Entre el 26 de febrero y el 23 de mayo de 2021, el centro de fotografía KBr de Barcelona albergará la exposición Claudia Andujar, organizada por el Instituto Moreira Salles, Brasil, en colaboración con Fundación MAPRE. Comisariada por Thyago Nogueira, la muestra reúne un excepcional conjunto de fotografías y documentos de la fotógrafa, que, durante más de cinco décadas ha dedicado su vida y su obra a documentar y proteger al pueblo yanomami, uno de los grupos índigenas más grandes y amenazados de Brasil. Tras cuatro años de investigación en el archivo de la artista, la muestra reune alrededor de 300 fotografías, una instalación audiovisual y una serie de dibujos realizados por los yanomami. Además se incluye una selección de sus primeras fotografías tomadas en Brasil durante los años 60 y 70.
TEXTO: ÁREA DE CULTURA DE FUNDACIÓN MAPFRE IMÁGENES: © CLAUDIA ANDUJAR
Nacida en Neuchâtel, Suiza, en 1931, Claudine Haas creció en Transilvania, en una familia de origen protestante y judía que murió en los campos de concentración de Auschwitz y Dachau. La niña logró escapar con su madre y en 1946 llegaron a Nueva York, donde cambió su nombre por el de Claudia Andujar, apellido que adoptó de su primer marido, Julio Andujar, un refugiado de la Guerra Civil española. Admiradora del pintor Nicolas de Stäel, en la ciudad de los rascacielos se aventuró con la pintura abstracta, mientras trabajaba como guía en la Organización de las Naciones Unidas. En 1955 viajó a Brasil por primera vez y decidió quedarse a vivir en São Paulo, donde encontró en la fotografía un método para comunicarse y relacionarse con la población local de su nuevo país de adopción.
Poco a poco desarrolló un trabajo centrado en las comunidades más vulnerables del país e inició, en 1962, la serie Familias brasileñas. Un tiempo después viajó hasta el estado de Pará, donde convivió, durante un mes, con los indios xikrin y, entre 1966 y 1971, trabajó como fotoperiodista y retrató algunos de los colectivos menos favorecidos de la sociedad como toxicómanos y prostitutas. Finalmente, a comienzos de la década de los años setenta, entra en contacto con los yanomami a los que consagrará su obra entre 1971 y 1977.

El río Catrimani, al que los yanomami llaman Wakatha u (armadillo gigante), nace en la sierra Parima, en la frontera de Brasil y Venezuela y es considerado la cuna de este pueblo indígena, que ocupa la región desde hace mil años. Cazadoresrecolectores y agricultores circulan por un área de 120 km2 dividida entre el norte de Brasil y el sur de Venezuela. Su población estimada es de 36.000 personas, dos tercios en la zona brasileña. Se trata de una etnia dividida en varios grupos y en más de 200 comunidades con cuatro lenguas distintas, pero de la misma raíz. Gran parte de ellos viven en tierras altas, lejos de los ríos y cerca de arroyos y manantiales que les proporcionan abastecimiento incluso en época de sequía con frutos y animales. Entre las décadas de 1940 y 1960 se establecieron en la región distintas misiones religiosas con el fin de proteger, evangelizar y ofrecer cobertura sanitaria a los habitantes de la zona. Carlo Zacquini fue uno de los hermanos laicos que, junto al sacerdote João Batista Saffirio, se instalaron en la ribera del río en 1965 y ayudaron a Andujar a entrar en contacto con los yanomami y sus distintos pueblos. El 17 de diciembre de 1971, la artista aterrizó en Parima junto a su marido George Love por primera vez. En abril del año siguiente, volvió sola, fascinada por la cultura de esta comunidad aislada y dispuesta a zambullirse en su vida diaria. Las imágenes de Claudia de aquella época, realizadas en los distintos sectores por los que viaja, muestran un estilo de vida tradicional: las rutinas diarias ante el yano, las casas comunitarias que agrupan docenas de familias bajo el mismo techo, mujeres que recolectan fruta y hombres que cazan animales pequeños. Andujar fotografía de manera etnográfica, desde el respeto y la curiosidad, pero con cierta distancia. Sin embargo, se aleja del estilo documental al que el espectador está acostumbrado.

