TEXTO: PEP BENLLOCH, COMISARIO DE LA EXPOSICIÓN
Esta exposición sobre la obra de Humberto Rivas, que podrá visitarse desde el 21 de septiembre de 2018 hasta el 5 de enero de 2019 en la sala de exposiciones Bárbara de Braganza de Madrid, pretende constituirse en un hito más que ayude a conocer a un autor básico para entender el momento que vivió la fotografía en España en los años setenta del siglo pasado así como su aportación en la modernización de esta.
A pesar de los años transcurridos desde la invención de la fotografía en el siglo XIX, en la actualidad ni la docencia ni la investigación alcanzan aquí unos niveles deseables, lejos del desarrollo que esta herramienta de creación y documentación experimenta en los países de nuestro entorno. Podemos afirmar que una parte muy importante de la investigación en el campo de la fotografía se ha desarrollado aquí al margen de la enseñanza pública, auspiciada por instituciones privadas o al amparo de diferentes festivales o eventos centrados en esta disciplina. El escaso interés por la fotografía en la universidad y la marginalidad a la que fue sometida como soporte de creación hasta mitad de los años noventa del siglo XX, provocó que los mismos fotógrafos se aventuraran a cubrir aquellas facetas que los profesionales de diferentes campos de la investigación pública no asumían.
Así, los fotógrafos realizaron el papel de críticos, comisarios, galeristas e investigadores. Una gran parte del patrimonio fotográfico conocido en la actualidad se debe a las actuaciones de diferentes fotógrafos que potenciaron su divulgación. Es el caso de Lee Fontanella, Joan Fontcuberta, Cristina Zelich, Publio López Mondéjar, Pep Benlloch, Josep Vicent Monzó, Valentín Vallhonrat, Rafael Levenfeld, Juan Naranjo, Manuel Sendón, Jose Luis Suárez, Alejandro Castellote, Paco Salinas y el Photomuseum de Zarautz, entre otros. Del mismo modo, contribuyeron a la incorporación de relevantes autores a la historia de la fotografía en España.
Otro sector que en los últimos años está realizando una labor importante en la investigación de la fotografía española es el del coleccionismo privado. Desde determinados ámbitos de este sector, y con todos los riesgos que comporta, algunos coleccionistas han apostado por aportar su experiencia y conocimiento sobre determinadas épocas y sus procedimientos fotográficos, como es el caso de los daguerrotipos —difundidos oficialmente a partir de 1839—, que coleccionan de manera rigurosa. No solo ayudan en su conservación sino, además a completar huecos de nuestro pasado fotográfico.
Pero esta tarea, desarrollada desde el ámbito privado, debería tener una continuidad e implementación en la universidad. El compromiso que mantuvieron algunos teóricos y artistas durante años con este medio permitió que se mantuviera un mínimo interés en la investigación, lo que posteriormente, sobre todo a través de diferentes publicaciones, permitió un impulso con notables frutos que dio como resultado una aparente normalización.
La muestra dedicada a Humberto Rivas aborda el trabajo del artista a lo largo de toda su trayectoria, que comprende desde los años sesenta del siglo XX hasta 2005. Rivas fue un autor fundamental para el desarrollo de la fotografía en España a partir de la primera mitad de los años setenta, cuando llegó a Barcelona procedente de Argentina, pues con él se produjo una renovación de la fotografía, que entra en el campo de las prácticas artísticas.
La exposición muestra cronológicamente gran parte de su producción, procedente del Archivo Humberto Rivas (Barcelona), así como de nuestras principales colecciones y museos: MNAC-Museu Nacional d’Art de Catalunya, Barcelona; IVAMInstituto Valenciano de Arte Moderno, Valencia; MNCARSMuseo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid; Fundación Foto Colectania, Barcelona; Colección Per Amor a l’Art, Valencia y Fundación MAPFRE, Madrid.
Sus imágenes siempre incorporan la mirada del espectador, y en ellas siempre existe una posibilidad de diálogo
La selección cuenta con copias originales de época hechas por el artista, y es que, por su proceso de trabajo, podemos intuir que Humberto Rivas siempre tuvo una visión de futuro para su obra: cada vez que seleccionaba una de las fotografías hecha con su cámara tenía la costumbre de positivar inmediatamente varios ejemplares. En Buenos Aires, la influencia del fotógrafo Anatole Saderman le llevó a buscar nexos entre la imagen estática y el cine, y en 1971 decidió abrir un taller de foto publicitaria y una cooperativa para sus proyectos creativos. También en los inicios de los setenta viajó a Europa, donde tuvo oportunidad de ver en directo las grandes obras de arte de todos los tiempos, y visitó Barcelona con América Sánchez. Posteriormente, en el año 1976, cuando se produjo el golpe militar en Argentina y se implantó el terrorismo de Estado, Rivas, de talante pacífico y que no toleraba la violencia, se trasladó a vivir a Barcelona con su familia, apoyado por el artista America Sanchez que ya residía en la Ciudad Condal. Su llegada en 1976 procedente de Buenos Aires fue significativa para el medio cultural de Barcelona, y su obra, que causó un gran impacto, supuso un importante impulso para un grupo de artistas que deseaban poner en valor la fotografía creativa, que en aquellos momentos se encontraba en una situación de marginalidad respecto de otras disciplinas artísticas. En 1982 participó activamente en el lanzamiento de la primera edición de la Primavera Fotogràfica a Barcelona, acontecimiento pionero en España que fue de vital importancia para el reconocimiento de la fotografía como soporte de creación artística.
