un ritmo que antaño no se requería.
La aparición (invasión quizás) de las TIC, ¿hace más difícil educar?
Educar, de partida es una tarea muy complicada. Pero es cierto que nuestro alumnado está mucho más expuesto a la información. Y de manera inmediata. Digamos que antes toda la información procedía del maestro y la enciclopedia; y ahora hay más competidores. De modo que ya no es tanto dar información, como que el alumno sea capaz de discernir la información útil de la no útil. Porque también reciben desinformación. Lo que es la infoxicación, la intoxicación por exceso de información. Y es importante saber discriminar qué fuentes son fiables. Por eso, no creo que educar sea más difícil. Creo que es distinto, que requiere otras competencias.
«Las redes sociales son una especie de agujero negro donde tú mandas un mensaje y, si no eres capaz de manejarlo, no sabes
hasta dónde puede llegar: a cientos de miles de personas»
Competencias, entiendo, requeridas por el profesor…
En efecto. En ese sentido, el trabajo del profesor ha cambiado. Ya no es un mero emisor y el alumno un mero receptor. El docente tiene que ser capaz de motivar al alumno y conseguir que sea competente para aprender a aprender a lo largo de toda su vida. Ha cambiado el tipo de habilidades que se requieren en un profesor.
¿Se trata más de usar las tecnologías en el aula o de enseñarles a usarlas de manera responsable?
Es cierto que es interesante usar las herramientas en el aula, pero es el alumno quien debe usarlas. Es labor del docente hacer al alumno responsable del uso que hace de la tecnología, dentro y fuera del aula. Por eso hay que sensibilizar del alcance que tienen estas herramientas sobre todo respecto a Internet y las redes sociales. Hay que enseñarles a hacer un uso ético, razonado, con límites; mostrarles las consecuencias que puede tener un mal uso o un uso no adecuado.
Creo que a pesar de todo lo que se les dice, no tienen conciencia de lo que significa el uso de la tecnología.
Las redes sociales, por ejemplo, son una especie de agujero negro donde tú mandas un mensaje y, si no eres capaz de manejarlo, no sabes hasta dónde puede llegar: a cientos de miles de personas. O que la fotografía que tú envías a una persona concreta, en décimas de segundo puede ser vista al otro lado del mundo. A los adultos nos cuesta tener conciencia, y a los chicos, aún más. Es muy fácil que se te vaya de las manos. Y hay que tener en cuenta que los adultos no hemos crecido en este entorno, de modo que nos cuesta más educar en lo que significa.
Gerver (y usted) dice que esta es la generación más sofisticada. ¿Qué beneficios y qué perjuicios implica para ellos?
Yo creo que hace referencia a que es una generación con acceso inmediato a la información, con estimulación constante, para quienes el entorno es muy rápido. Una de las principales desventajas es la diferencia entre el contexto en el que viven y el contexto de su modelo pedagógico. Estos chavales necesitan más motivación, necesitan retos. Hay un enorme contraste entre el modo de enseñanza y su modo natural de divertirse, relacionarse…
¿Y si damos las clases al revés?
Manuel Jesús Fernández. Docente de Ciencias Sociales.
¿Se ha quedado anticuada la forma de enseñar?
Hoy nos comunicamos, nos informamos y nos relacionamos de forma muy diferente a como lo hacíamos tan sólo hace 10 años y, sin embargo, la escuela no ha evolucionado apenas. La estructura, la base, del sistema escolar sigue siendo la misma de hace mucho tiempo. Cuando alguien piensa en la escuela, piensa en lo mismo que pensaban nuestros padres y abuelos y eso demuestra su falta de adaptación a los cambios sociales.
¿Qué requieren los alumnos de hoy en día?
Fundamentalmente tienen una carencia muy grave: no son autónomos y este déficit lo han provocado un sistema escolar muy mecanizado y estandarizado y unas familias demasiado sobreprotectoras. Los alumnos requieren tener más responsabilidad, más protagonismo en su aprendizaje. Tomar decisiones, crear sus productos, ser creativos, aprender a colaborar, perder el miedo a equivocarse y estar preparados para el mundo en el que viven, no para uno que ya ha acabado.
Usted aboga por el flipped learning. ¿En qué consiste?
De manera simple puede decirse que es hacer lo contrario de lo que se hace normalmente. Con el flipped se cambia el orden: se ve o se lee la teoría en casa y se hacen las actividades en clase.
«Con el flipped se cambia el orden: se ve o se lee la teoría en casa y se hacen las actividades en clase»
¿Cuál es la principal ventaja de este modo de enseñar?
No podemos hablar de una sola ventaja, pero sin duda, una de ellas es aprovechar al máximo el tiempo del aula para el aprendizaje. Pero, hay muchas más: conocer mejor al alumnado, atender mejor a la diversidad, hacer al alumnado más autónomo y responsable e insertar el aprendizaje informal y digital en el aprendizaje formal.
¿Los alumnos aprenden igual?
No. No solo aprenden de las explicaciones del docente, también de sus investigaciones, de sus explicaciones, de lo que hacen, en definitiva. Por lo que su aprendizaje no es sólo diferente, sino más profundo y real. Los alumnos toman otra posición respecto al resto de la clase y del profesor. Los roles cambian y los alumnos adquieren más protagonismo. Ellos deciden, investigan, explican, se evalúan…
¿Están dispuestos los alumnos a cambiar su forma de ir a clase y aprender?
