El Coronavirus ha llevado a miles de empresas a recurrir masivamente al teletrabajo para poder mantener su actividad. Un estudio del Banco de España revela que de estar a la cola de Europa en cuanto a implantación de esta modalidad laboral, se ha pasado a que casi un tercio de los trabajos se hayan realizado desde los hogares de los empleados durante el confinamiento. Un cambio repentino que se ha centrado en la parte operativa y de ejecución, pero que, en general, ha descuidado un aspecto vital para el bienestar de estos teletrabajadores: su salud.

TEXTO: RAMÓN OLIVER IMÁGENES: ISTOCK

«El confinamiento ha puesto de manifiesto que la mayoría de las empresas no están preparadas para implementar de forma saludable el teletrabajo», afirma Elisa Sánchez, directora de Idein y experta en salud laboral. Aunque muchas empresas, entre ellas MAPFRE, han paliado los efectos negativos para la salud del teletrabajo con programas destinados al cuidado físico, emocional y social de sus empleados, resulta preocupante que otras todavía no tengan previstos aspectos del bienestar de las personas trabajadoras si ocurre otro confinamiento.

Dolencias más habituales

El cuadro médico clásico del teletrabajador incluye problemas como dolor de espalda, dolores de cabeza o problemas de circulación. Rosa Porcar, directora de Innovación del Instituto de Biomecánica de Valencia (IBV), advierte de que las malas posturas, producto de una altura inadecuada de la mesa o la silla de trabajo, son una de las principales trampas del teletrabajo. Zona dorsal, cuello y hombros sufren las consecuencias. «Las mesas de las casas suelen ser más altas que las de las oficinas, y las sillas no son regulables en altura. Esto hace que nuestros codos queden por debajo de la altura de la mesa, así que tendemos a elevar los hombros para compensar y llegar bien al teclado. Esta postura forzada acaba produciendo dolor en la zona dorsal, hombros y cuello», explica.

El espacio, o más bien, la falta del mismo, es otro punto flaco del «home office». «Porque si el lugar de trabajo no es lo bastante grande para albergar pantalla, teclado, ratón y el resto de elementos que necesitas para tus tareas, acabas girando el cuello de una forma no natural», avisa esta experta. Un mobiliario de trabajo adecuado puede ayudar a paliar muchos de estos problemas.

La política de «búscate una silla y una mesa cualquiera y ponte a trabajar» no es la mejor manera de afrontar el teletrabajo prolongado. Rosa Porcar subraya la importancia de elegir un mobiliario ergonómico. Aunque sin volverse locos. «No hace falta gastarse 500 euros, porque la silla que vamos a usar en casa no tiene las mismas exigencias de durabilidad, polivalencia o diversidad de usuarios que sí necesitan las de una oficina».

En todo caso, esta experta recomienda que, como mínimo, la silla escogida sea «acolchada, regulable en altura y con ruedas». Temperatura, contaminación sonora o iluminación son otros puntos importantes a tener en cuenta en el espacio de trabajo. Respecto a este último, Porcar desaconseja trabajar de frente o de espaldas a la ventana para «evitar que la luz natural te deslumbre o te provoque reflejos en la pantalla del ordenador».

El teletrabajo pone a prueba la salud

Los peligros del sedentarismo

Los meses de confinamiento han traído excesos en todos los sentidos. Según datos de NordVPN, las jornadas de teletrabajo agregan una media de dos horas más a una jornada presencial. Unos atracones que acaban pasando factura. «Las personas no están hechas para mantenerse ocho,10 o 12 horas sentadas en una silla», sentencia Manuel Armayones, director de Desarrollo del eHealth Center de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Este docente alerta de los peligros que entraña el sedentarismo. Un problema que «está en la base de dolencias cardiacas, problemas respiratorios, obesidad e incluso trastornos mentales como ansiedad o depresión», asegura.

El mero hecho de cambiar la oficina por la propia casa supone un descenso en la actividad física del trabajador. «Dejamos de caminar hasta el metro, de subir y bajar escaleras, de ir a la cafetería de la esquina a tomar un café a media mañana», dice el profesor de la UOC. Para compensar este déficit, Amayones recomienda «hacer pausas continuas, dar paseos antes y después de iniciar la jornada laboral y, en la medida que sea posible, realizar esos 30 minutos de ejercicios diarios que recomienda la Organización Mundial de la Salud».

