En un mundo en el que la vorágine de lo inmediato nos invade, es fundamental dedicar una pausa placentera para disfrutar de las comidas, de los alimentos y de uno mismo. La alimentación consciente puede suponer un complemento de las dietas que nos lleve a conectar directamente con el bienestar tanto culinario como personal.

TEXTO: KINO VERDÚ

El estrés, el sedentarismo, las prisas, la ansiedad no son buenos compañeros de viaje. Alteran, por así decirlo, el «karma» que todo el mundo debería mimar para que la salud se encuentre pletórica y en forma. ¿Es nuestro estado de ánimo el que influye en lo que comemos o ese estado de «bajón» se debe a lo que ingerimos? Aquí está el quid de la cuestión, y la alimentación consciente apuesta por lo primero. En fin, que hay que cambiar nuestra relación con lo que nos encontramos en los platos. Nadie ha dicho que sea fácil, pero es fundamental.

En un principio las dietas (sobre todo las apellidadas «milagro») ofrecían la felicidad a través de recetas de esas que prometen adelgazar en dos semanas un puñado de kilos, pero que cuando uno las abandona engorda el doble. La felicidad para dos semanas, cuerpo estilizado, ¿y luego? Todo se derrumba. Más interesante, y viejo amigo de la alimentación consciente, es el movimiento Slow Food o comida lenta. Nació en 1986, cuando Carlo Petrini se enfadó por la apertura de un establecimiento de comida rápida junto a la escalinata de la Plaza de España en Roma. Slow food abogaba por materias primas cercanas, frescas, caseras y sobre todo por comer despacio, tranquilamente, sin agobios.

Pero antes de desembocar en la alimentación consciente, tenemos que detenernos en la Dieta Mediterránea, declarada Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad según la UNESCO. Entre los elementos que defiende este tipo de dieta: asegurar la elección de alimentos vegetales frescos y poco procesados, como frutas y hortalizas, legumbres, frutos secos, cereales de grano entero, moderar la de alimentos de origen animal y procurar una adecuada hidratación. Y es que esta dieta del mare nostrum es mucho más que eso; va más allá de la mera nutrición, ampliando el foco a la antropología, la sociología y la agricultura. Es un estilo de vida que casa con la alimentación consciente, que se convierte en su complemento perfecto.

Claroscuros

Más allá de que pueda estar más o menos de moda, de que se vea como un movimiento actual, o una tendencia, es posible que la alimentación consciente abarque un aspecto más amplio e interesante para entender mejor nuestra relación con la comida. El mindful eating o mindfoodness, representa un ejercicio dietéticopsicológico que presta especial atención al proceso completo de alimentación, reconociendo las sensaciones de hambre y saciedad. Esta aproximación aboga por intentar diferenciar al consumo impulsivo asociado al hambre emocional, al marketing, o a la publicidad, del hambre real. Además, supone aumentar la autoestima relacionarnos a gusto con nuestro cuerpo, sin presiones externas y dietas brutales.

Pero tampoco hay que pensar que la alimentación consciente sea una panacea. Para Eduard Baladia, dietista-nutricionista y trabajador en la Academia Española de Nutrición y Dietética, «el mindfull eating está siendo un arma de doble filo: por un lado algunos de sus preceptos son muy interesantes, como por ejemplo el de conseguir ser más consciente y manejar mejor del hambre emocional, el tener una relación más sana con el acto alimentario y evitar el uso de pantallas durante las comidas. Sin embargo, por otro lado, en ocasiones, este movimiento está siendo secuestrado en redes sociales para intentar vender humo, proponiendo algún método que conseguirá maravillas; incluso la industria de la bollería ha empezado a corromper el concepto, proponiendo el consumo de bollería de forma consciente». Por eso, si se tienen dudas, o se necesita ayuda, lo mejor es consultar con un dietista-nutricionista.

¿La alimentación consciente puede mejorar la salud?

La alimentación consciente se basa en el fomento de una relación adecuada con un patrón alimentario saludable. Para la Academia Española de la Nutrición y Dietética, este concepto nos evoca a seguir hablando de alimentación emocional. En la literatura científica se ha descrito en varias ocasiones como las emociones tienen un efecto poderoso en nuestra elección de alimentos y hábitos alimenticios.

