«La cultura nos aporta sentido crítico, belleza y curiosidad»
La finalista del Premio Nadal en 2006 y ganadora de importantes galardones, como el Herralde de Novela o el Vargas Llosa de Relatos, tiene claro que cada día que pasa es un día ganado a la pandemia. Marta Sanz (Madrid, 1967) ha vivido el confinamiento con altibajos. Publicó su última obra, Pequeñas mujeres rojas (Anagrama), el 3 de marzo y 10 días después las librerías estaban cerradas. Según ella se convirtió en una cucaracha panza arriba intentando recuperar su posición original. Desde entonces, esta doctora en Filología ha hecho todo lo posible para mantener vivo su libro y se ha dado cuenta de la importancia de la solidaridad de la gente y de que tenía que compartir con los demás el privilegio de su salud, con imaginación, respeto y sentido del humor.
¿En qué ha pensado durante estos meses?
He reflexionado sobre muchas cosas, entre ellas, acerca de la necesidad de los cuidados públicos, sobre el hecho de que los países no pueden funcionar como empresas, sobre la radicalización y persistencia de la violencia machista en las situaciones extremas, sobre el origen de nuestra precariedad económica y ética, sobre la explotación del planeta y la mala salud de una población instalada en una lógica turbo-capitalista que nos empobrece y nos mata, y sobre los peligros del teletrabajo.
¿Qué considera que debe cambiar en nuestro estilo de vida?
Sería una oportunidad para repensarnos de manera racional y salir de los excesos consumistas. Pienso que hay que entender bien qué queremos decir cuando aspiramos a volver a la normalidad, porque, como dice Naomi Klein, nuestra normalidad era la crisis. Así que a veces tengo miedo de que practiquemos formas infantiles de nostalgia y la autocomplacencia. A la vez tampoco me parecería sano que nos instalásemos en la fantasía distópica de una sociedad apocalíptica donde la mascarilla sea un dress code eterno y todas las clases y encuentros culturales se hagan a través de Zoom. Creo que tenemos que aprender de lo vivido intentando paliar las brechas de desigualdad que definen nuestro sistema: brechas de clase, género, raza, posesión de la salud y la cultura, brechas ecológicas… Posiblemente todas esas brechas sean la misma brecha.
¿Es optimista o pesimista ante este nuevo escenario?
Yo soy pesimista en el pensamiento y voluntariosa en la acción. Por eso, escribo, porque creo que escribir merece la pena. La literatura refleja la realidad, pero también la construye enfocando hacia los rincones oscuros, el fuera de plano y propiciando una reflexión y unas emociones a través del lenguaje que se colocan en las antípodas de los lugares comunes publicitarios. Sin embargo, siento que, desde un punto de vista que sea simultáneamente artístico y cívico, no seremos capaces de decir cosas interesantes hasta que no haya pasado cierto tiempo. Mientras tanto, yo me siento un poco desafinada. No sé si escribir con sentido del humor, con buenrollismo naif o con ira. Tengo que pensar para encontrar el tono perfecto.
Soy pesimista en el pensamiento y voluntariosa en la acción. Por eso, escribo»
La crisis sanitaria ha paralizado la actividad económica de todos los sectores, incluido el de la cultura. ¿Cómo cree que se podría mantener el tejido cultural de nuestro país y ayudar a sus profesionales a superar los peores momentos de esta crisis?
Con cuidados por parte de los ministerios de cultura, que se traducen en subvenciones para los proyectos más intrépidos que, al mismo tiempo, son aquellos que se alejan más de las expectativas del mercado. Para mí la cultura es un fenómeno espectacular y de entretenimiento, pero también una vía de conocimiento y de lucidez intelectual. Hay mucha gente y nos gustan cosas muy distintas. Pero en la época del fast food cultural, del bulo y de las lecturas epidérmicas y veloces, supongo que no sería mala idea propiciar un tipo de lectura más lenta, espeleológica, que desarrolle el sentido crítico del espacio de recepción. Un tipo de lectura participativa, atenta, cívica.
¿Cree que la sociedad debería apostar más por la cultura?
Como decía anteriormente, la cultura nos aporta sentido crítico, conocimiento y entretenimiento. También, belleza, placer y curiosidad. Los buenos artefactos culturales fomentan la inquietud, plantean preguntas e incluso arriesgan respuestas que, haciendo visibles las cosas ya visibles que no queremos ver, pueden redundar en nuestra felicidad. Los buenos libros nos ayudan a poner en solfa nuestros prejuicios y a meternos en la piel ajena, buscan un espacio de intersección conflictivo entre el individuo y el mundo que le ha tocado vivir. En esa indagación aprendemos y sentimos cosas que nos cambian. Leer es exponerse a la metamorfosis. Hay libros que no nos hacen necesariamente mejores personas.
Muchos de sus libros son un guiño a la liberación de la mujer y a la defensa de las libertades. ¿Cree que vamos por el buen camino hacia la igualdad efectiva entre hombres y mujeres?
En el mundo del trabajo la diferencia de género es mucho más evidente de lo que podamos pensar. Los salarios de las mujeres son más bajos que los de los hombres, nuestra tasa de paro y de trabajo temporal no deseado es más alta, estamos en un riesgo mayor de exclusión y pobreza. Son datos que reflejan una violencia estructural que se cuela en las casas y en las alcobas fomentando maltrato y feminicidio, y validando la máxima de que lo personal es político. Así que, cuando dicen que los casos de mujeres asesinadas son violencia intrafamiliar, me entristezco mucho. Hablamos de violencia sistémica, económica, social, cristalizada en un aparato cultural y educativo del que las propias mujeres bebemos configurando un imaginario y unos deseos que, a menudo, creemos propios, y que en realidad responden a una expectativa masculina. Esto no lo digo yo, sino el sociólogo francés, Pierre Bourdieu.