Guionista, productor, director de cine y alma de la Fundación Aladina

«El don que a mí me habría gustado tener es el de poder curar»

TEXTO: RAMÓN OLIVER IMÁGENES: LAURA MARTÍNEZ LOMBARDÍA

Paco Arango (Ciudad de México, 1966) es guionista, productor y director de cine. Entre 2000 y 2004 dirigió la popular serie de televisión ¡Ala… Dina!, un éxito que sirvió como inspiración y dio nombre a la fundación que creó en 2005. Desde entonces, Fundación Aladina ha ayudado a hacer más felices y mejorar la vida de más de 1.500 niños y adolescentes enfermos de cáncer y a sus familiar es. Por este trabajo recibió el Premio Fundación MAPFRE a la Mejor Iniciativa en Acción Social en el año 2016. A través de sus proyectos cinematográficos, Arango ha conseguido unir sus dos pasiones: el cine y la acción solidaria. Parte de la recaudación de su última película, Los Rodríguez y el más allá, estrenada en octubre de 2019, también irá destinada a la lucha contra el cáncer infantil.

Proyectos de investigación, apoyo sicológico, programas de ejercicio físico, terapia con perros en hospitales, campamentos de verano, creación de ludotecas, acondicionamiento de instalaciones… No paráis.
Es que no podemos parar porque el cáncer infantil es un enemigo feroz y no espera a nadie. Y hay tanto por hacer… Ahora estamos inmersos en varios proyectos como la reforma de la Unidad de Oncohematología Pediátrica del Hospital Virgen del Rocío en Sevilla. También acabamos de finalizar la decoración de la planta de pediatría del Hospital Universitario Central de Asturias en Oviedo.

Muchos proyectos y en muchas ocasiones rompiendo moldes. Lo que de verdad importa fue la primera película de la historia 100 por 100 benéfica.
Con esa película me pasé 10 pueblos (risas), pero es que todo lo que supuso aquella aventura fue increíble. Fuimos número uno en 16 países, generando más de 3 millones de euros para la lucha contra el cáncer infantil. Además, el dinero recaudado en cada país se quedaba en las fundaciones locales, algo que les ayudó a crecer como instituciones. Pero al margen de la parte económica, lo verdaderamente genial fue comprobar la manera en qué la sociedad se movilizó alrededor de una película. Fue como un virus maravilloso que se iba extendiendo. Ocurrieron tantas cosas extraordinarias…Nos llamaron del Vaticano para hacer un pase privado, y recuerdo que al salir del cine el cielo estaba atravesado por el arcoíris más grande que he visto en mi vida. Te puedo asegurar que cuando trabajas con niños con cáncer los arcoíris ocurren todo el tiempo.

¿Qué te decía la gente?
Hubo todo tipo de reacciones. Personas que iban al cine por la película y luego se enteraban de la otra dimensión del proyecto, y otras que iban a verla porque conocían el componente solidario. Lo mejor fue el boca a boca que se generó. También hubo quien me llamó (cariñosamente) loco, porque hacer cine ya es bastante difícil para que encima yo intentara poner una bandera en la Luna. Ahora creo que debería haber más locos como yo, porque aquella fue una locura que funcionó. Además, me movía una fuerza mayor, la de contar la historia de alguien que tenía el poder de curar, que es el don que a mi me habría gustado tener.

Dos de tus grandes pasiones son tu actividad artística y el trabajo que desarrollas con los niños ¿Cómo se te ocurrió unirlas?
Todo empezó con Maktub, mi primera película. Un día, hablando con uno de los chicos con los que trabajábamos en la fundación, le conté que iba a empezar a hacer cine porque quería contarle al mundo lo extraordinario que era trabajar con niños con cáncer. Ese día él y yo pactamos que si la película iba bien parte del dinero iría destinado a financiar un centro de investigación en el hospital en el que él estaba ingresado. Así fue cómo nació el Centro Maktub para el trasplante de médula ósea del Hospital Niño Jesús de Madrid.

