En 1989, más de 9.000 personas perdieron la vida en siniestros de tráfico en España. Desde entonces y hasta ahora la cifra ha disminuido en más de un 80 %. Por eso somos referencia en Europa; y por eso tenemos una responsabilidad, sobre todo, en los países de Latinoamérica. A pesar de todos los esfuerzos, en todo el mundo hay más de un millón de víctimas mortales al año. Y cada víctima es un fracaso que debe impulsarnos a perseguir el Objetivo Cero.
TEXTO: CRISTINA BISBAL IMÁGENES: ISTOCK, FUNDACIÓN MAPFRE
En las últimas tres décadas, la cifras de fallecidos en nuestro país por siniestros de tráfico se ha reducido en prácticamente un 80 %. Desde el fatídico 1989, año en el que se batió un lamentable récord, las cosas han cambiado mucho. Muchísimo. Ha cambiado la normativa, han mejorado las carreteras, se ha creado y ampliado la red ferroviaria del AVE, hemos sustituido palabras como accidente por siniestro… Pero, sobre todo, ha cambiado la conciencia de los ciudadanos. Jesús Monclús, director del Área de Prevención y Seguridad Vial de Fundación MAPFRE transfiere todos esos cambios a una cifra: 150.000 víctimas salvadas a lo largo de estos más de 30 años. A pesar de ello, todos los años fallecen en el mundo más de 1.300.000 personas. Un número que no puede dejar de hacernos temblar y contra el que aún hay mucho que hacer.
Así se puso de manifiesto en la presentación del libro Del Infinito al Cero. Así lo hicimos, coeditado por Pere Navarro, director general de la Dirección General de Tráfico (DGT) de España, y el propio Monclús. En este volumen se repasan los 25 años que han pasado desde que se creara el Instituto MAPFRE de Seguridad Vial, «entidad clave en este ámbito en nuestro país», como afirmó Antonio Huertas, presidente de MAPFRE y de la Fundación MAPFRE. Pero se hace desde el punto de vista de la reflexión. Para ello se ha recurrido a la colaboración de nada menos que 50 expertos en seguridad vial que, en palabras de Fernando Grande Marlaska, ministro del Interior de España, «son protagonistas y testigos de primera mano de este proceso que comenzó hace décadas y no ha concluido. Concluirá cuando hayamos conseguido alcanzar la meta de cero fallecidos y heridos graves en siniestros de tráfico. Es una mirada reflexiva que aporta elementos útiles para afrontar el futuro».
En efecto, aún hay mucho por hacer. En concreto en nuestro país debemos avanzar hacia el Objetivo Cero. Es lo que Jesús Monclús describe en el libro como «lo difícil, pero maravilloso»; lo que queda «por trabajarse y por sudarse». Se refiere a diversas normas, acciones en el campo de las nuevas tecnologías, planes y estrategias ya planteadas pero pendientes de cerrarse. Pero también se refiere a la mejora de la cultura vial y el respeto a las normas de circulación. En concreto a «los pequeños excesos cotidianos de velocidad: menor riesgo unitario, por descontado, que los grandes excesos, pero quizás incluso comparable a nivel agregado por su altísima frecuencia». Porque ¿quién no cruza un semáforo en rojo como peatón o no excede, al menos mínimamente, la velocidad máxima en ciudad?
Esas pequeñas infracciones y, sobre todo, la tolerancia social de que disfrutan, podría acabarse. Hay que aplicar varias soluciones. Una de ellas es la educación vial. Ahí Fundación MAPFRE tiene mucho que decir, porque precisamente esta ha sido y continúa siendo una de sus actividades clave como demuestra el hecho de que solo en los últimos 12 años, cerca de tres millones de niños se hayan beneficiado de los cursos impartidos por la entidad. «Es esencial que desde la niñez nos enseñen que hay unos determinados deberes, unas normas y una responsabilidad con terceros», dice el ministro del Interior. Se puede y se debe hacer más. Son varios los coautores de libro que apuestan, por ejemplo, por que la DGT se convierta en una Secretaría de Estado con mayor capacidad de generar sinergias entre el Ministerio de Interior, el de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, el de Sanidad y el de Educación.

