Facundo de Zuviría es uno de los fotógrafos más relevantes de Argentina, un país en el que la disciplina fotográfica no estaba aún considerada al nivel de las artes plásticas a comienzos de la década de 1980, cuando inicia su carrera. La exposición Facundo de Zuviría. Estampas porteñas es la primera retrospectiva que se presenta en España del artista argentino y podrá verse en la Sala Recoletos de Fundación MAPFRE en Madrid del 11 de febrero al 7 de mayo de 2023.
TEXTO: ÁREA DE CULTURA DE FUNDACIÓN MAPFRE
El proyecto, que se centra en imágenes de Buenos Aires, refleja la «obsesión» del artista, como él mismo ha reiterado en varias ocasiones, por su ciudad natal. Nos ofrece, así, una mirada de la capital argentina de los últimos cuarenta años. El autor ha retratado sin tregua los escaparates y las fachadas de sus calles, con una predilección por la señalización urbana levemente obsoleta. De ahí, sin duda, «la nostalgia, el presente que ya se escribe en un tiempo pasado, la “melancolía de un anacronismo” que se perciben en su obra», tal y como señala Alexis Fabry, comisario de la exposición, citando a Alan Pauls en su Factor Borges.
La muestra, que abarca cuarenta años de trayectoria del artista, de 1982 a 2022, se concentra en torno a 195 fotografías en blanco y negro y en color y ofrece un itinerario lineal, un todo continuo por la obra de Zuviría solo interrumpido por las series «Siesta argentina», la más conocida y política, y «Frontalismo», gran ejemplo de su inclinación por la composición y la simetría.
A la edad de seis años, en 1960, Facundo de Zuviría recibió como regalo de cumpleaños una cámara fotográfica rudimentaria de la marca Eho, una simple caja negra con un minúsculo objetivo de 1 x 1,5 cm, a través del cual comenzó a «mirar el mundo y hacerlo caber en un rectángulo», según el propio artista. Fue su primer contacto con la fotografía. Tras terminar los estudios de Derecho en 1980, Zuviría decidió dedicarse exclusivamente a la fotografía. Trabajó en la revista del diario La Nación (1977-1979) y colaboró en el suplemento del diario La Prensa (1980-1982), así como con medios de otros países. Entre 1983 y 1989, trabajó en el Programa Cultural en Barrios de la Secretaría de Cultura de la Ciudad de Buenos Aires, fotografiando la ciudad y organizando talleres de fotografía. En 1988 organizó junto con otros colegas las Jornadas de Fotografía Buenos Aires-La Plata, primer festival fotográfico realizado en Argentina. Ese año comisarió conjuntamente con Eduardo Grossman la muestra antológica Maestros de la fotografía argentina 1860-1960, que tuvo lugar en las Salas Nacionales de Exposición del Palais de Glace de Buenos Aires.
Fotografiar Buenos Aires es para Facundo de Zuviría un modo de fotografiar el mundo. Sin duda, «Estampas porteñas» es más que una serie o el título de un libro que publica en 1996, es la esencia de toda su trayectoria, un trabajo que aún hoy continúa desarrollando. Su amor por la ciudad procede en primera instancia de su madre, que, al trabajar en el sector del turismo, organizó paseos y visitas a los que su hijo la acompañaba. En 1983 una de las primeras intenciones del artista fue la de hacer un archivo de imágenes de Buenos Aires, a raíz de su trabajo en el Programa Cultural en Barrios, dependiente de la Secretaría de Cultura; este proyecto no llegó a materializarse, pero a partir de ese momento nunca dejó de capturar sus calles, las fachadas de las casas, los patios interiores, los escaparates o las señales hoy levemente obsoletas.
Para Facundo de Zuviría la esencia de Buenos Aires no reside en el centro, sino en los barrios, que a inicios de la década de 1980, todavía periféricos, le resultan menos impersonales. Como él mismo declaró en una entrevista publicada en el periódico Clarín en 2015, dos cosas le llaman la atención en los barrios de la ciudad: «Las casas bajas, esa cosa de pampa edificada que tiene Buenos Aires, que es llanura con mucho cielo. Las fachadas de los negocios de 8,66 metros, dos ventanas laterales y una puerta central que forman un tríptico, y dentro de esa estructura, todas las variedades posibles».
Fotografió también carteles superpuestos unos encima de otros, lacerados, que pertenecen a una época superada o en vías de caducar, lo que ofrece, en su conjunto, la nostalgia de una ciudad pasada en proceso de transformación, lugares que ya nunca volverán a ser los mismos. De esta manera ha ido construyendo a lo largo de su trayectoria una imagen paralela a la de su propia ciudad, la suya propia, que, hasta hoy, no lo ha abandonado. Tal y como él mismo ha señalado, su modo de trabajar es «coleccionando lugares o escenas que incorporaba a una especie de acervo personal, que iba organizando en series fotográficas que se prolongaban en el tiempo y que, a veces, se convertían en nuevos temas». Cada fotografía de Zuviría es la plasmación de un recuerdo que ha tenido en algún lugar de su ciudad. Al ser un artista muy prolífico, esto ha hecho que en ocasiones no jerarquice en su obra y haya sido su mujer, Paula Serrat, junto con distintos especialistas, como el comisario de esta exposición, Alexis Fabry, quienes lo ayudan a discriminar la memoria de la obra de arte.

