Garry Winogrand, la fotografía y la vida

Del 11 de junio al 5 de septiembre de 2021 en el Centro de Fotografía KBr Fundación MAPFRE (Barcelona) puede verse la muestra dedicada al fotógrafo de las calles americanas, Garry Winogrand (Nueva York, 1928-1984), reconocido junto a Diane Arbus y Lee Friedlander como una de las figuras fundamentales en la renovación de la fotografía documental.

TEXTO: ÁREA DE CULTURA DE FUNDACIÓN MAPFRE 
IMÁGENES: © THE ESTATE OF GARRY WINOGRAND, COURTESY FRAENKEL GALLERY SAN FRANCISCO

«Saludable y sólido, extraño y sencillo». Así definió Adrienne, su primera esposa, a Garry Winogrand (Nueva York, 1928-Tijuana, 1984), el mismo hombre que, dos décadas después, aseguraba que la fotografía era aquello que le permitía olvidar temporalmente la ira, la inquietud y la confusión en la que estaba instalado.

Tras graduarse en el instituto, Winogrand se alistó en la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, que lo envió a Texas como meteorólogo. A su regreso, asistió a la Universidad de Columbia con el objetivo de estudiar pintura, pero pronto abandonó las clases atraído por la fotografía. Comenzó a trabajar como fotoperiodista para la agencia Pix, Inc., que proporcionaba imágenes a revistas ilustradas, y a partir de 1954, por encargo, para publicaciones comerciales como Collier’s, Look, Pageant y Sports Illustrated. Con 22 años abandonó definitivamente la casa de sus padres para dedicarse de pleno a su nuevo oficio. «Me mataba a trabajar. Hacer fotos, revelarlas por la noche, editarlas, aprender más con cada carrete, descubrimiento tras descubrimiento […]. Ninguna educación universitaria me habría dado lo que conseguí entonces», diría años después.

En cuanto tuvo oportunidad, Winogrand abandonó el trabajo comercial para dedicarse por completo a su carrera como artista, que combinó con la de docente. Tras su primera exposición individual en 1960 en la Image Gallery de Nueva York, comenzó a utilizar distintas técnicas y recursos para capturar la vida de la ciudad, como el gran angular o el plano inclinado, que le llevaban a considerarse a sí mismo como un fotógrafo serio. Alejado de todo sentimentalismo, persiguió la autenticidad y la sinceridad, tanto en su vida como en su obra. Sus imágenes de la calle y las que hace con animales como protagonistas en el zoo del Bronx de Nueva York —donde acudía frecuentemente con sus hijos tras la separación de su primera mujer—, consiguen capturar el espíritu de toda una generación que, tras un periodo de bonanza, empezaba a mostrar un sentimiento de desasosiego ante un mundo que parecía abocado al colapso. Las imágenes tomadas en el zoo formarían su primera exposición organizada en un museo, en 1969, bajo el título The Animals (MoMA, Nueva York).

New York, 1970 Private Collection, San Francisco © The Estate of Garry Winogrand, courtesy Fraenkel Gallery San Francisco
New York, 1970 Private Collection, San Francisco © The Estate of Garry Winogrand, courtesy Fraenkel Gallery San Francisco

En 1964 Winogrand obtuvo su primera Beca Guggenheim, el mayor galardón al que podría aspirar un fotógrafo en aquellos años. Económicamente, le permitió viajar por Estados Unidos en automóvil, para captar la esencia del paisaje americano. Puso rumbo a California en el que se convirtió en el año más fecundo de su carrera. Según sus propias palabras, fotografiaba para «averiguar quiénes somos, cómo nos sentimos»; y, sin duda, conocer Estados Unidos en profundidad le ayudó en su cometido. Las fotografías de este viaje están llenas de gente extraña en paisajes abiertos, playas, niños, coches, toros, caballos. Muchas de estas imágenes, que reflejan una explosión de movimiento y dinamismo, están hechas desde su coche, utilizando las ventanillas o el parabrisas como marco.

Algunos años más tarde, en 1973, fue invitado como profesor en la Universidad de Texas, en la ciudad de Austin, donde impartió lecciones los cinco años siguientes. Durante esta estancia salieron a la luz dos de sus libros más importantes, Women are Beautiful (1975), un proyecto dedicado a la imagen de la mujer en el que llevaba trabajando desde mediados de los años sesenta, y Stock Photographs: The Forth Worth Fat Stock Show and Rodeo (1980), basado en sus imágenes de los rodeos. En 1978, gracias a su tercera Beca Guggenheim se trasladó a Los Ángeles, ciudad que ya había visitado en 1964. Allí realizó multitud de fotografías, bastante distintas de las de su época neoyorkina. Pretendía hacer un estudio fotográfico de la región, pero gran parte de las imágenes reflejan individuos solitarios caminando por las calles o personajes en la lejanía. Es cierto que en algunas aparecen multitudes, pero son las menos. En ocasiones, las fotografías están tomadas desde el asiento delantero de un automóvil, pues era, y es, el medio de transporte más utilizado en aquella zona, en la que no se suele caminar por la calle. En realidad, una muestra más de la vida, en distintas ciudades de los Estados Unidos.

