El gusto francés y su presencia en España (siglos XVII-XIX)

Desde el día 11 de febrero y hasta el 8 de mayo podrá verse en la Sala Recoletos de Fundación MAPFRE en Madrid, la exposición «El gusto francés», que analiza la presencia del arte galo en España a lo largo de los siglos XVII, XVIII y XIX, el periodo de mayor influencia recíproca e interrelación entre los dos países.

TEXTO: ÁREA DE CULTURA DE FUNDACIÓN MAPFRE

A través de numerosas pinturas, esculturas, textiles, artes suntuarias u objetos de uso cotidiano, la muestra se adentra en la evolución del gusto francés en nuestro país, hasta el momento solo estudiado de forma puntual. Un proyecto transversal que abarca un período histórico tan extenso no puede ser comprendido sin su contexto histórico. En este sentido la muestra aborda también, aspectos que hacen posible dicha evolución, como son las relaciones diplomáticas, la historia del coleccionismo o la construcción de las identidades nacionales.

Las cerca de 110 obras que se presentan pertenecen a colecciones tanto públicas como privadas y son, todas ellas, piezas de patrimonio nacional. El proyecto se ha concebido partiendo del momento en el que comienzan a llegar obras de arte francés a nuestro país, pues Francia se erige en modelo del gusto europeo, y se cierra en el momento en el que se produce el fenómeno inverso, cuando es España la que se convierte en foco de atracción para la cultura francesa, debido a la imagen construida en torno a su diversidad y exotismo a lo largo del siglo XIX.

El gusto francés y su presencia en España (siglos XVII-XIX)
Jean-Baptiste-Siméon Chardin
Bodegón con almirez, cántaro y caldero de cobre, ca. 1728-1732
Óleo sobre lienzo, 32,5 x 39 cm. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, Madrid
[nº inv. 118 (1930.14)]
© Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Madrid

Siglo XVII. Las relaciones difíciles: retratos, intercambios y regalos

Las décadas de 1630 y 1640, bajo el reinado de Luis XIII, que estabilizó durante un tiempo el poder de la corona, confluyeron en una edad de oro para la pintura francesa. Tanto Luis XIII como su consejero, el cardenal Richelieu, pusieron en marcha una política artística sumamente activa y proliferaron los encargos, lo que animó el mercado del arte.

Hacia 1650, España perdía definitivamente su primacía como potencia mundial frente a la Francia de Luis XIV, el Rey Sol. Como forma habitual para sellar la paz, una de sus estrategias será la de establecer alianzas a través de enlaces matrimoniales con la casa real española. En este contexto resultaba frecuente el intercambio de presentes de muy distinta naturaleza entre unos y otros: caballos, artes suntuarias, pequeñas piezas de mobiliario y sobre todo retratos. A partir de 1660, gracias a su matrimonio con Maria Teresa de Austria, hija de Felipe IV, conocido como el Rey Planeta —enlace con el que se puso fin a la Guerra de los Treinta Años—, el intercambio de regalos fue, si cabe, aún más frecuente. La reina fue retratada en numerosas ocasiones sola y acompañada de su hijo Luis, conocido como el gran Delfín de Francia, tal y como se puede observar en María Teresa de Austria y el Gran Delfín de Francia, ca. 1664, de los primos Charles y Henri Beaubrun.

Siglo XVIII. Llegada de artistas a la España de los Borbones, la eclosión del gusto francés

En 1700, con la subida al trono de Felipe V, se instaura la dinastía de los Borbones en España. De origen francés, durante los primeros años de su reinado, el rey quiso trasponer a la corte española lo que había conocido en Versalles y París. Manda iniciar los trabajos para el Buen Retiro, así como la renovación interior del Alcázar, y emprende la construcción de la Granja de San Ildefonso, en Segovia. Además, se importan todo tipo de mobiliario, joyas y vestimenta. En 1715 llega desde Francia a la corte española el pintor Michel- Ange Houasse, al que sucede Jean Ranc. En 1735 Louis-Michel Van Loo sustituye a este último, y se convierte en el primer pintor del rey, así como en director de pintura de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, fundada en 1752. De su mano es el retrato María Antonia Fernanda de Borbón, infanta de España, ca. 1737.

