“La fotografía siempre transforma lo que describe”
Peter Galassi, conservador jefe del Departamento de Fotografía del Museo de Arte Moderno (Nueva York) desde 1991 a 2011 y comisario de la exposición Brassai, nos cuenta sus impresiones sobre este excepcional fotógrafo y nos da su visión del panorama actual de la fotografía. La exposición de Brassaï se exhibe actualmente en la madrileña sala Fundación MAPFRE Recoletos, donde podrá ser visitada hasta el 2 de septiembre, y a continuación se trasladará al San Francisco Museum of Modern Art (SFMOMA).
TEXTO: ALEJANDRA FERNÁNDEZ FOTOGRAFIAS: SUSANA SÁEZ
¿Quién fue Brassaï?
Fue un niño inteligente y sofisticado de la vieja Europa Central de antes de la Primera Guerra Mundial que abrazó con todo su corazón la aventura del modernismo sin perder contacto con sus raíces culturales. En ese sentido, no fue diferente de la extraordinaria galerista Ileana Sonnabend, que nació en Bucarest en 1914 y encumbró a artistas de la talla de Robert Rauschenberg y Bernd y Hilla Becher.
¿Cuál fue su contribución a la fotografía?
Alrededor de 1930, a ambos lados del Atlántico hubo varios jóvenes artistas que descubrieron que la fotografía descriptiva ordinaria (pequeñas imágenes en blanco y negro sobre papel desprovistas de todos los signos tradicionales de distinción estética) podía ser arte. En grupo lanzaron una nueva tradición artística. Brassaï era uno de ellos. Dentro de ese ámbito, su contribución fue un estilo especialmente contundente y directo que demostró que la fotografía siempre transforma lo que describe, incluso cuando parece más transparente. Y nos regaló las fotografías más elocuentes y encantadoras de la abundante mitología de la noche parisina.
¿Cómo es la relación de Brassaï con la literatura?
El padre de Brassaï fue un erudito de la literatura francesa; podríamos decir que el gusto por la literatura corría por sus venas. Además del húngaro, su lengua materna, también hablaba alemán y, a partir de los veinte años, Goethe fue su guía intelectual y espiritual. Brassaï también dominaba el francés y su héroe literario era Proust. Escribió un libro muy interesante sobre la fotografía en la obra maestra de Proust, En busca del tiempo perdido. Entre los amigos más cercanos de Brassaï se encontraban los poetas franceses como Henri Michaux y Pierre Reverdy y queda claro por su biblioteca (ahora en el Centro Pompidou) que le encantaba leer tanto filosofía como historia y literatura.
¿Qué aptitudes tenía Brassaï en otras artes como el dibujo y la escultura?
Los dibujos de su época de estudiante en Berlín (1920-1921) son impresionantes y los que hizo durante y después de la Ocupación de París también son bastante buenas. Le encantaba citar a Picasso, que desdeñaba la fotografía y fue quien motivó a Brassaï a dibujar. Fue el autor de esta frase: «Posees una mina de oro, pero estás explotando una mina de sal». A mi parecer, las esculturas son un tanto menos exitosas o, al menos, más variables en cuestión de calidad, porque las mejores, como aquella de 1971 que está en la exposición, son bastante sorprendentes.
A lo largo de su carrera profesional han pasado por sus manos miles de fotografías, pero ¿cuál de ellas o qué fotógrafo se le han quedado grabados?
Gran parte de lo que he visto todavía lo retengo en mi memoria (al menos hasta ahora). Guardo un recuerdo vívido y visceral de las primeras impresiones que vi de Diane Arbus, en 1971 cuando tenía 20 años, aunque no te aseguro que supiera reconocer su importancia en el momento. (No fue una exposición, alguien me las mostró). Y creo que, si cierro los ojos, podría enumerarte un número muy significativo de fotografías específicas de la colección del Museo de Arte Moderno, donde trabajé durante treinta años. No me gustaría elegir solo uno o varios fotógrafos (o artistas o escritores). Lo bueno es que podemos tenerlos todos.
¿Qué museo es una referencia para usted, ese del que no se cansa?
Yo diría que los museos, en plural, son una referencia indispensable para mí. Vivo en Nueva York, así que los que más he visitado han sido el Museo Metropolitano y el MoMA, aunque también visito regularmente los otros grandes museos de la ciudad, tanto por sus exposiciones temporales como por sus grandes colecciones, y también para visitar a viejos conocidos como el San Francisco de Bellini en la Colección Frick o las obras de Edward Hopper en el museo Whitney. Cuando viajo, los museos, en plural de nuevo, siempre son lo primero que quiero ver. Por supuesto que, si viviera en Madrid, podría entrar en el Prado y, simplemente, no necesitaría visitar otro museo. Pero no tengo esa buena suerte.
¿Cámaras digitales o analógicas?
No existen motivos para seguir usando materiales analógicos en la fotografía. Lo digital hace todo lo que lo analógico podía hacer, lo hace más rápido, con mucho menos lío y no se necesita cuarto oscuro. (Desde el punto de vista de la exposición inicial: una cámara digital te muestra la imagen de inmediato y te evita malgastar los carretes). Yo no iría tan lejos como mi amigo, el fallecido Richard Benson, que insistía en que, a partir de ahora, las fotografías se mostrarían en pantallas, una afirmación que fue muy impresionante ya que él era un maestro de la fotografía en papel y otros soportes fijos, de los cuales sigo disfrutando profundamente.
¿Qué espera o piensa del futuro en la industria fotográfica?
Los teléfonos móviles ya no son simplemente teléfonos. Los televisores ya no son simplemente televisores. La fotografía está integrada actualmente en el éter digital que nos envuelve e impregna nuestras vidas. Hablas de «industria fotográfica», pero ¿existe realmente algo así, diferente de otras industrias? Lo que más me importa es la tradición artística que Brassaï ayudó a establecer hace ya casi un siglo. Durante las tres o cuatro primeras décadas, las revistas le restaron importancia. Más tarde fue apartado por el circo del arte contemporáneo y, ahora, puede estar disolviéndose en la sopa digital. Y, sin embargo, sigue siendo un arte muy rico y poderoso.