Metropolitan Opera, New York, 1952 Collection of San Francisco Museum of Modern Art, San Francisco © The Estate of Garry Winogrand, courtesy Fraenkel Gallery San Francisco
Metropolitan Opera, New York, 1952. Collection of San Francisco Museum of Modern Art, San Francisco © The Estate of Garry Winogrand, courtesy Fraenkel Gallery San Francisco

Si bien el artista es mucho más conocido por su fotografía en blanco y negro, desde los años cincuenta, había comenzado a usar el color en sus encargos para revistas, que a menudo utilizaban estas imágenes en sus portadas. Sin embargo, Winogrand encontró pronto el lado artístico del color y comenzó a emplearlo como un elemento más de las imágenes, lo que le alejaba del uso sensacionalista que le daban otros autores. De modo parecido a como lo hacía el arte pop, aprovechó el color de los anuncios publicitarios y el de los objetos cotidianos y los integró en la práctica fotográfica. Con la salida al mercado de películas para diapositivas en color más rápidas, como la Kodachrome II (1961) y la Kodachrome X (1962), aumentó de manera notable su producción de este tipo de imágenes. Además de capturar luminosas escenas de playa, dirigió su mirada a la ciudad y comenzó a retratar en calles, parques, edificios de oficinas o plazas públicas. Imprimir diapositivas en color resultaba entonces más caro que fotografiar en blanco y negro, por lo que en aquella época el autor las solía presentar mediante un proyector. Actualmente el Archivo Winogrand del Center for Creative Photography de Tucson (Arizona), conserva más de 45.000 diapositivas a color, de las que en esta muestra se presenta una pequeña muestra de ciento cincuenta y dos. Con este singular aporte, la exposición pretende revisar y arrojar nueva luz sobre la carrera de un artista fundamental en la historia del medio, al tiempo que nos ayuda a comprender la fotografía a color anterior a los años setenta, cuando fue aceptada ampliamente en el mundo del arte.

Desde 1971 Winogrand había dejado de editar sus fotografías, confiando en que lo haría cuando volviera a Nueva York, pero no regresó nunca. En el momento de su muerte, con tan sólo 56 años, dejó multitud de carretes revelados sin pasar a hojas de contactos y otros muchos sin revelar. Fue el conservador de fotografía del MOMA, John Szarkowski quien, gracias a una beca de Springs Industries, Inc., encargó a Thomas Consilvio que procesara e imprimiera aquellos 2.500 carretes. Así mismo, junto con su compañera en el departamento de fotografía del MoMA Sarah McNear y otros colegas, editaron los 4.100 restantes. Estas imágenes se incluyeron finalmente en una sección titulada Unfinished Work [Obra inacabada] dentro de una retrospectiva de Winogrand organizada en el MoMA en 1988.

Hard-Hat Rally, New York, 1970 Collection of Fundación MAPFRE, Madrid © The Estate of Garry Winogrand, courtesy Fraenkel Gallery San Francisco
Hard-Hat Rally, New York, 1970. Collection of Fundación MAPFRE, Madrid © The Estate of Garry Winogrand, courtesy Fraenkel Gallery San Francisco

El trabajo de Winogrand, al igual que el de otros compañeros de profesión y colegas como Lee Friedlander o Diane Arbus, rompió con las convenciones de la fotografía documental. Todos ellos privilegiaron la libertad y la expresividad y ofrecieron una nueva visión del medio, en la que la narración o las preocupaciones antropológicas del pasado quedaron en un segundo plano. Las imágenes eran valiosas por sí mismas; se presentaban fragmentadas, caóticas, al igual que la propia vida. Escenas en las que el interrogante pasaba a ser el protagonista y que el espectador —y en muchos casos también el propio fotógrafo— debía desentrañar. Las fotografías de Winogrand expresan a la vez el encanto y el desencanto, la extrañeza y la alegría, la velocidad y el movimiento, la ironía y la duda de toda una sociedad, la norteamericana, que en la década de 1950 vivía un momento de prosperidad amenazado por una cierta desilusión difícil de obviar. A partir de 1960 se materializó esta inquietud: en el horizonte tomaba forma con fuerza cada vez mayor la amenaza de las armas nucleares que derivaría en la conocida como «crisis de los misiles»; comenzaron los disturbios raciales; la guerra de Indochina y la de Vietnam parecían no tener fin, y el 22 de noviembre de 1963 el presidente John F. Kennedy fue asesinado.