Sí, lo que ocurre es que no siempre es fácil ni rápido. Están acostumbrados a la «comodidad» de escuchar las explicaciones, hacer las actividades y estudiar de memoria para un examen para aprobar. Las metodologías activas les hacen ser más activos, tomar decisiones, ponerse de acuerdo, explicar, ser más responsables. Pero cuando ven que aprenden más y mejor, que merece la pena el esfuerzo y que no tienen que memorizar tanto, están a favor.
¿Dónde encuentra más reticencias, en alumnos o en profesores?
En general, la escuela es una institución muy inmovilista y rutinaria por lo que cualquier cambio, y más si supone modificar las estructuras del aprendizaje y la evaluación es complejo de admitir. En mi caso, se produce mucha más reticencia del profesorado que del alumnado.
Creo que una de las claves del flipped learning es la relación entre profesores y alumnos. ¿En qué cambia?
Cuando un docente se limita sólo a explicar desde su pedestal no puede conocer al alumnado. Cuando te mueves entre los alumnos que trabajan, tienen dudas y se las resuelves, les guías en su investigación y ves cómo trabajan y qué dificultades tienen, los vas conociendo mejor y ellos van teniendo más confianza en ti.
Imagino que parte de las reticencias hacia este modo de enseñar parte de la forma de evaluar…
La evaluación es la clave de todo y tiene que ser coherente tanto con la metodología empleada como con las perspectivas del alumnado. Si utilizas metodologías activas no puedes evaluar sólo con exámenes y éstos, si se usan como instrumento, son más bien retos que incluso pueden ser cooperativos o colaborativos y de aplicación competencial de conocimientos que simplemente memorísticos. La evaluación, así, es mucho más continua, procesual y formativa.
La magia de aprender con diversión
Pepe Pedraz. Gamification designer & storyteller.
¿Qué puede aportar el juego al aprendizaje?
Concentración, atención al detalle, colaboración, capacidad de análisis, perseverancia… Características que cualquiera diría como competencias óptimas para desarrollar un aprendizaje efectivo. Pero aún hay más: en edades tempranas aprendemos a relacionarnos, a cuidar las cosas, a comunicarnos, a ser organizados, a frustrarnos, a ganar, a perder, a cooperar… Según vamos creciendo, las estrategias basadas en juegos pueden pasar a ejercer una labor de «acompañamiento» durante la adquisición de nuestros conocimientos. En algunos casos podremos aprender cosas mientras jugamos (un ejemplo muy claro son los Wargames Históricos) y en otras, la creación de un entorno gamificado nos ayudará a sentirnos más motivados y predispuestos a adquirir estos conocimientos.
Jugando se aprende a ganar, pero también a perder…
Una de las claves de los juegos es que se gana y se pierde. Y hay que aprender a manejar la frustración. Y lo bonito de los juegos que nos permiten aprender esto desde la seguridad que nos da ese círculo mágico que se crea. Cuando ganamos, queremos volver a hacerlo inmediatamente; y si perdemos, queremos volver a enfrentarnos a ese reto de nuevo para conseguir la victoria. ¡Todos los que hemos jugado a Súper Mario sabemos que eso es así! Enfréntate al reto, pierde, mejora, gana, enfréntate al siguiente reto…
«Una de las claves de los juegos es que se gana y se pierde. Y hay que aprender a manejar la frustración»
¿Cuál es la relación entre la emoción y el aprendizaje?
Siempre digo que las emociones son el pegamento de la memoria. ¿Esto quiere decir que no podamos aprender cosas que no nos emocionen? Pues tampoco (anda que no hemos memorizado cosas en nuestra vida), pero la motivación que emana de la emoción es una gran ayuda para predisponernos a adquirir conocimiento. Además, la motivación está muy ligada al concepto de diversión, que potencia de una manera notable la alegría y la predisposición. Quizá el mayor problema es que aún a muchas personas les cuesta ver la diversión como parte de un aprendizaje. Los mejores recuerdos que almacenamos en nuestra memoria son divertidos, y en muchos casos, están vinculados con la enseñanza de conceptos, con el trabajo en equipo o con el desafío que nos proporcionan las nuevas situaciones, áreas que sin lugar a dudas, son muy productivas para las personas.
¿Suelen los docentes implicarse en esta forma de enseñar?
Cada vez hay más personas que se interesan por este tipo de estrategias y herramientas de aprendizaje. Además, y por suerte, en España ya existen claros ejemplos de que el uso de los juegos en el aula puede ser una garantía de aprendizaje real. La clave para llegar cada día a más personas es doble. Por un lado hacer entender a las familias (un elemento IMPRESCINDIBLE dentro del proceso de enseñanza) que el uso de herramientas basadas en juego es útil. Y por otro, intentar inculcar que el uso de términos como «gamificación», «ABJ», etc. no son nada sin un docente que los guíe. Con esto quiero decir que la herramienta nunca sustituye al que la usa y que, por supuesto, en sus manos está la decisión o no de aplicarla en su día a día. Porque una herramienta no arregla a un mal docente. Y viceversa, un docente que decide no usarla no es un mal docente (ni mucho menos), simplemente ha optado por el uso de otro tipo de herramientas que cree más convenientes.
Fundación MAPFRE desarrolla actividades y ofrece materiales educativos de manera
gratuita, relacionados con los temas tratados en las Jornadas de Innovación Educativa:
— ControlaTIC.
— Plataforma de Gamificación.
— Flipped learning.
Todas las imágenes de la galería fueron tomadas en Fundación MAPFRE a lo largo de las Jornadas de Innovación Educativas.