¿Es difícil hacerlas encajar?
Normalmente cuando hago cine me alejo de los hospitales y de los niños. Es una forma de evadirme. Pero unir estas facetas es también una manera de darles sentido a ambas y de ayudar, no solo con dinero, sino creando conciencia al mismo tiempo. Es una forma de hacer que la sociedad se dé cuenta de que el cáncer infantil es una realidad con la que hay que convivir y de lo importante que es que todos tratemos de ayudar dentro de nuestras posibilidades.

Y ahora estrenas Los Rodríguez y el más allá. Una comedia con Edu Soto, Santiago Segura, Rossy de Palma, Macarena Gómez, Geraldine Chaplin…
Sí, mi primera comedia, que en realidad es mi género. Es mucho más difícil hacer «dramedia», un territorio a mitad de camino entre el drama y la comedia en el que en algunos momentos encojes el corazón al público y lo llevas a comprender una realidad dura. Aquí, no. En este proyecto me desmeleno y hago algo muy loco junto al maravilloso equipo y elenco que me acompañan. No es una película para que los padres se duerman y los niños se lo pasen bien. En un pase que hicimos en Valencia creí que a dos parejas que tenía en frente les iba a dar algo del ataque de risa que tenían. Los Rodríguez y el más allá es una comedia familiar en la que, sobre todo, he querido que hubiera mucha magia. Y yo llamé Aladina a mi fundación precisamente porque quería llevar magia a los hospitales.

«Gracias a Fundación MAPFRE, Aladina podrá proporcionar e implementar más ayuda en su insistente lucha contra el cáncer infantil. Gracias de corazón en nombre de los niños, y de la Fundación Aladina». Paco Arango. Ceremonia de entrega de los Premios 2016 Fundación MAPFRE

¿Todos deberíamos ayudar a los demás?
Mi filosofía es que hay que dejar este mundo mejor de cómo lo encontramos. Y esto se puede aplicar a cualquier persona y a la causa que uno quiera. Yo escogí niños con cáncer, pero puede ser con cualquier otra. Es perfectamente compatible rascar algo de tiempo en la vida de uno para compartir y dar algo de uno mismo, aunque al principio te sientas un poco incompetente como me pasaba a mí. Pero el tiempo te va dando las herramientas para sentirte muy útil. Y me apuesto todo el dinero del mundo a que cualquier persona que lo pruebe será mucho más feliz. Porque, aunque sé que es una cursilada y que lo hemos oído muchas veces, aquello de que lo que das lo recibes de vuelta con creces es una verdad como una casa.

La Unidad de Oncología para adolescentes del Hospital Gregorio Marañón de Madrid después de la intervención realizada por Fundación Aladina

¿Cómo comenzaste a trabajar con niños con cáncer?
Yo soy una persona con mucha fe y me daba cuenta de que a mí había ido muy bien en la vida. Tenía una familia estupenda, económicamente saludable, había logrado mis sueños profesionales… Me abrumaba el hecho de que yo tuviera tanta suerte mientras otras personas sufrían guerras, desplazamientos, enfermedades… Llegué a la conclusión de que a mí no me habían dado todos aquellos bienes para pasarlo bien, sino para utilizarlos para hacer el bien. Así que le pedí a un amigo que me ayudara a encontrar algo en lo que pudiera ensuciarme las manos. Que no se tratara simplemente de dar dinero a alguna causa, sino que me costara, que fuera difícil. Él fue quien me dijo: mañana empiezas a trabajar con niños con cáncer.

¿Cuál es la parte de Aladina de la que más orgulloso te sientes?
Todas son muy importantes, pero destacaría dos. La primera es estar con los niños, eso es lo primordial. Mis voluntarios forman parte del núcleo familiar. Porque cuando la cosa se pone fea el niño o la niña solo acepta a sus amigos, y nosotros formamos parte de ese círculo. De la segunda no suelo hablar. Y es que el cáncer infantil se cura en el 80% de los casos, pero lamentablemente hay un 20% que no. Y ahí es donde Aladina es más efectiva. Nosotros acompañamos en ese 20% de una forma muy especial. E incluso cuando el niño fallece, cuidamos a los padres durante un año entero y les ayudamos a salir adelante. Es una parte de la que se habla poco y es muy comprensible que sea así. Pero es en esos momentos cuando yo me siento mejor bombero.