Judith Joy Ross El retrato del alma

Fundación MAPFRE presenta una amplia retrospectiva de la norteamericana Judith Joy Ross (Pensilvania, 1946), a partir del archivo fotográfico que la artista ha ido desarrollando durante los últimos cuarenta años. Junto a sus trabajos más conocidos, la exposición ofrece además material inédito, lo que arroja una mirada actualizada sobre su obra. Del 24 de septiembre de 2021 al 9 de enero de 2022, esta muestra puede visitarse en la Sala Recoletos de Madrid.

TEXTO: ÁREA DE CULTURA DE FUNDACIÓN MAPFRE
IMÁGENES: © JUDITH JOY ROSS, COURTESY GALERIE THOMAS ZANDER, COLOGNE

Desde la década de 1980, Judith Joy Ross ha centrado su trabajo principalmente en el géner o del retrato. Con una aproximación documental inspirada en la obra de artistas como August Sander, Walker Evans o Diane Arbus es capaz de retratar a completos desconocidos con una sensibilidad muy especial. La autor a organiza su trabajo por grupos. Hasta la fecha se conocen aproximadamente veinte realizados a lo largo de varios años, otros en pocos días. Comenzó a fotografiar en 1966 pero fue en 1982, en Eurana Park, una arboleda a la que solía acudir con su familia cuando era pequeña, cuando realmente inició su pasión por el medio. Tras el fallecimiento de su padre, la artista encontró en la fotografía un modo de lidiar con el pr oceso de duelo. Además, se dio cuenta de que le servía para comprender mejor el mundo que le r odeaba. Sus imágenes, alejadas de cualquier tipo de pretenciosidad, tienen la capacidad de aunar el pasado, el presente y el futuro de los individuos que posan ante su cámara. No es una típica retratista de estudio, tampoco sale a la calle a captur ar a un sujeto determinado. Más bien trabaja por temas, a los que denomina «ocasiones» y en cada imagen que realiza se establece un tipo de reconocimiento entre ella y el retratado, aunque esta identificación dure sólo un instante, el tiempo en el que tar da en tomar la fotografía.

En el trabajo de Ross se pueden apreciar dos líneas claramente diferenciadas: por un lado, aquellos proyectos con un carácter más social, por otro, los de tipo personal. Su primera investigación en este último sentido fue el ya citado en Eurana Park, donde durante dos veranos seguidos, retrató a niños y adolescentes que acudían al lugar. En este camino de recuperación de la memoria, también regresó a Nanticoke, una pequeña ciudad al norte de Pensilvania en la que su padre había regentado una tienda de todo a cien y donde fotogr afió lo que quedaba de la fachada de la misma o la cafetería en la que desayunaba con su madre y su padre. Todas estas imágenes están imbuidas de una pátina de nostalgia con las que la artis ta rememora su pasado, quizá con la intención de superar la pérdida.

Ya desde sus inicios Ross utiliza una cámara de gran formato de 8 x 10 pulgadas y tr abaja con copias de impresión directa que luego sumerge en una solución de oro para añadirles luminosidad, dentro de una gama de tonos fríos grises y marrón ciruela. En 1983, al enterarse de que el diseño para el Monumento a los Veteranos de Vietnam en Washington estaba terminado, decidió ir al lugar para intentar darle un significado a esa guerra que, entre 1959 y 1970, había costado la vida a miles de personas de ambos bandos. Durante todo ese verano y el siguiente, Ross fotografíó a los dolientes de los fallecidos y a los visitantes. Más tarde algunas de estas imágenes fueron escogidas por John Szarkowski para la exposición New Photography (1985), en el MoMa, lo que la dio a conocer como uno de los nuevos talentos del medio.

Sin título, Easton, Pensilvania, 1988 © Judith Joy Ross, courtesy Galerie Thomas Zander, Cologne

Tras esta experiencia de duelo, la autora se sintió atraída por todos esos políticos que habían decidido embarcarse en aquella guerra sin sentido. Este interés coincidió con lo que se conoce como el escándalo Irán-Contra, en el que la prensa desveló, durante el mandato del presidente Reagan, la compraventa secreta de armas por parte del gobierno a cambio de la liberación de rehenes en Irán y Nicaragua. 

Entre mayo de 1986 y mayo de 1987, la artista realizó cientos de fotografías de los representantes del Congreso y sus ayudantes, tanto en el Capitolio como en sus alrededores. El resultado fue de más de un centenar de imágenes de gran belleza, imbuidas de intimidad y humanidad.

