Se cumple el centenario del nacimiento de Ignacio Hernando de Larramendi, el hombre que con su visión innovadora y humanismo inquebrantable revolucionó el mundo del seguro y sentó los cimientos de la actual MAPFRE. Gran humanista, Larramendi fue un adelantado a su tiempo que introdujo en el sector elementos rompedores como la informatización del trabajo, la medición del desempeño o la figura del defensor del asegurado. Con motivo de la celebración de su centenario, ponemos en valor la dimensión cultural, empresarial e histórica del legado de este gran humanista e impulsor de la cultura.

TEXTO: RAMÓN OLIVER IMÁGENES: FUNDACIÓN LARRAMENDI, MAPFRE

En 1955 un joven inspector de Seguros abandonó la Administración Pública para embarcarse en una aventura empresarial que muchos (se cuenta que sus propios compañeros de la Dirección General de Seguros le dieron el pésame al enterarse de la noticia) consideraron insensata: reflotar una pequeña compañía al borde de la insolvencia que parecía herida de muerte. Pero Ignacio Hernando de Larramendi (Madrid, 1921-Madrid, 2001), que entonces tenía 34 años, no era hombre de arrugarse ante imposibles. Hoy esa pequeña empresa es la primera multinacional española del sector, tiene presencia en más de 40 países, cuenta con 12.500 oficinas, 34.000 empleados, una red de colaboración de 86.000 agentes y sus acciones cotizan en el IBEX-35 y en el Dow Jones.

Pero, por encima de todas esas cifras, MAPFRE es una aseguradora que ha comprendido que su misión en el mundo no es únicamente ofrecer soluciones de protección y seguro, sino que, además de ese objetivo, su razón de ser es contribuir a hacer de ese mundo un lugar mejor. Y ese legado, esa manera de pensar y de actuar en consecuencia que la compañía lleva a gala impregnada en su ADN empresarial, se la debe en gran medida a Ignacio Larramendi.

Una MAPFRE moderna y operativa

Larramendi desempeñó las máximas responsabilidades en MAPFRE durante 35 años, hasta su jubilación en 1990. Tiempo durante el cual transformó completamente la compañía desde sus cimientos, llevándola hasta un modelo mucho más moderno y evolucionado, inspirado en sus estancias en Reino Unido y algunas ideas que había importado y adaptado de la emblemática Lloyd Company. Incluido en la lista de los 100 grandes empresarios españoles del siglo XX, su instinto emprendedor, su audacia y sus dotes para gestionar equipos y tratar con las personas le llevaron a ser considerado como el gran arquitecto del seguro moderno en nuestro país.

Bajo su batuta, MAPFRE emprendió una profunda reorganización interna que tuvo que comenzar por sacar a la compañía de la inminente quiebra. En el ejercicio anterior a su entrada en la compañía (fue contratado por el histórico presidente de la entidad, Dionisio Martín Sanz, también nombrado para el cargo en ese mismo año), la Mutualidad de la Agrupación de Propietarios de Fincas Rústicas de España, como se conocía por aquel entonces a MAPFRE, había presentado unas pérdidas de entre 2 y 3,5 millones de pesetas. Unos sistemas anticuados e ineficaces y una errónea apuesta por los seguros públicos de enfermedad, muy deficitarios debido a los bajos salarios y alta mortalidad de los obreros agrícolas, habían llevado a la compañía a una situación más que comprometida.

Primeros años

Reducir la deuda se convirtió en su primera prioridad. Para ello, emprendió una etapa de duros ajustes, con despidos y recorte de gastos, incluyendo su propio sueldo, que rebajó en un 40 %. Así se inició un tipo de liderazgo a través del ejemplo que se convirtió en uno sus grandes rasgos distintivos a lo largo de toda su trayectoria.

Tras muchas penurias y «regates» in extremis a la suspensión de pagos, la situación financiera de la empresa se estabilizó y llegó una nueva etapa de saneamiento y reactivación del negocio. Larramendi inició entonces un proceso de optimización de procesos con el que perseguía la reducción de ineficacias y el crecimiento a través de la calidad. Entre las medidas más destacadas de aquellos primeros años, figura un rediseño de una cartera de productos diversificada para priorizar los seguros más rentables. Un camino que más tarde llevaría a MAPFRE a hacerse un hueco en ramos en los que carecía de experiencia, como el del Automóvil, y a modernizar otros hasta hacerlos rentables, como el de Vida. Más tarde, Larramendi también introduciría novedades muy destacadas basadas en el cliente, como un concepto del seguro-servicio que trascendía la mera indemnización económica en caso de siniestro o la figura del defensor del asegurado.

