Las Inversiones Socialmente Responsables (ISR) suponen un cambio de rumbo de las inversiones financieras hacia planteamientos cada vez más sostenibles y de responsabilidad social. Fundación MAPFRE está divulgando una manera de invertir que no sólo persigue la rentabilidad, sino que presta mucha atención al destino que se da a esas aportaciones.

TEXTO: RAMÓN OLIVER IMÁGENES: LAURA MARTÍNEZ LOMBARDIA

La imagen de Michael Douglas en la película Wall Street, ese engominado «tiburón» de las finanzas tan sobrado de arrogancia como corto de escrúpulos, que lucía llamativos tirantes y cuellos almidonados, caló hondo en el imaginario colectivo. Era el final de los años 80, y aquella visionaria cinta ya anticipaba lo que veinte años después acabaría estallando en pleno rostro de las sociedades contemporáneas. Los lodos de unas prácticas financieras especulativas que primaban la máxima rentabilidad sobre cualquier otra consideración. El mensaje era claro: ganar dinero caiga quien caiga. Una ecuación en las que no había sitio para las cuestiones éticas o de carácter social.

Hoy los tirantes siguen formando parte del guardarropa de muchos de los actuales brokers que operan en los parqués, y la búsqueda de dividendos continúa siendo el objetivo legítimo de los inversores, pero algunas cosas han cambiado. «La imagen de la industria financiera resultó muy dañada después de la crisis de 2008 y años posteriores», señala Alberto Matellán, Economista Jefe de MAPFRE INVERSIÓN. El 15 de septiembre de 2008, la estrepitosa bancarrota de Lehman Brothers, el cuarto banco de inversión de Estados Unidos, simbolizó con elocuencia el final de un ciclo y de una forma de concebir los mercados financieros.

El concepto de «inversión responsable» no es en absoluto nuevo. «Ya en el siglo XVI, la Escuela de Salamanca, los que se consideraban los primeros economistas de la historia pensaban que la inversión, al igual que toda acción humana, debe estar sometida a límites éticos», recuerda Matellán. La llegada de filosofías materialistas y utilitaristas predominantes en el siglo XX difuminó esa idea, que hoy resurge con fuerza como reacción a los desmanes de la crisis. Según datos de SpainSIF, las inversiones sostenibles alcanzan ya casi la mitad del mercado nacional de fondos. Un 46% del mercado de instituciones de inversión colectiva y fondos de pensiones, el equivalente a un volumen de 185.000 millones de euros, ya se encuadran en esta categoría. Y las cifras siguen creciendo. La encuesta Global Sustainable Investment situaba los incrementos de los activos de inversión sostenible en un 60% entre 2012 y 2014 y, en un 25% entre 2014 y 2016.

Las Inversiones Socialmente Responsables añaden dos elementos diferenciales a la mera búsqueda de rentabilidad financiera: ESG (medio ambiente, social y buen gobierno) y sostenibilidad a largo plazo.

Pero, ¿qué es exactamente una inversión socialmente responsable? Mercedes Sanz, directora del Área de Seguro y Previsión Social de Fundación MAPFRE, resume este concepto como «una forma de invertir que añade dos elementos diferenciales a la mera búsqueda de rentabilidad financiera: ESG (medio ambiente, social y buen gobierno) y sostenibilidad a largo plazo». Para esta experta, la importancia de las «ISR» radica en que «convierten la actividad de inversión en una forma de mejorar el mundo más allá de la mera rentabilidad». A esta visión, Matellán agrega que, desde un punto de vista estrictamente económico, las inversiones sostenibles «intentan incluir en el análisis todas las externalidades posibles, a fin de minimizar las negativas y potenciar al máximo las positivas». Un objetivo que, abunda, puede alcanzarse mediante diversas estrategias: «de exclusión (evitar invertir en empresas o instituciones con malas prácticas), de “lo mejor” (invertir solo en empresas con las mejores prácticas) o “de impacto” (aquellas que persiguen un objetivo concreto y medible extra financiero)».

La terminología utilizada para referirse a este tipo de operaciones financieras puede dar lugar a cierta confusión. No es lo mismo hablar de inversión «sostenible», normalmente referida a productos de inversión masiva para clientes tanto institucionales (empresas) como minoristas (fondos de inversión); que de inversión «solidaria», de carácter más filantrópico y que básicamente tiene más que ver con fondos que donan una parte de su rentabilidad.

Los pequeños inversores toman conciencia

Los inversores institucionales son  quienes copan la inmensa mayoría de estas inversiones (el 93%, según SpainSIF). Sin embargo, el número de pequeños inversionistas que también empiezan a mirar con lupa el destino que se da a su dinero se ha duplicado en apenas dos años. «La mayoría de los ahorradores no se preocupa por conocer qué se hace con su inversión cuando contrata, por ejemplo, un fondo o un plan de pensiones. Pero esto está cambiando y hoy las personas comienzan a exigir explicaciones a los gestores de su ahorro para conocer no solo la evolución de su rentabilidad, sino también para asegurarse de que sus inversiones se alinean con sus principios. Ese es el concepto real de inversión responsable», comenta Alberto Matellán.

