La exposición Lee Friedlander recala en el centro de fotografía KBr Fundación MAPFRE, en Barcelona. Un recorrido cronológico por la obra de este prolífico artista a través de trescientas fotografías entre retratos, autorretratos, fotografías familiares, de naturaleza o paisaje urbano, que se podrá disfrutar del 18 de febrero hasta el 15 de mayo de 2022.
TEXTO: ÁREA DE CULTURA DE FUNDACIÓN MAPFRE
FOTOGRAFÍA: © LEE FRIEDLANDER, COURTESY FRAENKEL GALLERY, SAN FRANCISCO AND LUHRING AUGUSTINE, NEW YORK
Lee Friedlander es fotógrafo casi desde su adolescencia y cuenta con una amplia producción que ha ido desarrollando a lo largo de su dilatada carrera. Nació en Aberdeen, en el estado de Washington, el 14 de julio de 1934 y comenzó a fotografiar durante sus años de instituto. Tras graduarse, viajó hasta California para estudiar en el Art Center School of Design de Los Ángeles. Desencantado con las clases, asistió en cambio a las del pintor y fotógrafo Alexander Kaminski, que se convertirá en amigo y mentor. En 1956 se estableció en la ciudad de Nueva York, donde trabajó para distintas revistas como Esquire, Holiday o Sports Illustrated. Además, realizó por encargo retratos de algunos de los músicos de jazz más importantes de la escena norteamericana para portadas de discos de vinilo, las únicas muestras de fotografías a color que encontramos a lo largo de toda su trayectoria. Paralelamente, desarrolló su obra de forma independiente, en un momento en el que la fotografía todavía no había adquirido su estatus definitivo como expresión artística.
Los proyectos que realiza por encargo le obligan a viajar en automóvil por todo el país, lo que redunda en su trabajo más personal y artístico. Apasionado de la música, visita Nueva Orleans en numerosas ocasiones, retratando la vida y la cultura de la ciudad. Junto a estas imágenes encontramos durante este período, proyectos como The Little Screens. La selección de esta serie que se muestra pertenece (exceptuando una de las fotografías) a las Colecciones Fundación MAPFRE y en ella aparecen elementos que serán recurrentes a lo largo de su trabajo, como es la unión de objetos dispares que, en su asociación, generan ironía y humor. En este caso utiliza los televisores, elementos cotidianos en todas las casas norteamericanas durante aquellos años.
En 1962, con tan solo veintidós años, el artista había alcanzado la madurez como fotógrafo. Muestra de ello fue su participación en una histórica exposición colectiva, The Photographer’s Eye, celebrada en el MoMA de Nueva York entre mayo y agosto de 1964. Poco antes le habían pedido que hiciera una declaración sobre su obra y él señaló que el objeto de su trabajo era «el paisaje social americano». A pesar de esta definición, no hay que olvidar que los nuevos documentalistas están sobre todo interesados en conocer más sobre sí mismos y sobre los hechos visuales de su entorno que en los problemas sociales que preocupaban a sus antecesores.
En 1966 participó, junto a Bruce Davison y Garry Winogrand, en la exposición Toward a Social Landscape, organizada por la George Eastman House de Rochester. Y, al año siguiente, en la modesta pero emblemática muestra New Documents, organizada por John Szarkowski, también en el MoMA de Nueva York. En ella, Lee Friedlander estaba acompañado por Garry Winogrand y Diane Arbus. Tras esta exposición, las obras de los tres serán consideradas como parte de las grandes renovaciones de la fotografía del siglo xx.

Imagen de plata en gelatina
Cortesía del artista y de Fraenkel Gallery, San Francisco
Durante los años setenta Lee Friedlander fue depurando su lenguaje, lo que redundó en una disminución de las yuxtaposiciones con las que habitualmente componía sus imágenes, los reflejos y las sombras que hasta ahora habían caracterizado su estilo. En 1976 publicó el libro The American Monument, con imágenes de monumentos más o menos desconocidos de distintas ciudades estadounidenses. Al tiempo abordó el género del desnudo y el retrato. Estos últimos, casi siempre de su familia y amigos cercanos, tienen un tratamiento algo distinto al del resto de sus imágenes. Son imágenes familiares que aparentemente podrían haber sido tomadas por cualquiera de nosotros, pero muestran el mayor cariño y respeto sin derivar en el sentimentalismo. Maria, Las Vegas, Nevada, 1970, es una de las imágenes más conocidas de su esposa. Es evidente el afecto que siente por ella, lo que no evita los reflejos o que aparezca la sombra del artista.
Durante los años setenta Lee Friedlander fue depurando su lenguaje, lo que redundó en una disminución de las yuxtaposiciones con las que habitualmente componía sus imágenes, los reflejos y las sombras que hasta ahora habían caracterizado su estilo.
En 1990 Friedlander cambió su habitual cámara de 35mm por otra de medio formato para poder capturar la inmensidad del desierto de Sonora. Si bien el fotógrafo es más conocido por sus imágenes de paisaje urbano, buena parte de su producción se centra en la naturaleza y sus formas, así como en el paisaje agreste. Varios de sus proyectos tienen el mundo orgánico como protagonista. Algunos de ellos fueron desarrollados durante años, mientras que otros se materializaron en poco tiempo. En 1981 realizó Flowers & Trees y, tres años más tarde, Cherry Blossom Time in Japan, en el que recoge imágenes de sus viajes a este país con los cerezos florecidos en primavera.
De este período son también distintos trabajos que realiza por encargo como Factor Valleys, 1982 o la serie de teleoperadores de Omaha —Omaha, Nebraska, 1995—.
A lo largo de toda su trayectoria, Lee Friedlander ha ido retomando los temas de sus fotografías una y otra vez, en un continuo work in progress que se va enriqueciendo con el aprendizaje del medio y la experiencia.
Desde el año 2000, a partir del cual Friedlander utiliza de forma habitual su nueva cámara, los motivos que captura adquieren mayor entidad y los espacios se hacen más abarcables. Así, las imágenes que conforman el libro America by Car, publicado en 2010, acentúan la dimensión del espacio que Friedlander consigue gracias al formato cuadrado de su cámara Hasselbald. En esta ocasión el artista utiliza el interior del coche como marco fotográfico para encuadrar sus paisajes desde un punto de vista que resulta familiar para todo aquel que haya viajado por carretera en alguna ocasión. El resultado son imágenes que incluyen sombras, volantes, salpicaderos o retrovisores entre los que se cuelan puentes, monumentos, iglesias, moteles o bares llevando al extremo la complejidad de las composiciones a partir de una técnica en realidad muy sencilla: el marco —del parabrisas o de la ventanilla— dentro del marco —de la cámara de fotos—.
A lo largo de toda su trayectoria, Lee Friedlander ha ido retomando los temas de sus fotografías una y otra vez, en un continuo work in progress que se va enriqueciendo con el aprendizaje del medio y la experiencia. Actualmente, con sus más de ochenta años, el autor está cada vez más centrado en su archivo fotográfico, en el que puede pasar horas ordenando su propia obra.

Imagen de plata en gelatina
Cortesía del artista y de Fraenkel Gallery, San Francisco