«Es maravilloso ayudar a la gente, a pesar de la gravedad de una enfermedad»
TEXTO: NURIA DEL OLMO @NURIADELOLMO74 FOTOGRAFÍAS: BRIAN SMITH
En Estados Unidos, más de 29 millones de menores de 15 años son atendidos de urgencias cada año. Más de 4.000 mueren por traumatismos, originados, en su mayoría, por accidentes de tráfico. En Massachusetts, la realidad no es muy distinta. En este pequeño Estado de la costa este, la siniestralidad vial acaba todos los años con la vida de 20 menores. Entrevistamos al director médico de Traumatología del Boston Children´s Hospital, uno de los centros más innovadores y reconocidos del país, con el que Fundación MAPFRE desarrolla un programa para sensibilizar a la sociedad sobre la importancia de la prevención y la seguridad vial.
El Boston Children’s Hospital no solo es el hospital docente de la Universidad de Harvard, sino también de los mejores hospitales pediátricos del país, donde llegan algunos de los casos más graves, más complejos, los que no encuentran solución en otros rincones del mundo. Es algo que llena de orgullo a David Mooney (Missouri, 1973), que desde hace 20 años trata las lesiones que sufren muchos pacientes que llegan al hospital, muchos de ellos como consecuencia de las caídas, uno de los accidentes más frecuentes entre los menores norteamericanos, junto con los accidentes de tráfico. Reconoce que todavía queda mucho por hacer. La mitad de los niños que fallecen en la carretera en Estados Unidos no van sentados en una sillita reglamentaria.
Los traumatismos siguen siendo el mayor problema de salud infantil en Estados Unidos. ¿A qué retos se enfrentan para reducir este tipo de lesiones?
La mayoría de los niños que han fallecido por un traumatismo no logran llegar a tiempo al hospital para recibir la atención sanitaria necesaria, de modo que uno de los principales desafíos es trabajar en esta línea y mejorar la asistencia. No obstante, el verdadero reto está en contribuir a prevenir los traumatismos y un factor decisivo es reconocer ante la sociedad que hay situaciones en las que los menores sufren lesiones, con consecuencias graves, y que por lo tanto deben abordarse con urgencia. Me refiero al maltrato infantil, a los ahogamientos y a la utilización del teléfono móvil mientras se conduce. Creo que afortunadamente se están dando pasos. En los últimos 30 años, el número de adolescentes fallecidos en accidentes de tráfico ha disminuido más de un 25%, dato al que sin duda han contribuido un mejor diseño de las carreteras, vehículos más seguros, restricciones a los conductores adolescentes y una mayor vigilancia.
¿A qué dificultades se enfrenta cada día?
Para las familias, las hospitalizaciones son muy difíciles, especialmente cuando se trata de algo inesperado, como un traumatismo. Muchos padres se culpan por la lesión que han sufrido sus hijos y un 16% suele desarrollar trastorno de estrés postraumático. Uno de nuestros mayores compromisos es evitar que sufran. Hace un par de años, los niños se enfrentaban a un futuro incierto. En la actualidad, gracias a los nuevos tratamientos como los trasplantes de órganos, son muchos los que han podido llevar una vida normal. ¿Podría hablarnos sobre estos tratamientos en su hospital? ¿Cuál es su porcentaje de éxito? El Boston Children’s Hospital es un lugar increíble y estoy muy orgulloso de poder trabajar aquí. En nuestro Centro de Trasplantes trasplantamos corazones, pulmones, hígados, riñones, intestinos delgados y, en ocasiones, varios órganos a la vez. El hospital posee también un programa de trasplante de manos. Muchas de estas operaciones permiten a los niños vivir vidas prácticamente normales y es muy reconfortante ver cómo las familias vuelven a las reuniones anuales.
Existen ciertas operaciones que requieren la colaboración de los niños después de la cirugía, por ejemplo, las ortopédicas. ¿Cree que es necesario que el niño entienda todo lo que tiene que hacer para recuperarse?
Los niños son increíbles, se adaptan muy rápido a sus nuevas condiciones. Un niño puede tener escayoladas tres de sus cuatro extremidades y usará la cuarta para jugar a la consola, aunque sea con el pie. Contamos con un gran grupo de especialistas pediátricos que trabajan con los niños para proporcionarles información específica según su edad sobre su condición y para maximizar lo que los niños pueden hacer. Además, nuestros cirujanos ortopédicos han desarrollado técnicas para fijar huesos y enderezar columnas que no requieren los largos periodos de uso que solían ser una molestia para los niños y sus familias. Cada vez son menos frecuentes los largos periodos de uso. Una innovación ha sido la capacidad de insertar dispositivos que crecen con el niño, evitando así futuras intervenciones.
¿Cuáles son los momentos más duros que ha vivido en su carrera?