A pesar de todo lo que queda por hacer, se debe reconocer el papel que tenemos en el plano internacional. La implantación del carnet por puntos, la reforma del Código Penal, la limitación de velocidad tanto en carreteras secundarias como en zonas urbanas… han conseguido una reducción muy llamativa del número de fallecidos y heridos graves. Lo cuenta Fernando Grande Marlaska en el prólogo del libro: «En el contexto europeo, en 2019 España presentó una tasa de mortalidad de 37 fallecidos por millón de habitantes, por debajo de la media europea que fue de 51 fallecidos por millón de habitantes. En 2020, un año marcado por la pandemia de la COVID-19, por primera vez hemos bajado de los 1.000 fallecidos en carretera».
Y así nos lo reconocen fuera de las fronteras españolas, como contó Pere Navarro en la presentación de Del Infinito al Cero: «Nos hemos convertido en un referente para toda Europa. Hemos hecho una revolución silenciosa, sin ser conscientes de ello. En reducción de fallecidos por accidente de tráfico en toda Europa, entre 2001 y 2020, España está en primer lugar. Y nos envidian en el resto del continente por ello. Envidian el activismo, el compromiso y la presencia de nuestras asociaciones de víctimas. La policía de tráfico que tenemos. Nuestra organización administrativa, esencial en cualquier política pública, personalizada en la DGT. En Europa también envidian nuestra sociedad civil y cómo se involucra en la seguridad vial. Y el consenso político que la rodea: no es de derechas ni de izquierdas, está por encima de ideologías y del rifirafe de cada momento».
Ante esta situación de cierto privilegio, España tiene una responsabilidad sobre aquellos que no se encuentran en el mismo escenario. Y en concreto hacia Latinoamérica, donde, como dijo Antonio Huertas en la presentación del libro, «la seguridad vial es una asignatura pendiente». Jeanne Picard, presidenta de la Federación Iberoamericana de Asociaciones de víctimas contra la violencia vial, FICVI, y cofundadora de STOP Accidentes, también incide en ello: «En la mayoría de los países de Iberoamérica se sufre a diario el atropello de los derechos humanos». En efecto, allí la siniestralidad vial sigue en aumento. Las asociaciones que forman FICVI lo saben y por eso dedican su voluntariado a movilizar a todos los actores sociales para impulsar cambios de políticas públicas, modificar leyes y abrir espacios de responsabilidad compartida.

La DGT también ha realizado importantes esfuerzos para llevar los modelos que han tenido éxito en nuestro país a Iberoamérica. Pero hasta el momento, tan solo dos agencias de seguridad vial —Argentina y Colombia— disponen de presupuestos independientes. Por su parte, la sociedad civil de México lleva dos años luchando para que el Gobierno Federal apruebe una ley de Seguridad Vial que aún no tiene. Y Chile está próximo a aprobar el proyecto CATI (Centro Automatizado de Tratamiento de Infracciones), que sigue el modelo español de instalación de radares con sanción automática. «Esto demuestra que los cambios son muy lentos y que todavía no hay voluntad política ni conciencia a nivel de los países para prevenir la violencia vial», afirma Picard en su reflexión. Para apoyar en el fomento de la prevención, la publicación se está haciendo llegar a los responsables de las agencias de seguridad vial de todos los países de Latinoamérica, incluido Brasil.
Todo ello evidencia que la seguridad vial es un capítulo que aún no se puede cerrar. Hay mucho por hacer aunque la propia Picard entiende que «este libro representa una esperanza, un camino recorrido. Es la historia de todo lo que hemos conseguido, pero también la de nuestros seres queridos que ya no están y cuyo recuerdo nos avisa de que somos muy frágiles, que en un segundo se pierde la vida, en siniestros de tráfico que se pueden evitar», concluyó la presidenta de FICVI. Quizás se necesite para ello más conciencia social y política. Jesús Monclús quiso hacer una reflexión en ese sentido: «A nivel mundial, las colisiones son la principal causa de muerte de niños y jóvenes de entre 5 y 29 años de edad, según la OMS. ¿Cómo lo toleramos?» Y continúa: «Si no nos convencemos de que los muertos por siniestros de circulación son evitables, que tenemos conocimiento y medidas para prevenirlos, y que el Objetivo Cero es alcanzable a medio plazo si escalamos lo suficiente los esfuerzos, las acciones y los recursos, estaremos condenando a muchas personas».