Entrevistamos a Reyes Martel, juez de menores en las Palmas de Gran Canaria y principal responsable de la puesta en marcha de UP2U, un novedoso programa de reinserción en Canarias, en el que participa Fundación MAPFRE Guanarteme.
Texto : Raquel Vidales Imagen cedida por UP2U
Los centros de internamiento tienen mala fama. ¿Son demasiado duros para los menores?
Arrastran una mala imagen del pasado que hoy es inmerecida. Los casos de maltrato, como el que se denunció en Almería hace dos años y que fue muy seguido por la prensa, son excepciones. Solo cuando el delito es grave se establecen medidas privativas de libertad en un centro de internamiento. Y en estas ocasiones tampoco se trata de un castigo: se les envía ahí cuando se considera que los programas educativos pueden resultar insuficientes para la reinserción porque lo que se necesite sean actuaciones más profundas, en las normas de conducta, de convivencia, etc. Pero también en los centros se realizan actividades formativas y de ocio. No son como los reformatorios del pasado, son espacios de reinserción.
En relación con los países del entorno europeo, ¿en qué nivel se sitúa España en el trato a menores?
No es de los peores, hay algunos como Rumanía o Bulgaria a los que les queda mucho camino por recorrer. Pero tampoco es de los mejores. Hace unos meses estuve en Alemania en un encuentro de jueces de menores y pude ver lo bien que trabajan en ese país. No solo porque el sistema está mucho más engrasado que el nuestro, sino porque toda la sociedad está mucho más concienciada. Por ejemplo, las víctimas se implican en la recuperación de los niños: les muestran el daño que les han hecho, las consecuencias directas de sus hechos.
¿No estamos atendiéndolos bien? ¿Se ha notado la crisis?
Están aumentando los delitos cometidos por menores procedentes de familias estructuradas, sin problemas aparentes. Ha subido también el maltrato a los padres y el acoso entre menores. Esto tiene que ver no tanto con la crisis económica que hemos atravesado sino con una crisis de valores. La pobreza influye, por supuesto, pero también los valores. Falta comunicación dentro de las familias y en toda la sociedad. Hace poco en Gran Canaria se descubrió que una familia tenía tres niños de ocho años, siete y uno encerrados en casa sin escolarizar y sin vacunar. Una vecina lo denunció, pero yo me pregunto: ¿cómo es que en ocho años nadie se había dado cuenta de lo que pasaba en esa casa? Tenemos que reflexionar sobre qué tipo de sociedad estamos creando para nuestros niños.