Físico por vocación e ingeniero de Telecomunicaciones por error, Javier Santaolalla es capaz de mezclar humor y ciencia en una labor divulgativa que le lleva a publicar libros, tener tres canales de YouTube, y ser monologuista. Y todo ello gracias a ser uno de los más de 1000 jóvenes canarios que se han beneficiado del programa de becas de Fundación MAPFRE Guanarteme. Sin ella, no hubiera conseguido cumplir sus sueños.
TEXTO: ISABEL PRESTEL IMÁGENES CEDIDAS POR JAVIER SANTAOLALLA
Nacido en Burgos —en concreto en Briviesca— en 1982 pero criado en Gran Canaria, a donde se mudó con su familia a los 9 años , Javier tiene multitud de talentos. De todos ellos, uno destaca sobre los demás: su capacidad de plantearse retos continuamente. Retos que él, gracias a su tesón, su fuerza de voluntad, su capacidad de trabajo y, por supuesto, su talento, suele alcanzar. Cualquiera que hable con él unos minutos se da cuenta de ello . Pero también quien sigue alguno de sus tres canales de YouTube (Date Un Voltio, Date un Vlog y Date un Mí); ha leído cualquiera de sus seis libros (el más popular, El bosón de Higgs no te va a hacer la cama ); ha visto el Telecienciario del diario El Mundo, que presenta; o ha asistido a alguno de sus monólogos en los que aúna humor y ciencia, dos conceptos a priori difíciles de combinar.
No nos engañemos, llegar hasta aquí no ha sido tarea fácil. Javier ha trabajado duro. Ha estudiado mucho y ha tenido la suerte de que ese talento fuera descubierto, reconocido y becado por la Fundación MAPFRE Guanarteme, que confió ciegamente en él, en su proyecto y sus ambiciones. Claro que con su historial académico era fácil intuir su capacidad de superación. Por eso, en 2006 pudo iniciar el camino que le llevó a cumplir uno de sus sueños: estar presente en la puesta en marcha del mayor acelerador de partículas del mundo.
Pero empecemos por el principio…. O por la mitad. Cuando decidió estudiar Ingeniería de Telecomunicaciones, a pesar de haber nacido físico, como él mismo asegura. «Siempre había estudiado a base de becas y sacado buenas notas, incluso cuando en tercero de carrera me di cuenta de que me gustaba mucho más la Física. Así que empecé a estudiarlo por la UNED en mis ratos libres, compaginándola con Teleco, a ver qué pasaba». Lo que pasó fue que le enganchó: «Cuanto más estudiaba, más me gustaba. Sí, me di cuenta de que yo lo que quería era ser físico». A pesar de ello, terminó la ingeniería. Pero quería más: terminar la segunda carrera con clases presenciales, y en Canarias no había facultad de Físicas. Además, no podía acceder a una beca del Ministerio de Educación por ser su segunda carrera universitaria. Y por la situación de su familia, de recursos limitados, no se lo podía permitir.
Creo que hay una gran brecha entre la ciencia y la sociedad. La gente no sabe qué es el bosón de Higgs porque nadie lo cuenta de manera lúdica
Su única opción era acceder a una beca de una institución privada que le permitiera estudiar en Madrid los dos últimos cursos de Física y un máster de posgrado de Física Fundamental. «Al ver mis notas y mi historial académico decidieron becarme. Para mi fue muy importante porque me sentí apoyado por Fundación MAPFRE Guanarteme desde el primer momento. Creyeron en mí y en mi proyecto. Y gracias a ellos conseguí hacer realidad mi sueño». Al acabar los estudios en Madrid, el CIEMAT (Centro de Investigaciones Energéticas, Medioambientales y Tecnológicas) le dio una beca de in vestigación en el CERN. Exactamente para lo que se había estado preparando los últimos siete años.
«Eran muchas las razones que me llevaron a desear trabajar en el CERN. Situado en Suiza, es un laboratorio de física tipo la NASA, que tiene varias peculiaridades muy interesantes para mi. La primera, que se trata de un organismo internacional, una especie de ONU de la física. La segunda, que lleva funcionando desde la década de los 50: por allí han pasado los grandes físicos de la historia. Y la tercera, que justo en 2008 iba empezar a funcionar el acelerador de partículas más potente de la historia. Un aparato muy grande que llevaban diseñando más de 30 años. Era el hito de la década, y tenía como objetivo encontrar una nueva partícula. Yo quería estar allí. Y estuve».