Bajo su dirección, MAPFRE emprendió un camino de descentralización, tecnificación y expansión internacional que le permitió crecer hasta convertirse en líder del sector asegurador en España

Expansión nacional e internacional

También durante ese periodo se inició un progresivo proceso de descentralización («más acertada puede ser la decisión de una persona mediocre cerca de un hecho que la de un hombre inteligente a 500 kilómetros de distancia», solía decir) de la compañía apoyado en direcciones regionales y una extensa red territorial de sucursales con equipos y mandos propios dotados de gran autonomía. Para ello, Larramendi se refugió en la tradición rural de la compañía, abriendo oficinas en localidades pequeñas que no llamaban la atención de sus competidores para, desde allí, iniciar el asalto de las grandes ciudades. Una estrategia que emuló de la cadena de supermercados norteamericana Wal-Mart.

Una hasta entonces inédita política de adquisiciones inmobiliarias fue otra de las aportaciones de este visionario. En cuanto la situación económica de la compañía lo posibilitó, MAPFRE inició una serie de compras de inmuebles a pie de calle en los que montar sus oficinas. De esta manera, se dinamizó enormemente la venta directa y se mejoró la atención al cliente, elementos que tuvieron un efecto inmediato en el crecimiento de la compañía.

La internacionalización, que comenzó a desplegarse con fuerza a mediados de los años 80, coincidiendo con la conquista del liderazgo del Grupo en su sector, fue otra de las grandes apuestas del empresario. Larramendi estaba convencido de que MAPFRE tenía que traspasar las fronteras de España si quería continuar creciendo, ya que este desarrollo se basaba en optimizar procesos y aprovechar las economías de escala. La salida al exterior era, no obstante, un movimiento arriesgado, innecesario en opinión de muchos de sus colaboradores cercanos, pero él era de la opinión de que una cierta cantidad de riesgo es consustancial a toda aventura empresarial.

Innovación por bandera

La otra vía a la que acudió para reducir gastos y crecer es la del incremento de la eficacia a través de una estricta estandarización de procesos y medición de resultados, para lo cual se valió de todo tipo de indicadores. La tecnificación para incrementar la calidad en el servicio y la rentabilidad fue otra constante de su dirección. Curioso incorregible, Larramendi era un enamorado de la tecnología y no dudaba en incorporar a la operativa de la compañía cuantas innovaciones técnicas salían al mercado si pensaba que podían mejorar sus procesos.

La ciudad de los muchachos

Uno de los grandes rasgos de este icónico directivo fue su habilidad para dirigir equipos y tratar con las personas. Carismático y gran motivador, creía firmemente en el talento y en la autorresponsabilidad.

Revolucionó los sistemas de reclutamiento y selección de la entidad incorporando a una gran cantidad de jóvenes universitarios sin experiencia, pero de gran potencial, a los que casi inmediatamente confió responsabilidades. Una estrategia muy novedosa en la época y que le valió las chanzas de sus competidores, que rebautizaron a esa rejuvenecida MAPFRE como la «ciudad de los muchachos».

Pero la política de Larramendi no debió de ser tan desacertada («cada botones tiene en su mochila el bastón de mariscal», era otra de sus frases favoritas), ya que muchos de aquellos jóvenes imberbes son hoy altos directivos tanto en MAPFRE como en otras destacadas compañías. Larramendi lanzaba a sus jóvenes colaboradores al ruedo, sí. Pero antes los equipaba con una sólida política de formación continua que les capacitaba para abordar cualquier desafío y les transmitía una confianza ilimitada que les daba la motivación necesaria para salir airosos del embate y para atreverse a equivocarse. Gran comunicador, ejerció una enorme influencia en sus colaboradores y modernizó la gestión de personas de MAPFRE con medidas que priorizaban la meritocracia o la promoción interna y que acabaron con vicios ancestrales en el sector como el nepotismo.

Gran humanista, Larramendi fue un precursor de la Responsabilidad Social Corporativa a través de multitud de actividades para impulsar la cultura, la historia o la medicina

Precursor de la RSC

Dotado de un profundo sentido de servicio público, Larramendi rechazaba un capitalismo basado únicamente en el puro beneficio, convencido de que toda institución que maneja un gran patrimonio tiene la obligación de devolver parte del mismo a la sociedad y, de manera especial, a sus clientes. De esa manera, y solo de esa manera, la empresa puede cumplir una misión social contribuyendo al bien común y a los intereses generales de España.

Esas premisas las supo trasladar a su organización a través de múltiples actividades de mecenazgo y acción social. Con él, cultura, historia, investigación medica y un sin fin de actividades ajenas al puro negocio asegurador entraron a formar parte de la esencia de MAPFRE. Para desarrollar esta intensa actividad fue creando a lo largo del tiempo una serie de Fundaciones, dos de las más emblemáticas fueron la Fundación MAPFRE (1975) o la Fundación Ignacio Larramendi (1986), a la que se dedicó en cuerpo y alma una vez se jubiló en 1990.