La falta de información es uno de los grandes escollos que separa aún a los pequeños inversores de este tipo de inversiones. «Por desgracia, no todos los gestores de inversiones ni asesores patrimoniales están preparados para proporcionar esa información, y mucho menos para realizar los análisis adecuados», lamenta Matellán. Y es que la falta de transparencia ha sido la tónica general en muchas de estas operaciones a lo largo de los años.

Una situación que, sin embargo, va cambiando poco a poco gracias a la presión social y a la cada vez más patente accesibilidad a la información que facilitan las nuevas tecnologías. «Lo deseable es que el inversor/ahorrador esté totalmente informado y bien asesorado sobre los productos que contrata, y que sea la entidad con la que ha contratado el producto la que le facilite esa información», reclama Javier Garayoa, presidente de SpainSIF, la plataforma de encuentro y referencia en materia de inversión sostenible y responsable en España. Desde esta institución se recuerda la importancia de que el contrato que se suscribe con la entidad gestora refleje esa obligación de facilitar información pormenorizada.

Moda o posicionamiento del mercado?

No faltan voces que miran con escepticismo la combinación de los términos «inversión» y «sostenible», como si se tratara de conceptos incompatibles. Agua y aceite. Entre otras cosas, se pone en cuestión su rentabilidad —principio fundamental que subyace a toda inversión—. Los expertos, discrepan. «A priori, podemos pensar que las inversiones sostenibles conllevan más costes de análisis, o que suponen renunciar a oportunidades. Pero en la práctica se ha demostrado que con este proceso de inversión se seleccionan empresas con una capacidad de supervivencia mayor en el tiempo, menos expuestas a riesgo y a escándalos y más favorecidas por sus clientes», argumenta Alberto Matellán. Un análisis con el que coincide Javier Garayoa. «Invertir con responsabilidad supone asumir menos riesgos, dado que al análisis convencional se añade el extra financiero, a la vez que permite aprovechar oportunidades a largo plazo», sintetiza.

Otro de los recelos que suscitan las IRS se refieren a sus motivos. ¿Hasta qué punto estas responden a un genuino y razonado posicionamiento del mercado o son un mero producto de la moda? El informe ESG Investing Goes Mainstream, elaborado por JP Morgan, señala que la ISR se está convirtiendo en tendencia dominante debido a que los inversores «quieren minimizar el riesgo reputacional y operativo sin sacrificar rentabilidad». Para Matellán existe un claro conflicto entre la necesidad de subirse a una ola imparable y los recursos necesarios para hacerlo bien. «El ciudadano de a pie está convencido de que una parte muy importante de la parafernalia que rodea a las inversiones responsables es sólo imagen de marketing con muy poca realidad detrás. Y no va desencaminado. Pero el hecho de que exista este componente no impide reconocer que, si se hacen las cosas bien, hay inversiones responsables serias y con un impacto muy positivo».

Mercedes Sanz cree que es importante que la sociedad en general conozca y entienda qué son y qué representan las ISR desde un punto de vista social. «Los ciudadanos deben ser capaces de diferenciar entre las empresas y a las inversiones que son socialmente responsables de las que no lo son. La inversión sostenible le interesa y afecta a todas aquellas personas que quieren apoyar proyectos que aspiran a transformar la sociedad, desde a un gran inversor hasta a quien solo tiene una pequeña cuenta de ahorro en un banco o ha contratado un plan de pensiones. Por este motivo, desde Fundación MAPFRE estamos generando contenidos divulgativos que se encuentran en nuestro Proyecto Seguros y Pensiones para Todos».

Factores ASG/ESG

Medioambientales: cambio climático, consumo energético, gestión y tratamiento de residuos, emisiones, etc.

Sociales: derechos humanos, trabajo infantil, salud y seguridad, pobreza, discapacidad, desigualdad…

Buen gobierno: calidad de gestión, independencia, transparencia, conflictos de interés, remuneración, relaciones con accionistas y grupos de interés, relaciones con empleados.

La experiencia de MAPFRE

«MAPFRE se está constituyendo en uno de los líderes en inversión responsable en Europa. Hemos firmado los Principios de Inversión Responsable de Naciones Unidas, además de participar en otros muchos foros y asociaciones relacionados con ello. Pero lo más importante, lo más diferencial, es que lo estamos haciendo desde la base: estamos convirtiendo todo nuestro proceso inversor, desde la definición de clases de activos, hasta los productos que ofrecemos, pasando por el análisis y la construcción de carteras, para que todo ello tenga en cuenta esos impactos al resto de la sociedad».

Alberto Matellán
Economista Jefe de MAPFRE Inversión