Evita, San Telmo, septiembre de 1982
Colección privada, París
© Facundo de Zuviría
La mirada del autor se nutre, además, de artistas plásticos, entre los que sobresalen los del arte pop norteamericano e inglés, las pinturas de Edward Hopper o la de artistas plásticos argentinos como Rómulo Macció. Uno de los aspectos más importantes en la obra de Zuviría es la influencia del arte pop, incluso cuando él mismo no es consciente de ello. El artista ennoblece los elementos de la sociedad de consumo, como los carteles, las vallas publicitarias o los rótulos de los bares y restaurantes, que hacen que su obra «huela» a Buenos Aires.
Pero también se alimenta de literatura, de la de Ricardo Piglia y sobre todo de la de su escritor preferido, Jorge Luis Borges. De él emula su deambular como peatón, su «apropiación» de la llamó «las modestas diferencias de Buenos Aires». En sus comienzos se siente entusiasmado por el artista ruso Alexander Rodchenko, especialmente por su faceta como fotógrafo, admira su complejidad a nivel formal: las sombras, los contrapicados, los reflejos o los planos superpuestos, que inspiran, entre otras, su obra El ciudadano, Alem y Viamonte, 1988. Pero si hay alguien que influye en Zuviría es Walker Evans. La obra del fotógrafo estadounidense entró en su vida cuando ya había comenzado sus series porteñas, pero Evans le dio la idea de ir fotografiando su propia ciudad y fomentó su amor por lo vernáculo, asimismo le presentó la oportunidad de dejar que las imágenes hablaran por sí solas, sin forzar demasiado los ángulos o la composición de las tomas.
A lo largo del recorrido, la exposición trata de mostrar los dos polos en los que se mueve Zuviría a lo largo de su trayectoria. Por un lado, la austeridad, la lejanía que expresan sus imágenes; por otro, la agilidad, lo más cercano e incluso luminoso, que se refuerza en dos de las series en las que se detiene la exposición:
«Siesta argentina»
Las imágenes que Zuviría produce entre 2001 y 2003, algunas de ellas publicadas en el libro Siesta argentina (2003), son testimonio elocuente de los efectos de la crisis conocida como el corralito. El 3 de diciembre de 2001 se decretó en Argentina una medida gubernamental, el corralito, que, entre otras cosas, prohibía al ciudadano extraer dinero de las cuentas corrientes, libretas de ahorro e inversiones financieras. Este suceso causó una profunda crisis social. Afectó a toda la sociedad argentina y provocó que la mayoría de los negocios tuvieran que cerrar y los habitantes perdieran gran parte de su poder adquisitivo. La restricción de liquidez monetaria tuvo como colofón la asfixia de la economía y la parálisis del comercio y el crédito. La conmoción que produjo en la sociedad una medida tan drástica, cuyo efecto se prolongó durante varios años, puede englobarse dentro de la crisis política que se instaura tras la dimisión del presidente Fernando de la Rúa el 21 de diciembre. Su sucesor, Adolfo Rodríguez Saá, estuvo una sola semana en el poder (del 23 al 30 de diciembre) y fue sustituido por Eduardo Duhalde, que asumió la presidencia de la República el 2 de enero de 2002.
Locales vacíos, tiendas cerradas, escaparates en desuso y lavanderías misteriosas en las que no se aprecian indicios de actividad, el blanco y negro utilizado por el artista refuerza la sensación de estar capturando una ciudad que se desvanece. Conocida por ser su serie más política, esta es, una vez más, el resultado de su «deambular». El inventario que hace de estos lugares cerrados o semiabiertos ofrece una mirada radical a la hora de captar las imágenes, que pueden recordar a la lógica de archivo que de la arquitectura alemana abordaron Bernd y Hilla Becher a partir de los años 1960. Tanto unos como el otro proponen la nitidez de la imagen frontal y la ausencia de personas, pero Zuviría recuerda, con el título de su serie y su frecuente optimismo, que se trata de una siesta, de la que indiscutiblemente se despierta, por lo que quizá la crisis solo sea un mal sueño que quedará en el pasado. A propósito de la serie, el crítico de arte Lucas Fragasso señaló: «La siesta es ese momento suspendido, ese breve fragmento temporal situado entre el sueño profundo y la vigilia. Casi un estado artificial que cobra en las imágenes de Facundo de Zuviría una dimensión dramática. Ellas nos hablan de ese tiempo en que parte de la ciudad aparece sumida en un obligado descanso. En la siesta, los sentidos externos se apagan y el sueño protege al durmiente de las incitaciones externas […]. En el despertar, lo recientemente pasado, de lo cual no nos hemos alejado lo suficiente, de repente nos golpea. En el instante mismo de restregarnos los ojos golpea con toda su rudeza.