Dimensión cultural e histórica

En esta faceta humanista y de mecenazgo sea donde posiblemente más disfrutaba de su actividad. Americanista convencido, Larramendi profesaba un amor reverencial al continente americano, a cuyas relaciones fraternales con España dedicó una parte extensa de su labor desde las Fundaciones. En ella destaca sobremanera «Colecciones MAPFRE 1942» (albergadas dentro de las Bibliotecas virtuales de Polígrafos), la serie de 245 volúmenes elaborados por destacados especialistas dedicada a analizar en profundidad y desde todos los aspectos lo que supuso el descubrimiento del nuevo mundo. Desde su dimensión fundacional Larramendi también prestó un decidido apoyo a la investigación médica a través de iniciativas como la creación de las Becas y Ayudas a la Investigación Ignacio de Larramendi que cada año se otorgan desde Fundación MAPFRE, convertidas hoy en un referente internacional en su campo.

100 años desde su nacimiento

Carlista, católico, abogado, escritor, editor y amante de la cultura, quienes tuvieron la suerte de colaborar con él lo describen como un humanista brillante, humilde, emprendedor, tolerante, social, honrado, con gran sentido de la ética e infinita capacidad de trabajo. Una figura esencial en la historia empresarial de España cuya influencia trascendió el ámbito de MAPFRE, marcando el paso de todo el sector hasta nuestros días. Para conmemorar los 100 años desde el nacimiento de este empresario y persona excepcional a lo largo de este año 2021 se han celebrado, y están previstos, diversos actos alrededor de su figura y de sus proyectos relacionados con la recuperación y la difusión de nuestra historia.

Decálogo de Larramendi para el éxito

  1. Es indispensable ser ético para ser rentable.
  2. Hay que ser austero en los gastos.
  3. Hay que decir siempre la verdad.
  4. No hay que hacer trampas en la economía ni incluso con Hacienda.
  5. Hay que ser serio en el trabajo.
  6. Hay que mantener la equidad en las decisiones.
  7. Hay que mantener gran transparencia con los trabajadores y los clientes.
  8. Hay que ser muy objetivo a la hora de juzgar y de valorar una situación.
  9. Hay que dar la cara siempre ante las dificultades, hay que ser valiente empresarialmente.
  10. Hay que tener un gran respeto, especialmente por la fuerza del trabajo.

Luis Hernando de Larramendi, actual presidente de Fundación Ignacio Larramendi, es el principal encargado de mantener el espíritu que impulsa los valores de esta institución.

«El principal legado de mi padre es el deseo de trabajar por el bien común»

¿Con qué se queda del legado de su padre?
Con su irrenunciable aspiración a hacer cosas no por simple egoísmo sino por el bien común. Él quería pasar por la vida dejando detrás cosas que revertieran en beneficio de la sociedad y se mantuvieran en pie cuando él ya no estuviera.

De él se afirma que fue el gran arquitecto del seguro moderno en España ¿Cuales fueron sus principales aportaciones el sector?
En los años 50 los seguros en España eran un mundo muy estructurado y organizado alrededor del statu quo de las aseguradoras, no del asegurado, hasta el punto de que muchas veces parecía que trabajaba en contra de los intereses del cliente. Mi padre rompe con todo eso. Él concibe el seguro como un servicio público cuyo verdadero sentido es servir a aquellos que lo contratan, al menor coste posible y prestando, así, un servicio a la sociedad.

¿Se puede decir que fue un adelantado a su tiempo?
Sin duda. Tenía una gran capacidad para ver por dónde se iba a mover el futuro y anticipó muchos de los elementos que hoy están plenamente asentados en el mundo del seguro. Por ejemplo, en los años 50 y 60 se pagaban pocos impuestos, las compañías tenían caja b. Él vio venir lo que sería la auditoría, la autorregulación, la transparencia, la necesidad de contar con un fuerte apoyo financiero bancario. También introdujo la figura del defensor del asegurado 30 años antes de que se creara.

¿Cómo era su estilo de liderazgo?
No tenia miedo a decir que algo que siempre había funcionado ya no funcionaba. Tomó decisiones muy controvertidas y arriesgadas, como el proceso de descentralización de la compañía, o esa capacidad para delegar impropia de la época. Creía mucho en dar a cada persona una pequeña cuota de responsabilidad, que cada empleado respondiera de su propia cuenta de resultados y no fuera un simple número que ejecuta órdenes.

¿Qué le debe el seguro español a Ignacio Larramendi?
El mundo del seguro español no podría haber completado el proceso de transformación que ha seguido sin el liderazgo de MAPFRE, y MAPFRE no sería lo que es hoy sin el esfuerzo, tesón, inteligencia y sentido de la anticipación de mi padre. ¿Qué haría mi padre hoy?, Imposible saberlo, pero lo que es seguro es que sería algo rompedor.