El ictus es una enfermedad, cada vez más habitual entre adultos y jóvenes, de la que casi todos hemos oído hablar. Sin embargo, pocos sabríamos reconocer sus síntomas a la primera. Julio Agredano, quien sufrió uno hace seis años, ha hecho de su difusión su modo de vida.

TEXTO: Cristina Bisbal

 

«En 2011, con 39 años, me dio un ictus». Esta frase es la carta de presentación de Julio Agredano, presidente y fundador de Freno al Ictus, una asociación (en vías de convertirse en fundación) a la que dedica gran parte de su tiempo y mucha pasión. La razón se encuentra en su experiencia personal. «Era el último día de vacaciones en Asturias, antes de volvernos a Madrid. Y no supe identificar los síntomas (pérdida de fuerza en un lado del cuerpo, mareos, un dolor de cabeza brutal, pérdida de equilibrio), pensé que estaba cansado. Así que me fui a la cama. Me convencí de que al día siguiente sería otro día. Y efectivamente, al día siguiente fue otro día… peor». Cuando amaneció le había dado un segundo ictus, aún más fuerte que el anterior. Ahí ya sí que los síntomas no dejaban lugar a dudas: Julio no se podía mover, no podía hablar y se le caía un lado de la cara…

Hay que tener en cuenta que el tiempo de reacción para enfrentarse a un ictus es pequeño, de cuatro horas y media, desde que se manifiestan los síntomas. «Cuando llegué al hospital la medicación más efectiva para disolver el trombo (trombolisis ultravenosa) ya no servía. El siguiente paso, más invasivo, es una trombectomía mecánica». Consiste en introducir un catéter por la ingle, buscar el trombo y quitarlo. Para esta técnica se llega hasta a seis horas y media… Es una ventana de tiempo muy corta. «Ya era tarde para todo eso».

Las secuelas hubieran sido mucho menos graves de haber acudido al hospital la noche anterior. El motivo por el que Julio no fue a un centro sanitario es el mismo por el que no suele acudir la mayoría de los pacientes de ictus: desinformación. Lo cuenta Antonio Guzmán Córdoba, Director de Promoción de la Salud de Fundación MAPFRE: «A pesar de que la mayor parte de la población ha oído hablar del ictus y muchos de nosotros conocemos a alguien que lo ha sufrido, hay mucha desinformación alrededor de esta enfermedad. Pocas personas saben cuáles son los síntomas que alertan de que alguien está sufriendo un ictus.» De hecho, tal y como contó Jaime Masjuan Vallejo, Jefe del Servicio de Neurología del Hospital Universitario Ramón y Cajal en la jornada sobre ictus organizada por Fundación MAPFRE, COFARES y la Organización Internacional de Directivos de Capital Humano, lo más habitual es que el paciente se meta en la cama esperando que se le pase solo. Tremendo error.

Si la desinformación es el principal problema del ictus, lo primero que debemos saber es qué es exactamente. La Federación Española del Ictus lo define como una enfermedad cerebrovascular que se produce por la disminución u obstrucción del flujo sanguíneo. La sangre no llega al cerebro en la cantidad necesaria y, como consecuencia, las células nerviosas no reciben oxígeno y dejan de funcionar. Es para tomarlo en serio porque, según la Sociedad Española de Neurología, el ictus es la segunda causa de muerte, primera entre las mujeres; y afecta cada año a unas 130.000 personas. Actualmente, más de 300.000 españoles presentan alguna limitación en su capacidad funcional tras haber sufrido un ictus. Una de cada seis personas tendrá uno en su vida…

FACTORES DE RIESGO

Hipertensión

Colesterol elevado

Obesidad

Tabaco

Inactividad Física

Alcohol

Diabetes

 