Durante este período, las transferencias artísticas entre Francia y España se efectuaban a veces a través de Italia, que albergaba una importante comunidad francesa fomentada por la presencia de la Academia de Francia en Roma, fundada por Luis XIV en 1666. El viaje a Roma de artistas españoles cada vez era más frecuente, lo que les proporcionaba la oportunidad de familiarizarse con el arte francés sin necesidad de viajar a París. Fue el caso de Francisco Goya, quien pudo conocer la obra de Nicolás Poussin y Pierre Subleyras durante su documentada estancia en la capital italiana.

El gusto francés y su presencia en España (siglos XVII-XIX)
Jean-Honoré Fragonard
El sacrificio de Calírroe, 1765
Óleo sobre lienzo, 65 x 81 cm
Museo de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, Madrid
© Foto: Pablo Linés

La eclosión por la cultura y el gusto francés en España alcanzó su apogeo en época de Carlos IV, nieto de Felipe V. Nacido en Portici durante el reinado de su padre Carlos III en Nápoles y Sicilia, Carlos Antonio de Borbón (1748-1819) llegó a España siendo adolescente, fue nombrado primero Príncipe de Asturias y luego coronado rey de España y de las Indias en 1788. A partir de 1808 fue destronado, exiliándose primero en Francia y luego en Roma, hasta su fallecimiento en Nápoles. Su interés por las artes suntuarias, el mobiliario, la pintura y la escultura se manifestó de forma temprana y el mejor ejemplo de ello es el Gabinete de Platino de la Casa del Labrador de Aranjuez, cuya ejecución fue íntegramente elaborada por artistas franceses. Ya con motivo de su matrimonio con María Luisa Teresa de Parma en 1765, la pareja recibió como obsequio de Luis XV un servicio de mesa de la Manufactura Real de Porcelana de Sèvres y de su primo Luis XVI, dos cuadros de Claude Joseph Vernet.

La eclosión por la cultura y el gusto francés en España alcanzó su apogeo en época de Carlos IV, nieto de Felipe V

Siglo XIX. La visión romántica de España

Con la invasión napoleónica que dio lugar a la Guerra de la Independencia (1808-1814), España se convirtió en el nuevo destino a descubrir por parte de los franceses que, junto con otros viajeros e intelectuales extranjeros, fueron creando lo que hoy se conoce como «la imagen romántica de España». Algunos de los que contribuyeron a esta creación fueron el escritor Victor Hugo o el pintor Eugène Delacroix. Ejemplos más concretos, ya adentrado el siglo, los podemos encontrar en la exposición, en las figuras de Antonio de Orleans, duque de Montpensier y de Galliera o en la de Eugenia de Montijo.

El duque de Montepensier se casó con la hermana de la reina Isabel II, la infanta Luisa Fernanda. Tras la revolución de 1848, el matrimonio dejó Francia y se instaló en Sevilla en 1849. Su estancia propició un auge de la cultura y de los actos populares en la ciudad, hasta el punto de que Sevilla llegó a ser apodada como «Corte chica». Por su parte, Eugenia de Montijo, hija del duque de Peñaranda, nació en Granada, pero pasó buena parte de su vida en Francia. Esposa de Luis Napoleón Bonaparte, fue una de las encargadas, gracias a su educación y refinamiento, de exportar el «estilo Imperio» a la corte española.

A finales del siglo XVIII Francia y España se aliaron oficialmente y comenzó a producirse un cambio con respecto a la visión que desde el extranjero se tenía de esta última. El territorio español, que se encontraba en situación de paz, se reveló como la alternativa perfecta a los espíritus más curiosos, dado que albergaba magníficos restos de las civilizaciones romana y árabe. En este contexto, Alexandre de Laborde (1773-1842), un oficial, erudito y viajero, aprovechando un destino diplomático en Madrid, emprendió la elaboración, en 1800, del Voyage pittoresque et historique de l’Espagne. En 1808 publicó finalmente una versión más reducida, titulada Itinéraire descriptif de l’Espagne, para cuya elaboración se desplazaron un número considerable de artistas a tierras españolas. Fue el caso de François Ligier.

