Fundación MAPFRE presenta en la Casa Garriga Nogués en Barcelona la exposición El Infierno según Rodin, que podrá visitarse del 11 de octubre de 2017 al 21 de enero de 2018. Esta muestra invita al público a explorar la creación de uno de los iconos del arte de fin de siglo: La Puerta del Infierno de Auguste Rodin.
TEXTO: BLANCA DE LA VALGOMA
Considerada como la obra central de la carrera del escultor francés, que trabajó durante más de veinte años en ella, esta obra monumental ofrece una visión espectacular del infierno, febril y tormentosa, pero también sensual y evocadora.
En 1880, el Estado francés encargó a Rodin, entonces aun un escultor poco conocido, la realización de una puerta para un futuro museo de artes decorativas. Este encargo, modesto en un principio, se convirtió rápidamente en el proyecto más importante de su carrera.
Durante la siguiente década, el artista trabajó de forma febril tanto en la dimensión arquitectónica de la Puerta, reflexionando sobre la composición del conjunto, como en los personajes que surgen, se arremolinan y brotan de ella. Rodin tomó el Infierno de la Divina Comedia de Dante como punto de inspiración, pero según fue avanzando en su trabajo, se vio cada vez más influido por la ambigüedad y la sensualidad de Las flores del mal de Baudelaire, cuya primera edición ilustró entre 1887 y 1888.
Los numerosos grupos y figuras de condenados que Rodin reúne en La puerta del Infierno constituyen un auténtico repertorio de formas que reutilizará hasta el fin de su carrera, con una inventiva siempre renovada y una capacidad expresiva sin igual en su época.
Fascinado por el cuerpo, ya sea doloroso, violento o erótico, Rodin diseñó, modeló y retrabajó sin cesar sus creaciones con el fin de captar y expresar todos los impulsos del alma. Muchas de sus obras más conocidas surgen de este proyecto. Entre ellas, El Pensador, El Beso, Ugolino, o Las Sombras. La lectura de La puerta del infierno permite apreciar por tanto la mayor parte de la obra de Rodin. En ella se encuentra una síntesis de sus investigaciones estilísticas y un punto de partida para numerosas variaciones permitidas por sus técnicas preferidas: fragmentación, ensamblaje, ampliación, reducción, repetición, lo inacabado…

Le Penseur, sur élément de chapiteau, 1881-1888 Musée Rodin, París. S.03469 © agence photographique du musee Rodin – Pauline Hisbacq
La exposición reúne un centenar de esculturas y unos treinta dibujos, de una gran fuerza expresiva y delicadeza, que han sido raramente expuestos, así como varias maquetas y modelos que permiten seguir el proceso creativo del escultor y la evolución que fue sufriendo la puerta a lo largo de los años. Así pues, esta exposición permite admirar La puerta del infierno y las esculturas que formaron parte o que surgieron de ella pero también observar la evolución de toda la trayectoria de Rodin y asistir al proceso de creación de uno de los artistas más emblemáticos del fin de siglo.
La muestra El Infierno según Rodin ha sido organizada por Fundación MAPFRE y el Musée Rodin de París y cuenta con los préstamos excepcionales de este museo.
Rodin en 1880
La exposición comienza con una pequeña sección en la que se recogen los primeros bocetos, tanto sobre papel como en tres dimensiones, que Rodin realizó para determinar la estructura general que tendría la puerta. Estos bocetos muestran cómo el artista se inspiró en un primer momento en modelos renacentistas como La puerta del Paraíso de Lorenzo Ghiberti, con un diseño geométrico y racional, y cómo poco a poco se fue liberando de ese rígido esquema hasta crear una puerta más compleja e imbricada, que refleja mejor el espíritu del fin de siglo.
Estos esbozos también permiten observar cómo las figuras principales ya estaban planteadas desde un primer momento: Las Sombras —una evolución de la figura de Adán, que en un primer momento iba a flanquear la puerta junto a Eva—, El Pensador —que representa a Minos, el juez que asigna a cada condenado a uno de los círculos, pero también a Dante meditando sobre su propia obra y, por extensión, a cualquier creador e incluso al propio Rodin—, Ugolino o El beso se reconocen ya en los primeros bocetos de la Puerta.

