Subir al autobús. Buscar el número de asiento. Colocar en la bandeja superior el equipaje de mano. Sentarse. Ajustarse el cinturón de seguridad… Hay actos cotidianos que vale la pena adoptar. Que salvan la vida. El testimonio directo de una víctima de accidente de autobús y los resultados del Informe sobre el uso del cinturón de seguridad en autobuses realizado por Fundación MAPFRE nos recuerdan la importancia de ese gesto.

TEXTO: ÁNGEL MARTOS               IMAGEN PORTADA: GREY DÍAZ

 

Hay noticias que nadie querría leer y que nunca querría protagonizar. «18 muertos y 37 heridos en accidente de autobús en Panamá», titulaban los diarios digitales el pasado 6 de marzo. La tragedia había sucedido el día anterior en la mítica carretera Panamericana, cuando un autobús procedente de la provincia caribeña de Bocas del Toro perdía el control y se precipitaba desde un puente hasta al río Las Guabas, a una altura de 60 metros. En el vehículo viajaban 50 temporeros que iban a trabajar en la cosecha de sandía. Nadeskha Mackenzie, ejecutiva de operaciones de MAPFRE en Panamá, leyó la noticia esa mañana de lunes y no pudo evitar sentirse concernida: «Este accidente puso al país completo a pensar en lo vulnerables que somos», recuerda.

Su solidaridad tiene raíces profundamente personales que ahondan un año atrás, cuando un suceso en un autobús le cambió la vida para siempre. «Es inevitable pensar en el momento en el que sufrí mi accidente y darme cuenta de que pudo pasarnos lo mismo a nosotros, y de que, a pesar de que fui una víctima de gravedad, no hubo víctimas fatales». Una reflexión que lleva a Mackenzie siempre a la misma conclusión: «Debemos crear la cultura del uso del cinturón de seguridad en autobuses y autos privados, nadie está exento de sufrir un accidente de tránsito así que está en nosotros utilizar las herramientas necesarias para prevenirlos».

«Pensamos que los accidentes siempre les suceden a los demás, o a los irresponsables»

© Grey Díaz

Campaña #teFaltaAlgo

Ese mismo espíritu ha inspirado en España la campaña #teFaltaAlgo de Fundación MAPFRE, para concienciar a los pasajeros de la importancia de llevar el cinturón de seguridad en los autobuses, tal y como indica la normativa. En nuestro país, cada vez son más los usuarios que optan por este medio de transporte en sus desplazamientos por carretera, con un incrementó en 2016 de un 4,3%, según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Una de las razones de su uso masivo es la seguridad: viajar en bus es 10 veces más seguro que hacerlo en coche, en cifras del Consejo Europeo de Seguridad en el Transporte. Es tan poco habitual sufrir un accidente de autobús que cuando ocurre despierta una gran alarma social, más si se convierte en una tragedia con pérdida de vidas humanas.

Una manera de reducir ese impacto es aumentando el grado de seguridad con el uso del cinturón. Es la apuesta del Informe sobre el uso del cinturón de seguridad en autobuses, realizado por Fundación MAPFRE, con la colaboración de empresas españolas como Alsa, Avanza, DBLAS y Esteban Rivas. Al igual que ocurre en el resto de los vehículos, su utilización puede ser la manera más efectiva para salvar vidas y prevenir lesiones, «al evitar que tanto el conductor como los ocupantes se puedan golpear contra el interior del vehículo o salir despedidos a través de una ventana en caso de vuelco, colisión o frenada repentina», apuntan los autores del estudio, Jorge Ortega y Jesús Monclús, ambos del Área de Prevención y Seguridad Vial de Fundación MAPFRE.

La paradoja del riesgo

Esta enumeración de catastróficas desdichas describe a la perfección el accidente que sufrió Nadeskha Mackenzie, que la dejó parapléjica un 6 de febrero de 2016. Era sábado de carnaval y se dirigía desde la capital panameña hacia Isla Colón, en la provincia de Bocas del Toro, para pasar unos días de descanso en la playa. Viajaba en un autobús de 60 pasajeros que, a su vez, formaba parte de una caravana con otros dos vehículos (unas 180 personas en total). Tras 11 horas de trayecto nocturno, «a eso de las 8:00 a.m. desperté y pude percatarme que estábamos en un área peligrosa llamada Cabello de Ángel». Lo único que Nadeskha podia ver desde la ventana del autobús eran barrancos. «No era la primera vez que pasaba por ese camino, pero igual me asusté y deseaba que saliéramos lo más rápido posible», recuerda. «De pronto escucho a la gente gritar y el autobús comienza a moverse de un lado al otro, y escuchaba los frenazos de otro bus… Lo primero que vino a mi mente en ese momento fue “vamos a morir”. Mi corazón latía a mil por hora y lo único que pude hacer fue abrazar a mi amiga, pensando en que todo había terminado». El conductor del bus que seguía al de Nadeskha había perdido el control de los frenos y golpeado el lateral derecho de su transporte, haciéndoles volcar sobre el lado izquierdo, mientras él mismo se estrellaba contra la ladera de la montaña. «Lo siguiente que recuerdo es estar tirada en el pavimento y no sentir el 75% de mi cuerpo… me sentía, de forma literal, como una gelatina: veía mis piernas pero no las sentía».