A finales del siglo XVIII Francia y España se aliaron oficialmente y comenzó a producirse un cambio con respecto a la visión que desde el extranjero se tenía de esta última

En 1826, el barón Isidore Justin Taylor inició en París la edición de un Voyage pittoresque en Espagne, en Portugal et sur la Côte d’Afrique, de Tanger à Tétouan. En París, donde ejercía el cargo de Comisario real en el Teatro francés, Taylor impulsó la producción de Hernani, la obra teatral de Víctor Hugo (1830) ambientada en el Siglo de Oro español, que actuó como otro de los catalizadores del entusiasmo romántico por la Península. Al mismo tiempo, su inserción en los mecanismos gubernamentales le permitió presentarse como el connaisseur por excelencia de España: en 1835 recibió la misión de reunir una colección de cuadros españoles con destino al museo del Louvre, campaña financiada personalmente por el rey Luis Felipe, que ansiaba hacerse con una Galérie espagnole aprovechando la inminente desamortización de Mendizábal. Los dos artistas franceses más implicados en la ejecución de los dibujos ilustrativos de la obra del barón fueron Adrien Dauzats y Pharamond Blanchard que además contribuyeron a localizar los cuadros destinados a la galería española de Luis Felipe.

El gusto francés y su presencia en España (siglos XVII-XIX)
Jean-Démosthène Dugourc
Escena costumbrista, 1813
Lápiz y acuarela sobre papel, 19 x 27 cm
Instituto Ceán Bermúdez, Madrid
© Foto: Pablo Linés

Aunque la percepción en Francia de «lo español» fue variando a lo largo del siglo XIX, a partir de la Revolución de 1848 resultará cada vez más frecuente la asociación de la cultura española con la imagen de un pueblo arcaico y libre, en oposición a las rígidas reglas de la sociedad burguesa. Desde 1850 diversos artistas, entre los que se encuentran Gustave Doré, Jean-Baptiste Achille Zo o Édouard Manet, comenzaron a exponer en los salones franceses pinturas cuyos protagonistas serán gitanos, mendigos, vagabundos o majos. Realizados tras sus respectivos viajes a España, en la mayoría de los casos trataban de enaltecer el Siglo de Oro español con la figura de Velázquez y Ribera a la cabeza.

Jean-Baptiste Achille Zo
Vendedor de fruta en Sevilla, ca. 1864
Óleo sobre lienzo, 116,3 x 89,6 cm.
Colección BBVA (nº inv. P01666)
Foto © David Mecha
Louis-Léopold Boilly
La lectura, ca. 1789-1793
Óleo sobre tabla, 32 x 27 cm.
Colección particular
Antoine-François Callet
Luis XVI, ca. 1778-1779
Óleo sobre lienzo, 275 x 193 cm.
Museo Nacional del Prado
(nº inv. P002238)
© Archivo Fotográfico. Museo Nacional del Prado. Madrid
Alfred Dehodencq
Las hijas del duque de Montpensier, ca. 1861
Óleo sobre lienzo, 160 x 101 cm.
Museo Nacional del Romanticismo (nº inv. CE7171)
Foto © Pablo Linés
Gustave Doré
Los vagabundos, ca. 1868-1869
Óleo sobre lienzo, 197 x 95 cm.
Museo de Bellas Artes de Bilbao
(nº inv. 20/217)
© Bilboko Arte Ederren Museoa-Museo de Bellas Artes de Bilbao
François-Louis Godon y Joseph Coteau
Reloj de La Fuerza y la Prudencia, ca. 1795-1800
Mármol, bronce, oro, porcelana, metal, 75 x 53 x 17 cm.
Colecciones Reales. Patrimonio Nacional, Palacio Real de Madrid (nº inv. 10137846)
© Patrimonio Nacional, Palacio Real de Madrid
Manufactura francesa
Indumentaria femenina compuesta de vestido camisa y «spencer» [chaquetilla corta o jubón], ca. 1810
Plata, seda, tafetán y sarga.
Museo del Traje, Madrid
(nº inv. MTFCE001046)
© Museo del Traje. Centro de Investigación del Patrimonio Etnológico, Madrid. Munio Rodil Ares
Louis-Michel Van Loo
María Antonia Fernanda de Borbón, infanta de España, ca. 1737
Óleo sobre lienzo, 88,3 x 71,3 cm.
Museo de Bellas Artes de Asturias. Depósito de la colección del IX conde de Villagonzalo (nº inv. 11524)
Foto © Marcos Morilla