Espacios más humanos, que favorezcan la convivencia y que estén definidos por las necesidades reales de quienes los habitan; este es el modelo de alojamiento en el que, según los expertos, querrían vivir los mayores de 55 años en España, un colectivo formado por 15,8 millones de personas, el 34 % de la población, que representa el 26 % del PIB y el 60 % del consumo nacional. Hablamos con Mayte Sancho, gerontóloga, sobre los cuidados y las necesidades de habitabilidad de las personas mayores hoy en día.

TEXTO: RAFAEL CONDE

Replantear los formatos actuales y proponer nuevos modelos residenciales y urbanísticos, construir centros que no segreguen, con ambientes que favorezcan el encuentro y desde los que sea fácil acceder a los servicios sanitarios y sociales. Además, los adultos mayores quieren vivir en ciudades más amables, en las que puedan convivir con otras generaciones, seguir llevando una vida activa, social, cultural y laboralmente, y continuar siendo útiles a la sociedad.

Estas son algunas de las conclusiones del encuentro Soluciones Habitacionales para los Sénior, organizado por el Centro de Investigación Ageingnomics el pasado mes de mayo, para analizar uno de los retos a los que se enfrenta hoy nuestra sociedad: la necesidad de adaptar la oferta habitacional a las nuevas circunstancias vitales de los mayores de 55 años.

Para seguir profundizando en tan fascinante tema hablamos con los tres ponentes del ciclo; en el próximo número contaremos con José Antonio Granero, arquitecto, y Juan Fernández-Aceytuno, consejero delegado de Sociedad de Tasación, para que nos ofrezcan su visión sobre la vivienda en el contexto de la economía plateada. En este número, es Mayte Sancho, licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Gerontología Social por la Universidad Autónoma de Madrid; quién nos expone su punto de vista especializado sobre cuidados y la necesidad de replantear los modelos de vivienda de los adultos sénior y adaptarlos a sus nuevas circunstancias vitales.

¿Qué conclusiones podemos sacar de la experiencia vivida por muchas personas mayores durante la pandemia?
Yo creo que la experiencia de la covid-19, que todavía está generando medidas y restricciones muy importantes, sobre todo en el ámbito residencial para las personas mayores, ha sido absolutamente trágica. Ha generado miles de muertes, pero también un sufrimiento tremendo, con una toma de decisiones que, una vez más, son producto de una mirada social absolutamente discriminatoria hacia las personas mayores. Se ha decidido por ellos, ha habido personas que han estado tres y cuatro meses encerrados en una habitación pequeña, a veces de 10 o 12 metros como mucho, y cuando han salido de ahí presentaban deterioros cognitivos que, si al entrar eran incipientes, al salir, por su gravedad, ya no tienen vuelta atrás. Es fundamental que de esta experiencia salgan lecciones aprendidas y una de ellas, importantísima, es que las personas tienen capacidad de decisión en cualquier momento de su vida.

¿Debemos dejar el peso de los cuidados a los mayores en las instituciones públicas o es una responsabilidad conjunta de toda la sociedad?
El tema de los cuidados es, curiosamente, un tema relativamente nuevo. Existe consenso en que los cuidados constituyen la sostenibilidad de la vida, pero hoy están fuera del ámbito de la intimidad, que es donde se han dirimido siempre sin ningún problema aparente. Este cambio se ha producido cuando las mujeres han empezado a salir del ámbito familiar para incorporarse al ámbito laboral y eso no va a tener vuelta atrás, esperemos…

Por lo tanto, ahora, los cuidados son un problema social que interpela no solo a los poderes públicos, sino que, además, lo hace de una manera muy directa a las familias, que siguen siendo las principales cuidadoras en las situaciones de dependencia; pero también, a la iniciativa social y a la iniciativa privada que, en muchos casos, colabora con la administración pública y gestiona los servicios públicos, y ofrece, lógicamente, sus productos a otros sectores de la población.

El tema de cuidados es un pozo sin fondo en el que no sobra nada ni nadie, necesita la presencia y la colaboración activa de todos: poderes públicos, familias y organizaciones de iniciativa social, entornos comunitarios e iniciativa privada, y ahí necesitamos un acuerdo.

Al alargarse la esperanza de vida, las familias afrontan un cambio cultural importante provocado por este nuevo escenario que afecta a la relación con sus mayores, tanto por la implicación en sus cuidados como por la gestión de los recursos económicos necesarios para su bienestar. ¿Estamos viviendo un momento de transición?
Yo creo que esa transición se produce en un entorno completamente diverso. Hablar de mayores e incluir a personas de 60 o 65 años es una generalización demasiado gruesa porque estamos hablando de una población de casi 10 millones de personas y, sobre todo, de una diversidad que se acentúa. El grupo de las personas mayores es hoy más diverso que cualquier otro grupo de edad e incorpora o integra a bastantes generaciones. Teniendo claro esto, tenemos que recalcar la enorme fuerza de la tradición y de las tradiciones que tiene España, no digamos nada en ámbitos rurales y en territorios más pequeños donde la herencia ha tenido y sigue teniendo un significado enorme; antes era la continuidad de un proyecto de vida profesional y en este momento sigue viviéndose como una especie de obligación y responsabilidad de las generaciones mayores hacia las más jóvenes.