Ugolin et ses enfants, premier jour, 1884 Musée Rodin, París. D.09393 © musee Rodin (photo Jean de Calan)
La inspiración dantesca
La segunda sección de la exposición explora la manera en la que Rodin interpretó el Infierno de la Divina Comedia de Dante. Como muchos otros artistas antes que él, Rodin estaba fascinado por el poema italiano, escrito a comienzos del siglo XIV por el poeta florentino Dante Alighieri. El escultor no pretendió en ningún momento ofrecer una lectura lineal del poema, ni describir los nueve círculos por los que pasa Dante hasta llegar al Paraíso, sino que busca una interpretación libre, en la que se aleja de lo anecdótico y busca transmitir la esencia del sufrimiento de los condenados. Su vínculo con el texto es sutil, a veces tenue, y a menudo son las notas que acompañan a las obras, particularmente los dibujos, lo que nos permite comprender su relación con la Divina Comedia.
Rodin muestra especial interés por algunos episodios, que desarrolla en numerosos dibujos y bocetos antes de esculpirlos, mientras que otros son ignorados. Así, por ejemplo, la historia del conde Guido de Montefeltro, que ocupa un lugar residual en el poema de Dante, parece haber interesado mucho a Rodin, que le dedica un gran número de dibujos. También dedica muchos dibujos y esculturas a la historia de Paolo y Francesca y a la de Ugolino devorando a sus hijos, pero por lo general centra sus esfuerzos en la representación de condenados anónimos —a los que con frecuencia llama “sombras”—.
En su mayoría, las figuras que Rodin realiza en este momento son hombres que se encuentran ensimismados, cerrados sobre sí mismos, reflexionando sobre su culpa y su castigo. A medida que el tiempo pasa y la obra avanza, Rodin se aleja cada vez más de la fuente inicial. Los motivos que crea comienzan a cargarse de nuevos significados y a adaptarse a nuevas inspiraciones. En efecto, la mayoría de los dibujos inspirados en Dante, al estar poco caracterizados, podían referirse a varios temas tomados del Infierno y se prestaban a investigaciones posteriores sobre temas completamente distintos, sugiriendo interpretaciones que podían ser contradictorias. En dibujo, como en escultura, la polisemia de los motivos creados por Rodin se impuso desde principios de la década de 1880.

Andromède, ca. 1882-1885 Musée Rodin, París. S.00811 © musee Rodin (photo Christian Baraja)
La inflexión baudeleriana
A mediados de la década de 1880, Rodin recibió el encargo de ilustrar un ejemplar de Las Flores del Mal de Baudelaire, una de las obras que más influencia tendrían en la sensibilidad del fin de siglo francés. Lo mismo que con el Infierno de Dante, Rodin no hizo un trabajo de ilustrador, sino que más bien respondió a esos poemas, que giran en torno a las pasiones humanas, procurando a menudo transcribir la atmósfera de unos versos en vez de tratar de resumir el poema entero.
La tercera sección de la exposición muestra la relación entre los dibujos realizados para Las Flores del Mal y las esculturas que forman parte de la Puerta, reflejo de la transformación que sufre la obra por influencia del espíritu de la poesía de Baudelaire. Los poemas que componen esta obra influyeron inmediatamente en Rodin y, por tanto, en las formas que estaba creando para la Puerta del Infierno, dándoles un carácter mucho más ambiguo y sensual.
Frente a sus primeras figuras para la Puerta, en la que reflexionaba fundamentalmente sobre el castigo, Rodin pasa a meditar sobre la tentación y sus consecuencias. Rápidamente abandona la visión moral del mundo que planteaba Dante y en su lugar aparece una visión amoral, que no juzga a los condenados, y mucho más íntima, en la que el Infierno deja de ser un lugar para convertirse en un estado del alma. Las mujeres comienzan a cobrar un protagonismo cada vez mayor, se exponen más hacia el espectador e interactúan entre ellas. La Puerta se carga así de erotismo, dinamismo y voluptuosidad.