Los más difíciles se producen cuando deseas poder hacer algo más por un paciente y no puedes. Es realmente duro ver a niños que llegan vivos al hospital y al poco tiempo fallecen por una complicación.
Formó parte del primer equipo de asistencia médica en catástrofes que llegó a Haití después del terremoto de 2010. ¿Qué aprendió de la experiencia?
En Haití, donde he viajado como médico, antes y después del terremoto, experimenté la misma sensación que cuando no puedo solucionar un problema. La impotencia se magnifica y el desánimo es enorme. Nuestro equipo instaló un hospital de campaña en Puerto Príncipe en unas circunstancias muy complicadas porque, entre otros problemas, no teníamos agua corriente. Tuve que atender a niños muy pequeños, que sufrían deshidratación e infecciones terribles, como el tétanos, así como a menores con cáncer, que no pudieron recibir tratamiento y fallecieron. En pocos días pasé de ser cirujano a médico de cuidados intensivos pediátricos y durante las dos semanas posteriores al terremoto apenas descansé. Fueron días duros, pero de los que aprendí grandes lecciones.
¿Qué se siente al salvar vidas?
Es maravilloso poder ayudar a la gente, a pesar de lo grave que sea el problema o el desenlace que tenga una enfermedad. Este hospital es un lugar increíble, donde incluso se realizan trasplantes de varios órganos a la vez, que permiten a los niños llevar una vida prácticamente normal.
Actualmente lidera un programa de prevención de accidentes infantiles en colaboración con Fundación MAPFRE. ¿Cómo valora el primer año de colaboración?
Gracias a la implicación de Fundación MAPFRE, del trabajo de formación, divulgación y sensibilización que ha llevado a cabo durante este tiempo, hemos conseguido duplicar nuestra participación en la comunidad y eso nos llena de alegría. La prevención es clave y creo que iniciativas como estas son importantísimas. Así nos lo ha trasmitido la gente que ha seguido de cerca la caravana de Fundación, una iniciativa que pone el foco en la importancia de respetar las normas como pasajeros, peatones y ciclistas y que también quiere contribuir a que las familias conozcan los riesgos que existen en el hogar y sepan actuar en caso de emergencia.
Los momentos más difíciles se producen cuando deseas poder hacer algo más por un paciente y no puedes.
¿Cree que se pueden evitar la mayoría de los accidentes infantiles?
Creo que sí. Hay que partir de la base de que los niños casi siempre se hacen daño porque actúan como niños en un mundo diseñado para adultos. Nuestros vehículos, calles y casas están diseñadas para ser eficientes, asequibles, cómodas y vistosas, pero no tan seguras como deberían ser. No siempre tenemos en cuenta la seguridad infantil o bien nos acordamos de ella tarde, cuando sucede algún accidente. Solemos poner parches para salir del paso.
¿Qué recomienda a las familias para que eviten accidentes?
Creo que los padres son una figura clave, de ejemplo a seguir y deben proporcionar un entorno seguro. Lo demuestra el número de traumatismos, que en Estados Unidos varía mucho, principalmente en función de la responsabilidad y prudencia de las familias. La mayoría de las lesiones en menores de 4 años se producen en casa, un dato importante que debería obligarnos a extremar las precauciones en aspectos tan simples como asegurarnos de que las ventanas no se puedan abrir por completo y de que los niños vayan correctamente sentados en el coche.
Su centro se caracteriza por el gran número de voluntarios que dedican gran parte de su tiempo a ayudar a los enfermos. ¿Qué le gustaría destacar de su trabajo?
Los voluntarios son el alma del hospital. Donan infinidad de horas a recaudar fondos y a mejorar la calidad de vida de los niños. Acompañan a los bebés que están ingresados y que por diversas circunstancias no pueden estar con sus padres, y entretienen a los más pequeños para que se olviden de que están en un hospital.
En pocas palabras
VOCACIÓN: llegó a los 14 años, el día que presencié un accidente de tráfico e intenté ayudar al conductor.
LO QUE MÁS VALORA EN UNA PERSONA: la amabilidad.
EL MEJOR RECUERDO DE SU CARRERA: cuando me trasmiten lo agradecidos que están las familias cuando salvo la vida de sus hijos.
UN LUGAR PARA DESCANSAR: una buena playa.
SU CANTANTE PREFERIDO: James Taylor.
ANTES DE IR A TRABAJAR: siempre acudo al gimnasio de la calle de enfrente.
¿PAPEL O PANTALLA? Me encanta el tacto del papel.
LA ÚLTIMA COMIDA QUE LE IMPRESIONÓ: no recuerdo qué comí, pero sí dónde. Fue en el Farmhouse Kingscross, en Sidney. ¡Inolvidable!
UN VIAJE PENDIENTE: posiblemente iré a Liberia en otoño, pero solo si encuentran un trabajo para mi mujer, que es enfermera.