Un mobiliario ergonómico, realizar pausas activas y buscar momentos de desconexión digital son algunas de las recomendaciones para que la salud no se resienta trabajando desde casa

Fatiga mental

Si bien el teletrabajo no suele implicar esfuerzo físico, eso no quiere decir que no acarree fatiga. «Normalmente un trabajo con un ordenador requiere procesar la información, interpretarla, analizarla y dar una respuesta. Cuando esto se hace de forma repetida acaba apareciendo cansancio mental», comenta Elisa Sánchez.

El estrés es la patología laboral por excelencia, y los teletrabajadores no son ajenos a ella. «El estrés es un desequilibrio que se produce por la doble percepción de un exceso de demanda y exigencias laborales, y de un déficit en los recursos para hacerle frente», sintetiza Sánchez. Un problema que, añade, se ha visto agravado durante el confinamiento «por el hecho de tener que compaginar teletrabajo con el cuidado de la familia».

La sensación de aislamiento es otro factor que afecta a la salud mental de los teletrabajadores. «Hay personas que son muy autónomas y a las que no les importa (incluso les gusta) trabajar solas. Pero hay otras a las que esto le supone un problema. No sienten que trabajan en equipo y les cuesta organizarse, tomar decisiones o mantener una rutina», señala Sánchez. Esta psicóloga recuerda que en situaciones de estrés el grupo actúa como amortiguador. «Pero ese apoyo puede parecer que se ha perdido cuando estamos teletrabajando». 

La importancia de la desconexión

Una de las quejas habituales de los teletrabajadores es la dificultad para desconectar. El hecho de, literalmente, «vivir en la oficina» y la accesibilidad casi ilimitada que brinda la tecnología no ayudan. Joan Pons, CEO de WorkMeter, incide en el hecho de que «en esta nueva época de teletrabajo masivo e hiperconectividad, es muy fácil incurrir en la creencia de que los trabajadores están siempre disponibles detrás de una pantalla».

Pero no es así. Al menos, no debería serlo. Los expertos apuntan hacia la flexibilidad horaria como una de las vías para reducir esa falta de desconexión. «Que las personas pudieran organizar su tiempo independientemente del horario de oficina permitiría que trabajaran cuando fueran más productivas o mejor pudieran conciliar el trabajo con sus otras obligaciones como el cuidado de los niños y personas dependientes o las tareas domésticas», argumenta el profesor Armayones.

Joan Pons cree que una objetivación del trabajo, mediante herramientas que permitan funcionar por objetivos y no por una mera cuestión de tiempo de conexión, también traería sensatez al modelo. «El trabajador que se queja de que ha recibido un mail a las ocho de la tarde, no dice nada, en cambio, del rato que ha sacado para atender temas personales a la una del mediodía», ilustra. Al final, concluye este directivo, «preservar la salud requiere un cambio de cultura de toda la empresa y un sistema de medición de la productividad que ampare esa necesaria desconexión digital».

¿Cómo teletrabaja el mundo?

Europa es un modelo a seguir en teletrabajo. Según datos del INE y el Instituto Valenciano de Estudios Económicos, la incidencia del teletrabajo en España en 2019, es decir, antes de la pandemia, estaba por debajo de la media europea (4,8 % frente a 5,3 %) y era muy inferior a la de países como Países Bajos y Finlandia (14,1 %) o Luxemburgo (11,6 %). Las naciones del centro y norte de Europa son, de hecho, las más avanzadas y aquellas que cuentan con una cultura de teletrabajo más arraigada, un hecho que puede estar propiciado por elementos como su climatología y una cultura menos de contacto físico que la mediterránea.

Los Países Bajos están considerados como los campeones del mundo del teletrabajo. Una circunstancia a la que sin duda contribuye el hecho de que el 98 % de sus hogares estén equipados con Internet de alta velocidad. Factores culturales, como una larga tradición de implicación ciudadana activa en procesos de democracia participativa, que facilita que los mandos confíen en sus empleados y estos estén habituados a funcionar autónomamente; o legislativos, con altos niveles de ayudas al teletrabajo y protección de la salud laboral, también reman a favor del trabajo remoto en la antigua Holanda.

En América Latina existen grandes diferencias en cuanto a la implantación de esta modalidad laboral en función del país del que se trate. Colombia es la nación más desarrollada en este aspecto. Con una legislación específica que regula el teletrabajo vigente desde 2008 y otros instrumentos de apoyo como la «Red Nacional de Fomento al Teletrabajo», desde la Administración colombiana se promueve activamente una forma de trabajo que en 2018 ya practicaban 122.278 colombianos.