Le désespoir, ca. 1881-1885 Musée Rodin, París. S.03836 © agence photographique du musee Rodin-Pauline Hisbacq
La búsqueda sin fin de molduras ideales
La siguiente sección está dedicada a la preocupación de Rodin por los aspectos más arquitectónicos de la Puerta. Dado que el museo para el que la Puerta estaba destinada aún no había sido construido y por tanto no sabía el aspecto que tendría la fachada en la que la Puerta debía integrarse, el escultor se vio obligado a crear una estructura arquitectónica propia. Desde luego la Puerta se convirtió en una obra autónoma que no habría podido abrirse nunca, pero está marcada por este origen de varias maneras. Al principio debía servir de paso, de entrada a un lugar especial, pero también debía mostrar a los visitantes y transeúntes, en el espacio público, un ejemplo de lo que podía producir el arte de su tiempo en materia de escultura aplicada al ornamento. A falta de un proyecto arquitectónico en el que tendría que haberse insertado, Rodin concibió no solo unas hojas sino también todo su cerco. La Puerta queda así organizada a través de grandes líneas verticales y horizontales, que Rodin anima con diversas molduras, y con volúmenes prominentes que crean un juego de luces y sombras muy potente. Para ello se inspiró en los innumerables edificios civiles y religiosos que admiró en sus viajes por Francia e Italia a lo largo de su vida, con predilección por el gótico tardío y el primer Renacimiento.
Reunió toda una documentación gráfica de imágenes pegadas en las páginas de un álbum y dibujos de arquitectura copiados del natural, delante de los monumentos, que continuó realizando incluso cuando había abandonado su trabajo en la Puerta. Sin embargo, modifica las características de ciertos elementos del vocabulario decorativo tradicional como las hojas de acanto y el follaje, creando unos perfiles que, desde la base hasta la cima, son variados y nunca idénticos.

Troisième maquette de la Porte de l’Enfer, 1880 Musée Rodin, París. S.01189 © musee Rodin (photo Herve Lewandowski)
Formas vivas, más allá de la Puerta
Finalmente, la exposición cierra con una gran sección que relata la evolución de la Puerta, con especial atención a la vida propia que desarrollaron muchas de las figuras creadas ella. A finales de 1880, el proyecto del museo de arte decorativo se detiene bruscamente y la Puerta se queda sin destinatario. Rodin, convertido ya en un artista reconocido, recibe varios encargos importantes que le mantienen ocupado durante buena parte de la siguiente década. Deja entonces de trabajar en La Puerta del Infierno, que sin embargo permanecerá en su taller, como un gran telón de fondo. No obstante, con casi sesenta años decide retomarla y exponerla en el Pabellón del Alma, la gran muestra retrospectiva que organiza con ocasión de la Exposición Universal de 1900.
Por razones que aún no están claras, Rodin expuso su obra maestra desprovista de todas las figuras que la formaban, lo que provocó el desconcierto del público y la crítica. La Puerta quedó entonces casi abandonada y no fue hasta el final de su vida, en 1917, cuando decidió recomponerla para poder finalmente fundirla. En el curso del periodo de intensa creación iniciado en 1880, Rodin había diseñado un gran repertorio de figuras y grupos escultóricos.
Pese a que no todas fueron integradas en la Puerta del Infierno, o al menos no inmediatamente, el escultor reutilizó, a partir de ese momento y hasta el final de su carrera, figuras, grupos y fragmentos que se transformaron en punto de partida para una gran parte del resto de su obra. Algunos de estos motivos se hicieron autónomos y se expusieron en yeso o en otros materiales como el bronce o el mármol, mientras que otros fueron ensamblados con distintos elementos, dando origen nuevas obras y otros, por su parte, fueron agrandados de forma completa o fragmentada a partir de 1890. Este proceso genera una modificación profunda de su presencia física frente al espectador, y hace que se les pueda considerar como nuevas versiones de obras antiguas. Ese es el caso de obras tan emblemáticas como La Desesperación, La Cariátide e incluso El Pensador y El Beso.
IMAGEN DE PORTADA: Tympan de la Porte de l’Enfer, 1887-1889 Musée Rodin, París. S.05729 © musee Rodin (photo Beatrice Hatala)