Con la resaca de la pandemia, y respetando las recomendaciones sanitarias en una zona que todavía muestra casos de contagio por covid, el centro Comunidad MAPFRE-Universidad Panamericana (UP) va animando y ofreciendo la confianza para que la comunidad del Pueblo de Santa Fe vuelva a llenar sus instalaciones.

TEXTO: JAVIER MESTRE JORDÁ FOTOGRAFÍAS: LIDIA YLLAN JUÁREZ

Son las nueve de la mañana en el centro Comunidad MAPFREUniversidad Panamericana (UP) y un grupo de mujeres inicia el día practicando yoga. Extienden sus brazos hasta alcanzar el suelo siguiendo las indicaciones de la instructora que las acompaña. De igual manera que lo hace este grupo de mujeres, el centro recibe el nuevo día que comienza, desentumeciéndose y preparándose para la labor titánica que, diariamente desde hace 7 años, ofrece a la comunidad del Pueblo de Santa Fe, ubicada en la zona poniente de la Ciudad de México.

Un trabajo que se retoma de manera presencial después de más de dos años desde que se decretaran las medidas de distanciamiento físico a causa de la pandemia por covid-19. Estamos a finales de mayo de 2022 y los datos de contagios invitan a recuperar las actividades en el centro aunque bajo protocolos con los que garantizar la seguridad de los asistentes, los empleados y los voluntarios del centro.

La alegría y la emoción por volver a participar en las actividades que ofrece la Comunidad MAPFRE-UP en sus instalaciones son obvias a pesar de que los cubrebocas ocultan medio rostro. Además, hace pocas semanas que el centro comunitario realizó los festejos para conmemorar sus siete años ininterrumpidos de actividad, por lo que la alegría es doble. Pero esta alegría acompaña al respeto por las pérdidas que provocó la pandemia. «Cuando retomamos las clases presenciales nos encontramos con un lugar vacío, la silla de Lulú», nos cuenta Deyanira Morales, coordinadora del área de Educación, al explicarnos cómo el grupo de adultos mayores retomó sus lecciones de arte después de la pandemia. «En ese momento, una de las mujeres se sentó en esa silla y dijo que ese día pintaría por Lulú», agrega. Las actividades de la Comunidad MAPFRE-UP son un pilar fundamental para seguir adelante hacia un mejor futuro. Ya lo era antes de la irrupción de la covid, no lo iba a ser menos después.

Un colaboración duradera

La Comunidad MAPFRE-UP atiende desde 2015 a la población de 18 colonias del Pueblo de Santa Fe, ubicadas a un kilómetro de radio de sus instalaciones, en materia de educación, desarrollo personal, salud, atención psicosocial, asesoría jurídica y nutrición infantil. En el Pueblo de Santa Fe habita gente que lucha por sobreponerse a problemas como la carestía de ingresos económicos, la inseguridad alimentaria, adicciones, violencia, rezago educativo, escasez de infraestructuras y la falta de oportunidades laborales, por lo que encuentran un gran apoyo en las actividades y servicios que la colaboración entre Fundación MAPFRE y la Universidad Panamericana pone a su disposición. 

¿Cómo continuó el centro operando durante la pandemia? Con las medidas de distancia el centro tuvo que echar el cierre. Las puertas de su edificio ubicado en el centro fundacional del Pueblo de Santa Fe se cerraron, pero las redes digitales abrieron ventanas para continuar con las actividades. Ventanas difíciles de abrir por la brecha digital que sufre la población beneficiaria.

«Decidimos que la mejor manera era ofrecer un acompañamiento individualizado y personalizado para mostrarles caso por caso cómo acceder a reuniones grupales por Zoom o cómo realizar una videollamada», relata Nydia Valenzuela, directora de la Comunidad MAPFRE-UP, mientras nos muestra las instalaciones de los servicios médicos que ofrecen. El lugar que antes de la pandemia estaba atascado de gente ahora debe controlar la asistencia para respetar los aforos.

Igualmente, las atenciones presenciales están escalonadas para tampoco exponer a posibles contagios al equipo de especialistas y pasantes de la Universidad Panamericana, y así salvaguardar que las consultas se sigan ofreciendo sin interrupciones. Entre los servicios médicos que se ofrecen se encuentran la atención primaria, la atención dental, la ginecología y la atención psicoemocional tanto de manera individual como de manera grupal.

Más necesidades psicoemocionales

Luis es psicólogo del centro y justo acaba de terminar una sesión grupal. Estas aún son celebradas de manera virtual y se ofrecen como una herramienta con la que las personas que participan puedan encontrar reflejo de sus problemas en otros participantes y también posibles respuestas a estos.

Luis nos confiesa que la pandemia ha acentuado los casos de estrés, ansiedad y depresión a causa de la pérdida de empleos, la convivencia en el hogar, el cuidado a personas dependientes o la pérdida de seres queridos. En este último caso se encuentra Toñita, mujer de avanzada edad que perdió a su marido durante el confinamiento y a quien la atención psicológica ha ayudado con su duelo. Bueno, Toñita no solo ha contado con el apoyo de los psicólogos del centro. La actividad favorita de Toñita es la pintura. Cuando la conocemos en la clase de arte está coloreando un cuadro de Picasso (ese día ella y sus compañeras están aprendiendo sobre el cubismo) que nos muestra orgullosa y confiesa que pronto le comprará un marco para que no se ensucie.

