La serotonina es una sustancia que se ha vinculado al bienestar y cuya carencia parece asociarse a estados depresivos. A partir de los alimentos podemos obtenerla pero, ¿el hecho de comer mejor puede hacernos más felices?

TEXTO: ISABEL PRESTEL   IMAGEN: THINKSTOCK

 

La serotonina es sin duda, uno de los neurotransmisores más populares con que cuenta nuestro organismo. Lo es, sobre todo, porque se relaciona con la medicación contra la depresión. Fue allá por la década de los 80 cuando se descubrió que las personas con depresión tenían menores niveles de serotonina. La solución vino de la mano de medicamentos inhibidores de la recaptación de serotonina que se encargan de aumentar la cantidad disponible de esa sustancia, al bloquear la ruta que «recicla» este neurotransmisor. En estos más de 30 años su prescripción por parte de psiquiatras y médicos de cabecera se ha hecho muy habitual. Para algunos, demasiado. Lo cuenta Óscar Picazo, licenciado en química, dietista-nutricionista de Fundación MAPFRE: «Los últimos estudios (como el del Hospital Universitario de Copenhague) arrojan dudas sobre su eficacia, y demuestran que sus efectos secundarios podrían haberse infraestimado. El coste-beneficio no está claro, y hay indicios de que se prescribe en exceso». Por contra, la misma sustancia está comenzando a ser tenida en cuenta en problemas digestivos.

«Aunque parezca sorprendente, la mayor parte de la serotonina en el organismo se encuentra en el intestino, no en el cerebro. Se ha observado, además, que en alteraciones como la diarrea o la enfermedad celiaca los niveles de serotonina están aumentados, mientras que en caso de estreñimiento, están reducidos. Esto ha despertado el interés por el papel de la serotonina en el síndrome del intestino irritable, ya que el tratamiento farmacológico podría ayudar a regular la motilidad intestinal, aliviando los síntomas», comenta Picazo. Conviene recalcar que el verbo al que se refiere es regular y no aumentar. El motivo también lo explica el experto de Fundación MAPFRE: «En biología, más no es siempre mejor. Normalmente hay unos rangos fisiológicos dentro de los que el funcionamiento es óptimo. Por debajo o por encima, puede haber desequilibrios. Además, hay que tener en cuenta que normalmente los procesos en el organismo están interrelacionados. Si aumentamos mucho de algo, probablemente estemos provocando un desequilibrio en otras partes del sistema», asegura.

Parece demostrado que una cantidad adecuada de serotonina puede ayudar a mantener el buen humor y, de paso, una digestión más fácil

Lo que sí parece demostrado es que una cantidad adecuada de serotonina puede ayudar a mantener el buen humor y, de paso, una digestión más fácil. Pero no es necesario conseguir ese equilibrio con medicamentos, es posible conseguirlo a través de la alimentación. «El organismo es capaz de producir la serotonina a partir de un aminoácido esencial contenido en las proteínas de los alimentos, el triptófano», señala Picazo. Se podría pensar que si incrementamos los alimentos ricos en triptófano podríamos llegar a ser más felices. Entre estos se encuentran algunas semillas o frutos secos como sésamo, calabaza, girasol o almendras, los quesos, las carnes y pescados, las legumbres y los huevos. Se dice que algunos alimentos como el plátano contienen directamente serotonina, pero realmente son cantidades muy pequeñas. Por otra parte la vitamina B6 participa en la síntesis de melatonina y serotonina. Y los carbohidratos ayudan a que el triptófano sea más disponible frente a otros aminoácidos, mejorando la formación de estos neurotransmisores.

A pesar de todo esto, no parece que exista una evidencia de que si se consume más triptófano se aumente la serotonina. «Es cierto que una dieta deficiente en triptófano podría afectar negativamente a los niveles de serotonina. Pero tomar mucho no necesariamente es mejor, ya que el transporte de triptófano procedente de la dieta al cerebro está limitado y regulado.

La solución, a vista de Óscar Picazo, no solo pasa por llevar una buena alimentación. «Parece que centrarse en aspectos como la calidad de vida, el apoyo social, la resiliencia, y por supuesto hábitos de vida saludable (dieta, ejercicio, descanso, evitar tabaquismo y alcohol) sean probablemente a largo plazo, mejor receta para la felicidad».