En 1990, influida por la serie de August Sander, «Gente del siglo xx», en la que el artista presentaba un amplio abanico de arquetipos sociales, se centró en la gente de clase trabajadora, en un proyecto al que tituló «Trabajos». Aunque no era un motivo nuevo, durante este período lo exploró con mayor intensidad. Acudió a concesionarios de repuestos de automóviles, consultorios médicos y ayuntamientos y capturó la esencia de estas personas con tal intensidad que es difícil imaginárselos haciendo cualquier otra actividad.Con motivo de este proyecto pudo acceder a la Armería de Bethlehem donde capturó a los reservistas que, en alerta roja, fueron llamados repentinamente al Golfo Pérsico como parte de la operación Escudo del Desierto, tras la ocupación de Kuwait por parte de Irak. Además de estos retratos, la fotógrafa también tomó imágenes de las manifestaciones locales que se hicieron para apoyar a las tropas.

Tras obtener el Charles Pratt Memorial Award en 1992, Ross abordó una serie sobre la educación pública. Durante tres años la artista fotografió interiores de colegios y volvió al suyo propio, en Hazleton, donde también habían asistido sus hermanos y su madre antes que ella. Estas fotografías forman un retrato colectivo de la educación pública en Norteamérica a través de sus profesores, alumnos de infantil, primaria, secundaria y bachillerato. En esta ocasión se centró de nuevo en la memoria y el recuerdo, tal y como ella misma señala: «No deseo que estas imágenes expliquen lo que significa la escuela en un sentido documental. Quiero que sea un viaje emocional. Me gustaría que el espectador reconectara con lo que significa ser un niño de nuevo».

Sin título, Eurana Park, Weatherly, Pensilvania, 1982 © Judith Joy Ross, courtesy Galerie Thomas Zander, Cologne

A mediados de los años noventa, los afroamericanos eran minoría en Lehigh Valley, donde residía la autora. En el verano de 1998 decidió conducir hacia una de las zonas más depauperadas al noroeste de Filadelfia e instaló su cámara en un parque. Con ayuda de un empleado municipal, comenzó a retratar a los niños que allí jugaban, así como a algunos de los usuarios de distintos programas sociales juveniles y de las iglesias. Estos retratos irradian una presencia intensa en un contexto de violencia y miseria.

Los atentados del 11-s en Nueva York y Washington D.C. o la Guerra de Afganistán, motivaron a la artista a realizar una serie de proyectos en los que decidió abandonar su enfoque neutral a la hora de abordar su trabajo, porque, como ella misma señaló, «quise ser honesta sobre mis sentimientos de odio hacia la guerra». En 2008, se celebró una muestra en Bethlehem titulada Eyes Wide Open (Ojos bien Abiertos), impulsada por la organización cuáquera American Friends Service Committee. Animada por este evento en el que se denunciaba coste humano de las guerras de Afganistán e Irak, Ross exploró este tema. Fotografió, por un lado, a individuos que asistían a la exposición antes mencionada durante su itinerancia por el oeste de Pensilvania, y por otro, gente manifestándose con sus mensajes de protesta escritos en pancartas, tanto en Pensilvania como en Arizona y Washington D.C. Todos estos retratos dieron su fruto en un pequeño libro en cuya cubierta se podía leer: PROTESTAD CONTRA LA GUERRA. Cuando estuvo terminado, distribuyó la publicación entre los miembros del Congreso, con la ingenua esperanza de poder provocar algún tipo de cambio.

En 2007 cesó la producción del papel de impresión directa que la artista había utilizado durante toda su carrera, lo que hizo que comenzara a fotografiar principalmente en color, un terreno que hasta el momento prácticamente no había abordado. Utiliza entonces colores suaves y comedidos, con fuertes fogonazos, que dotan a sus imágenes de un aura similar a la que generaba con el blanco y negro. En los últimos años la artista ha vuelto a fotografiar en blanco y negro, y sus imágenes se han hecho más esenciales, menos anecdóticas. El retrato de una joven tocada con una corona de flores y un teléfono móvil en la mano, adornado con una pegatina de una calavera titulada Perséfone (2015), muestra, en palabras del comisario de la muestra, Joshua Chuang, «la diosa del inframundo que parece, pero es Judith Joy Ross la que se asoma sin miedo al misterio de su ser, asimilándolo todo».

Annie Hasz, Easton Circle, Easton, Pensilvania, 2007 © Judith Joy Ross, courtesy Galerie Thomas Zander, Cologne