Julio tuvo suerte, «a pesar de hacerlo todo mal», como él mismo dice. Para empezar, porque el 80% de los ictus son debidos a causas modificables sobre las que podemos actuar. Dicho de otro modo, son prevenibles llevando una vida sana, buena alimentación y haciendo algo de ejercicio. Pero Julio pesaba 103 kilos, llevaba vida sedentaria («no había hecho ejercicio en los últimos 10 años»), comía siempre fuera de casa, cenaba cualquier cosa, dormía poco, trabajaba mucho… «Era directivo comercial en una empresa informática y pasaba al menos tres días a la semana fuera de casa. Vivía con mucho estrés laboral». Probablemente todo eso influyó en que le atacara el ictus a pesar de su edad. Claro que según recientes estudios, ha habido un aumento de entre el 30 y el 40% de casos de ictus en menores de 55 años. Dejemos de asociar el ictus con personas mayores…

Así que cuando salió del hospital no lo tuvo nada fácil. «Fue un año de recuperación muy complicado, con mareos constantes, problemas en una pierna que me provocan cojera, sensación de borrachera continua, problemas de habla, de coordinación… Imagínate: tú te vas una noche de copas y al día siguiente tienes una tremenda resaca. Esa resaca era mi día a día». No se rindió. Sabía que la única manera de superar aquello era con mucha rehabilitación. Y lo apostó todo: «Cuatro horas diarias durante un año completo. Y como la Seguridad Social no tiene recursos para cubrir la rehabilitación, me pagué mi propia rehabilitación, a 45 euros la hora. Tuve la posibilidad de invertir mis ahorros en mi recuperación, y eso hice. Porque no todos los seguros privados cubren por igual el tratamiento del ictus. En este sentido, es importante que las empresas que contratan seguros de salud para sus empleados incluyan la cobertura completa frente al ictus, ya que es una patología cada vez más frecuente.

Julio Agredano en la Titan Desert

Julio Agredano tiene claro que su actual buen estado de salud está directamente relacionado con la rehabilitación. Pero también con su alta capacidad de recuperación y con su actitud personal. «Me muevo por retos, por objetivos. Y en 2012 me marqué uno difícil. Vi un reportaje sobre la Titan Desert, una prueba que se compone de seis jornadas en bicicleta por el desierto con un total de 650 kilómetros. Hacía años que no había montado en bici pero le dije a mi mujer: “en 2015 voy yo”. A ella le dio la risa». Poco a poco fue mejorando con la bici y superando las secuelas del ictus. Tanto, que ha estado en esa carrera —y en muchas más— en 2015, 2016 y 2017. Y, de paso, embarcó a gente popular para ir con él y que de este modo, Freno al Ictus estuviera en boca de muchos. «El primer año llevé a al torero Óscar Higares; el segundo al actor Dani Rovira; la más reciente edición vino conmigo el jugador de baloncesto Iñaqui de Miguel».

Y esto lo hace porque sus prioridades cambiaron de manera radical a raíz de la enfermedad. Aunque volvió al trabajo, al cabo de un tiempo lo dejó. Quería empezar una nueva vida con esta nueva oportunidad que le han dado: «A mi lo que me ilusiona por las mañanas es esto. Esto es lo que quiero: llevar al cole a mi hijo y recogerle siempre que pueda, hacer deporte, que la ciudadanía sepa qué es el ictus, cuáles son sus síntomas, cómo hay que actuar y qué hacer para que las sociedades médicas lo cubran y las farmacéuticas se involucren». Ahora, ese es su camino.

 

La empresa frente al ictus

Antonio Guzmán Córdoba: «Las empresas son un potente canal de comunicación hacia la sociedad y pueden tener un papel relevante en la divulgación entre sus empleados de los síntomas que alertan del ictus y la forma de actuar ante ellos». En el mismo sentido se mueven en Freno al Ictus. Por eso una de sus líneas de actuación consiste en acudir a grandes compañías a dar charlas sobre ello. Los resultados son siempre positivos. Aunque Julio Agredano se emociona al recordar que apenas hace unas semanas recibió un mail de alguien que había acudido a una de estas charlas. «Empezaba diciendo “hola, buenos días. Y lo son gracias a vosotros. A mi padre le dio un ictus hace unos días y supe manejar la situación porque sabía cuáles eran los síntomas. Ahora está en su casa en perfecto estado”. Cosas así compensan todo el esfuerzo».