Elvira, San Telmo, 1984
Colección del artista, cortesía de Toluca Fine Art
© Facundo de Zuviría
Quizás las imágenes fotográficas de “La siesta argentina” también nos permiten divisar el momento en que se abren los ojos, cuando la siesta llega a su fin y algo que golpea comienza a cobrar forma».
«Frontalismo»
«Siempre fotografié las fachadas de frente, buscando en esas líneas simples y austeras los rasgos definitorios de su esencia, una suerte de argentinidad manifiesta en los frentes urbanos. Con esta idea [de «Frontalismo»] me propuse confeccionar una especie de catálogo personal de fachadas urbanas, vi viviendas de clase media en los barrios, tiendas modestas y algunas otras cuyo significado parece difícil de precisar».
Con estas líneas presentaba Facundo de Zuviría su serie «Frontalismos», que inició en el año 2010, retomando una intención tipológica que había desplegado a lo largo de «Siesta argentina». En sus recorridos por la ciudad volvió a plasmar fachadas, cierres, enrejados, que nos hablan indirectamente de la violencia que hay en las calles y de la que el habitante debe protegerse. Una preocupación que queda soterrada por el color de estas imágenes, austeras pero cálidas, se diría que luminosas, que muestran ligereza y destacan por una búsqueda de síntesis y abstracción más que por su valor realista o documental.

Tabaré, Bartolomé Mitre al 1500, Buenos Aires, 1985
Colección privada, París
© Facundo de Zuviría

Ochava rosa con dos ventanas, Buenos Aires, 2017
Colección privada, París
© Facundo de Zuviría

Evelina, de la serie Siesta argentina, 2003
Colección Astrid Ullens de Schooten, Bruselas
© Facundo de Zuviría

Las Malvinas, ca. 1983
Colección privada, París
© Facundo de Zuviría

Gaucho pop, afiche en Monserrat, 1985
Colección Charlotte y Marc Perelman
© Facundo de Zuviría

9 de julio, 1986
Colección privada, París
© Facundo de Zuviría