La dicotomía entre vivir para trabajar o trabajar para vivir está desapareciendo en las sociedades occidentales. Hoy ambos verbos forman un matrimonio de conveniencia que empieza a demostrarse amor mutuo. No es romanticismo, sino la búsqueda del bienestar. Los expertos debatieron sobre esta nueva conciencia en el Encuentro Salud y Trabajo de Fundación MAPFRE y la Universidad de Valladolid.

TEXTO ÁNGEL MARTOS      IMAGEN DE PORTADA THINKSTOCK

«Ahora estoy hablando con mi verdadera voz. Sin rencor ni miedo. Estoy aquí para contar que se puede salir del infierno y caminar hacia la luz. Podemos despertarnos y ser alguien mejor. Y cuando esto pasa, el mundo parece, de repente, lleno de posibilidades…» Quien esto recita, como una letanía de libro de autoayuda, es Amy Jellicoe, ejecutiva de nivel medio de una multinacional norteamericana, a la que el espectador de la serie que protagoniza, Iluminada (el título es pura maldad), ha conocido por primera vez con la cara desencajada, el rímel corriendo por sus mejillas y la voluntad de cantarle las cuarenta a un jefe que la ha degradado injustamente. Tras unos meses de retiro y terapia en Hawai, vuelve a su trabajo en Los Ángeles con la energía extrañada de un marciano suelto por Beverly Hills.

La ficción de HBO, interpretada por Laura Dern, pone el foco en ese espacio en transición en que se ha convertido el lugar de trabajo. Ámbito para un desarrollo profesional en el que las habilidades sociales y personales adquieren cada vez mayor relevancia. Espacios mentales más que físicos gracias a las nuevas tecnologías, que diluyen las fronteras de la conocida Regla de las Ocho Horas, de sueño, de trabajo y de ocio. Lugares en los que la dualidad extroversión/introversión ha saltado por los aires: hoy no basta con tener talento, hay que saber conectarlo a través de la red de relaciones, cultivarla en sus distintos niveles y caminos, y todo a una velocidad de clic. Solo de escribirlo produce un poco de angustia…

El objetivo es alcanzar una sociedad en la que el bienestar en el trabajo se perciba como una realidad y no como un sueño

Y sin embargo, la felicidad ha de ser una aspiración empresarial. Sobre todo cuando en estudios como el de la consultora Apertia se habla de que una parte sustancial de la productividad depende del bienestar emocional de la plantilla. ¿Cuánto? «Un 31 por ciento», subraya uno de sus autores, Daniel Peña. La cifra resonaba como un arcano en el Anfiteatro López Prieto de la Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid, donde se celebró el Encuentro Salud y Trabajo que organizan cada dos años Fundación MAPFRE y la Universidad. «Comenzamos a ahondar en el concepto de capital emocional porque nos preocupaba la sobresimplificación a la que se estaba llegando cuando se hablaba de la felicidad en el trabajo», recuerda Peña, «empezábamos a oír cosas como que una forma de fomentar ese sentimiento era invitar a churros por las mañanas a los empleados».

Bienestar en la empresa

La empresa siempre ha sido un territorio inhóspito por conquistar para los expertos en salud. Una lucha que, en el mundo contemporáneo, nace en el siglo XIX con la Revolución Industrial, cuando las condiciones de trabajo de las grandes masas obreras se recrudecen y los movimientos sindicales obligan a los gobiernos a establecer poco a poco normas protectoras. Un ejemplo son las que regulaban el trabajo de los niños en las industrias manufactureras y en la minería. Hubo de pasar un siglo, hasta los años 90 del siglo XX, para que en los países del primer mundo se desarrollara todo un sistema normativo de carácter preventivo con la finalidad de evitar el perjuicio de los trabajadores a consecuencia del desempeño de sus tareas.

Una vez asentados y asumidos esos conceptos, hoy es el estado de bienestar, físico, psicológico y emocional la nueva utopía posible dentro de una concepción holística, 360°, de la persona. En España, la Estrategia Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo 2015-2020 ya incorpora en su diagnóstico la importancia de desarrollar políticas públicas que fomenten hábitos de vida preventivos saludables, tanto laborales como extra-laborales.

Porque la vida no son compartimentos estancos sino vasos comunicantes. El objetivo es alcanzar una sociedad en la que el bienestar en el trabajo se perciba como una realidad y no como un sueño. Se aspira a que el profesional trabaje mejor, sí, pero sobre todo que trabaje feliz… porque ese intangible acabará reflejado en la cuenta de
resultados.


Pero ¿qué es la felicidad?

En opinión de Gonzalo Hervás, profesor de Psicología dela Universidad Complutense de Madrid y presidente de la Sociedad Española de Psicología Positiva, «la felicidad hace referencia a un extremo de ese continuo que es el bienestar emocional, e incluye también esos polos opuestos que son la depresión o los problemas de estrés y de angustia». En este sentido, el absentismo laboral puede interpretarse como un síntoma precisamente de la infelicidad en el puesto de trabajo. Según el Barómetro de Salud de los Trabajadores presentado en el encuentro por Antonio Cirujano, director técnico del Área de Prevención de FREMAP, en 2015, se produjo un promedio de 1.116 días de baja por cada 100 trabajadores.

Según el estudio, en España esa incapacidad transitoria generó en 2015 unos costes para el Estado y las empresas de casi 9.000 millones de euros. Para Hervás, «no se puede hacer depender el bienestar solo del individuo» y detecta en el contexto laboral varios ingredientes que, combinados, pueden retratar con precisión en qué parte de ese continuo se encuentra cualquier trabajador. Quien lea estas seis claves como un test, aplicando notas del 1 al 5 a cada concepto y sumando al final el resultado, podrá determinar su grado en su propio puesto de trabajo.

1. Vinculación: «El trabajo nos aporta un sentimiento de pertenencia, o, por el contrario, nos genera ansiedad, soledad».

2. Autonomía: «Sentir que uno es capaz de llevar la vida que quiere y puede trabajar donde percibe que aporta».

3. Competencia: «Los problemas no han de desbordar al trabajador… Si una persona siente que no puede atender a toda lo que demandan de ella ni está claro lo que tiene que hacer, se genera una sensación de inseguridad».

4. Aceptación o reconocimiento: «Las organizaciones han de interiorizar el interés por que las personas sean tratadas como tales y no como engranajes de una cadena».

5. Crecimiento: «Necesitamos los retos, el ser humano no está diseñado para la apacibilidad de una balsa de aceite, aunque muchas veces lo añoremos. Si estuviésemos demasiado tiempo en una playa sin hacer nada, el sueño se convertiría en tortura…».

6. Sentido: «Es una de las necesidades invisibles, estar conectados con aspectos valiosos y considerar que la vida vale la pena».

Una vez diagnosticado, ¿qué estrategias utilizar para seguir adelante? En opinión del psicólogo clínico Amado Ramírez, autor de libros como Autoestima para principiantes (Díaz de Santos ed.), hemos de prepararnos «para saber bailar con todo, con la felicidad y con la infelicidad, que están muy cerca la una de la otra». Su receta tiene solo tres ingredientes: libertad, amor y vocación, «en ese orden». Y conmina desechar la culpa, el miedo y el orgullo mal entendido: «Todo eso solo nos conduce a intentar ser importantes. ¿Y para qué serlo? ¿Habéis visto la cantidad de personas que ha habido en el mundo, que hay y que habrá?».