Para Rivas, el maestro de la fotografía era todo lo contrario del «cazador de instantes». Lo suyo no tenía nada que ver con la casualidad, ni siquiera con la falsa audacia del voyeurismo; era un constructor de imágenes. Trabajaba esencialmente en el estudio con cámara de placas, y en exteriores lo hacía pensando globalmente en el conjunto de su trabajo. Con su obra, la fotografía española se abría a una nueva forma de documentar desde la búsqueda de la impronta del tiempo, de la cultura, de la memoria. Sus imágenes siempre incorporan la mirada del espectador, y en ellas siempre existe una posibilidad de diálogo. Sus retratos se exhiben sin apenas fondos denotativos, lo significativo siempre es el sujeto preciso de la imagen. Rivas construye un trabajo extremadamente descriptivo, pero a la vez profundamente analítico y, sin embargo, muy misterioso. En su obra no hay lugar para la anécdota o el incidente.
La producción fotográfica de Humberto Rivas se enmarcaría en diferentes «géneros fotográficos» según la historiografía de la época, aunque él nunca se sometió a clasificación alguna, y es desde este hecho de donde arranca su aportación a la renovación de la fotografía española. Sus personajes, que al igual que los paisajes de la ciudad, según le gustaba decir, «lo eligen para ser registrados por su cámara», atienden a una particular contradicción: son paisajes sin personas y personas sin paisaje; o lo uno o lo otro, nunca juntos en una misma imagen. Somos nosotros, al mostrar su obra, los que insertamos unos en los otros, porque parece ineludible esta unidad que él trata de separar. Por ello, la exposición muestra un resumen de sus planteamientos conceptuales sobre el sujeto y sobre la ciudad en un continuo que se parece más a lo que captamos en nuestro deambular por la vida. Para Rivas, la poesía era el arte más cercano a la fotografía. Así, su trabajo se alía con un sentimiento común de soledad, produciendo un desconcierto que seduce al espectador. En sus imágenes sobre la ciudad nos muestra esta más como estructura que como teatro de la vida humana, se detiene en los espacios habitados por las sombras; son sus preferidos, porque constituyen ausencias muy presentes en su particular disección de la ciudad.
La dimensión artística de sus retratos no viene dada exclusivamente por el cambio estético que supusieron, sino principalmente por la sensibilidad que exhala cada uno ellos
Del mismo modo, lleva hasta el límite el arte del retrato. La obsesión por determinados personajes, algunos totalmente desconocidos, que se le aparecían como modelos para su obra, le llevaba a acercarse a ellos de manera casi compulsiva hasta conseguir su retrato, su fotografía, en la forma en que él ya la había imaginado interiormente. Como consecuencia, en sus retratos encontramos también un tiempo acumulado, no hay instante decisivo. La dimensión artística de sus retratos no viene dada exclusivamente por el cambio estético que supusieron, sino principalmente por la sensibilidad que exhala cada uno ellos, por el particular tratamiento dado a cada uno de los personajes, intérpretes de su propio papel en la obra de su vida y de la que el fotógrafo ofrece un testimonio excepcional, preciso y riguroso.
Todas las fotografías de Humberto Rivas pasan por la criba de su mirada escrutadora e incisiva: sus retratos, objetos, edificios o estancias radicalmente aislados o reducidos a líneas, superficies o fachadas cobran personalidad y vida propia. Sus imágenes nos invitan a la contemplación y al análisis de su contenido: minuciosas en el detalle, cada elemento que contienen nos ayuda a comprender el motivo que llevo al autor a su realización y a su interpretación del sujeto o del paisaje.
CRÉDITOS DE LAS IMÁGENES
- María, 1978 Archivo Humberto Rivas, Barcelona© Asociación Archivo Humberto Rivas
- Alberto, 1979 Archivo Humberto Rivas, Barcelona© Asociación Archivo Humberto Rivas
- Violeta la Burra, 1978 espaivisor, Valencia © Asociación Archivo Humberto Rivas
- Violeta la Burra y su madre, 1978 espaivisor, Valencia© Asociación Archivo Humberto Rivas
- Valencia, 1987 Archivo Humberto Rivas, Barcelona© Asociación Archivo Humberto Rivas
- Montmajour, 1993 Museu Nacional d’Art de Catalunya, Barcelona. Donación del artista, 2006
- Vic, 1984 Museo Nacional d’Art de Catalunya, Barcelona. Donación del artista, 2006 © Asociación Archivo Humberto Rivas
- Granollers, 1983 Archivo Humberto Rivas. Cortesía espaivisor, Valencia© Asociación Archivo Humberto Rivas
- Valencia, 1987 Archivo Humberto Rivas, Barcelona © Asociación Archivo Humberto Rivas