Tal y como Javier sospechaba, aquél viaje supuso un gran cambio: «Los cuatro años de estancia en Ginebra supusieron la consecución de un sueño, una realización personal. Estuve en un entorno muy especial, en una época fundamental y con un proyecto muy importante. Y pude ver cómo se trabaja en una institución internacional de élite, entender cómo funciona el mundo de la ciencia y compartir experiencias con científicos de primera categoría. Por eso fue importante en lo profesional pero aún más en lo personal». Sabe que lo que aprendió allí le ha servido y le servirá el resto de su vida.
El proyecto y las prácticas científicas acabaron en 2012. Volvió a Madrid y decidió tomarse un descanso. Con 30 años, había estudiado dos carreras, un máster, tenía un doctorado, estaba casado (desde los 22 años) y había pasado cuatro años en Ginebra. «Durante mi año sabático empecé a contar lo que había estudiado, mi experiencia en Suiza. Y a la gente parecía que le interesaba. Entendí que había un hueco para hablar de esos temas y hacerlo para el público en general de manera divertida. Creo que parte del éxito que tuve al principio se debía a que yo era un científico con pinta de nerd, un auténtico empollón que hablaba de física, pero con sentido del humor. Ese contraste llamó la atención de los medios de comunicación». Poco a poco fue adquiriendo popularidad. Así fue como se convirtió en el divulgador que es ahora, un trabajo que le encanta.
La principal razón de que le apasione su labor de divulgar la ciencia tiene que ver precisamente con su amor por la Física, una gran desconocida: «Yo estudié ingeniería en lugar de Física porque nadie me había contado en qué consiste en realidad. Creo que hay una gran brecha entre la ciencia y la sociedad. La gente no sabe qué es el bosón de Higgs porque nadie lo cuenta de manera lúdica. Y pensé que yo podría conseguir hacerlo». Aquí se planteó un nuevo reto: aprender a comunicar. «Francamente, no sabía hacerlo». A base de dedicarle tiempo y ponerle ganas, lo ha conseguido, como casi todo lo que se propone, eso sí, «esforzándome mucho, dedicándole horas, con planificación y priorizando. A los 20 años, mis amigos salían por ahí o iban a la playa, y yo me quedaba estudiando».
La realidad es que su esfuerzo y su tesón le ayudaron a llegar a donde está ahora. Pero también aquella beca: «Si no la hubiera conseguido, me habría puesto a trabajar o habría buscado una beca en un laboratorio para hacer la tesis doctoral en algo relacionado con la física. En cualquier caso, nada que ver con lo que hice».

Fundación MAPFRE Guanarteme apoya el talento y la formación de los jóvenes
Vivir en Canarias, a menudo reduce las posibilidades de los jóvenes para estudiar lo que más les gusta: en las islas no existen todas las carreras universitarias ni todos los másteres. Eso fue precisamente lo que le pasó a Javier Santaolalla. Y es en estos casos cuando hay que recurrir a las becas de la Fundación MAPFRE Guanarteme, que son mucho más que una ayuda económica, son una oportunidad para poder volar más alto y llegar tan lejos como se desee.
Tanto es así que estos programas se han consolidado en Canarias como uno de los mayores impulsos al desarrollo profesional de muchos jóvenes de las islas, que sin estas ayudas no tendrían la oportunidad de continuar sus estudios de posgrado en diferentes materias de estudio como la ciencia, la ingeniería industrial, la nanociencia, la innovación tecnológica, la economía, la ecología industrial o la interpretación musical; y en diferentes destinos europeos. O la realización de prácticas profesionales en países como Estados Unidos, Japón o Canadá.
A partir de estas becas, Fundación MAPFRE Guanarteme busca la excelencia mediante un plan de acción que comprende la concesión de becas de excelencia, investigación y especialización a los que, en los últimos años, se han destinado más de 10 millones de euros y de los que ya se han beneficiado un millar de jóvenes canarios, que han podido cumplir su sueño de acceder a unos estudios relevantes para su desarrollo profesional.
La formación, la promoción del talento y la excelencia y el fomento de la empleabilidad de los jóvenes de las islas se ha convertido en uno de los objetivos prioritarios de la institución. En 2019, la línea de actividad formativa está dotada con 1.847.000 euros, de los que 639.000 euros se han destinado a los programas de becas.