Además, Toñita asiste a clases de alfabetización «porque nunca fui a la escuela y siempre había tenido que preguntar para saber qué camión tomar al no saber leer los destinos». Hablar con Toñita es comprobar los logros cualitativos de la Comunidad MAPFRE-UP, como nos hace ver Deyanira, la coordinadora del área de Educación del centro.

«Es muy importante aprovechar estas actividades como manera de reflexionar sobre ellas y reconocer sus capacidades», nos explica sobre los objetivos de las actividades. Las actividades de estos talleres se centran en tres ejes: Cuerpo, Memoria y Vejez, y las asistentes dialogan y se expresan en torno a estos temas. La pandemia obligó a que estos talleres se impartieran de manera remota, lo que no estuvo exento de problemas de conexión o dificultades para saber manejarse en estos nuevos escenarios. Rosa otra miembro del grupo que asiste a estos talleres, apunta que asistir a las lecciones en línea fue cómodo, pero que poder regresar al aula le ha ayudado a encontrar tiempo para sí misma lejos de las interrupciones del hogar.

Cursos para jóvenes

Deyanira nació y se crió en el Pueblo de Santa Fe. «Apenas a tres calles del centro», reconoce. «Aunque es como si todavía viviera aquí pues paso aquí el día y solo salgo para ir a dormir a mi casa», añade. Licenciada en Comunicación por la UNAM y estudiante de la Maestría de Estudios de la Mujer en la UAM, hace unos años que, conociendo la realidad de deserción escolar de muchos adolescentes de la zona, propuso que el centro ofreciera clases de apoyo para el examen de acceso a Preparatoria después de la secundaria.

Estos cursos de preparación se realizan de febrero a junio, que es el mes en el que se celebra el examen de acceso, y mediante lecciones de refuerzo de las materias y simulacros de exámenes busca que los alumnos puedan lograr ingresar en las escuelas que se propongan. Cómo no, debido a la pandemia, estas clases tuvieron que ser virtuales aunque desde hace unas semanas recuperaron la opción de tener clases presenciales los sábados.

A estas clases asiste Lesly, que quiere ser arquitecta. Para lograrlo deberá presentarse a dicho examen y se prepara junto a otro medio centenar de compañeras y compañeros. Antes de la pandemia por cada curso pasaba casi un centenar de alumnos, pero la «generación Zoom», como los denominan, es más reducida a causa de las dificultades de conexión que suelen presentar algunos hogares. Para Lesly, conectarse vía remota fue pesado pues a veces fallaba la conexión, pero confiesa sentirse preparada para el examen aunque sí está nerviosa. Sin embargo, cuenta con el apoyo de su familia que la anima y la asesoría de un tío suyo que sí estudió la Preparatoria.

Lesly forma parte de los beneficiarios más jóvenes de la Comunidad MAPFRE-UP. Para los niños y jóvenes también hay talleres de desarrollo personal, e incluso encuentran a su disposición servicios de terapia psicoemocional. La infancia y la juventud fueron los grupos más vulnerados por la pandemia sobre todo por el cierre de las escuelas durante varios meses. El rezago educativo que esto supuso es uno de los principales frentes que se suma a la actividad de la Comunidad MAPFRE UP, pero también la inseguridad alimentaria en sus hogares a causa, sobre todo, de la pérdida de oportunidades laborales de sus padres.

300 comidas diarias a niños y jóvenes

Más de 300 niños y niñas desde los seis meses de edad a los 16 años reciben alimentos todos los días en las instalaciones que Comedor Santa María tiene en el centro. Su labor no podía detenerse durante los meses de confinamiento. Durante la etapa inicial de la pandemia se entregaron despensas mensuales para seguir con su trabajo a pesar del confinamiento. Posteriormente se estableció un sistema por el que las madres de los beneficiarios acuden en un horario establecido a por las raciones diarias que cumplen con las necesidades nutricionales determinadas según su grupo de edad.

En los hogares de los beneficiarios, las dietas suelen carecer de proteínas, de frutas y de verduras, por eso Comedor Santa María establece un menú con el que aportar estos ingredientes. Además de los alimentos, Comedor Santa María cuenta con un programa mensual con el que educan en valores a los niños y jóvenes que atienden. Durante el confinamiento se sirvieron de las redes sociales para hacer llegar este programa a través de canciones, dinámicas y lecturas. A lo largo del mes de mayo se les mostró el valor del pudor para respetar su propio cuerpo y el de los demás. Y en adelante trabajarán sobre las emociones, cómo éstas no son ni buenas ni malas sino que deben ser bien gestionadas. La suerte es que lo podrán conocer de manera presencial pues el comedor ha retomado su actividad normal.

«Retomar las actividades presenciales en el centro es uno de los desafíos», nos apunta Nydia, la directora del centro, quien confiesa que ya saben que las diferentes crisis que han acompañado a la pandemia «generarán necesidades más profundas entre los beneficiarios». Como lo han hecho durante estos siete años, los servicios del centro tendrán que crecer y por ello otro de los desafíos es el de procurar fondos para que la gestión del centro siga ofreciendo un mejor futuro a los habitantes del Pueblo de Santa Fe. Si ni siquiera la pandemia los detuvo, ¿qué hace pensar que no lo lograrán?