En abril de 2016, Alicia Ruiz Yebra (Madrid, 1968), responsable de Voluntariado de MAPFRE en España, cumplió 25 años en la compañía. Cuando recibió la gratificación que se concede en estos casos, tuvo claro que reservaría un billete de avión a Calcuta para hacer voluntariado. Sentía la necesidad de devolver a la vida un poquito de lo mucho que le había dado. El año anterior, uno de sus hijos fue diagnosticado con una enfermedad importante y gracias a la ayuda de muchas personas, principalmente compañeros de trabajo, hoy su hijo se encuentra mejor. Este es su testimonio, el de un viaje duro pero muy gratificante, como todas las actividades solidarias y desinteresadas en las que participa habitualmente.

TEXTO Y FOTOS ALICIA RUIZ YEBRA

 

India es India. Amarla y odiarla en el mismo día son sensaciones comunes. Tiene la capacidad de no dejarte indiferente. Es un país al que yo había viajado en otras ocasiones, pero en India hay muchas Indias… No conocía Calcuta y os aseguro que es otra historia. Es la vida en estado puro. Sin adornos. Según llegas te pone al pie de los caballos. No hay tiempo de inmersión. Te golpea. En el mismo día te saca mil sonrisas pero también muchas lágrimas. Es la ciudad de los más pobres entre los pobres.Calcuta no se anda con tonterías, desde la llegada al aeropuerto, no te engaña, se muestra tal y como es. Conmigo no fue distinta y desde el primer día me enseñó sus reglas. Allí la vida no es un derecho sino un privilegio y como tal se dan las gracias y se celebra diariamente.

Yo tenía la ilusión de colaborar en la Casa de la Madre Teresa de Calcuta. Descubrí que la manera de hacerlo era simplemente presentarse allí sin previo aviso y acudir a una dirección donde registrarse como voluntario. En este lugar te reciben y te preguntan el nombre, la nacionalidad y si tienes alguna especialidad. La persona que me atendió me regaló una gran sonrisa y añadió: «Con tus dos manos y tu corazón eres bienvenida».

La Madre Teresa de Calcuta cuenta con distintas casas de acogida en la ciudad. A los voluntarios registrados les asignan destinos según las necesidades del momento. El mío fue Nirmal Hriday, popularmente conocido como Kalighat, la casa de los moribundos, el primer centro abierto por la Madre Teresa, donde empezó toda su labor. Allí se da cobijo a las personas que se están muriendo, literalmente, en la calle. Lo primero que se hace cuando llegan es despojarlas de los harapos y lavarlas ya que vienen en tal estado que muchas veces no se sabe ni su sexo.

En Calcuta la vida no es un derecho sino un privilegio y como tal se dan las gracias y se celebra diariamente

No voy a negar que la experiencia ha sido durísima, que tienes muchos momentos del día en los que te superan los acontecimientos, que te ves haciendo cosas que no imaginabas siquiera que existían y que en ese momento no tienes ni tiempo de plantearte si eres capaz de hacerlo o no, ya que lo importante es actuar. Lo que sí aseguro es que la experiencia ha sido maravillosa.El voluntariado es una experiencia que empuja a la humildad. Kalighat es un lugar muy especial. Es un lugar con paz, un lugar donde se encuentran las lágrimas de los moribundos y de los que se buscan, donde las fronteras no existen, donde no hay distinciones por edad, religión o clase. Te sientes humilde ante tanto dolor y tanto respeto.

He viajado sola, algo que te permite volver a tu esencia y reflexionar. Había días en los que al ir por la calle me paraba, miraba alrededor y no dejaba de preguntarme: «¿Qué ves aquí que tanto te atrae?» La respuesta siempre era la misma: su gente. Calcuta tiene censados a 19 millones de habitantes. Cuenta con un clima extremo, especialmente en agosto, momento en el que el monzón provoca una humedad del 95%, haciendo que la temperatura sea elevadísima. Sus calles son auténticos vertederos, llenos de personas buscando algo que llevarse a la boca. Es la ciudad de los cuervos, de las ratas, del ruido, de la contaminación, del dolor, del sufrimiento, de la muerte y la miseria. Más allá de este paisaje están las sonrisas, la lucha por la vida, la generosidad, el amor por los demás y el respeto. Eso es Calcuta.

Al final de la experiencia, cuando mi avión estaba despegando, rompí a llorar. Me despedí de mi amada India pero sobre todo de mi querida Calcuta. Estaba agotada. Había sido demasiado duro. De vuelta, ya en España, os confieso lo contenta que estoy de haber ido y que haré todo lo posible por volver.

Gracias, Calcuta. ¡Hasta pronto!