En el riesgo de «engancharse» a las pantallas, también hay diferencias de género. Así lo indica un estudio realizado por la Unidad de Juego y Adicciones Tecnológicas de la Universidad de Valencia en colaboración con Fundación MAPFRE.

TEXTO: CRISTINA BISBAL IMÁGENES: ISTOCK

Cualquiera que tenga cerca a la madre o al padre de un o una adolescente sabe que si hay un motivo de «desencuentro» habitual entre ambos, que hace desesperar a los progenitores más que ningún otro, es el uso del móvil y otras pantallas electrónicas. Los chavales pueden pasarse horas delante del ordenador, la tableta, el teléfono o las consolas, jugando, hablando con amigos y amigas y mirando redes sociales, como si su vida dependiera de ello. Es raro el padre o madre que no está preocupado por el uso que sus hijos hacen de estos aparatos. Y no es de extrañar que desde que comienzan a pasar más tiempo con ellos entre las manos (o frente a ellos), la convivencia sufra un importante deterioro. Pues bien, considerar ese uso como desmesurado no es sólo una manía de los progenitores; los expertos afirman que puede llegar a suponer un verdadero problema de adicción. Más aún cuando se trata de juego online, en el que existe el riesgo de las apuestas.

Hasta tres veces más riesgo

Así lo han evidenciado Mariano Chóliz y Marta Marcos, de la Unidad de Juego y Adicciones Tecnológicas de la Universidad de Valencia, autores del estudio Detección temprana y prevención de adicciones tecnológicas en adolescentes, realizado en colaboración con Fundación MAPFRE antes de la declaración del Estado de Alarma debido a la pandemia del coronavirus. Una de las conclusiones más sorprendentes de este estudio tiene que ver con la diferencia de géneros a la hora de engancharse a las pantallas. El dato no deja lugar a dudas: los adolescentes varones, especialmente entre los 15 y 16 años, tienen hasta tres veces más riesgo de desarrollar una adicción a las apuestas online.

Alicia Rodríguez, del Área de Promoción de la Salud de Fundación MAPFRE lo confirma: «Tanto en el caso de los videojuegos como en el juego online, son los adolescentes varones los que obtienen puntuaciones significativas de dependencia mucho más altas que las mujeres».

En concreto hablamos de en torno al 18 % de los chicos frente al 2,2 % de las chicas. Respecto a los motivos, Marta se refiere a que «les permiten demostrar habilidades de estrategia, competir y ganar. Quienes eligen esta forma de entretenimiento optan por videojuegos de rol en modalidad multijugador masivo, potencialmente más adictivo que el juego offline.» Por otro lado, la investigadora habla de que los videojuegos «se comercializan usando los principales estereotipos masculinos». Con el juego online sucede algo similar: «Se trata de una actividad principalmente masculina, ya que apela sobre todo a la competitividad que, mediada por las características de las tecnologías, hace que se incremente el potencial adictivo de los juegos tradicionales». Cierto es también que las empresas del sector aún no han encontrado el modo de asociar el juego de azar al público femenino.

La edad más vulnerable

Cualquier adicción resulta peligrosa en cualquier tramo de edad, pero en el caso de los adolescentes es aún más preocupante. Lo explica Mariano Chóliz, coautor de la investigación: «Los adolescentes son especialmente vulnerables por la etapa evolutiva en la que se encuentran. No están formadas todavía las áreas cerebrales de la planificación y el control y esto influye en la toma de decisiones que les conduce a asumir mayores riesgos sin ser conscientes de las consecuencias derivadas de la forma en que utilizan las tecnologías o el modo de relacionarse con ellas. Además, las características que aportan las tecnologías a estos juegos incrementan el potencial adictivo que de por sí tienen: la fascinación por las pantallas y los juegos a través de Internet, que es el principal problema de los videojuegos y de las nuevas modalidades de juegos de azar online».

A todo ello se añade el hecho de que se sienten completamente fuera de peligro, como comenta Chóliz: «La adolescencia es un período del desarrollo en el cual no se perciben los riesgos de una forma tan evidente como en otras edades, lo que les hace sentirse invulnerables. La falsa creencia de eso a mí no me va a pasar inclina la balanza motivacional hacia los beneficios de seguir con la actividad incluso en el caso de que ya presenten problemas, pues no los reconocen o los achacan a otras circunstancias.» Sin embargo, los síntomas están ahí, incluso cuando ellos piensan que es cosa de otros, incluso sabiendo que a quienes les sucede, pueden llegar a perderlo todo.

No es cuestión de tiempo

Es interesante saber que, de todos los síntomas, el tiempo que el adolescente pasa frente al aparato no es tan importante como solemos creer. Lo explica Marta Marcos, coautora del estudio: «No es tanto el número de horas que la persona pasa conectada como la relación que establece con una actividad que se vuelve una afición descontrolada e irrefrenable». Tanto es así que quien es ya adicto siente una necesidad de uso creciente de la tecnología para conseguir los mismos beneficios que al inicio; tiene reacciones emocionales negativas ante la imposibilidad de usar la tecnología o ante un tiempo considerable sin poder usarla, es decir, tiene síndrome de abstinencia. El uso excesivo de las tecnologías interfiere en todas las esferas de la vida del enfermo llegando a tener dificultades para dejar la tecnología a pesar de ser consciente de las consecuencias negativas que tiene; y su estado de ánimo sufre modificaciones como estrategia de escape aprendida para hacer frente a las dificultades propias del curso de la vida, llegando a perder oportunidades académicas y/o laborales.

Cómo saber si hay un adicto en casa

No es fácil discernir si lo que hace el adolescente que tenemos en casa está o no dentro de lo preocupante o si es lo normal a su edad. Con ese objetivo, Mariano Chóliz y Marta Marcos han realizado un test, pionero en España, que permite evaluar y detectar de forma rápida la adicción al móvil, las redes sociales, los videojuegos y los juegos de azar en adolescentes entre los 11 y los 20 años. Denominado TecnoTest, consta de 24 preguntas —12 de ellas clave— con las que es posible saber si hay un problema real. Apenas se tarda unos minutos en realizarse y dispone de pautas claras para contribuir a prevenir la adicción para cada una de las tecnologías y del juego.

El test distingue entre quienes hacen un uso adecuado de las tecnologías, es decir, aquellos que no presentan criterios de adicción, que son la mayoría de adolescentes. También señala a los que cumplen con algún criterio que indica que pueden estar en riesgo de adicción y que, por tanto, conviene que sigan ciertas pautas de uso preventivas con ayuda de un orientador o profesor. Y quienes son sospechosos de tener un problema de adicción, lo que significa que no solo hacen un uso excesivo de las nuevas tecnologías, sino que les está interfiriendo en su desarrollo personal. Son estos últimos quienes necesitan una evaluación más profunda por parte de un especialista para que les ayude a retomar el control.

TecnoTest está disponible de manera gratuita en la web de Fundación MAPFRE: www.fundacionmapfre.org