Las posibilidades de salir proyectado del vehículo, como le ocurrió a Nadeskha, son grandes. Cuando un vehículo colisiona se produce una brusca deceleración y el ocupante, «en el caso de que no vaya firmemente sujeto al vehículo por medio del cinturón, seguirá moviéndose a la misma velocidad que instantes antes lo hacía el vehículo, golpeándose contra el interior del vehículo o saliendo despedido de él», explican Ortega y Monclús. El impacto de un transporte contra un objeto inmóvil se puede comparar con la caída desde un edificio. Así, una colisión a 30 km/h contra un vehículo parado, un muro o un árbol es similar a caer desde un primer piso o desde 4 metros de altura. «Si circuláramos a 100 km/h la caída sería desde una altura de 40 metros u 11 pisos», aseguran.

«Lamentablemente no llevaba el cinturón puesto», rememora con sentimiento Nadeskha. «Aparte de que el autobús no los tenía, en Panamá simplemente no se acostumbra a utilizarlo: se tiene la idea de que en los autobuses se va mucho más seguro que en cualquier otro transporte, no se acostumbra a utilizar el cinturón en ell os y muchos no lo tienen». Es lo que Tom Vanderbilt, autor del bestseller Tráfico: por qué conducimos de la manera que lo hacemos y qué dice esto de nosotros, llama la paradoja del riesgo y que resume en esta frase: «Cuando percibes que una situación puede ser peligrosa, lo más probable es que en realidad sea más segura de lo que crees; es cuando te sientes seguro cuando precisamente deberías estar alerta».

Imagen cedida por Nadeskha Mackenzie

Una herramienta eficaz

Esta aparente contradicción se manifiesta en las cifras españolas de uso del cinturón de seguridad: en los servicios de largo recorrido, sólo el 27% de los pasajeros lo lleva abrochado, una tasa que en trayectos interurbanos de corto recorrido baja al 0,7%, según el informe de Fundación MAPFRE. «Se ha demostrado que el cinturón es la herramienta de seguridad más eficaz para prevenir las consecuencias de cualquier accidente de tránsito», subraya Nadeskha, «usarlo en los autobuses evitaría un alto porcentaje de lesiones permanentes causadas por accidentes de tránsito, como es mi caso».

Jesús Monclús reconoce que «el accidente de Nadeskha nos recuerda el motivo de nuestro trabajo en Fundación, nuestra motivación diaria. Pensamos que los accidentes siempre les suceden a los demás, o a los irresponsables, pero estamos muy equivocados».

Nadeskha tiene hoy 30 años. Estudió Marketing y Publicidad y se especializó en Diseño Gráfico. «Me considero una persona muy creativa y realmente amo mi profesión». Por eso, trabaja desde hace cuatro en MAPFRE Panamá, en el área de Imagen, Marca y Comunicación. Su sonrisa se ilumina también cuando habla de su trabajo solidario en Fundación MAPFRE. «Siempre me ha gustado participar del voluntariado y brindar mi apoyo en cualquier proyecto social, me hace crecer como persona y aprendo muchísimo en cada actividad a la que voy». Un apoyo que le ha sido devuelto con creces y le ha ayudado a superar las dramáticas consecuencias de su accidente: «Se realizaron muchas actividades para recaudar fondos para mis gastos médicos y operaciones, ¡fue impresionante, la verdad!  MAPFRE es mi segunda familia y estoy muy agradecida, ya que me apoyaron para que pudiera adecuar mi casa y ser lo más independiente posible con mi silla de ruedas…», recuerda. «Ver la solidaridad de mis compañeros y mi familia fue el motor que me lleno de energía positiva para seguir adelante». Nadeskha es un nombre ruso y significa Esperanza.

 

Una patente libre para la seguridad

«Los pilotos con los que trabajé en la industria aeroespacial estaban dispuestos a dejarse poner casi cualquier cosa para mantenerse a salvo…, pero en sus coches, la gente normal no quiere estar incómoda ni un minuto». Palabra de Nils Bohlin. El ingeniero sueco creó el cinturón de seguridad de tres puntos en 1959 para Volvo, y la casa automovilística liberó la patente para que pudieran también instalarlo de serie el resto de marcas. Hoy se calcula que su uso ha podido salvar más de un millón de vidas.

En España, la responsabilidad sobre la utilización del cinturón en los autobuses recae directamente sobre el usuario, no sobre el conductor. Pero un recordatorio a través de una alocución o la proyección de un vídeo «consigue elevar el porcentaje de utilización de un 24% a un 69%», según el Informe sobre el uso del cinturón de seguridad en autobuses, de Fundación MAPFRE.