¿Es más probable morir en un incendio o atragantado en una comida? El Atlas de la accidentalidad en España elaborado por Fundación MAPFRE pone negro sobre blanco a los riesgos a los que nos enfrentamos en la vida cotidiana.

TEXTO: ÁNGEL MARTOS

Mark Twain no fue solo el maravilloso autor de títulos como Las aventuras de Huckleberry Finn o Un yanqui en la corte del Rey Arturo. También era un enamorado de la ciencia, que cultivó a través de su amistad con uno de los investigadores más relevantes de su tiempo, el gran Nicola Tesla. De sus horas juntos en el laboratorio del científico serbio nace una de sus frase más reconocidas: «He aquí el nombre del inventor más grande de todos: Accidente». Los rayos X o el velcro son algunos hallazgos encontrados por una feliz casualidad. Pero lo que en el laboratorio del genio es un Eureka, en la vida cotidiana es un hecho que puede acabar provocando lesiones y, en los casos menos afortunados, incluso la muerte.

Un accidente no es que se nos quemen las tostadas en el desayuno (eso es que estamos aún dormidos) o que, si se nos caen al suelo, siempre lo hagan por el lado de la mermelada (eso es la Ley de Murphy). Entre 10.000 y 11.000 personas mueren todos los años en España por lesiones no intencionadas o, en efecto, accidentes. Son cerca de 30 muertes al día, prácticamente una cada hora, muchas de ellas entre jóvenes. Una realidad que se amplía si hablamos de las cifras de hospitalización por lesión, un trance por el que pasarán (pasaremos) uno de cada 150 ciudadanos.

En Estados Unidos cada año fallecen ahogados en las piscinas 550 niños menores de 10 años y 175 por accidentes con armas de fuego

Son los números del Atlas de la accidentalidad en España. Accidentes, mortalidad y lesiones, elaborado por Fundación MAPFRE sobre un exhaustivo análisis de la base de datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) entre 2011 y 2015. Un informe que, pese a lo llamativo de algunos tantos por ciento, desvela la mejor posición relativa de España con respecto a otros países de nuestro entorno. Y a la vez busca en las coordenadas de sexo, edad y lugar de residencia el norte hacia el que apuntar las políticas de prevención.

«Hace pocos días una colega estadounidense, de visita en Madrid, me comentaba que se sentía mucho más segura paseando por Madrid que por otras muchas ciudades de otros países. Y, realmente, tenía razón», comenta, a modo de anécdota, Jesús Monclús, director de Prevención y Seguridad Vial de Fundación MAPFRE. «España es, hablando de manera objetiva, muy seguro tanto desde el punto de vista de la seguridad ciudadana (robos, asaltos, etcétera) como cuando hablamos de los siniestros que producen lesiones no intencionadas», que es el tema que nos ocupa.

El accidente como espectáculo

Porque la vida no es la suma de sus excentricidades, sino el mínimo común denominador de sus desdichas. Y en España, ¿de qué accidentes solemos morirnos entonces? Esta es la lista (desordenada) de culpables, ¿cuál sería el ranking correcto?

• Los accidentes de tráfico y transporte.

• Los envenenamientos, que ocurren esencialmente por sobredosis de productos estimulantes, drogas o medicamentos.

• Las caídas. • Los ahogamientos y obstrucciones de las vías respiratorias (atragantamientos).

• Los incendios.

Antes de conocer el orden correcto de estas causas de muerte por accidente, tenemos que hablar de cómo evitarlas. «Los accidentes no se producen por mala suerte o fatalidad, sino que son el resultado de condiciones y comportamientos inseguros», como el incumplimiento de normas de seguridad, fallos y descuidos, que pueden ser corregidos, defiende Monclús. Hay que asumir que los peligros siempre estarán presentes. Pero una adecuada prevención puede ayudarnos a estar más cerca del objetivo de cero lesiones graves o mortales. «Más políticas de Estado, más pactos nacionales, mayores presupuestos acordes a la magnitud de la problemática […] y, sobre todo, más campañas de prevención masivas basadas en el coste-efectividad de las intervenciones son sólo algunas de nuestras propuestas en este punto», se señala en el Informe. Y, sin embargo, ¿por qué parece no estar este debate en la agenda social?

En España se producen 30 muertes por accidente al día, prácticamente una cada hora y muchas de ellas entre jóvenes

La paradoja del peligro

La respuesta, como cada vez más, está en el Big Data. En un año, en Estados Unidos se produce una muerte infantil por ahogamiento por cada 11.000 piscinas particulares. Si en el país hay seis millones de piscinas, «esto significa que aproximadamente 550 menores de diez años se ahogan cada año». A la vez, por cada millón y pico de armas muere un niño como consecuencia de un disparo. Se calcula que en EEUU existen 200 millones de armas, por consiguiente alrededor de 175 niños menores de diez años mueren anualmente por esta causa. Si comparamos, podemos ver que la probabilidad de morir en una piscina (1 entre 11.000) frente a morir de un disparo (una entre más de un millón) no es ni parecida. Y sin embargo, estamos deseando tener piscina particular a la que llevar a nuestros hijos y, al menos en muchos países, no se nos ocurriría tener nunca un arma en casa. La referencia quizás sea demasiado far west, pero ejemplifica a la perfección una gran verdad: que los peligros que nos producen miedo y los peligros que en efecto nos matan son muy distintos. Y esto afecta a nuestra motivación por hacer algo al respecto.

Volvamos a nuestro ranking para ver si hay alguna sorpresa: la principal causa de muerte accidental son las caídas, 12.723 fallecidos en el último quinquenio para el que se dispone de datos (24,3 por ciento del total), sufridas sobre todo por los mayores de 65 años y que entre 2011 y 2015 se han incrementado del 20 al 25%. ¿Sorprendido? Pues aún hay más… Le siguen los ahogamientos y atragantamientos, con 11.707 fallecidos (22,3%), cifra que ha ido creciendo de forma continuada. Por cada ahogamiento por sumersión, por cierto, se producen cuatro atragantamientos: por ello Fundación MAPFRE tiene tanto una campaña de prevención de ahogamientos como la iniciativa SOS Respira, para luchar contra los segundos. También destacan los accidentes de tráfico y transporte, con 10.806 fallecidos (20,6%). Los envenenamientos matan a 4.221 personas (8%), esencialmente por sobredosis y entre los 25 y 50 años. En último lugar están los incendios, que en los cinco años estudiados acumulan 826 fallecidos (1,6%). Leídas estas cifras, llegamos a la conclusión de que ser mayor de 65 años es un deporte de riesgo.

Como buen Atlas que es, el informe de Fundación MAPFRE segmenta también por geografía, para ofrecer un fresco autonómico. Los índices de mortalidad por accidente más bajos se encuentran en Madrid, Murcia, Canarias, Andalucía y Extremadura. En el otro lado, las cifras más elevadas se registran en Asturias, Cantabria, Cataluña, Galicia y Castilla y León.

No obstante, se viva donde se viva, hay que tener en cuenta que pequeños gestos suman grandes logros. Así, contra las caídas, Fundación MAPFRE recomienda utilizar los pasamanos y, en caso de dificultad al caminar, un bastón. En los entornos acuáticos, tomar precauciones y seguir las indicaciones del personal de socorrismo. Precaución al cruzar los pasos de cebra. Asegurarse de que los niños para ir en bici usan el casco y material reflectante. Hacer siempre uso del cinturón de seguridad y consultar con el médico los efectos de los medicamentos en la conducción… Sólo algunas recomendaciones para poner el acento en esos peligros cotidianos que pueden llevar a la tumba.