A su vuelta a São Paulo, la artista pide una prórroga de la beca Guggenheim que había obtenido tiempo antes para abordar el proyecto de los indios xikrin y que abandona por los yanomami, y, poco después, mientras el interés de la sociedad brasileña por la Amazonia va en aumento, presenta en 1973 en el Museu de Arte de São Paulo, O homem da hileia [El hombre de la hileia]. Se trata de una pieza audiovisual con dos proyectores, un control de fusión y espejos pequeños en las lentes de los proyectores que multiplicaban el conjunto en siete pantallas. Este fue el primer paso hacia la invención de un universo fotográfico de los yanomami sin la preocupación documental del periodismo ni el rigor etnográfico de la antropología.
Al año siguiente, Andujar vuelve al río Catrimani y trata de capturar todos los pasos del rito funerario o reahu, que puede durar varios días o semanas dependiendo de la importancia del muerto y del ofertorio de comida, traduciendo conceptos abstractos a través de la cámara. Poco a poco comienza a experimentar con distintas técnicas. Aplica vaselina en las lentes de la cámara, utiliza distintos tipos de flash o carretes infrarrojos con los que crea distorsiones visuales, destellos y colores saturados y alarga los tiempos de exposición para sobreponer diversas escenas en el mismo fotograma y sugerir visualmente la presencia de muchas personas y la conexión espiritual entre ellas. Da forma a la experiencia chamánica y ofrece una comprensión nueva de esta cultura, cuyo significado solo se puede entender a través de las imágenes. También comienza una serie de retratos en blanco y negro de adultos y de niños ante sus casas colectivas. La elección del claro-oscuro y los encuadres estrechos crea una atmósfera de intimidad y pone en valor la individualidad de los retratados. Estas imágenes son la celebración de una amistad, ya que los yanomami han acogido a la artista en su comunidad.
Claudia Andujar lanzó una campaña de vacunación para defender la salud de los indígenas y aprovechó para realizar numerosos retratos de cada uno de ellos
En 1974 y con la ayuda de Carlo Zacquini, la artista propuso a los indígenas que previamente habían sido fotografiados, hacer dibujos sobre papel utilizando rotuladores. El resultado fueron 100 dibujos de los que en la exposición se presenta una selección: «Inicialmente participaron todos los indígenas dispuestos a colaborar y se les pidió que hicieran dibujos con tema libre. La mayoría prefirió reproducir su pintura corporal. A los que habían hecho un trabajo más interesante les pedí que dibujaran escenas de la vida cotidiana. De ese grupo se formó entonces un grupo más reducido compuesto por las personas que mostraron más interés en la actividad. El siguiente paso fue pedirles que dibujaran personajes que considerasen importantes por cualquier motivo. A partir de ahí empezamos la investigación de la mitología. Se les pidió además que incluyeran una descripción y un comentario sobre sus dibujos»; señalaba Andujar en 1976.

A comienzos de los años setenta, la dictadura militar brasileña lanzó un programa de explotación de la región del Amazonas. Debido a la depredación forestal y minera y a la propagación de enfermedades —pues numerosas personas emigraron desde las ciudades para llevar a cabo los trabajos en un territorio hasta el momento aislado—, la vida diaria de esta comunidad se vio gravemente amenazada. Cuando Andujar denunció esta situación, se le impidió la entrada en la zona, y a partir de este momento dedicó su vida y obra a la defensa territorial y cultural de los yanomami a través de la creación, en 1978, de la ONG Comisión Pro-Yanomami (CCPY) junto a Carlo Zacquini y el antropólogo Bruce Albert. Además, comenzó a viajar por todo el mundo con el líder yanomami Davi Kopenawa para promover la defensa de los derechos de esta comunidad y devolverles su dignidad como pueblo. Finalmente, el gobierno reconoció la demarcación territorial de este grupo indígena en 1992. Durante este tiempo Claudia Andujar lanzó una campaña de vacunación para defender la salud de los indígenas y aprovechó para realizar numerosos retratos de cada uno de ellos. Vistos en conjunto, estos retratos revelan la diversidad de este grupo, los que han recibido asistencia médica y el nivel de contacto que tienen con la sociedad occidental.
Tras numerosas campañas de protesta, exposiciones y la publicación de varios libros, entre 1993 y 2013 la artista fue retirándose gradualmente de la escena política recurriendo solo al arte para mantener la visibilidad sobre la causa yanomami. Fue reconocida por la Fundación Lannan, Los Angeles, Estados Unidos con el «Premio a la Libertad Cultural» y participó en el festival de PhotoEspaña en Madrid en 2012. Hoy en día sus obras pueden encontrarse en algunas de las colecciones más importantes del mundo, como el Museum of Modern Art de Nueva York o la George Eastman House, Rochester. En 2004 recibió una beca para la organización de su archivo fotográfico, un trabajo que a Thyago Nogueira, comisario de la exposición, le ha servido para reunir durante estos últimos cuatro años el conjunto de fotografías, dibujos y documentos que hoy conforman la exposición Claudia Andujar que se presenta en KBr Fundación MAPFRE, el nuevo centro de fotografía que la Fundación ha abierto en Barcelona.