Esto puede llevar a situaciones de un cierto «abuso» en el sentido de que también las familias, por no decir los hijos e hijas, tienen mucha capacidad de influencia sobre la toma de decisiones de las personas mayores. Volvemos otra vez al planteamiento del edadismo y de la discriminación por edad. Parece que una persona que tenga más de 80 años necesita una especie de apoyo o tutela para tomar una decisión, pero nada más lejos de la realidad. Ahora tenemos un presidente de Estados Unidos que se acerca a los 80 años. La capacidad de decisión no debería estar condicionada por la edad.

¿Qué opinas de las soluciones alternativas en los cuidados para los mayores como el coliving, cohousing o las residencias para colectivos LGTBI?
Sin duda son muy importantes, esa es una línea que está siendo ya una realidad, sobre todo, en los países del centro y norte de Europa, pero también en Estados Unidos, Canadá y Australia; digamos que en todos los países desarrollados, aunque este sea un término un poco polémico. En estos países se está trabajando en esa línea desde hace más de medio siglo. Aquí llega ahora un poco tarde y a mí lo que me preocupa es que los líderes de este tipo de soluciones alternativas no tengan suficientemente en cuenta la experiencia acumulada en otros países.

Creo que, en este momento, con el incremento tan grande de la esperanza de vida y mientras no encontremos soluciones a la situación de dependencia de tantas personas, cualquier alternativa debe incluir el concepto de alojamiento «para toda la vida». Un cohousing no puede ser puede ser «hasta que yo empiece a tener necesidad de ayuda y entonces me tenga que ir a otro recurso», porque eso, incluso desde una mirada también de negocio, es decir, de mercado, no tiene futuro. Ha pasado en Dinamarca y ha pasado en Suecia, muchísimos cohousing están reconvertidos en apartamentos con servicios o en otras alternativas que dan respuesta a las necesidades de las personas. Si no es así, en mi opinión, tienen poco futuro.

El tema de cuidados es un pozo sin fin en el que no sobra nada ni nadie, necesita la presencia y la colaboración activa de todos: poderes públicos, familias y organizaciones de iniciativa social, entornos comunitarios e iniciativa privada

¿Qué papel juega la educación para afrontar esta nueva realidad?
La educación siempre juega un papel primordial. Es necesario concentrarnos en la infancia como el mejor momento para inculcar una mirada no edadista de los mayores, porque los niños tienen actualmente una relación muy amable y muy satisfactoria con sus abuelos. El abuelo ya no es esa figura lejana a la que había que respetar, ahora los abuelos somos muy atractivos para los niños porque hacemos cosas que no pueden hacer con sus padres. Ahí se establece una relación de igualdad, se valora el papel de los abuelos y no se está en planteamientos tan discriminatorios.

Y, a partir de este punto, ya viene todo lo demás, porque en el momento en que yo te respeto a ti como una persona igual a mí, yo no voy a decidir por ti ni te voy a decir que lo que tú has ganado y acumulado, mejor o peor, a lo largo de tu vida, en realidad me pertenece a mí. Ese es el planteamiento de las herencias en las que, en ocasiones, los hijos tienen un papel muy cuestionable porque no están favoreciendo que sus padres, cuando tienen necesidades, puedan disfrutar de sus ahorros, porque creen que esa es su herencia. Ahí está la educación, por ejemplo, en cosas básicas como que las personas mayores tengan muy claro que no tienen por qué ceder sus propiedades a los hijos hasta que no toque y que su patrimonio es suyo.

¿Qué caminos crees que hay que seguir para afrontar una nueva situación demográfica que genera un cambio en cuanto a los alojamientos y a los cuidados?
La primera clave es combatir el edadismo, porque mientras consideremos que hay un grupo de población que es diferente, que tiene menor capacidad de decisión y que podemos tomar decisiones por ellos, eso va a generar todo un conjunto de políticas, públicas, privadas, y estrategias basadas en que somos nosotras las que decidimos. De esta manera, la primera reivindicación es poner en el centro a las personas, que puedan decidir sobre su futuro, que estén suficientemente informadas y asesoradas, con asesoramientos no interesados, a ser posible, claro.

A partir de ahí, si escuchamos a las personas mayores, siempre nos dicen que quieren envejecer en su entorno. Generemos, entonces, entornos amables para toda la población, y en toda la población entran los mayores. El otro gran tema, asociado a la discriminación y que puede parecer muy etéreo, es la reivindicación del concepto de igualdad entre las personas. Yo soy mucho más amiga del concepto de igualdad que del de respeto porque, no sé por qué, la igualdad ha desaparecido cuando hablamos de los mayores; se enseña a los niños que a los mayores hay que respetarlos y, obviamente, los mayores también tienen que respetar a los niños y a los jóvenes, y a todo mundo. Si enfocamos la sociedad a la igualdad y, por lo tanto, a los derechos de las personas, las cosas van cambiar, o eso espero.