Sin prisa

Coge en la palma de la mano un trozo de fruta, míralo, huélelo, siente su tacto y al final, introdúcelo en la boca y saborea todas sus propiedades, de nuevo sin prisas. Se trata de poner los cinco sentidos al acto de tomar alimentos. Hay que ser consciente de lo que uno está haciendo y de que al final va a repercutir en nuestra digestión, cuerpo y cabeza. La alimentación consciente huye del estrés y la ansiedad y defiende la confianza en uno mismo. Reflexiona sobre lo que tienes entre manos y boca, dale tiempo. Es verdad que es algo difícil en este mundo basado en la velocidad, en el que las empresas te dan 20 minutos para comer, y en el que es habitual hacerlo delante del ordenador (el trabajo telemático desde casa también está haciendo bastante daño). Hay que intentar sentarse a una mesa con los colegas y la familia, y charlar sin alteraciones, con pausa. Y si se come a solas, hay que fomentar que sea un momento placentero y sin distracciones, evitando comer, por ejemplo ante una pantalla. Como dicen los ingleses, take it easy. Conecta, por abrir puertas, con aquella película de Ang Lee, Comer, beber, amar en la que el ritual de la mesa a la hora de comer recrea los sentidos, incluso se puede llegar a saborear y oler los manjares, todo cocinado y elaborado con parsimonia.

Este proyecto de vida implica que los alimentos que se consumen conllevan implicaciones emocionales, nutritivas y de salud. Hay que disfrutar de sus características sensoriales y huir de sentimientos de culpa. La alimentación consciente aboga por incluir alimentos saludables, masticando despacio.

Sin distracciones

La escenografía en el acto de comer es fundamental. Fuera los ruidos. En una sociedad en la que la mayoría de los hogares disponen de televisiones en todos los espacios es difícil huir del «pecado» de tenerlos encendidos. Y no digamos de tablets, móviles… ¿cuántos padres y madres sucumben a poner dibujos en el móvil para que sus hijos coman y estén tranquilos? La alimentación consciente defiende comer en espacios sin exceso de ruido y sin pantallas, en compañía, reforzando conductas positivas de los niños a la mesa, comentar con ellos como se perciben las rasgos sensoriales de los alimentos, cómo se han cocinado, su procedencia. Como reflexión de esta sintonía integral con los alimentos y nosotros mismos, merece la pena esta frase del libro Saborear, de Thich Nhat Hanh y Lilian Cheung: «Aprender a comer y a vivir conscientemente es la clave para experimentar la salud y la paz. Al llevarla a su máxima expresión, la alimentación consciente transforma una simple comida en una experiencia espiritual, ofreciéndonos una profunda apreciación de todo lo que ha ocurrido en la creación del alimento; así como una profunda comprensión de la relación entre la comida en nuestra mesa, nuestra propia salud y la salud del planeta».

¿La alimentación consciente puede mejorar la salud?

Último apunte

Al fin y al cabo, lo que persigue la alimentación consciente es un estilo de vida saludable, respetuoso con nosotros mismos y con lo que nos rodea (no desperdiciar comida, ni utilizar envases de plástico). Son importantes las actividades, los ejercicios de relajación y evitar las costumbres sedentarias. Por supuesto hay que decir adiós a las bebidas alcohólicas y a los estimulantes. Porque la salud es lo primero.


Decálogo de la alimentación consciente

  1. Presta atención al proceso completo de alimentación reconociendo las sensaciones de hambre y saciedad.
  2. Evita las situaciones de estrés o ansiedad, que pueden aumentar la ingesta de alimentos en general, particularmente los superfluos.
  3. Toma conciencia de los alimentos que consumes; tiene implicaciones emocionales, nutritivas y de salud; disfrutarás de las características sensoriales de los alimentos; no asociarás comer a sentimientos de culpa; seleccionarás con mayor probabilidad alimentos saludables y masticarás mejor. Como resultado de todo ello, el impacto de la alimentación sobre la salud es más positivo.
  4. Establece un plan de alimentación saludable ajustado al horario laboral y estilo de vida evitando en lo posible, largos periodos entre una ingesta y otra.
  5. Elige alimentos vegetales frescos y poco procesados, como frutas y hortalizas, legumbres, frutos secos, cereales de grano entero, modera la de alimentos de origen animal y procura una adecuada hidratación.
  6. Diferencia el hambre emocional de la real; la primera surge de repente, mientras que la real lo hace paulatinamente.
  7. Toma conciencia de lo que estás comiendo, mastica bien y aprecia los sabores.
  8. Dedica al acto de comer el tiempo necesario y evita comer deprisa, evitarás tomar más cantidad de la que realmente se necesita.
  9. Come en entornos alimentarios adecuados. Hazlo en espacios sin exceso de ruido y sin pantallas, y siempre que sea posible, come en compañía. Y no comas viendo la televisión o delante del ordenador.
  10. Practica actividad física días y haz ejercicios de relajación. Y evita, en lo posible, las conductas sedentarias: te ayudará a tener un mayor control sobre los alimentos. Así mismo, evita las bebidas alcohólicas y controla el consumo de otros estimulantes.